De momento, los números del Barcelona en la
temporada son impecables. Con los cinco partidos ganados, los cuatro de Liga
Española y el restante de Champions League, poco se puede objetar en esta
materia. Sin embargo, muy distinto es cuando nos ponemos a analizar el juego.
En este sentido, el equipo que ahora dirige el ex jugador azulgrana Luis
Enrique, se encuentra en franca deuda y no supera en absoluto lo hecho por el
argentino Gerardo “Tata” Martino en la temporada anterior.
¿Puede corresponderse un inicio tan bueno en las
matemáticas como dudoso en el juego? Desde ya que sí. Este Barcelona, si bien
es un equipo de transición luego de que se acabara gran parte de un ciclo que
quedará marcado en la historia del fútbol mundial por un conjunto de jugadores
que nos deleitó durante un lustro, recibió en el pasado verano el aporte de
nuevas adquisiciones de mucho calibre, desde el defensa central Mathieu, los
porteros Ter Stegen y Bravo, el volante Rakitic y hasta la aparición del joven
Munir, de la cantera, en el ataque.
Por otra parte, es cierto que Luis Enrique no ha
podido contar por ahora con el central Vermaelen, lesionado, ni con el poderío
ofensivo del uruguayo Luis Suárez, pero no es menos cierto que muchos de los
jugadores que han sido fundamentales en tiempos cercanos, ahora no rinden ni la
mitad de lo que son capaces, y en buena parte, eso es tarea del entrenador.
Este Barcelona, con una importante cantidad de
cracks que pueden ganar partidos en apenas minutos, como sucedió el domingo
ante Levante, con una goleada que pudo ser mucho mayor que el 0-5 final (se dio
el extraño caso de que Lionel Messi fallara un penal), se ha reducido a un buen
equipo pero que en el juego, en la posesión del balón, en su administración y
en su andar general, ya es uno más entre tantos buenos que hay en el continente
europeo.
No es ya, este Barcelona, sinónimo de exhibición, de
espectáculo ni es para nada garantía de todo aquello. Puede ocurrir que aparezcan
lujos, pero puede también que nada de eso ocurra y participe de un partido
ordinario, corriente, como lo juegan casi todos los equipos.
No es única responsabilidad del entrenador actual,
también hay que aclararlo rápidamente. Ya en la temporada pasada, cuando la
comisión directiva del Barcelona apeló a Martino, lo hizo en buena parte porque
no quería que fuera alguien cercano al club, algún histórico, el que se
encargara de poner punto final a estrellas tan queridas por la afición, pero el
argentino acabó ganándose al vestuario, al núcleo duro, y le costó tomar
determinaciones.
Recién ahora, con los malos resultados de la pasada
temporada, que quedó en sequía, a la vista, y con Puyol ya como directivo, Xavi
en el banco de suplentes al igual que Piqué, y varios jugadores de una segunda
escala cambiados de club, es que lentamente las cosas comenzaron a modificarse,
pero el camino parece largo y complejo, si es que se pretende volver al nivel
de juego de excelencia de hace poco tiempo atrás.
Este Barcelona ya no tiene tanta elaboración en el
medio. Sí tiene buena recuperación en Busquets, ayudado por los centrales
Mascherano y Mathieu, pero pierde en elaboración porque Rakitic no tiene la
cintura ni la magia de Xavi, aunque sea un jugador importante en el andamiaje
desde el medio hacia adelante, si bien no adquirió todavía el peso que tuvo en
el Sevilla.
Tampoco Iniesta ni Messi son los de temporadas
pasadas. El primero, ya no tuvo en 2013/14 la continuidad y brillantez de otros
tiempos y más allá de que su excelsa técnica no se perderá jamás, no aparece
tanto en los partidos, mientras que el argentino mantiene su genialidad pero
cada vez apela más a la practicidad y a que su aporte no necesite de un enorme
esfuerzo, sino que se dosifica para darle lo necesario al equipo y en muchos
casos apela más a su rol de asistidor que al de definidor, aunque en buena
parte, porque ante la falta de elaboración de juego en el medio, debe
retrasarse en busca de la pelota y en lo posible, darle juego a los puntas,
especialmente a Neymar.
Si ya en el final del ciclo de Josep Guardiola, el
Barcelona era un equipo que no marcaba la proporción de goles por la cantidad
de situaciones de peligro que creaba, esa tendencia fue aumentando con Martino
y se prolongó con Luis Enrique, porque ahora juega unos metros más atrás del
área rival y se ha acostumbrado a que los rivales le regalen las puntas y se
concentren en el medio de sus defensas, sabiendo que allí reside el mayor
problema de los blaugranas.
Ante el Apoel, por la Champions, si bien con una
importante (y sorprendente, por tratarse del principal objetivo) rotación de la
plantilla, se notó esta dificultad, y aunque la goleada haya sido fuerte ante
el Levante, también en la primera etapa se pudo apreciar esta característica,
hasta que el partido se abrió.
Es muy temprano para juzgar definitivamente a este
Barcelona, y como se citó más arriba, aún faltan jugadores que no han
participado como Vermaelen, Suárez y hasta Douglas, pero los aficionados y la
prensa catalana deberán definirse sobre si pretenden un juego acorde o si los
resultados son los que mandarán, luego de una temporada en el dique seco.
Lo seguro es que este Barcelona va teniendo poco,
cada vez menos, de aquél que tanto nos hiciera gozar del fútbol y que
recordaremos siempre, lo cual no significa que no pueda ser, a su manera, un
gran equipo. El tiempo lo dirá.
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