Si hay una característica saliente de los partidos de ida de los octavos de final de la Champions League europea es lo dificultoso que se le hizo a la casi totalidad de los equipos para ganar en condición de local, algo que en otro tiempo hubiera sido el factor más facilitador.
El resultado más resonante, por la importancia histórica de los dos equipos y la cantidad de copas ganadas, y por lo que mueven a todo nivel, fue el triunfo, sobre el último minuto, del Liverpool ante el Real Madrid en el estadio Santiago Bermabeu, que además sirvió para cortar una impresionante racha de los blancos desde que Juande Ramos se había hecho cargo del plantel.
El Real Madrid había encadenado nueve partidos consecutivos ganados en la liga española, y tras comenzar a doce puntos de distancia del líder Barcelona, se ha colocado a siete puntos ahora, mientras que los “reds” ingleses no llegaban en su mejor momento, sobrepasados por el Manchester United en la Premiership, luego de haberla liderado durante gran parte de la temporada, y contando muy poco con su gran estrella, Steven Gerrard, por una inoportuna lesión (sólo ingresó en el minuto 89).
Sin embargo, el Real Madrid fue presa de su propia impotencia, incluso nunca tuvo el control de las acciones, siempre bien tapado por la férrea defensa y los volantes de marca y oficio del Liverpool, hasta que los ingleses marcaron al final con un bonito cabezazo del israelí Benayoun.
Tampoco el Inter de José Mourinho, absoluto líder de la liga italiana, como en las últimas temporadas, pudo sacar jugo del hecho de jugar su primer partido en el estadio Giuseppe Meazza contra el Manchester United, y se puede afimar con rotundidad que el 0-0 final favorece a los italianos por cómo ocurrieron las cosas y cómo fue exigido su arquero Julio César por parte de Cristiano Ronaldo, y aún así, el hecho de que los ingleses no hayan marcado goles, hace que un tanto de los italianos en Old Trafford aún complique a los de Alex Fergusson en la revancha.
Tampoco el Olympique de Lyon pudo siquiera mantener el 1-0 en su estadio ante el poderoso pero algo alicaído Barcelona, luego del excelente tiro libre de Junio Pernambucano, aunque con cierta colaboración de Víctor Valdez, el arquero azulgrana. El equipo catalán presionó y logró el empate por parte de Henry.
Y tampoco el Atlético Madrid, que se encuentra en un momento confuso y con un reciente cambio de entrenador (Abel Resinos reemplazó al mexicano Javier Aguirre), pudo con el Porto en el propio estadio Vicente Calderón, y puede decirse que estuvo más cerca de perder que de ganar, aunque ya el 2-2 lo coloca en una situación complicada porque en la revancha, y de locales, los portugueses pasarán incluso empatando 0-0.
Ni hace falta mencionar la eliminatoria prácticamente resuelta, por la que el poderoso Bayern Munich destrozó al Sporting de Lisboa con un rotundo 0-5 que no necesita demasiados comentarios, en una clara demostración del ataque de los alemanes con una dupla infernal, la del francés Ribery y el italiano Luca Toni.
Apenas, en ocho partidos, se registraron dos triunfos locales, y ambos, por un marcador apretado. El Arsenal pudo ganar 1-0 a la Roma en Londres, y con un discutido penal de Mexes a Van Persia, que convirtió este mismo, y el Chelsea, en la misma ciudad, y con Guus Hiddink como nuevo entrenador en reemplazo del brasileño Luiz Felipe Scolari, se impuso por 1-0 a la Juventus, en una de las pocas veces que el implacable marfileño Didier Drogba pudo escapar a la férrea marca de la “vecchia signora”.
¿Por qué ocurre esto de que cuesta tanto ganar de local? Porque las presiones cada vez son mayores, hay demasiado dinero en juego, la repercusión por ganar o perder es cada vez mayor y la maquinaria del fútbol está en expansión, aún en tiempos de crisis.
Sumado a esto, e influido por lo relatado anteriormente, los esquemas son tan precavidos, que cada vez se juega con menos gente en función de ataque, y por lo general, la mayoría de los equipos cuenta con no más de cuatro, y por lo general tres jugadores en posición ofensiva, que es demasiado poco para un conjunto de once jugadores, y cuyo objetivo debe ser el gol.
También hay que agregar que el reglamento de la Champions League europea favorece un planteo algo defensivo en el equipo local porque al valer doble el gol de visitante, siempre el que juega en esta condición lo hace más aliviado y juega más tranquilo.
En cambio, si el local debe jugar presionado por su público, que lo empuja hacia delante con su aliento con la idea de que es mejor sacar la diferencia en casa, y no hay demasiados jugadores creativos o en función de ataque, si no se marca un tanto en los primeros minutos, esa presión interior se convierte en un problema mayor y cuesta mucho filtrarse en el vallado que coloca el rival, a la espera de un error para contraatacar.
Parece que han pasado ya muchos años de cuando los equipos europeos tenían verdaderos bastiones en sus propios estadios y el gran tema era poder sacar algún resultado afuera. Hoy, con algunas escasas excepciones (Barcelona, Manchester United, Liverpool), eso está en duda. Ni siquiera el Milan o el Valencia, en la Copa UEFA, han podido superar esta barrera.
Será cuestión de volver a plantearse el dominio de los partidos y la posesión del balón. Con seguridad en el traslado de la pelota y con tener una clara noción de cómo atacar ante equipos cerrados, todo sería muy distinto.
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