El Barcelona tendrá el próximo sábado acaso la mejor
oportunidad no sólo de acercarse en la tabla al cada vez más líder Real Madrid,
en el Clásico tan esperado por el mundo del fútbol, sino de reencontrarse con
su perdido fútbol si no quiere ir empezando a despedirse lentamente de la Liga
y de cualquier expectativa para una temporada que llega a su primera mitad.
Jugando como en Anoeta ante la Real Sociedad, las
posibilidades del Barcelona de vencer al Real Madrid son realmente mínimas. Y
no se trata sólo de un estadio que trae malos efluvios por el hecho de que
lleva tantos años sin vencer allí. Es mucho más que eso: este equipo azulgrana
depende pura y exclusivamente de lo que haga el genio de Lionel Messi, o que
Luis Suárez aproveche su enorme efectividad para que ante cualquier error del
rival (mucho más “no forzado” que por presión propia), pueda convertir.
Tras haber visto una vez más la performance del
Barcelona ante la Real Sociedad el pasado domingo, se pueden ir sacando al menos
tres conclusiones esenciales: 1) que la ausencia por lesión de Andrés Iniesta
resulta fundamental en el andamiaje del juego, 2) Que su entrenador, Luis
Enrique Martínez, no encuentra nunca un sistema que respalde a sus jugadores
cuando las cosas parecen no funcionar en un partido, 3) Que este equipo se
encuentra muy lejos, a años luz de distancia, de aquellos que nos entregaban un
enorme placer a la hora de sentarnos a verlos.
Uno de los grandes acertijos justamente para este
sábado, pasan por la improbable chance de que Iniesta vuelva a jugar tras una
lesión que lo tuvo marginado cerca de un mes, y aún si lo hiciera, seguramente
aparecerá falto de fútbol, y el crack de Albacete es demasiado importante
porque si bien en este tiempo el eje pasa por el tridente sudamericano, que
obligó a cambiar de filosofía para centrarse más en el ataque frontal, su falta
hizo que Messi tuviera que bajar demasiados metros para poder abastecer a sus
compañeros Neymar y Luis Suárez, perdiendo no sólo eficacia ofensiva sino
conducción y elaboración, liberando al argentino para que se coloque mucho más
cerca de la portería rival.
Ante la Real Sociedad volvió a comprobarse que no
sólo Iniesta no tiene un reemplazante de su nivel, sino que no hay en la
plantilla del Barcelona un jugador que pueda cumplir exactamente su función.
Aún así, todo indica que ya sea Arda Turán o Rafinha parecen ser mucha más
opción de reemplazo que quien finalmente jugó en esa posición, André Gomes,
quien puede jugar unos metros más adelante, como nueve retrasado, y que hasta
lo ha hecho de mediocentro en esta temporada, en lugar de Sergio Busquets.
Pero el problema no es sólo en la elaboración y la
defensa tampoco parece nada sólida en comparación a otros tiempos no tan
lejanos. Javier Mascherano no está en su mejor momento, y tal vez comience a
pasarle factura el hecho de los sucesivos cambios posicionales entre su equipo,
donde forma parte de la dupla central, y la selección argentina, donde juega de
mediocentro.
Los exasperantes pases continuos hacia atrás al
portero Ter Steggen sumados a ciertos desentendimientos con su compañero Gerard
Piqué, y que en estos días ni Sergi Roberto ni Jordi Alba suman demasiado al
proyectarse al ataque, dejan al equipo con muchísimas menos variantes y con
preocupantes rendimientos individuales.
No es casual que al término del partido, un sincero
Piqué manifestara que jugando de este modo “será muy difícil ganar la Liga”.
Tiene mucha razón, porque el Barcelona que pasó el domingo por Anoeta está muy
lejos del nivel pretendido y es más: como ha sucedido en las últimas
temporadas, estuvo muy cerca de volver a perder (hubo un gol mal anulado y los
locales desperdiciaron varias ocasiones claras) y no tuvo respuestas en casi
ningún momento.
Tampoco es que el Real Madrid esté jugando tanto
mejor, y ha tenido que sufrir para vencer en el Santiago Bernabeu al Sporting
Gijón, que además perdió un penalti que lo pudo llevar al empate, pero lo que
no puede decirse es que el Real Madrid haya tenido en estos años un patrón
claro de juego, una filosofía, un ecosistema como el del Barcelona.
En todo caso, el Real Madrid, en estos últimos años,
fue siempre mucho más el producto de lo que hicieran sus jugadores en el campo
y del manejo de éstos con más o menos mano izquierda en el vestuario, para que
la cosa funcionara mejor.
La falta de un lesionado Gareth Bale puede influir,
aunque pese a haber sido sin duda uno de los delanteros más decisivos de la
temporada en el mundo (con su equipo y con la selección galesa), en una
plantilla tan rica tiene reemplazo.
Esta es, en todo caso, una diferencia muy importante
en esta temporada que ya casi promedia: el Real Madrid parece mucho más
balanceado en su plantilla que un Barcelona que ha fichado mucho, pero no
significa que lo haya hecho bien, como para que todos los puestos tengan
cobertura suficiente.
Al contrario, la falta de algunos cracks no
encuentra sustituto, y entre los blancos sucede lo opuesto.
Pocas veces como en esta ocasión, el Real Madrid
tiene la posibilidad, en el caso de salir indemne del Camp Nou, de comenzar a
pensar en que la Liga es posible aunque quede mucho por jugarse. Pero deberá
pasar esta prueba fundamental para su futuro.
Para el Barcelona, los tres puntos en juego son de
oro: no sólo por tratar de acercarse al líder y descontar los seis puntos de
distancia, sino para probarse a sí mismo que aún puede dar pelea, aunque las
dudas se ciernen con más fuerza a su alrededor.
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