Perdió el Barcelona en Amsterdam ante otro clásico
de Europa, el Ajax, y por 2-1. Cayó, de esta forma, el invicto en todo el ciclo
de Gerardo Martino como entrenador, aunque no parece peligrar su clasificación
a los octavos de final de la Champions League, que recién volverá a fines de
febrero, mientras sigue líder en la Liga.
Todo esto indica que el resultado, en este caso, es
lo de menos. Lo que menos interesa, lo que menos trasciende. En cambio, lo que
sí traspasa las fronteras futboleras y llega a todo el planeta, lo que preocupa
a los aficionados del Barcelona, a la prensa catalana, a los gustadores de ese
juego que por años venía deslumbrando como pocas veces lo consiguió un equipo
en los últimos treinta años, son las formas.
Este Barcelona enigmático que ya no respondía de la
misma manera que en el pasado, que ya no seguía los preceptos de la cantera a
rajatabla como en los tiempos de Josep Guardiola (casualmente o no, su Bayern
Munich parece asemejarse a aquel Barcelona pero a más velocidad y con sello
propio), fue pasado literalmente por arriba por un Ajax muy joven, que
naturalmente mostró las enormes diferencias de movilidad, de sistema aceitado,
y si se quiere, de juventud.
Por momentos, buceando en la memoria, que a veces es
traicionera, este periodista pudo encontrar alguna semejanza con lo que le
ocurriera al Maestro uruguayo Oscar Washington Tabárez, hoy en la selección de
su país, cuando aquel glorioso Milan de los años noventa recurrió a su
conducción tras el fin de ciclo de Arrigo Sacchi-Fabio Capello.
Grandes estrellas con casi todos los títulos
(algunos perdieron la final del Mundial por penales ante Brasil, en Estados
Unidos 1994), que habían deleitado a los aficionados con partidos memorables
(este escriba aún guarda como tesoro un videocasete adquirido en el Ricordi de
Términi en Roma como “Los 10 mejores partidos del Milan”), y el club rossonero
recurría a un entrenador sudamericano exitoso, campeón con dos grandes, Boca y
Peñarol, para tratar de cambiar de aire y revitalizar un ciclo que parecía
caerse.
Pero Tabárez no pudo contra todo lo que se
derrumbaba, llegó cuando lo bueno ya había pasado y con la necesidad de dar a
luz otra etapa como todo en la vida, que nace, se desarrolla, madura y muere.
¿No habrá llegado Martino demasiado tarde para
implementar lo que en teoría piensa que es lo mejor para el Barcelona? ¿No
comienza a tener menos movilidad un equipo con tantas estrellas que lo dieron y
ganaron todo, y que se liberaron, hace más de una temporada, de la durísima
presión competitiva de Guardiola cuando éste se fue, y que se acostumbraron por
un período demasiado largo, a decidir por sí mismos, con Tito Vilanova enfermo
y con Jordi Roura haciendo lo que humanamente podía?
¿No habrá arribado Martino, con toda su carga de
profesionalismo y su fuerza tras su gran campaña en Newell’s Old Boys, con la
idea de reencontrar la motivación, que los de arriba presionen la salida
adversaria como en los mejores tiempos, con la intención de un aprovechamiento total
del genio que estaría como una moto en los meses previos a lo que debería ser
su Mundial, y sin embargo nada de lo pensado fue así?
Lo cierto es que por el momento, este Barcelona es
un enigma porque no se sabe bien a qué apunta, si a ganar, por el hecho de
ganar, de mantenerse arriba, o si efectivamente pretende mantener esos
principios que se originan en el fútbol-base y que, paradójicamente, se
inspiraron en su rival del martes en Amsterdam, y en la llegada de un tal Johan
Cruyff, presente en el Arena de la capital holandesa e identificado con los dos
equipos por su enorme historia en ambos.
El Barcelona puede ganar y hasta ceder muy pocos
puntos en la Liga porque tiene rivales en muchos casos inferiores a los de la
Champions. Y puede hacerlo aunque ahora tire centros en los córners, sus
arqueros más de una vez saquen la pelota y la tiren a dividir, sus delanteros
casi no definan si Messi no está, o aunque ya no interese demasiado la posesión
de pelota desde la explicación, también enigmática de que lo que importa es la
efectividad cuando antes, tenerla resultaba efectivo, no era tenerla por
tenerla.
Un día, todo cambió, aunque fue cambiando en los
meses previos y hasta en el final de la temporada anterior, como ante el PSG y
ante el Bayern, y hasta comienza a aparecer el fantasma de una posible salida
de Messi (Inter, Manchester City, Bayern) y de jugadores “sin actitud”.
Por el momento, no es más que una derrota aunque es
todo un símbolo, un enorme signo de pregunta que sólo el devenir de la
temporada podrá responder, pero que se acabaran las certezas en un equipo que
fue tan brillante, es una primera respuesta.
¿El sueño terminó? El tiempo dirá.
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