jueves, 30 de junio de 2011

El futuro de River es un acertijo (Jornada)


Exactamente un 26 de junio, pero quince años atrás, y en el mismo estadio Monumental, River Plate vivía su última gran fiesta, con la obtención de la Copa Libertadores por segunda vez en su historia, de la mano del uruguayo Enzo Francéscoli.
Hace apenas un mes, en Barcelona, tuvimos la oportunidad de dialogar con él, asistente al Forum Global del Deporte, como exitoso directivo del Canal “Gol TV”, asociado a su ex compañero Nelson Gutiérrez y al controvertido Francisco “Paco” Casal, y nos sorprendió la dureza con la que se refirió a este momento de su amado River. No notamos, en aquel diálogo, ningún atisbo de esperanza y en cambio, sí, mucha preocupación.
Francéscoli sabe de los problemas que se generaron cuando el actual presidente de River, Daniel Passarella, dirigía técnicamente a la selección uruguaya en 2001 y por problemas extrafutbolísticos se alejó del cargo, generando gran incertidumbre, y tal vez por esta mala experiencia es que decidió apoyar al candidato más fuerte de la oposición en las elecciones de diciembre de 2009, Rodolfo D’Onofrio, que terminó perdiendo por apenas seis votos.
Pese a sus grandes éxitos deportivos como jugador y entrenador, Passarella termina siendo, para la historia, el presidente con el que River descendió por primera vez en sus ciento diez años de historia, sin haber presentado la prometida auditoría sobre la gestión de su cuestionado antecesor, José María Aguilar, y aunque dice que va ganando por goleada el “campeonato económico”, el último balance arrojó un pasivo de 216.827.799 pesos, es decir, 50 millones de dólares.
Aún así, el káiser dice que de River lo sacarán “con los pies para adelante”, y los periodistas que siguen diariamente la actividad del club cuentan que en las reuniones de dirigentes, nadie osa cuestionarlo, aunque antes de la Promoción ante Belgrano de Córdoba, muchos amenazaban con presionarlo para que renunciara.
Pero no. El káiser cree que hay que dar un golpe de autoridad y confirma inmediatamente como director técnico para el Nacional B a Matías Almeyda, quien rápidamente debe ponerse los pantalones largos y el buzo (o el saco), quitarse los cortos, y emprender la misma senda que el propio Passarella, o luego Ramón Díaz o Leonardo Astrada, es decir, dejar de jugar para convertirse súbitamente en entrenador de sus recientes compañeros.
Hay, sin embargo, dos diferencias fundamentales con sus antecesores, presidente Passarella incluído. Y es que todos ellos heredaban una base sólida de planteles bien plantados, y que River sólo se pensaba como posible campeón, único objetivo posible. Hoy, en cambio, el equipo debe ascender inmediatamente porque permanecer otro año en el Nacional B sería fatal.
Passarella no tuvo tiempo, en el ímpetu en el que vive, para pensar en que antes de ofrecerle el cargo a Almeyda, había no menos de dos entrenadores que le ofrecían participar en el ascenso: Ricardo Caruso Lombardi, cuyo estilo no tiene nada que ver con el de los ex Millonarios pero amplio conocedor de la división y quien sostuvo que Belgrano sería el peor rival posible en la Promoción, y Ramón Díaz, múltiple campeón como entrenador en el pasado, pero con diálogo cortado con el káiser.
Hay, sin embargo, un hecho contradictorio pero por fin, favorable y que también daría un golpe de timón a un fútbol argentino que perdió el rumbo desde hace rato: parece muy saludable el ofrecimiento de muchos ex jugadores, como Alejandro “Chori” Domínguez, Fernando Cavenaghi, Germán Lux (pese a que se fue del club enfrentado a Passarella), Ariel Garcé y Federico Domínguez, para ser parte del plantel que saque a River de esta situación, renunciando muchos de ellos a mejores sueldos y condiciones para retornar al club de sus amores.
Sería una especie de neoamateurismo, o un “profesionalismo amateur”, por el cual muchos jugadores de cartel juegan antes por la camiseta, por el amor a un club, que por el dinero. Suficiente como para agregar un plus a la motivación por el inmediato retorno a la categoría de privilegio.
Queda también para la reflexión el informe presentado ante la AFA por Sergio Pezzota, acerca del partido ante Belgrano en el Monumental, al sostener que una docena de barrabravas intentó entrar a su vestuario y lo amenazaron en el entretiempo, para lo cual tuvieron que atravesar el pasillo y el vestuario visitante, lo que no se consigue, con un dispositivo de seguridad de dos mil doscientos efectivos y fuerzas particulares, sin cierta connivencia dirigencial, lo que justamente contribuye a que en los próximos días, el estadio sea clausurado por varias fechas.
¿Es el mismo Passarella, éste de ahora, que aquél de la cara tajeada por enfrentarse cara a cara con los barras bravas en una pretemporada en La Posada de los Pájaros en Tandil, cuando era director técnico? Parece que la diferencia es demasiado grande, y que no por nada el tiempo pasó.
¿Da garantías un presidente que convoca a Juan José López como director técnico de un equipo que se debate por evitar el descenso, cuando ya tenía tres fracasos anteriores con Instituto, Unión y Talleres de Córdoba, o cuando acepta, recién ahora, que tal vez se equivocó en el momento en el que acudió a la AFA a decirle a su eterno mandamás, que tiene que irse, porque considera que lo perjudicaron en el superclásico?
¿Aparece firme la comisión directiva de River, para encarar una temporada con mucho menos dinero de la televisión, con menos días de entrenamientos porque habrá que viajar 19.042 kilómetros, muchos de ellos en micro, contra equipos que juegan muy distinto a la A, motivados por ganarle, y con un entrenador sin experiencia, que tendrá que partir casi de cero en el armado de un sistema táctico?
Demasiadas preguntas sin respuesta. Demasiados problemas para resolver en muy poco tiempo.
Todo indica que River sigue sin tomar conciencia de lo que vendrá.

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