El Barcelona está en crisis y esto no deja de ser
una novedad. Por lo menos, es un hecho muy poco frecuente en los últimos años.
Podría decirse que éste es el momento más difícil desde el final de la temporada
2007/08 cuando el entonces presidente del club, Joan Laporta, se dirigió
personalmente a la casa de Ronaldinho para comunicarle que debería buscarse
otra entidad, mientras que el holandés Frank Rikjaard ya sabía que debería
cambiar de escenario.
Ese Barcelona, aún así, había ganado la Champions
League en 2006 y el Real Madrid estaba bastante peor que ahora, y ni asomaba el
Atlético Madrid entre los posibles contendientes.
Hoy, el Real Madrid no sólo es el actual campeón de
Europa, con la Décima Champions en su vitrina, sino que su entrenador italiano
Carlo Ancelotti ha sabido revertir una tensa situación de años, una muy mala
imagen del club blanco, para remitirse a otros tiempos en los que sus equipos
brillaban y jugaban un fútbol estético que envidiaba todo el mundo.
Pero hay algo más: luego de un mal comienzo de Liga,
el equipo pudo encontrar su lugar, es una máquina de golear (37 tantos en 10
partidos, a un promedio de 3,7 ), y aprovechándose de un buen clásico y del
inesperado tropiezo del Barcelona ante el Celta en el pasado fin de semana, se
ha colocado líder demasiado pronto.
Sin embargo y pese a todo, el Real Madrid es más
líder gracias al Barcelona que a su propio juego. Si el Barcelona hubiese
mantenido una mínima regularidad, hoy no estaría lamentando tener que pelear
ahora contra tantos equipos juntos, porque se han amontonado el Valencia, el
Sevilla y hasta el inefable Atlético de Diego Simeone ya se encuentra a una
sola unidad del primero.
La crisis del Barcelona, entonces, es de resultados,
pero mucho más que eso, como venimos insistiendo en estas columnas, lo es por
juego.
Sus seguidores, especialmente los catalanes o los
que tienen su gran recuerdo de jugador, han esperado con ansias la llegada al
banquillo como entrenador de Luis Enrique Martínez, el asturiano que se hizo
ídolo con la camiseta azulgrana y que parecía que seguía los lineamientos
futbolísticos de Josep Guardiola.
Pero por una razón o la otra, Luis Enrique no ha
coleccionado muy buenas campañas que le dieran la posibilidad de dirigir al
Barcelona. Su experiencia en la Roma no pasó de ser mediocre y tampoco hay
demasiado para resaltar en el Celta, aunque tampoco le ha ido mal. La sensación
es que Luis Enrique llegó al banquillo del Barça mucho más por lo que fue de
jugador y su relación con Guardiola y un supuesto conocimiento de la idea
filosófica del club por el hecho de haber sido protagonista en el pasado.
Un inicio con muy buena estadística, sin goles en
contra en ocho partidos y con todos triunfos, ilusionó a los que se basan en
los números para los análisis de los equipos, pero en muchos pasajes de esta
buena racha, se pudo comprobar que pese a la dudosa categoría de algunos de
esos rivales, el equipo no aparecía en la manera en que se pretendía y más aún,
para la calidad de muchos componentes del plantel y los que esta vez sí, han
sido fichados para reforzar un equipo que tenía un andar viejo, menos dinámico,
con menor presión de sus delanteros en la salida rival y con algunos de sus
jugadores, en bajo nivel.
Se afirmó que Xavi Hernández ya no estaba para la
titularidad y hasta el propio Luis Enrique, consultado al asumir, llegó a decir
que tendría que hablar con el veterano volante, mientras que Rakitic ocupaba su
lugar. Ni Andrés Iniesta ni Lionel Messi (que lleva casi tres partidos sin
marcar el famoso gol 251 que lo igualaría a Zarra en el récord como máximo
artillero de la historia de la Liga) están en el altísimo nivel del pasado, y
el uruguayo Luis Suárez todavía no encontró su lugar y le falta rodaje aunque
se trate de un grandísimo fichaje.
Este Barcelona, del que podríamos tomar mil ejemplos
en la comparación con aquel que deslumbrara en tiempos de Guardiola, ya no
descuella. Ya no genera aquellas expectativas por ver un espectáculo mágico,
único. Podría darlo, pero ya nadie puede sentirse defraudado si se va del Camp
Nou sin haber visto aquello que veía en el pasado.
Este equipo no parece tener aquellas convicciones.
Se sabe más frágil, es consciente de su deterioro, y ya comienza a mostrarse
sin sus mejores ropas, como cuando Daniel Alves tira centros
indiscriminadamente aunque no haya un nueve de referencia, la presión de
Neymar, Suárez o Pedro ya no tiene la intensidad del pasado con otros
protagonistas, y el andar cambia mucho si el que maneja el juego es Xavi o es
Rakitic.
Pero lo fundamental es que no parece haber una nueva
idea, algo diferente que pueda ser utilizado en este momento de transición,
como suelen atravesar todos los equipos que alguna vez reinaron con gran
talento y que comienzan a extinguirse, para iluminar uno nuevo.
Esas transiciones, muchas veces se pueden ordenar y
más, con las posibilidades de fichar jugadores que tiene el Barcelona, pero de
momento, lo ha podido conseguir.
La diferencia con los primeros días de la temporada
es que hasta los más fervientes defensores de la llegada de Luis Enrique, luego
de denostar al argentino Gerardo Martino, su antecesor, ahora dudan sobre si la
decisión de contratar al asturiano fue la más acertada, y la crisis vaya en
aumento.
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