El Barcelona consiguió el segundo doblete
consecutivo (Liga Española y Copa del Rey) pero recién cuando pasen los años y
quede asentado en las estadísticas, se olvidará todo lo que le costó la final
de la Copa ante el Sevilla en el Vicente Calderón, que acabó definiéndose en el
alargue.
Parecía que el Barcelona repetiría en esta temporada
todo lo bueno de la anterior, pero la plantilla sufrió un desgaste importante
desde lo físico y futbolístico porque ha sido corta y los refuerzos no
rindieron lo esperado.
Esto generó que además de la eliminación de la
Champions League ante el Atlético Madrid en los cuartos de final, sufriera en
una Liga que parecía ganada muy pronto, como en la Copa, en una final muy
pareja en la que hasta ha sido superado en el porcentaje de posesión de pelota
ante un muy buen Sevilla.
Durante los noventa minutos de la final de la Copa,
el Sevilla dio siempre la sensación de mayor solidez que un Barcelona que
evidenció un notable desgaste por una larguísima temporada ante un rival
andaluz que llegaba de ser campeón de la Europa League en una final con
remontada ante el Liverpool en Basilea, para consagrarse por tercera vez
consecutiva.
Pero además, el Sevilla ya complicó al Barcelona en
varios de los enfrentamientos de la temporada. Comenzó con un 5-4 para los
azulgranas en Tibilisi por la Supercopa de Europa, que parecía una goleada muy
fácil para los de Luis Enrique y casi acaba en una pesadilla.
Tampoco le resultó nada fácil el partido en el Camp
Nou por la Liga, en el que el Sevilla dominó por momentos y complicó a los
locales, y mucho menos la final del domingo pasado en Madrid, al punto tal de
que al forzar la expulsión de Javier Mascherano como último hombre para detener
a Kevin Gameiro, los andaluces quedaron con un jugador de más cuando quedaba
casi una hora de partido, aunque no pudieron terminar de explotar la situación
a su favor.
Tuvo que aparecer Lionel Messi (que caminaba los
campos de juego de manera creciente en el final de la temporada, acaso
graduando su físico para hacer frente a los compromisos que le esperan por la
próxima Copa América Extra de los Estados Unidos con la selección argentina)
con un genial pase para que Ever Banega cometiera una falta en el final del
partido, y se fuera expulsado en su despedida del Sevilla (fue fichado por el
Inter) para que todo se volviera a equilibrar en el tiempo suplementario.
Y allí sí emergió el Barcelona, ya en igualdad de
condiciones y mucho cansancio de los dos equipos, en casi todo su esplendor.
Andrés Iniesta, eje del juego azulgrana con su notable talento para realizar
siempre lo que más conviene con una enorme simpleza, los laterales Daniel Alves
y Jordi Alba, potenciando el ataque, Gerard Piqué, con una total firmeza en el
fondo para contener primero a Iborra y luego la altura de Fernando Llorente, y
Messi, para colocar no sólo las dos estocadas de los goles (los dos pases
magistrales, largo hacia Alba y corto hacia Neymar) sino que obligó a muy
importantes estiradas de Sergio Rico, el portero del Sevilla.
Más que nunca en partidos como éstos, queda claro lo
corto del plantel del Barcelona. Con apenas dos jugadores de recambio en la
defensa (Mathieu y Bartra), y dos en el medio (Rafinha, que no acaba de llegar
al nivel de sus compañeros, y Sergi Roberto), sufrió cuando se fue expulsado
Mascherano y cuando se lesionó Luis Suárez, obligado a cambiar el esquema. Pero
sus cracks aparecieron en el momento justo.
Las lágrimas de los jugadores del Sevilla se pueden
entender por la frustración de haber perdido una final cuando estuvieron tan
cerca de ganarla, y ante un equipo como el Barcelona, que no ofrece facilidades
en definiciones como ésta. Pero para el equipo andaluz ha sido otro año muy
exitoso a partir de un plantel ya consolidado y competitivo, con un gran
trabajo de su entrenador, Unai Emery.
La remontada ante el Liverpool en la final de la
Europa League ha sido notable por dos hechos salientes: porque se trató de un
rival muy potente, que ha hecho un gran torneo europeo y que evidencia un
enorme crecimiento desde la llegada del alemán Jürgen Klopp al banquillo, y
porque tras el final de la primera parte en Basilea, la sensación era que
perdería por mucha diferencia y al minuto de la segunda ya había logrado equilibrar
gracias a las palabras de su entrenador en el entretiempo.
Si sumamos al Barcelona y al Sevilla que el próximo
fin de semana en el San Siro de Milán, Real Madrid y Atlético Madrid definirán
la Champions League, y la campaña hecha por el Villarreal en la misma Europa
League, en la que llegó a semifinales, puede decirse que el fútbol español goza
de muy buena salud.
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