Desde Barcelona
Cada vez quedan
menos palabras para definir al supercrack argentino Lionel Messi. Con
su hat trick ante Sevilla, en el Camp Nou, ha logrado, finalmente,
batir el récord de goles que estaba en manos de Telmo Zarra hace más
de medio siglo y sus 253 tantos en poco más de una década con el
Barcelona lo sitúan ya como jugador de leyenda, en una élite a la
que muy pocos pueden alcanzar.
Si bien tardó en
llegar el récord algunos partidos, esto se debe a que hasta los
monstruos del fútbol como él tienen altibajos, mejores o peores
partidos, aunque en el caso de Messi, definir un “mal partido”
puede significar haber hecho tres asistencias claras desaprovechadas
por sus compañeros, o tiros en los palos (hubo no menos de cinco en
esta “mala racha”) o balones que pasaron al lado de los palos.
Es decir que para
calificar o definir a Messi, sólo se puede basar en él mismo, en su
propio rendimiento. Porque aún siendo un futbolista de excepción,
un jugador único, como hay pocos en toda la historia, Messi es más
un atleta que un futbolista, en el sentido de que sus comparaciones
sólo son posibles con sí mismo, con marcas anteriores que él haya
establecido, y no es posible compararlo con ningún otro jugador en
el mundo.
Por eso es tan
notable también lo del delantero portugués Cristiano Ronaldo.
Porque llegar a poder ser mínimamente comparado con Messi, o haberle
arrebatado algún Balón de Oro o competir con él por el galardón,
ya está describiendo el notable esfuerzo y la calidad del jugador
del Real Madrid, otro portento, que suma ya 20 goles en la Liga en lo
que va de temporada y nada menos que 197 en su historia en el fútbol
español y en 176 partidos, es decir que su promedio es de 1,11 gol
por partido, una cifra impresionante.
Pero Cristiano
Ronaldo es, en todo caso, un delantero potente con una inmensa
capacidad de gol, con un notable poder de definición, pero que
necesita que lo habiliten, recibir la pelota justa.
Messi, en cambio,
no necesita tanto de los demás. Es cierto que si recibe el balón
con claridad, si otros hacen el desgaste de llevarlo hasta tres
cuartos de campo rival, como en otro tiempo más seguido y ahora más
discontinuamente Sergi Buisquets, Xavi Hernández o Andrés Iniesta,
su cercanía al arco rival facilita su definición y no es casualidad
que ante el Sevilla haya podido marcar tres goles y casi cuatro,
porque el Barcelona jugó acaso el mejor partido de la temporada y el
juego desplegado ayudó al argentino ante un Camp Nou que, una vez
más, le dio todo su respaldo.
Messi no necesita
mimos desde las gradas ni desde campañas mediáticas. Lo que Messi
siempre necesitó fueron mimos con la pelota, recibirla con claridad,
tener opciones de pase, y compañeros con ductilidad en sus cercanías
para poder combinar con ellos. Messi necesita un equipo a su
alrededor que tome la filosofía del juego del toque colectivo, de la
presión muy alta para recuperar la pelota cerca del arco rival, y
entonces allí es feliz. Y eso es algo que en los últimos meses en
el Barcelona ya no estaba ocurriendo tanto.
Mucho se ha dicho
de que ésta tal vez no sea la mejor temporada de Messi, pese a que
en esta misma ha alcanzado el récord histórico de goles en la Liga
Española, y sin embargo, estamos analizando a quien ha marcado 10
goles en 12 jornadas. ¡Y estamos debatiendo si está en una buena o
mala temporada! Es decir, nos hemos acostumbrado a tomar con
normalidad una situación absolutamente anormal. Y es Messi el que
nos obligó a hacerlo, desde alguien que ha llegado a marcar 90 goles
en un año, en tiempos de marcajes estrictos y sistemas defensivos
enormes.
También nos
permite pensar todo esto lo que podría seguir siendo Messi si el
Barcelona mantuviese al menos un 70 por ciento del juego que tanto
deslumbrara en el pasado, porque los jugadores siguen estando en su
mayoría y porque en ataque se ha reforzado con estrellas de la talla
de Luis Suárez o Neymar. Y lo que habría pasado con una selección
argentina que en el pasado Mundial tuvo que replegarse ante las
lesiones de sus principales delanteros. Y aún así, se llevó el
Balón de Oro (esta vez con polémica) como mejor jugador del
certamen.
Todo eso es Messi,
un jugador de leyenda que nos obligó a un cambio absoluto en la
forma de ver y analizar a un jugador dentro de un partido o un
esquema, o el desempeño de un equipo. Debemos recordar que es
alguien que obligó al Barcelona a prescindir de jugadores como
Samuel Eto'o, David Villa o Zlatan Ibrahimovic. Es que Messi estuvo
siempre por encima de todos ellos, pero necesita a la pelota como el
agua. Cuando la tiene, ya nadie puede dudar de lo que es capaz de
hacer.
Por eso, todos los
que pudimos presenciar el partido del sábado en el Camp Nou ante el
Sevilla, guardaremos estas imágenes para toda la vida. Podremos
contar, ya de muy viejos, que aquella vez vimos a Messi batir el
récord de Telmo Zarraonaindia, “Zarra”. Y que un tremendo crack,
como Messi, lo consiguió nada menos que a los 27 años. Una
maravilla que hay que agradecer al fùtbol, este hermoso e
incomparable deporte.
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