miércoles, 4 de marzo de 2015

¿El Estado no tiene nada que decir sobre el deporte? (Jornada)


El discurso de la presidente Cristina Fernández de Kirchner, inaugurando las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, duró más de cuatro horas y sin embargo, poca o nula fue la referencia al deporte en ese lapso.

No se pretende que en tiempos revueltos y con tantas prioridades, el deporte quede a la altura de las máximas prioridades de la política nacional, pero llama poderosamente la atención que pasan los años, la Argentina está atravesando las tres décadas consecutivas de democracia, y el deporte no parece ocupar el lugar que debería, como herramienta transformadora de la sociedad a partir de tantos beneficios que genera su práctica.

Justamente los años de esplendor del deporte en la Argentina fueron los de los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, especialmente el primero (1946-1952), en el que se sumó a una gran cantidad de niños y jóvenes a las distintas actividades y el impulso que se gestó en ese tiempo tuvo como consecuencia lógica (y no forzada para conseguir publicidad gubernamental) la obtención de medallas y títulos que, no casualmente, tuvieron un freno a partir de 1955 con el golpe militar de entonces.

Desde ese momento, nunca más la Argentina pudo recuperarse o aspirar a ser una potencia, ni desde los éxitos con sus representantes, ni en el sentido de la actividad de sus habitantes, lo que se considera desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) como lo más coherente: que se llegue a conquistas del vértice de la pirámide como lógica consecuencia de la actividad de su ancha base.

Al contrario, en el Estado argentino no parecen abundar los datos, las estadísticas, las mediciones como para saberse a ciencia cierta dónde se está ubicado tanto en la práctica como en cuanto a la violencia que envuelve no sólo al fútbol sino ya a otros deportes, como el basquetbol. Un fenómeno que debería preocupar a quienes sienten a la política como construcción desde lo cotidiano.

Al contrario, en cuanto a la violencia del fútbol, se puede describir al Estado, primero como ausente y luego ya como cómplice de la violencia, entendiendo a la suma de las administraciones nacionales, provinciales o municipales, legislaciones y hasta el Poder Judicial.

Lo cierto es que desde 2003 hasta hoy han muerto en la Argentina 88 personas, según estadísticas de la ONG Salvemos al Fútbol (www.salvemosalfutbol.org) sobre los 301 fallecidos en la historia del fútbol local, algo que no sólo no debe enorgullecer al Gobierno sino que debería haber tenido aunque más no fuere un lugarcito para alguna propuesta superadora y por qué no, para la correspondiente autocrítica, de la que tampoco se salva gran parte de la oposición.

Tampoco aparecieron referencias al programa “Fútbol Para Todos”, que desde 2009 transmite los partidos en forma gratuita por la TV y que bien podría servir para que el Estado exigiera rendiciones de cuenta a la AFA y a los clubes que reciben un dinero muy importante y pese a ello, se endeudaron, en muchos casos, más que nunca.

¿Cómo se preparan las distintas delegaciones argentinas para los próximos Juegos Panamericanos de este año? ¿Y qué perspectivas aparecen para los Juegos Olímpicos de la vecina Río de Janeiro para 2016? ¿Cuánta es la proporción de argentinos que realizan actividades físicas sobre el total de los habitantes?  Nada de esto parece ser relevante por estas horas en el país.

Como si el deporte no contribuyera al bienestar físico y psíquico, o a alejar a muchos jóvenes de las drogas, o contribuir a practicar más la solidaridad, el compartir vivencias dentro de un equipo, o la posibilidad de superarse a sí mismo.

Sin embargo, parece que nada tienen para decir sobre el deporte, con lo cual están diciendo demasiado.

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