A falta de ocho jornadas, cuando parecía que sólo se
jugaba por el segundo puesto, el Barcelona empató en su visita al Villarreal
2-2. No era un mal resultado, pero sí aparecían algunas luces rojas sobre cómo
gestionar las dos competencias al mismo tiempo, la Champions League y la Liga
Española.
Tampoco parecía demasiado importante, esta vez, el
Clásico ante Real Madrid como local. La distancia de diez puntos y el average a
favor no generaban demasiados problemas y daba para jugarlo con tranquilidad,
pero el 1-2 final fue generando una pequeña crisis en el juego y en la
confianza y eso se rubricó con el 1-0 en contra ante la Real Sociedad en el
siempre complicado escenario de Anoeta y ya con la eliminación de la Champions
en la mano y el 1-2 ante el Valencia pareció anunciar una temporada a punto de
perderse.
Y allí es que no fue falso lo que dijo su capitán,
Andrés Iniesta, en el propio césped del Camp Nou al caer ante el Valencia: “Ya
no hay margen para más errores”. En apenas tres días, el Barcelona rectificó el
rumbo y el resultado está a la vista: en los últimos cinco partidos de la Liga,
la diferencia de 24-0 habla por sí mismo.
El Barcelona recuperó la memoria y volvió a ser
aquel de casi todo el trayecto en un torneo que si algo premia es la
regularidad, la constancia, al equipo que más ha rendido a lo largo del torneo,
y ese fue, sin dudas y pese a un bache de pocos partidos, el Barcelona.
El Barcelona sólo compartió liderato, ya sea con el Real
Madrid o con el Atlético (que su tercer puesto finalmente queda para la
estadística como una campaña más cuando no lo fue y estuvo a punto de ser
subcampeón y hasta pudo haber ganado la Liga) hasta la jornada 11, pero la
clave del título estuvo en la siguiente, la 12, cuando aún sin Lionel Messi,
quien comenzó casi sin jugar por una larga lesión que explica en buena manera
por qué no ha peleado por el Pichichi, pasó por encima al Real Madrid que por
entonces dirigía Rafa Benítez con un inapelable 0-4 en el Santiago Bernabeu.
La distancia entre ese Barcelona y aquel Real Madrid
fue tan sideral, que aunque llevaba pocos meses de trabajo, Benítez supo en el
vestuario después del partido, que sus días estaban contados porquie su
situación se tornaba insostenible.
Desde allí en adelante, el Barcelona adquirió una
regularidad imposible de sostener. Lo intentó el Atlético de todos modos, y de
manera loable. El Real Madrid fue siempre el tercero en discordia pero sin dar
nunca una imagen de solidez, especialmente porque tuvo que atravesar una etapa
de transición no sólo con el cambio por Zinedine Zidane en el banquillo sino
por el cambio de sistema en el medio, ahora con Casemiro como mediocentro, y
Kroos como enlace con el ataque.
Hasta parecía una liga aburrida, de la que todos
conocíamos el final demasiado pronto, a muchas jornadas del final. Pero el
Barcelona trastabilló y dio la posibilidad a que los dos perseguidores se
acercaran hasta cambiar en el momento justo.
Este Barcelona no fue brillante, pero sí sólido, con
una buena defensa, un mediocampo que ahora es apenas una fase de transición
hasta que la pelota llega a los tres atacantes sudamericanos, y éstos se
encargan, en un enorme porcentaje de finiquitar las jugadas.
El eje de este Barcelona de los dos últimos años es,
sin dudas, el Tridente compuesto por Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar Jr así
como en tiempos de Josep Guardiola-Tito Vilanova fue el mediocampo con Xavi
Hernández, Sergio Busquets y Andrés Iniesta.
Si entre 2008 y 2012 lo que importaba era la
posesión, el juego horizontal y el corte rápido para la definición, ahora lo
que más importa es que el medio encuentre el hueco para que los tres matadores
liquiden el pleito.
Puntos fundamentales fueron el nivel mucho más alto
de Iniesta respecto de la temporada pasada, un Messi diferente que entendió que
por primera vez desde su llegada a Primera (salvo en tiempos de Samuel Eto’o),
hay alguien capaz de definir cada jugada de manera implacable hasta convertirse
en el mejor delantero del mundo (Suárez) y decidió generosamente jugar para él.
Un Messi que sigue siendo un genio capaz de frotar
la lámpara para lujos increíbles, pero quien también dosifica los esfuerzos
como nunca y dentro mismo del campo de juego, desapareciendo por muchos minutos
de varios de los partidos.
También se trató de un Barcelona sin mucho
recambio, con una plantilla muy corta.
No pareció acertada la política de los fichajes para enero de Arda Turan y
Aleix Vidal, no tuvo regularidad Vermaelen en el fondo, padeció la larga lesión
de Rafinha y no tuvo sustitutos de nivel en el ataque.
Aún así, el Barcelona fue justo campeón, y aunque no
repetirá la increíble temporada pasada, aún puede ganar el doblete si supera al
Sevilla en la final de la Copa del Rey en el Vicente Calderón.
No es poco para un club que sigue acostumbrado a
ganar y que ya lleva seis de las últimas ocho ligas. Cuando pase el tiempo,
muchos recordarán estos tiempos con añoranza.
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