En algún momento, la FIFA deberá llegar a rever el
formato de disputa del Mundial de Clubes, que acaba de ganar, atendiendo a una
absoluta lógica futbolística y de mercado, Real Madrid, al vencer cómodamente a
San Lorenzo en la final de Marrakesh por 2-0.
La distancia entre el ganador de la Champions League
y todo el resto, es sideral. Incluso, ya ni siquiera el más competitivo de sus
posibles rivales, el campeón de la prestigiosa Copa Libertadores de América,
puede hacer demasiado en este tiempo, en el lapso de la última década.
Hay excepciones, pero que se deben muchas veces más
a problemas internos (como cuando Chelsea llegó a jugar ante Corinthians con
cambio de entrenador) y hasta ocurrió que el Inter de Brasil ni siquiera llegara
a la final, o que en esta edición de Marruecos, San Lorenzo tuviera que jugar
un alargue en semifinales contra los semi-amateurs del Auckland de Nueva
Zelanda.
El problema es de raíz económica pero repercute en
lo futbolístico. Para dar un ejemplo mayor, tomemos a los dos finalistas de
esta edición. Real Madrid ganó la Champions League en mayo, y pasado junio,
fichó a tres figuras del Mundial de Brasil: James Rodríguez, Toni Kroos y el
arquero costarricense Kaylor Navas, y además, al mexicano Javier “Chicharrito”
Hernández.
Se podrá decir que también se desprendió de un par
de jugadores importantes como Angel Di María o Xabi Alonso, o del también
arquero Diego López, pero en el peor de los casos, se mantuvo y hasta se
perfeccionó.
San Lorenzo, desde que ganó la Copa Libertadores en
agosto pasado, es decir, en cuatro meses, perdió a dos de sus mejores
jugadores, Ignacio Piatti (a la MLS de los Estados Unidos), Angel Correa
(Atlético Madrid) y a Santiago Gentiletti (Lazio), y apenas si incorporó al
veterano defensor colombiano Mario Yepes y llegó lesionado su mejor jugador,
Leandro Romagnoli.
Es una realidad. El campeón europeo suele ser un
club con tradición, que ficha a las mejores estrellas, y el campeón
sudamericano es un club exportador, que encuentra estas finales como propicias
para poder colocar a sus jugadores en el exterior y así obtener dividendos que
financien sus no siempre explicables déficits pero que lo son más allá del
origen.
Esto se traduce en un duelo entre un equipo con un
presupuesto anual de 540 millones de euros, contra otro de 8 millones. No es
posible, entonces, partir con una equiparación.
Así es que Walter Kannemann y Fabricio Fontanini,
dos defensores de San Lorenzo, muy posiblemente emigren al exterior ni bien
regresen de Marruecos y comiencen sus vacaciones, y tampoco es seguro que el
resto siga vistiendo la camiseta y más de uno podría emigrar si aparece algún
interesado, aunque el equipo vuelva a disputar la Copa Libertadores 2015 y deba
jugar ante River Plate la Recopa Sudamericana en febrero, a dos partidos.
Esas realidades tan diferentes, luego se expresan en
el campo y hasta en las actitudes. Mientras los jugadores de San Lorenzo
lloraban la ocasión perdida, sus rivales de Real Madrid festejaban
moderadamente un título que no tuvo la épica de la Champions ante el Atlético,
ganada in extremis, y que no tiene aún (y si esto sigue así, irá apagándose
más) la importancia que se le da del otro lado del Océano Atlántico.
San Lorenzo hizo lo que pudo, que no fue mucho. Como
todos los equipos argentinos, se basó en el carácter, el ordenamiento defensivo
y en cortar mucho el juego, sabiéndose inferior en lo técnico ante un rival no
sólo de gran riqueza sino que venía con una cadena de 21 partidos consecutivos
ganados.
Por momentos, hasta poco más allá del promedio del
primer tiempo, San Lorenzo había conseguido frenar a su adversario con estos
recursos aunque, claro, imposible molestarlo demasiado con un esquema tan
defensivo y con tan precario manejo del balón.
Hasta que ocurrió lo imaginado. A los 36 minutos, un
córner terminó en uno de los tantos goles de cabeza de ese soberbio jugador que
es Sergio Ramos (ganador del Balón de Oro y autor de dos tantos en el torneo) y
pareció que aunque quedaba bastante por jugarse, ya iba a ser muy complicado
revertirlo con los recursos disponibles. Así fue y a los pocos minutos del
segundo tiempo, Gareth Bale completó el trámite y aunque los argentinos
salieron por orgullo y porque al fin, el entrenador Edgardo Bauzá colocó a
quien más sabe con la pelota, Leandro Romagnoli, ya era tarde para cualquier
intento.
Todo fue testimonial porque era lo que se esperaba.
Incluso, la diferencia de dos goles deja a San Lorenzo con una imagen más o
menos digna porque no tenía mucho margen de maniobra y en el podio final, los
más alegres parecían los jugadores de Auckland, vencedores del tercer puesto
ante Cruz Azul, que forzaron el alargue ante San Lorenzo en semifinales y que
le habían ganado ya al ES Setif argelino en cuatros y primero al Moghreb
Tetouan local en octavos. Acaso, la mayor hazaña de todo el campeonato.
El Mundial de Clubes deberá reverse. Así, es
demasiado desparejo, desde lo técnico y táctico, entre los europeos y los sudamericanos
con el resto, algo que fue moneda corriente hasta hoy, pero ahora, desde hace
una década de manera profundizada, entre los europeos y los sudamericanos
también en el aspecto económico. Y cuando esto sucede, no hay paridad y por lo
tanto, no hay demasiadas posibilidades de imprevisibilidad.
El Real Madrid fue campeón, porque sus chances de no
serlo eran escasísimas desde la realidad que vive un fútbol que reproduce de
manera perfecta la situación económica mundial. Porque no puede ser una isla.
Aunque sea un juego hermoso, también es de este mundo.
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