La selección está enojada. ¿Qué tendrá la Selección?
Parece que está enojada con “la prensa”, aunque nadie lo manifiesta porque,
justamente, ningún jugador habla con los periodistas, pero lo dice su entorno y
hasta Jorge Miadosqui, dirigente sanjuanino, presidente de San Martín y
responsable del departamento de Selecciones Nacionales, además de anfitrión
futbolero del partido de esta noche ante Colombia.
Miadosqui dice que los jugadores dicen que están
enojados porque cierta prensa (a la que no identifican) magnificó, exageró las
críticas o bien “faltó el respeto” a alguno o varios jugadores del equipo del
“Patón” Edgardo Bauza.
Lo cierto es que el domingo, cuando todo indicaba
que dos jugadores hablarían en la típica conferencia de prensa previa a los
partidos, no aparecieron y tras situaciones de tensión, el técnico entendió que tenía que hacerse
cargo de la situación y poner la cara por ellos, y volvió a usar su sonrisa y
sus respuestas preelaboradas para explicar que todo está demasiado bien, y que
si el equipo es el segundo menos goleador del grupo, aún con los máximos
atacantes del fútbol europeo, lo que preocupa “son los goles en contra”.
No hay crisis, y por supuesto, no hay necesidad de
psicólogo, aunque cada foto del entrenamiento denote rostros tensionados,
compungidos o preocupados, miradas recelosas, ganas de escabullirse ante los
preguntadores bajo cualquier excusa, y llegada en silencio y con miradas hacia
adelante, o teléfono celular en mano, al llegar al hotel provenientes de Buenos
Aires.
Es que la Selección está enojada con la prensa, pero
pagan todos. Desde el primero hasta el último periodista, al no acceder a las
declaraciones (desde las más sinceras hasta las últimas de casette), pero
también el público esperanzado, que nunca ve a las estrellas, pero éstas tienen
cerradas las cortinas de las ventanas en el bus, y nadie siquiera mueve un
brazo hacia los gritos en la pasarela a la puerta del hotel. Apenas Gonzalo
Higuaín agita un poco una mano a los que gritan su nombre desde los costados y
Emmanuel Mas parece el más animado, aunque claro, ha jugado en San Martín de
San Juan.
Sólo Lionel Messi, siempre Messi, se encarga siempre
de diferenciarse un poco y mostrarse cerca de la gente, saliendo a caminar en
una zona accesible o mostrándose abierto a alguna entrevista con algún colega
(especialmente televisivo) que pase cerca.
Algunos pensaron que acaso Bauza, con mucha
experiencia en sus espaldas, traería muchos otros jugadores que alteraran un
poco el viejo orden, pero no. El técnico que esta noche cumplirá su sexto
partido en el banco, también parece que acabó sometido a las reglas de este
tiempo: aunque Sergio Romero no ataje en ninguna de las cuatro competencias
anuales con el Manchester United, ataja Romero. Aunque lleva casi cuatro meses
sin jugar en China, es convocado Ezequiel Lavezzi y va al banco.
Aunque haya
deslizado que tal vez necesitara aire por un tiempo y admite que está jugando
mal, no sólo es convocado Angel Di María sino que juega como titular. Lo mismo
para Pablo Zabaleta y no importa siquiera que Lucas Biglia haya dicho tras la
paliza en el Mineirao que “tras el primer gol, nos caímos y ya no pudimos
recuperarnos”. Todo está bien. Todo sigue bien.
Bauza se dio cuenta ya desde hace semanas que si
quiere dirigir a este equipo, las cosas no pueden cambiar demasiado de cómo
estaban. Recuerda a aquella frase de Alejandro Sabella cuando ante la pregunta
sobre las chances de ser convocados algunos jugadores, respondía “los estoy
siguiendo” pero consultado sobre Carlos Tévez, la contestación era que “el
grupo está cerrado”.
Al fin y al cabo, Bauza fue descubriendo lo que
muchos ya experimentamos, tras años de partidos amistosos por el mundo, Copas
América y Mundiales: que cualquier excusa es válida para enojarse con la
prensa.
Este cronista fue testigo repetido de paseos por los
lobbies de los mejores hoteles del mundo esperando en vano por las estrellas,
que no tienen ganas de hablar antes de los partidos, porque hay que prepararse,
los días de partido, porque no hay tiempo, y los días posteriores a los
partidos, porque ya hay que viajar de regreso.
Observó cómo algunos jugadores de segundo orden, de
estos que eran citados hoy pero que no sabían si repetirían mañana, dejaban esperando
por tres días a periodistas de los mejores diarios europeos bajo la promesa de
una vana entrevista, y tras ser advertidos por un viejo jefe de Prensa,
decirle, mientras seguían bromeando con el compañero de al lado, que “siga
esperando” a las tres de la mañana, y no había mediado un insulto o ni siquiera
un desliz.
Es que, como bien le señaló Carlos Bilardo a este
cronista en una extensa e imperdible charla en otro de los lobbies, en Roma,
hace dos años y medio, se trata de una generación de futbolistas con “demasiado
dinero en los bancos” y “acostumbrados a hacer lo que quieren” a muy corta
edad.
Se trata, también, de una generación cada vez más
distante de la sociedad argentina, tanto en lo geográfico como en lo cultural,
sin conocimiento de la historia pasada, con absoluto desinterés por lo cultural
(salvo escasísimas excepciones) y sin inquietudes como para, por lo menos,
establecer algún tipo de vínculo con la Argentina aunque más no fuere por
curiosidad.
A esta generación de la tecnología, a lo sumo puede
llegar a interesarle la TV porque es el medio que los legitima y los populariza
ante los suyos, familiares, amigos, allegados, y los famosea, aunque
probablemente las preguntas sean centros a la cabeza y en la previa, un
franeleo conveniente.
Además, como los canales de TV tienen altos
presupuestos, las entrevistas suelen ser menos perturbadoras porque se llevan a
cabo en el mismo hotel en el que se alojan y basta con bajar un par de pisos y
de manera interna, sin que los depredadores del lobby, sin el mismo montante y
alojados en otros hoteles más mundanos,
puedan enterarse.
Es que los jugadores, preocupados por los suyos, su
grupo de amigos, y su propia performance, ya no sienten que se deban a nadie:
ni a la gente que, ñata contra el vidrio quiere aunque sea un saludo, una
sonrisa, como premio que los libere aunque sea por minutos de una vida con
tantas privaciones, ni a un periodismo visto como “el enemigo” (en términos
passarellianos) y que de todos modos, no preguntará nada que los motive.
Al final de cuentas, entonces, estos jugadores
operan con enojo contra casi todos escudándose en la crítica exagerada de
algunos, como si hubiesen obrado distinto en otro contexto.
La diferencia, entre cuando pierden y cuando ganan,
es ínfima. En todo caso, existe para aquellos que siguen desesperados por un
corte de un minuto en el que la mayoría de estos muchachos que se plantan con
la nariz para arriba, dirán lo que ya sabemos que van a decir, para que
publiquemos lo que la gente intuye que dirán. O por un entrenamiento “a puertas
abiertas” para que la AFA se conmisere y permita tomar diez minutos de la nada
misma, porque jamás se le mostrará a la prensa lo que se prepara tácticamente
como si fuera un secreto de estado que se desmorona a los tres minutos del
primer tiempo.
Ellos se sienten en el derecho de estar enojados,
pero pareciera que nosotros no pudiéramos tener ese mismo derecho, pero lo
tenemos y lo ejercemos. Pero que no nos engañen. No busquen el enojo como excusa para guarecerse.
Este cuento ya lo conocemos, ganando, empatando o perdiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario