La Champions League parece hecha a la medida del
Real Madrid. En una temporada desconcertante, que comenzó de la peor manera, y
hasta con cambio de entrenador al promediarla, lo que implicó también un cambio
de sistema y hasta de manejo de vestuario, el club blanco fue creciendo en su
seguridad y ayudado por su eterna fortuna en los sorteos de la UEFA, pudo
llegar a la final de la copa europea y finalmente, ganarla.
No puede decirse que esta temporada, el Real Madrid
haya sido un equipo regular o que nos haya encandilado con su funcionamiento,
pero también está lejos de ser un equipo contra el que se pueda salir a jugar
con la tranquilidad de que se le ganará con facilidad. Todo lo contrario.
El Real Madrid cuenta con una plantilla de
excelentes jugadores a los que Rafa Benítez, el entrenador elegido por el
presidente Florentino Pérez para esta temporada (así como decidió no renovar el
contrato anterior de Carlo Ancelotti, ganador de la Décima en 2014), no supo
sacar su mejor rendimiento y ya estaba defenestrado el día de la categórica
derrota ante el Barcelona por la Liga 0-4 en el Santiago Bernabeu.
Así fue que Pérez acudió a una estrella de la casa,
Zinedine Zidane, ayudante de Benítez que no había tenido ninguna experiencia
como entrenador de Primera División y éste, de a poco, fue cambiando cuestiones
básicas, sencillas, pero de tremenda importancia, como otorgar seguridad en
condición de local, no dar atosigantes indicaciones que molestan a los
jugadores, y se fue ganando al vestuario con humildad, sin tener que sacar a
relucir su pasado glorioso con el balón en los pies.
Con el temible ataque de la BBC liberado, sin las
presiones anteriores, y aunque en algunos partidos no se comprobó demasiado
aceitado el funcionamiento colectivo, también fue mérito de Zidane cambiar al
único sector de la cancha en el que el equipo demostraba problemas, el
mediocampo.
Zidane tomó una medida drástica pero necesaria, y no
le tembló el pulso. Quitó de la titularidad tanto a Isco como a James Rodríguez
para liberar a Toni Kroos más cerca de los delanteros, y dejar ahora a Casemiro
como mediocentro puro, función que el alemán nunca sintió.
Pese a todo, el Real Madrid no parecía candidato a
ganar esta Champions, cosa rara tratándose de un club con tanta historia en
esta competencia, pero las irregularidades y los cambios de la temporada no
hacían pensar en otra cosa.
Llegó casi por inercia a los cuartos de final y
allí, como tantas otras veces, desafiando casi a las leyes de la probabilidad,
el Real Madrid se vio favorecido ampliamente, teniendo al Schalke 04 como rival
y definiendo en el Bernabeu, y lo mismo en semifinales contra otro conjunto
irregular como el Manchester City, que además participaba ya sabiendo que su
entrenador Manuel Pellegrini se iría al final de la temporada, igual que muchos
de sus jugadores.
De repente, los blancos se vieron en la final, con
la Copa del Rey dejada atrás hace muchos meses, y la Liga peleada más por un
bajón del Barcelona que por regularidad propia.
Enfrente, un Atlético Madrid cada vez más sólido,
con un duro y constante trabajo de Diego Simeone, ajustando cada vez más las
piezas de un entramado que conoce a la perfección pero que tiene un punto
débil: apostar al error adversario, porque en el fútbol, el gran problema de la
dependencia táctica ocurre cuando el rival no se equivoca, o cuando cuenta con
mejores herramientas técnicas para administrar el balón.
El Atlético Madrid es un equipo que se siente más
cómodo cuando sale con el resultado a favor, cuando puede utilizar el
contragolpe, o cuando enfrenta a equipos de menor valía técnica. En todos esos
casos, aprovechar el error y marcar con espacios puede ser esperable y por eso,
con su orden táctico, llegó tan lejos con mucho mérito.
Pero en la final de Milán no pudo desarrollar su
juego. Se encontró con un Real Madrid que sin ser brillante y con un Cristiano
Ronaldo sensiblemente disminuido, tuvo la confianza para disponer del balón,
ponerse en ventaja (con un gol en fuera de juego de Sergio Ramos) y luego,
conservarlo por casi toda la primera parte.
Cuando los blancos cambiaron su esquema y decidieron
retroceder y darle espacios al Atlético apostando a los espacios para
aprovechar la potencia de la BBC, hicieron crecer a los de Simeone, que no sólo
fallaron extrañamente un penal por parte de Griezmann (tal vez, un presagio),
que era posible acercarse de lleno hasta Keylor Navas.
Zidane, sereno pero claramente en su primera
temporada como entrenador de una magnitud importante, se equivocó en medir los
cambios. Obligado a uno en la primera parte por lesión, que de por sí le varió
el esquema (Danilo por Carvajal), no sólo no esperó para el siguiente, sino que
al quitar a Kroos, que era el mejor jugador hasta entonces con el portero Oblak
(fundamental para que la diferencia en el marcador no fuera bastante mayor) y
colocar a Isco, ya su equipo no tuvo el mismo peso y le costó sostener el
partido.
En cambio, Simeone sí acertó al colocar a
Ferreira-Carrasco, quien cambió parte del paisaje y empató la final cuando no
faltaba tanto para que concluyeran los noventa minutos.
Luego, en el alargue, parecía que todo se daba
vuelta. El Atlético no sólo llegaba psicológicamente más arriba que el Real
Madrid, por el empate alcanzado, sino que disponía de dos cambios más contra
ninguno de su rival, en el que varios jugadores, especialmente Modric y Bale,
se mostraban exhaustos.
Pero el Atlético siguió fiel a su libreto
tradicional. Mantuvo el tipo, la máquina del sistema no hizo cambios, no
arriesgó lo suficiente acaso apostando a los penales, y en la lotería de los
mismos, como en todo lo que tuvo que ver esta temporada con el azar, no sólo
Real Madrid se quedó con la undécima Champions, sino que hasta se dio el lujo
de que fuera su goleador y estrella, Cristiano Ronaldo, quien convirtiera el
remate del título.
En tiempos de dominio futbolístico y cultural del
Barcelona, haber ganado dos Champions en tres años, no está nada mal y menos,
en una temporada que venía tan mal proyectada.
Es que la Champions parece hecha a la medida del
Real Madrid. Y Mil´çan fue un nuevo testigo de ello.
1 comentario:
La llegada de Zidane fortaleció la mano del Real Madrid, con el entendimiento tácito entre el entrenador de jugadores. Él ganó el título de la Liga de Campeones. La próxima temporada será lograr mejores resultados. Hola Real Madrid!
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