El dato duro de este fin de semana en la Liga
Española es que el Barcelona no sólo venció 1-2 al Sevilla en el estadio
Sánchez Pizjuán y le quitó el invicto en la temporada, sino que quedó como
único segundo en el torneo y hasta podría dar alcance o superar al Real Madrid
en la próxima jornada aprovechando el derbi de la capital española en el
Vicente Calderón.
Ese mismo dato agrega que el Barcelona, pese a su
derrota en la semana en el estadio Etihad ante el Manchester City de Josep
Guardiola, no parece tener problemas para clasificarse a los octavos de final
de la Champions League tras la buena cosecha en la primera rueda de la fase de
grupos y a partir de los dos compromisos que le quedan en esta etapa.
Sin embargo, cabe preguntarse si hoy el Barcelona,
tan poderoso en los últimos años, ganador de cuatro Champions League desde 2006
y de seis de las últimas ocho Ligas, es realmente un equipo temible desde lo
colectivo, desde la producción general, desde el ordenamiento táctico.
Su entrenador, Luis Enrique Martínez, sin dudas un
ídolo de la afición por sus rendimientos como jugador y con el agregado de
haberse encariñado con el catalanismo luego de haber pasado por el Real Madrid,
es ovacionado y su nombre, recordado en cada partido en el Camp Nou.
Aún así, y habiendo ganado un par de Ligas, cinco de
los seis torneos de su primera temporada como entrenador del equipo en 2014/15
hasta conseguir el título del Mundial de Clubes en Japón, lo cierto es que el
Barcelona, hasta el momento, ha tenido algunos rendimientos soberbios en
algunos casos individuales, y una delantera espectacular, más que conocida como
la MSN (Messi, Suárez y Neymar).
Desde ya que no hay demasiados cuestionamientos a
los jugadores clave del equipo, como los tres delanteros sudamericanos citados,
o los centrales Javier Mascherano y Gerard Piqué, el lateral Jordi Alba, o los
volantes Iván Rakitic y Sergio Busquets.
Pero bastó que una vez más, aunque levemente, se
lesionara quien lleva el andamiaje de la creatividad en el juego del equipo,
Andrés Iniesta, para que el Barcelona se viera ampliamente superado por sus
rivales en el manejo de los partidos.
No sólo le ocurrió en un escenario un poco más
previsible como el Etihad ante uno de los equipos de mejor manejo del balón,
como el Manchester City, especialmente en la segunda parte, sino que también
volvió a aparecer el mismo problema en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla en
especial, en la primera parte, cuando los andaluces pudieron imprimir una
presión muy alta al conjunto azulgrana y los de Luis Enrique no encontraron
prácticamente ningún modo de responder, estuvieron abajo en el marcador, si
bien los locales no aprovecharon del todo su momento y perdieron varios goles
más, hasta que como tantas otras veces, y como en Manchester en la semana,
apareció el genio de Messi para marcar.
Ya en la segunda parte, el Sevilla acusó el impacto
no sólo del cansancio físico del despliegue de la primera parte sino el
psicológico del empate casi en el último minuto antes del descanso, y a partir
de ese instante, el Barcelona ya se apoderó de la pelota, encontró espacios
ante una presión menor del rival, y acabó ganando bien y hasta con chances de
ampliar la ventaja.
Lo que resulta cada vez más claro es que el
Barcelona, salvo algunos pocos casos puntuales (como el del central Umtiti y
para seguir observando a André Gomes, Denis Suárez, y a Arda Turán) no ha
acertado, una vez más, con los fichajes.
Aleix Vidal y Arda Turán, llegados en diciembre, no
han logrado continuidad, Digné, de momento, no parece estar al mismo nivel que
Alba y Paco Alcácer aún no ha tenido ocasión de mostrar sus dotes goleadoras,
como sí acostumbraba en el Valencia.
Tampoco parece, entonces, acertado, haber dejado ir
a Daniel Alves a la Juventus, y antes a Martín Montoya, para quedarse con menos
calidad en el lateral derecho y la prueba mayor es que no sólo Sergi Roberto
terminó ocupando esa banda sino que a veces hasta debe jugar con tres centrales
y Mascherano acaba volcándose para cubrir ese sector, ante la imposibilidad de
encontrar otra variante.
Pero al margen de las fallas en los fichajes y en
las ventas, es el equipo el que no aparece como tal en demasiados momentos. A
veces da la sensación de que le cuesta resolver partidos hasta con rivales
débiles como ocurriera en el último partido del Camp Nou ante el Granada, con
sólo pararse con cierta solidez en la espera.
Este Barcelona ya no ofrece esos espectáculos que
daban gusto, sino que hoy aparece como un equipo mucho más vertical, que
depende mucho de lo que genere Iniesta (que ahora no puede jugar), o del
despliegue de Rakitic, o, por supuesto, de la genialidad de un Messi que flota
por distintos lugares de la cancha y ya no tiene puesto fijo, pero que en más
de un partido tuvo que bajar hasta la mitad de la cancha a buscar la pelota, lo
que hace recordar a los tiempos de incomprensión a su juego en la selección
argentina.
Tampoco en la portería, el Barcelona puede sentirse
absolutamente respaldado. El alemán Ter Steggen, una apuesta a futuro por
pertenecer a la escuela de mucha proyección (junto con Neuer, Leno y tantos
otros compatriotas) parece mejor jugando con los pies (un requisito para jugar
en el equipo azulgrana), no se muestra tan seguro en las salidas en los centros
o en determinados remates, y sin embargo, se ha dejado salir al chileno Claudio
Bravo al Manchester City.
¿Puede el Barcelona ganar todo en esta temporada?
Por supuesto. ¿cómo asegurar que no teniendo a un genio como Messi, o cracks
como Iniesta y tantos de los citados en la plantilla?
Pero de lo que no se puede engañar es que muchos de
los motivos del éxito pasan por sus enormes cracks, que ocupan buena parte de
las posiciones en el campo en el equipo titular, pero pocas veces por el
sistema y el mejor aprovechamiento de sus virtudes.
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