Me estaba preguntando qué escribiría
sobre el partido que acaba de terminar, sentado en mi butaca en la tribuna de
prensa. Estaba terminando de decidir, además, no bajar a la zona mixta ni a la
sala de prensa, harto de escuchar las mismas frases, excusas y triunfalismos.
En eso estaba, mi ordenador con la página de Word en blanco y el cursor
latiendo como despertador, cuando un colega, que estaba sentado a mi derecha se
inclinó hacia mí y me preguntó, con esa mirada propia del que está por ofrecer
una información extraordinaria: ¿Sabés cuánto recorrió el portero? No sabía muy
bien qué quería decirme. No, le respondí. Seis punto tres kilómetros, y volvió
a su ensimismamiento.
¿El portero caminó, corrió, salticó,
resbaló seis punto tres kilómetros? El aburrimiento y los nervios en esa zona
patibularia a las que algunos eligen desterrarse, puede llevar a un portero a
caminar un poco, a dar un trotecito… ¿Pero seis punto tres kilómetros? ¿Cuánto
embole podía tener? Una salida para achicar el ángulo, los pasitos para
acomodar la barrera, una salida con la pelota al pie para patear un poco más
lejos… ¿Seis kilómetros?
Pero, más importante aún, ¿qué carajo me
dice esta estadística? ¿Que se movió mucho? El tipo se comió los dos goles que
le dieron la victoria al rival – uno, por querer salir jugando; al intentar
darle un pase al tres que ya empezaba a cabalgar por su punta (para tirar un
centro a nadie), le pifió y se la regaló al delantero que se la puso por
arriba; el otro, por arrepentirse a medio camino de un achique, reculando llenó
de posibilidades a la definición, que fue a su palo más lejano. Eso me dice
algo de su actuación. Pero que se trasladó seis kilómetros y pico, no me dice
absolutamente nada.
Últimamente hay un frenesí estadístico
que no alcanzo a entender (que si el técnico se levantó X veces del banquillo; que
si el delantero le pegó Y veces con la pierna izquierda y Z veces con la
derecha; si menganito se toma tres botellitas de agua por partido, etcétera).
En el afán por informar o por acumular datos, se ha confundido lo relevante con
lo superfluo y, además, se ha introducido un ruido molesto que no le permite al
tipo que el lunes agarra el diario aprehender y entender la información
importante. La estadística de cuánta distancia acumula un portero en su ir y
venir patibulario, es ruido; no aporta nada, aclara menos, y oscurece mucho.
El portero hoy le fabricó dos goles al
contrario. ¿Qué carajo tiene que ver que haya acumulado tal o cual distancia antes,
entre y luego de esos dos eventos funestos?
Madre mía… A lo que hemos llegado…
Este es el partido 483 que cubro como
periodista. ¿Dirá algo de mí esa cifra; más allá de evidenciar una veteranía
que nunca negué?
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