jueves, 4 de septiembre de 2014

Argentina tuvo a Di María y arruinó la fiesta alemana (Jornada)



Para la idiosincrasia argentina, participar en el fútbol en los festejos ajenos no suele causar mucha gracia. Lo saben bien los italianos, que lo padecieron en su propio Mundial, en aquellas semifinales de 1990 con aquel “siamo fuori”, los chilenos, en los dos partidos de la Copa América 1991 y ahora lo conocen los alemanes.

Todo estaba preparado, en Düsseldorf, como para festejar, y nada menos que ante los vencidos hace menos de dos meses en la final del Mundial de Brasil en el Maracaná, despedir a Philipp Lahm, Miroslav Klose y Per Mertesacker, que se retiraban de la “mannschaft”, y para el aplauso de los recientes campeones mundiales, pero se encontraron con una selección argentina concentrada, bien parada y especialmente con lo que no pudo tener en aquel partido decisivo de Río de Janeiro: un ataque contundente. El final, no fue el esperado por los germanos: 2-4 que pudo ser peor.
Más allá de que se trató del contexto de un partido amistoso, y de inicio de temporada y con muchas ausencias en ambos lados, hay elementos más que positivos para rescatar de este auspicioso debut de la selección argentina en esta nueva etapa con Gerardo Martino a cargo del equipo, y aún cuando no pudo contar con su máxima estrella, Lionel Messi.

El punto más alto fue, sin dudas, Angel Di María, en una etapa que lo encuentra en su plenitud. Recientemente adquirido su pase por el Manchester United, con una amplia gama de recursos, desde la velocidad, la gambeta, la asistencia y el gol. Un recital del rosarino que se va convirtiendo en uno de los mejores atacantes del planeta y que deja planteada la hipótesis de lo que pudo ser en aquella final de julio de haber podido estar presente, superando la lesión.

Pero Di María no jugó solo, en otro de los importantes cambios desde las fases finales del Mundial para el equipo argentino. Martino, tal como lo anticipó en la conferencia de prensa previa, optó por un 4-3-3 flexible, aunque no tan tradicional, a la usanza argentina, porque los tres del medio sí se parecieron al esquema del Mundial, más para la marca que para el juego ofensivo (Enzo Pérez, Lucas Biglia y Javier Mascherano), pero aportando lo suyo desde su lugar como para permitir la salida de Pablo Zabaleta y Marcos Rojo por los laterales.

Di María contó con buenas asociaciones con un Sergio Agüero ya más recuperado, como puede observarse en sus últimos partidos en el Manchester City, y con la sorpresa de uno de los dos “extra-mundialistas”, convocado a último momento por las bajas albicelestes, un Erik Lamela ya más maduro y con muy importante presencia en el dominio de la pelota y como complemento por izquierda en la ofensiva.
Así, en un partido que de entrada fue de ida y vuelta, el equipo argentino fue más contundente que el alemán, aunque su talón de Aquiles estuvo atrás, con Martín Demichelis y Sergio Romero algo desconcentrados, con errores que no pudieron aprovechar ni Marco Reus ni especialmente Mario Gómez.

Ya en el segundo tiempo, el equipo argentino, ante el desconcierto de los alemanes que poblaron el estadio, llegó a estar con un exagerado 0-4 arriba, que presagiaba lo peor para los locales en el día menos pensado, pero lentamente los jugadores argentinos fueron acusando el cansancio, los cambios ya no tuvieron el mismo nivel, y al revés, el entrenador Joakim Löw hizo ingresar a Mario Götze, Tomas Müller y Lucas Podolski, y ya con Hugo Campagnaro y Mariano Andújar como suplentes, todo fue distinto y terminó en un 2-4 un poco más ajustado a la realidad.

Para el equipo argentino fue un buen ensayo, para sacar muy buenas conclusiones y pensar en un panorama muy interesante si se sigue trabajando en la misma línea, especialmente en el trabajo en bloque de Mascherano-Biglia-Pérez, el trabajo de los laterales, y seguir profundizando en la línea de un 4-3-3, acaso con Lamela y tres delanteros cuando Martino pueda contar con todos y pueda regresar a la fórmula exitosa de Sabella durante la etapa clasificatoria al Mundial de Brasil.

El entrenador viene sosteniendo que para los próximos dos partidos de octubre (en Pekín ante Brasil y en Hong Kong ante los locales) podrá tener más días de trabajo en conjunto y acaso pueda ir aceitando su propio modelo, acaso ya con una primera convocatoria de nuevos jugadores jóvenes y que crea conveniente para sumarse a la base existente, y acaso cuente también con el plantel de estrellas completo.


Por ahora, el debut ha sido más que positivo, y la selección argentina, en un contexto de partido amistoso que poco tiene que ver con aquella final del Mundial, al menos no fue un mero partenaire de la fiesta ajena. Todo lo contrario. Terminó haciéndola suya y demostró que el fútbol albiceleste sigue siendo más que respetable. No es poco.

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