miércoles, 18 de mayo de 2016

En la AFA, hasta la posible ruptura es confusa (Jornada)



Ni el tiro del final, parece que le va a salir a la AFA con alguna claridad. A punto de producirse una ruptura que tiene antecedentes muy antiguos (se parece mucho a la de 1926, cuando tuvo que mediar el presidente Marcelo T de Alvear), la reunión del Comité Ejecutivo de anoche finalizó sin que se sepa si la mayoría de los clubes grandes (Boca, River, Racing y San Lorenzo) ,y afines, seguirán formando parte del organismo futbolístico argentino o si emigrarán hacia la declamada Superliga.

El cónclave, que se llevó a cabo en el predio que la selección argentina tiene en Ezeiza, no tuvo una definición porque ninguno de los dos sectores en permanente conflicto pudo alcanzar los votos necesarios para imponer una postura u otra.

De los 44 asistentes, se necesitaban 33 votos y como nadie alcanzó esa cifra, todo acabó sin definición, por más que, como tantas otras veces, el vocero de la AFA, 
Ernesto Cherquis Bialo, buscara transmitir un cierto mensaje de concordia, apelando a un acuerdo demasiado básico: que todos quieren que haya una Superliga.

Pueden quererla, pero aquí el problema es otro y mucho más grave: los clubes chicos no quieren quedar fuera del gran reparto y saben que en una convocatoria a una Asamblea de 75 miembros, tienen las de ganar porque cuentan con más votos, y por otro lado, cuentan con el poder sindical y político que les da la cobertura del presidente de Independiente, Hugo Moyano.

Y los grandes (salvo Independiente), que se saben muy posiblemente derrotados en la Asamblea, no aceptan la democrática votación que les pondría una cantidad de condiciones que no están dispuestos a llevar a cabo y por eso están dispuestos a tomar sus petates y armar una Superliga de menos equipos, por fuera de la AFA aún cuando saben que hay cuestiones importantes que resolver y que salvo que lo hayan consensuado previamente con el presidente Mauricio Macri, quedarían en una delicada situación.

En concreto, todo se disfrazó de la fecha en que debe decidirse la Superliga de marras. Los clubes grandes querían que fuese el 9 de junio, cosa de adelantarse y no depender de las elecciones presidenciales de AFA previstas para el 30 de ese mes, mientras que al contrario, los chicos quieren que todo sea el mismo día, a sabiendas de que cuentan con más votos y que hasta podrían imponer a Moyano como titular de una AFA que tendría bajo su cobijo a la Superliga.

La gran pregunta viene de semanas atrás y pasa por saber en concreto qué es lo que dialogaron a solas Macri con los dirigentes de los clubes grandes. Porque éstos se exponen, de lo contrario, a que la FIFA no acepte la Superliga por ser la AFA la afiliada directa, a través de la Conmebol, y porque también cabría la chance de que ante la falta de la mayoría de clubes que mueven el fútbol y la economía de la AFA, el Gobierno ya tenga como plan la intervención, aunque a su vez esto podría ocasionar la desafiliación porque el estatuto de la FIFA no acepta intromisiones de los estados en el fútbol.

Son demasiadas cuestiones para resolver en pocos días, porque aunque anoche no hubo definición, los días pasan y los plazos se acortan para un lado y para el otro y está claro que los acuerdos no llegan.

Por otra parte, los clubes grandes se dieron el lujo de traer a la Argentina al presidente de la Liga de Fútbol profesional (LFP) de España para que explicara este modelo “exitoso”, que en realidad lo es mucho más por la competitividad de algunos equipos que ganan títulos continentales que por la propia liga local, y hasta aconsejó vender derechos de TV en conjunto cuando en la Argentina esto ya se hace (de hecho, así ocurre con el Fútbol para Todos) y en España justamente no se llevaba a cabo hasta que ahora, por fin, y por querer competir con la Premier League inglesa, se están animando a desarrollarlo.

Es tal el apuro de los clubes grandes por cerrar esta etapa, en la que no están dispuestos a someterse al voto de la Asamblea, que ni siquiera repararon en que el fútbol español es mucho más federal, el país es de un tamaño bastante menor que la Argentina y las distancias, más cortas, que la TV en España invierte muchísimo más dinero (el propio Tebas manifestó que lo máximo que podría recaudar el fútbol argentino sería 400 millones de dólares contra los 1600 que recauda la LFP) y que salvo cuatro equipos, los otros dieciséis de la Liga Española son sociedades anónimas y que el control que ejerce la UEFA sobre las ligas europeas es férreo y hay equipos que se han quedado fuera de competencias internacionales por no tener las cuentas al día.

No importa nada, ni siquiera que Tebas es un acérrimo enemigo del presidente de la Federación Española, Angel María Villar, casi un hermano mellizo del fallecido Julio Grondona en el mundo del fútbol, y que el invitado titular de la LFP fue socio de Marcelo Tinelli en la frustrada experiencia del Badajoz hace quince años.

Aún con lo imprevisible de este escenario del alocado fútbol argentino, en el que ciertos dirigentes de clubes grandes dicen ser renovadores pero se quejan de los árbitros designados o buscan sacar partido de cualquier decisión que favorezca a su equipo en los escritorios, hay muy poco de novedad.

Desde siempre, la historia de la AFA, entre otras cuestiones, fue la de la lucha de los clubes grandes contra los clubes chicos y si los grandes tuvieron primacía en los primeros años del profesionalismo, fue porque sus votos contaban más que los otros, por una cuestión de representatividad. Los chicos, en cambio, sostuvieron siempre que la democracia es que cada uno tenga un voto.

En otras palabras, los clubes grandes sostuvieron la tesis de la Cámara de Diputados (votos por representación popular) y los chicos, por la de Senadores (votos por Provincia), y entonces siempre fue un asunto de nunca acabar, aunque unos y otros tengan demasiado poco lugar para pensar en una AFA federal y con una estructura acorde a la realidad argentina.

No parece haber tiempo para eso. Hay demasiados intereses en juego.
Carlos Peucelle, ex crack y autor del magnífico libro “Fútbol Todotiempo”, solía decir que “lo que ví antes, ya no lo veo Todo lo que veo, ya lo ví”.

Mucho de esto ocurre en esta AFA en la que todo puede pasar, especialmente después de aquel tremendo papelón del 38-38 del 3 de diciembre pasado.

La muerte de Julio Grondona podría compararse políticamente con la del Mariscal Tito en Yugoslavia. Bastó que muriera para que todo se rompiera en mil pedazos.


No es que Grondona haya sido un santo ni mucho menos, pero en la AFA, según parece, siempre se puede estar peor. O mucho peor.

No hay comentarios: