Más allá de que seguirá peleando por ganar la Liga
Española, y que como cada año regresará en febrero para jugar los octavos de
final de la Champions League, el panorama del Barcelona en esta temporada no se
asemeja para nada a muchas de las anteriores y hay que remontarse casi a los
tiempos de Louis Van Gaal para encontrar críticas a su estilo de juego.
La que por ahora es una mini crisis que debe
enfrentar el Barcelona no se debe precisamente a los resultados, a los números,
sino al estilo, al sistema de juego, al estado de sus principales estrellas y a
si por primera vez en años, está cambiando su filosofía que tantos adherentes
encontró en el mundo entero.
La llegada del argentino Gerardo “Tata” Martino a
principios de temporada, como entrenador reemplazante de Tito Vilanova, quien
por razones de salud no pudo tener continuidad en el banquillo, tampoco ayudó
demasiado porque no ser europeo le otorgaba un plus en contra muy importante
para los analistas y el público en general, que desconfiaban de su falta de
experiencia para encarar una etapa del equipo que ya asomaba complicada, desde
la salida de Pep Guardiola en 2012 hasta la travesía por un año complicado que
terminó con la dura eliminación ante el Bayern Munich en la Champions pasada.
Algunos medios catalanes que se habían volcado por
Luis Enrique para el cargo que dejaba Vilanova, debieron tragar cuando se
enteraron de la determinación de la contratación de Martino y especialmente,
cuando el argentino encadenó varias victorias seguidas y recién perdió el
invicto en Amsterdam, la semana pasada, ante el Ajax con su grupo de Champions
ya casi definido.
Sin embargo, con la llegada de Martino, y aunque es
evidente que supo ganarse el vestuario y a sus principales líderes, empezaron a
aparecer algunas cuestiones en el juego y el sistema que no son compatibles con
lo que pudo observarse en los últimos años, como salidas desde la portería con
pases largos o a dividir, centros en los córners, cierto desinterés por la
posesión del balón o cambios continuos en el sistema con la idea de
“sorprender” a los ocasionales rivales.
Todo esto se fue mezclando con dos hechos
fundamentales que van marcando a fuego al equipo en la temporada: que muchos de
sus principales jugadores no se encuentran en el mejor estado físico (algo que
se evidenció en Amsterdam, cuando el propio Gerard Piqué los arengó y el
entrenador procedió a sacar a algunas “vacas sagradas” para colocar a jóvenes
de la cantera) y que Lionel Messi no pudo tener continuidad por algunas
lesiones recurrentes que no habían aparecido en los últimos tiempos.
El hecho de no contar con el genio fue tirando abajo
la idea, siempre polémica, del llamado “Falso 9” porque Cesc Fábregas, casi
siempre reemplazante en esa posición, no es más que un muy buen mediocentro y
si llegó al Barcelona desde el Arsenal no fue con otra idea que ser quien en el
futuro reemplazará a Xavi Hernández, desde la colocación y acaso el mando.
Martino, entonces, fue dándole un lugar cada vez más
protagónico a un excelente jugador como el brasileño Neymar, pero éste aún se
está adaptando al fútbol europeo y al estilo del Barcelona, y además, necesita
de la ayuda del resto de los atacantes que salvo en el caso del chileno Alexis
Sánchez, recuperado por el entrenador argentino, no ha funcionado a su nivel
hasta aquí.
Martino notó a su llegada, con acierto, que el
estilo de juego del Barcelona ya era demasiado conocido y que muchos equipos ya
habían conseguido encontrarle la vuelta y alguna sorpresa debía dar, y también,
que el plantel había perdido el sentido de la presión en el ataque que había
logrado, casi como un reloj, con Guardiola. Y se propuso mejorar estos dos
aspectos, convencido de que con ellos, el equipo tenía que volver a ser el que
fue.
Pero la falta de estado de varias de sus estrellas,
la lesión de Messi en un año clave previo a lo que podría ser su Mundial en
Brasil, fue minando estos objetivos, más allá de los números, que son más que
aceptables.
Este periodista recuerda cuando aquel Milan ganador
de Arrigo Sacchi-Fabio Capello terminó un ciclo y para enterrarlo y tratar de
cambiar, recurrió a otro sudamericano con galardones suficientes, como en aquel
caso, en los años noventa, el del uruguayo Oscar Tabárez, quien nada pudo hacer
cuando se encontró con que aquel plantel “rossonero” tenía más apellidos que
jugadores dispuestos al trabajo que necesitaba, porque ya sus mejores años
habían pasado, algo que parece que podría ocurrir en el Barcelona y que
también, de a poco, comienza a sospecharse en la selección española con algunos
signos de alarma.
Tal vez en febrero Messi regrese a pleno de su
lesión y pueda emparchar la situación y estos planteos quedarán en el olvido,
pero un equipo que pierde tanto cuando el genio no está, demuestra que depende
casi exclusivamente de lo que él haga, y eso significa que el Plan B no está
funcionando en la medida de lo necesario.
Es el tiempo el que se encargará de demostrar, al
final de la temporada, cuál es el punto exacto en el que hoy se encuentra el
Barcelona, y si es capaz, como equipo, de pelear una Champions League ante Real
Madrid, PSG, Manchester City, Bayern Munich, Borusia Dortmund o Manchester
United.
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