Lo que antes era apenas la más pequeña de las
definiciones de uno de los torneos de la temporada, la final de la Copa del Rey
en Mestalla, el próximo 16 de abril, puede terminar siendo fundamental para el
Barcelona, nada menos que ante el Real Madrid.
A apenas dos semanas del clásico del Santiago
Bernabeu, que en buena parte determinará el devenir de los azulgranas en la
liga española, y con demasiado que remontar cuando tenían mucho a favor durante
media temporada, el equipo de Gerardo Martino se encuentra tercero por primera
vez en más de un lustro de la competencia y evidencia un hastío en el juego, y
un olvido por el sistema de juego que trascendió al planeta, que resulta más
que llamativo.
Muchos atribuyen esta caída, muy claramente expuesta
en Anoeta ante la Real Sociedad y en Valladolid el pasado fin de semana, mucho
más allá de la derrota, a la urgente necesidad de un cambio en el plantel, algo
que ni Josep Guardiola primero, ni Tito Vilanova después, quisieron llevar a
cabo por una cuestión de afecto hacia sus ex dirigidos.
En este sentido, y lo hemos escrito en anteriores
columnas, Martino, siendo argentino y sin compromisos personales (salvo que se
tomara como tal el haber sido ídolo de la juventud de Jorge Messi, el padre del
astro Lionel), resultaba el indicado para cruzar el Océano Atlántico para ir
cambiando las estructuras y hasta cierta forma de jugar que ya comenzaba a ser
demasiado estudiada y conocida por muchos rivales, que lograban irla anulando
porque de este lado no se habían encontrado nuevas variantes para resolver el
conflicto.
Martino, entonces, está atravesando una etapa muy
parecida a la que le tocó a otro sudamericano hace dos décadas, el uruguayo
Oscar Tabárez, en aquel Milan que había ganado todo pero que ya se había
agotado tras Arrigo Sacchi y Fabio Capello. Y poco pudo hacer porque todo ciclo
tiene un final, cuando muchos de sus jugadores terminan sus grandes etapas o
cuando el desgaste determina la necesidad de cambios sustanciales.
Pero Martino no es catalán, ni español, siquiera
europeo. Y entonces, por un lado la paciencia hacia su trabajo (por mejor
sentido común que haya tenido en sus apreciaciones y declaraciones a la prensa)
no es la misma y por otro, el mundo del Barcelona y la liga española parece
ahora cernirse amenazante hacia su cabeza sin los próximos resultados no
acompañan al equipo en un momento clave de la temporada.
Con la liga ya muy comprometida, y una final a todo
o nada por la Copa del Rey ante un muy crecido, sólido y confiado Real Madrid,
lo que queda para no terminar, tal vez, una temporada en cero como hace años
que no ocurría en el Barcelona, es la Champions League, que no es precisamente
una competición para fiarse, máxime cuando de pasar al Manchester City, habrá
que aguardar que el sorteo sea benévolo en cuartos, y entre los ocho mejores
volverán a aparecer seguramente el Bayern Munich, el propio Real Madrid, el
Atlético Madrid o el Chelsea.
¿Qué es lo que está pasando con el Barcelona? Que se
encuentra en el final de una etapa futbolística con un equipo que ha brillado y
que ha dejado su mejor huella en la historia del fútbol mundial, pero que sabe
ya que no contará con algunos de sus puntales como Víctor Valdés, Carles Puyol,
uno de los extremos como Alexis o Pedro, y muy posiblemente Dani Alves, y aún
queda un margen para alguna gran sorpresa para cuando termine el Mundial de
Brasil entre los nombres más rutilantes.
Sumado a esto, no se puede desechar la situación de
crisis institucional que atraviesa el club, con la salida intempestiva de su
anterior presidente, Sandro Rosell, por las irregularidades en el fichaje de
Neymar a partir de la denuncia de un socio de la institución, y la falta de
solidez en el más alto cargo por el dirigente Josep María Bartomeu, cuando
muchos reclaman elecciones.
Sobrevuela, entonces, una idea clara de fin de
ciclo, aunque no hay que dejar de lado lo fundamental: este Barcelona se fue
deshilachando, especialmente fuera de casa. Fue perdiendo algunos conceptos,
hay varios jugadores que no están en su nivel y es ahora cuando Martino, en
medio de las turbulencias, se jugará su continuidad para dirigir en la
temporada que viene, siempre que lo desee (algo que tampoco está tan claro) un
plantel renovado, con dos o tres regresos juveniles importantes (Rafinha, Dos
Santos, Deulofeu) y al menos un crack de talla internacional por línea.
Pero en todo caso, eso es hablar de futuro, y en
marzo, aún hay mucho por recorrer y Martino y su cuerpo técnico deberán volver
a motivar a sus jugadores para que saquen ante el Manchester City, y los dos
ante Real Madrid (Liga y Copa) lo mejor que tienen.
Una temporada en blanco sería un claro pasaporte a
un cambio de ciclo, y aunque muchos se irán, otros se juegan muchas cosas en
muy poco tiempo.
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