La selección argentina se fue de Bucarest con dudas
nuevas tras un partido insípido, incoloro, ante un rival sin muchas luces y
alejado desde hace tiempo de los Mundiales como es el equipo rumano, que con
muy poco, le planteó un partido parejo a los de Alejandro Sabella.
A estas alturas, a tres meses de la cita máxima de
Brasil, el resultado importa sólo para el envión anímico. Hay que detenerse
entonces en el rendimiento, que es lo que a la larga ayuda a corregir errores y
a profundizar en las virtudes.
Y la selección argentina apareció, tras los dos
partidos en Estados Unidos de noviembre pasado, con algunas novedades. Una, es
la buena actuación del arquero Sergio Romero, por más que tenga escasa
continuidad en su equipo, el Mónaco, en el que apenas juega en la Copa de
Francia. De cualquier modo, no hay que exagerar y una de sus intervenciones fue
más por reflejos que por estirada, debido a que la pelota iba hacia su cuerpo,
pero no deja de ser una agradable novedad.
Otra, es una defensa que no da señales perfectas de
seguridad, aún cuando una pequeña lesión dejó afuera a Ezequiel Garay, uno de
los titulares en una zaga central en la que junto a Federico Fernández, viendo
siendo fija en el equipo argentino. En esta línea, el lateral Marcos Rojo (con
algunos problemas personales extra futbolísticos en la semana, que fueron
noticia en los medios) sigue generando inquietud por la izquierda, por sus
bajos rendimientos.
Pero sin dudas una de las peores noticias pasa por
la confirmación del muy mal momento que atraviesa Fernando Gago, uno de los
jugadores clave en este equipo, por representar el nacimiento de la elaboración
desde la recuperación del balón hasta la distribución.
El mal momento de Gago, evidente en un Boca Juniors
que no tiene claridad en el juego, determinó que Javier Mascherano tuviera que
multiplicarse en el medio, generando algunos huecos y pelotas perdidas, y que
un Lionel Messi inexpresivo tuviera que bajar casi hasta la mitad de la cancha,
repitiendo viejas problemáticas de etapas anteriores, cuando no le llegaba el
juego y la única manera de encontrarlo era retrocediendo muchos metros,
obligándolo luego al tradicional slalom ante varios adversarios.
El caso de Messi debe ser analizado en un contexto
parecido al del Barcelona. La sensación en el 2014 es que la superestrella del
fútbol mundial sabe que éste debe ser su Mundial y apunta todos los cañones en
este sentido y se cuida todo lo posible, evitando los roces o las faltas que
puedan ocasionarle cualquier daño. En consecuencia, no es posible observarlo en
un cien por ciento, y es difícil objetarlo y cada uno sabe cuál es su
prioridad. En todo caso, se podrá establecer un juicio de valor más exacto en
julio.
Angel Di María resultó el jugador más claro en el
ataque, confirmando el muy buen momento que atraviesa en el Real Madrid,
mientras que Sergio Agüero mantiene su talento de siempre, recuperándose de su
segunda lesión en un mes, aunque desperdiciara ocasiones claras, igual que
Gonzalo Higuaín y luego Ezequiel Lavezzi o Rodrigo Palacio, cuando les tocó
entrar.
De todos modos, el problema del equipo argentino no
pasa por allí y esto es claro. Si hay algo que corregir, pasa por una defensa
que ya parece cerrada a nuevas convocatorias y que no parece encontrar un
marcador sólido que garantice tranquilidad entre los que están, dejando abierta
la pregunta sobre si no hubiera sido mejor una última posibilidad para Martín
Demichelis, de muy buen presente en el Manchester City, o un lateral como
Milton Casco, de Newell’s Old Boys, con capacidad de llegada y gol, algo poco
común en jugadores en esa posición.
El otro gran tema, aunque ya parece que inútil,
aunque creemos que más que nunca válido tras la prueba de Bucarest, pasa por
preguntarse qué haría la selección argentina si le tocara enfrentarse a equipos
de mucha posesión de balón, que no lo pierden con facilidad, como Alemania,
España, Holanda y hasta Brasil en algunas facetas.
Porque el equipo argentino es claramente frontal,
dinámico, veloz, pero para poder tener este juego hace falta, vaya
descubrimiento, tener la pelota. Y el gran tema es cómo recuperarla ante
rivales que la saben tener y que no estarán dispuestos a prestarla.
Muchas dudas. Más, aún, que antes de Rumania, lo que
no es poco decir. Ahora quedan dos amistosos de forma, en Argentina, y más para
la despedida pre-mundialista que de prueba, y luego, el momento de las
definiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario