Hay jugadores que claramente son para los momentos
importantes. Uno de ellos, sin dudas, es el uruguayo Luis Suárez. Tras una
larga suspensión, por los conocidos hechos del Mundial de Brasil, regresó
jugando para el Barcelona pero parecía que no encontraba su mejor forma, e
incluso el sistema táctico del equipo sigue sin favorecerlo demasiado porque no
tiene los espacios suficientes.
Sin embargo, no sólo definió el clásico ante Real Madrid,
sino que hasta el cambio en el segundo tiempo de Raphael Varane por Pepe se
debió a la amenaza que el delantero uruguayo constituía ante un recio defensor
que estaba amonestado y corría serios riesgos de irse expulsado.
El Barcelona ganó el partido 2-1 y alargó a cuatro
puntos su ventaja sobre el Real Madrid en la recta final de la Liga y todo
indica que para los blancos será muy difícil acortarlo. Sin embargo, fueron
éstos los que demostraron superioridad en el juego y los que estuvieron en la
mayor parte del tiempo más cerca del gol y administraron mucho mejor la pelota.
Es que el Real Madrid es otro cuando todos sus
jugadores salen concentrados, están en una buena noche, y cuenta con su equipo
de gala, como ocurrió en el Camp Nou.
Sorprendió que tan pronto los blancos pudieran
recomponerse luego de un mal mes, y con sólo un partido en ascenso, que fue el
anterior por la Liga ante el Levante, pero así son los cracks y ya las
presencias de Sergio Ramos atrás y de Luka Modric en el medio, cambian mucho el
panorama.
Enfrente, el Barcelona no cambió y fue el mismo de
siempre, con lo bueno y lo malo de serlo. Sin un andar sólido, especialmente
porque Luis Enrique no cuenta ya casi con un Xavi que debe ser el estratega, el
que maneja los hilos, y porque además no contaba de entrada con un Sergio
Busquets lesionado y en el banco.
Este Barcelona no tiene una conducción clara porque
Rakitic no está para eso sino para acompañar, mientras que este Andrés Iniesta
no tiene ni el peso ni la continuidad del pasado y aunque comience bien, al
poco tiempo se va desinflando, y si todo el peso ahora reside en el tridente
ofensivo, tuvo éxito la estrategia de Carlo Ancelotti de aislar a Lionel Messi
entre Ramos y Marcelo, mientras que Neymar sigue peleado con el gol.
Fue un partido intenso, con muchas ocasiones de gol
(aunque pocas intervenciones de los porteros, en proporción a las llegadas) y
con un hecho que marca un cambio de tendencia de los últimos años: la posesión
estuvo a cargo del Real Madrid, y el Barcelona tuvo que correr detrás de la
pelota, algo que no sucedía desde hacía años.
Y esto no sólo ocurrió porque el Real Madrid haya
ganado la disputa de la pelota sino porque este Barcelona ya no se siente tan
cómodo con ella, salvo lapsos en los que, para retener por un triunfo parcial,
sus jugadores tocan corto para que el tiempo pase.
Real Madrid también se encontró con una defensa
azulgrana que no estaba bien plantada porque en verdad en toda la temporada no
lo está en la marca y sólo un muy buen momento de Gerard Piqué ayudó a mostrar
cierta firmeza.
En cambio, el Barcelona sí chocó contra una sólida
defensa blanca que hasta se dio el gusto de algunas exhibiciones de lujo como
las del lateral brasileño Marcelo, con movimientos de auténtico crack.
Pero los goles que perdió el Real Madrid, que no
concretó porque el fútbol es impredecible y los palos juegan, y a veces los
remates se desvían, los hizo el Barcelona del otro lado porque tiene a Luis
Suárez, un jugador acostumbrado a definir los grandes partidos y que en este
clásico del Camp Nou pudo demostrar por qué fue fichado como una estrella.
Lo que vendrá es difícil de pronosticar pero parece
difícil para el Real Madrid remontar la diferencia. Para conseguirlo, debe
apelar más a la memoria de los muy buenos noventa minutos en el Camp Nou, o al
menos el gran primer tiempo jugado ante su máximo rival, cuando muy pocos lo
imaginaban.
El Barcelona sigue vivo en las tres competencias,
mucho más por la genialidad de Messi y a algunos momentos puntuales de algunos
de sus cracks, que por su sistema colectivo que sigue en deuda, más aún cuando
muchos de sus simpatizantes insisten en que hay una filosofía de juego que no
debe cambiarse por nada del mundo.
Sólo cuando ingresa Xavi, al que se le da demasiado
poco tiempo, el Barcelona tiene alguna
similitud, algún atisbo, de lo que fue.
Hoy, Real Madrid, en un buen día, es capaz de
brindarnos un espectáculo espléndido. El
Barcelona tiene jugadores que también. Su desafío, más allá de los puntos y los
resultados, está en lo colectivo, en tratar de retornar a aquella filosofía que
hizo feliz a tanta gente que ama el fútbol en el planeta..
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