De a poco, la selección argentina comienza a
complicarse en su camino hacia el Mundial de Rusia 2018, y no es que sus
jugadores no tengan la calidad suficiente. Sin embargo, la enorme frustración
por los tres títulos consecutivos perdidos en las tres finales desde Brasil
2014 y la toma de consciencia de esta generación liderada por Lionel Messi de
que se está ante la última oportunidad, opera como una presión insostenible.
La selección argentina, de hecho, afronta diferentes
problemas, aunque el principal, hoy, es sin dudas el psicológico. El entrenador
Edgardo Bauza, que lleva apenas tres series de dos partidos en el cargo, desde
que tras el receso veraniego reemplazara a Gerardo Martino (quien dirigió la
otra mitad en el grupo sudamericano clasificatorio) sigue sosteniendo que no es
necesario un profesional para que ayude a los jugadores a despejar su mente o
sus pensamientos negativos, y en cambio, es de la idea de que todo se puede
solucionar dialogando con ellos, y buscando que “larguen todo lo que les pasa”
para lo cual hay que crear el clima de confianza.
Sin embargo, muchos jugadores que son grandes
estrellas en el mundo del fútbol, y que son absolutamente indiscutidos en sus
clubes (Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín, Angel Di María, Pablo Zabaleta), no
pueden soportar la presión por la necesidad de que la selección argentina deba
obtener la clasificación para el Mundial porque nadie podría entender que
cuando hay cinco plazas para Sudamérica en Rusia 2018 (cuatro directas y una
quinta que sería una repesca ante la débil Nueva Zelanda) sobre diez posibles,
y cuando Venezuela, Bolivia y Perú están muy cerca de ser eliminados, todo sea
tan complicado para un equipo que fue finalista del Mundial de 2014 y de las
Copas América de 2015 y 2016.
Basta con tomar declaraciones de varios de los
jugadores de la selección argentina a poco de haber finalizado el clásico ante
Brasil (con derrota 3-0 en el estadio Mineirao, el mismo del desastroso 1-7 de
los locales ante Alemania en la semifinal del Mundial pasado) para entender de
lo que estamos hablando.
Lucas Biglia recordaba que el partido “era parejo”
(en verdad que lo era) hasta que a la media hora de la primera parte llegó el primer
gol de Brasil. “Allí nos desmoronamos y ya no nos pudimos recuperar”. El propio
Lionel Messi, quien participó muy poco, muy lejos de los cuatro volantes, y
sólo acompañado por Higuaín en un ataque muy pobre, admitió que “somos los
jugadores los que tenemos que atravesar esta mierda que estamos viviendo” y
hasta llegó a pedirle “paciencia” a los aficionados argentinos. Y por si fuera
poco, Javier Mascherano sostuvo que la situación del equipo argentino “es cada
vez más preocupante”.
Pese a todo lo expuesto, Bauza no cree en la
psicología, aún cuando se trata de jugadores de élite, con los mejores médicos,
los mejores lugares de entrenamiento, los mejores hoteles, viajes en charters o
rodeados de todo un sistema acorde a deportistas de su clase, pero no hay
psicólogo. Apenas hubo para Alemania 2006 y a distancia: no viajó con el equipo
y se manejaba por chat desde Buenos Aires.
Juan Carlos Alvarez, psicólogo que asesora al
entrenador de la selección española,
Julen Lopetegui, destaca por estos días que los jugadores de élite sienten
presiones “como cualquier persona” y que al contrario de lo que se cree, a
veces de manera superior “porque están más expuestos ante cada error”.
Alvarez sostiene que un jugador “puede estar bien
técnica o tácticamente, entender el juego perfectamente y en un excelente
estado físico, pero si pierde la concentración, o tiene preocupaciones o no
cree lo suficiente en él, se puede ir del partido. Y puede tener un despiste
que puede provocar una situación de riesgo o de gol que afecte a todo el
equipo”.
Pero no todo es la psicología. La selección
argentina viene teniendo otros problemas desde hace tiempo y uno de los más
graves, relacionado con lo psicológico, es el pánico a perder, por lo que suele
tomar muy pocos riesgos y los sistemas tácticos que se utilizan son, por lo
general, rácanos.
Así es que Messi tiene que soportar el hecho de
jugar muy solo adelante, con un delantero más, y muy lejos de la línea de
cuatro volantes de los que tres de ellos (ante Brasil, Biglia, Mascherano y
Enzo Pérez) son mucho más de marca que de construcción de juego. Esto ya
ocurrió durante el Mundial de Brasil, cuando Alejandro Sabella colocó una línea
de cinco defensores para jugar en el debut…¡ante Bosnia!
Entonces, ocurre que grandes goleadores en sus ligas
como Higuaín o Agüero, no sólo deben pelear por la misma posición sino que no
suelen tener compañía en las llegadas a la portería contraria, y Messi,
desesperado por no tener contacto con el balón, debe bajar demasiados metros a
buscarlo y termina agotado cuando quiere llegar al otro lado, tras un enorme
despliegue físico que se parece muy poco a lo que por años viene haciendo en el
Barcelona.
Pero ni siquiera aquí terminan los problemas. Bauza
(cuyo puesto comienza a peligrar y ya hay rumores de que tras el partido ante
Colombia, en el receso de cuatro meses antes del regreso de la clasificación
para el Mundial en marzo de 2017, la AFA irá a buscar a Jorge Sampaoli,
entrenador argentino del Sevilla) apuesta no sólo a jugadores que no están en
actividad (Sergio Romero no participa en ninguno de los cuatro torneo que juega
el Manchester United, Martín Demichelis apenas si lo hace en el Espanyol,
Ezequiel Lavezzi lleva cuatro meses inactivo por una lesión), sino que deja de
lado a otros que toda la sociedad argentina reclama (Fernando Belluschi, de San
Lorenzo, es el mejor caso).
Muchos creen que Bauza ha caído en el mismo problema
de sus antecesores Sergio Batista, Sabella y Martino: en no animarse a dar por
terminado el ciclo de muchos jugadores que ya son muy cuestionados para
convocar a otros que reclaman más oportunidades, desde Paulo Dybala, Lucas
Pratto, Gabriel Mercado o Gerónimo Rulli (en el plantel pero sin titularidad),
Mauro Icardi (Inter) o Franco Vázquez (Sevilla), por citar algunos.
Claro que ni Bauza está seguro de seguir, no sólo
porque le busquen reemplazantes, sino que en la AFA hay una intervención de
FIFA que podría terminar en marzo para llamar a elecciones en la entidad. ¿Y si
un nuevo presidente quiere otro entrenador?
También esta situación de transición es generadora
de stress. Pero en la selección argentina, siguen sin querer saber nada de
psicólogos.
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