Bánfield ya disputó
otra final en el Profesionalismo. Fue el 5 de diciembre de 1951, en plena
efervescencia política días después de la reelección presidencial de Juan
Domingo Perón, y cayó derrotado ante Racing, que de esta manera obtuvo el
primer tricampeonato consecutivo, en una definición envuelta en una gran
politización, con funcionarios ligados a los dos equipos y rumores de sobornos y escándalos.
Si se llegó a
vincular a Ramón Cereijo, entonces ministro de Hacienda, como valedor de
Racing, al punto que irónicamente se lo llegó a llamar “Sportivo Cereijo”, otros
legaron a relacionar a la primera Dama, Eva Perón, y al presidente de la AFA,
Valentín Suárez, con Bánfield, en una disputa que incluyó la presión de los
medios y la participación de otros equipos rivales involucrados, mientras que
prácticamente ningún hincha del resto de los equipos fue ajeno a la definición
de ese torneo.
Al llegar
igualados en puntos tras la última fecha, y al no contar la diferencia de gol
que habría clasificado campeón a Bánfield (+30 contra +23 de Racing) tuvieron
que ir a una final del 1 de diciembre de 1951 que al terminar empatada 0-0
obligó a una segunda, en la que se impuso Racing por 1-0 con un gol de Mario
Boyé al minuto de iniciarse el segundo tiempo. Las dos se jugaron en el estadio
del Viejo Gasómetro de San Lorenzo, en Avenida La Plata.
Ese torneo de 1951
tuvo una gran paridad entre varios equipos, entre ellos el recién ascendido
Lanús, que decayó en la segunda rueda al transferir a su goleador José Florio
–segundo en la tabla con 21 tantos detrás de Santiago Vernazza de River con 22-
al Torino de Italia, pero que de todos modos terminó en la quinta colocación.
Ese hecho y la gran campaña de Bánfield, que llegó a la final, fue tomado por
el diario “El Mundo”, ligado al gobierno, para unir este éxito de los dos
conjuntos del sur con la preocupación del peronismo por los sectores de más
bajos recursos económicos. “Este año, también en fútbol puede decirse que los
privilegiados son los chicos”,
Las últimas
fechas se llegaron a jugar en un “Estado de Guerra interno” a partir del
intento de golpe de Estado del 28/9 por parte del general retirado Benjamín
Menéndez y con la sociedad dividida entre peronistas y antiperonistas. Bánfield lideró gran parte del torneo, y
Racing venía de ganar los dos anteriores y había estado a punto de ganar
también el de 1948 cuando la recordada huelga de futbolistas se lo impidió al
jugar los equipos con juveniles y el título quedó en manos de Independiente.
Faltando apenas
tres fechas, a Bánfield, que llevaba un punto de ventaja a Racing –que debía
visitar a San Lorenzo- le tocaba ir a San Martín p0ara enfrentar a Chacarita,
luego quedaría libre, y en la última jornada, recibiría a Independiente.
Contra Chacarita
salió todo al revés de lo imaginado y acabó perdiendo 2-1 por el mismo
resultado con el que Racing le ganó a San Lorenzo en Boedo y la Academia quedó
entonces con un punto más en la tabla y dos partidos por jugar, mientras que a
Bánfield le quedaba uno solo. River, el tercero en discordia, había quedado
fuera de toda chance al empatar 1-1 ante Vélez en el Monumental.
Pero el partido
de Bánfield ante Chacarita estuvo plagado de irregularidades, como cuenta
Alejandro Fabbri en su libro “Historias Negras del Fútbol Argentino”. Los
jugadores visitantes fueron recibidos con una violencia injustificable, con
piedras al micro e insultos a la delegación, y casi no pudieron salir a la
cancha por los proyectiles que entraban por la ventana del vestuario.
Adolfo
Mogilevsky, entonces preparador físico de Bánfield, explicó a Fabbri que “la
técnica para derrotar a Bánfield, que era un equipo que demostraba tener
solvencia física en la cancha era tirar la pelota afuera, parar el juego, no
empezar, poner nerviosos a los jugadores. La pelota se iba afuera, y cuando la
iban a sacar, el DT Mario Fortunato decía a sus jugadores ‘¡pará, pará, todavía
no la saques!’”
En ese partido
hubo dos situaciones polémicas según consigna el diario “El Mundo” como cuando
el juez inglés Harry Dickes anuló un gol de Sánchez Lage, que cobró posición
adelantada en medio de una rechifla y airadas protestas visitantes y enseguida,
tampoco otorgó un penal para Bánfield tras un remate de Miguel Converti que fue
desviado con la mano por Esquide (otros medios dicen que fue Espinosa.).
José María
Sánchez Lage contó su gol anulado a Víctor Raffo en su libro “Bánfield, campeón
moral 1951” (1996).: “Fue una pelota que recibí en mi campo. Empecé a correr,
gambeteé a Montero, y desde cuarenta metros, como vi que Isaac López estaba
adelantado, le pateo y sigo corriendo, pega en el travesaño y como venía me
tiro y la meto de cabeza, un golazo impresionante, el mejor de mi vida”
Raffo cuenta que
Dickes –que sólo dirigió a Bánfield en ese partido en todo el año- convalidó el
gol pero Fortunato, el DT de Chacarita y estaba detrás del campo, corrió al
árbitro, lo tomó de los hombros y lo sacudió, y el árbitro dio marcha atrás en
su resolución. “Todos festejando arriba mío, casi me ahogan y cuando me
levanto, me dicen “te lo anuló”. ¿Cómo? Me quise morir. Salí corriendo al
referee, me puse como no te imaginás. Si me dejaban agarrarlo, lo mataba”.
El diario sureño
“Regional” escribió: “Cuando Mr Dickes, a solas con su consciencia, recuerde
que él malogró los esfuerzos de toda una temporada y los anhelos de miles de
aficionados, estamos seguros de que se arrepentirá de su triste actuación de
ayer y le vendrán ganas de irse para su tierra natal y recién entonces estará
tranquilo, pues aunque no obtenga el perdón se habrá ganado e olvido”.
Tras ese
partido, Bánfield tuvo que esperar bastante tiempo sin jugar porque el domingo
siguiente se suspendió el campeonato por las elecciones presidenciales en las
que fue reelecto Perón y fue la primera en la que las mujeres fueron habilitadas
a sufragar por ley.
El 18 de
noviembre, con Bánfield libre. Racing tuvo la gran ocasión de visitar a Atlanta
y de ganar, quedar como único líder con un punto de ventaja y poder luego
definir como local ante Lanús, pero Atlanta peleaba por no descender contra
Quilmes y Gimnasia. Se jugó como si fuera una final y terminó 1-1, por lo que
Racing y Bánfield quedaron iguales en la punta para la última fecha. Ese mismo
día, San Lorenzo y River animaron en Boedo el primer partido televisado de la
historia del fútbol argentino.
La última fecha
se jugó el 25 de noviembre, y los dos ganaron sus partidos. Racing ante Lanús
(5-3) y Bánfield a Independiente (5-0) en un contexto en el que las dos
hinchadas se unieron para alentar a los del “Taladro” en la ya imaginada final
con Racing de días más tarde, mientras el árbitro Wilbraham se equivocó dando
por terminado el cotejo 5 minutos antes y hubo una tremenda invasión de cancha,
y cuando se reanudó, tres jugadores se quedaron en el vestuario por no tener
camisetas (Cecconato y Lacasia, de Independiente y Sánchez Lage de Bánfield).
El diario
“Clarín” sostuvo entonces que “Cualquiera sea el resultado de la
final, Bánfield ya es campeón. No por compartido su primer puesto es menos
legítimo y autenticador de una campaña incuestionable”, mientras que “Crítica”
sostuvo que Bánfield “es un símbolo de una nueva época en el fútbol donde no
todo puede ser primacía de unos privilegiados cuya potencialidad económica les
permitió atraer hacia sí las figuras más cotizadas y así copar entre ellos las
definiciones de los torneos de primera división”. Por su parte, el periodista
de “El Gráfico” Félix Daniel Frascara, la campaña de Bánfield “habría que
enmarcarla como un hecho realmente excepcional. Es el Colón del fútbol.
Descubrió que un equipo chico puede ser campeón. Un Racing vencedor no es
novedad, es algo común ya”.
Una vez que se supo que Racing y Bánfield jugarían
la final para decidir el campeón, el país futbolístico se dividió en dos, los
hinchas de la Academia y el resto, mientras los medios de comunicación los
separaban entre los poderosos y los humildes, y la situación se politizó al
extremo. Allí aparecieron los que sostenían que Cereijo, ministro de Hacienda,
presionaba para que ganara Racing mientras que Eva Perón hacía lo propio por
Bánfield.
El diario “La Época” reflejó lo que ocurría. “Es
verdad. La voz de toda la República es una sola: ¡Ojalá que Bánfield salga
campeón! ¡Qué suerte! El billete del Gordo cayó todo entre gente humilde. El
pueblo siempre está con los más humildes y desea que un pobre también tenga el
orgullo de lograr un campeonato”.
El mismo día en el que Bánfield goleaba a
Independiente 5-0 y quedaba primero en la tabla final, junto a Racing, el club
del sur emitía un comunicado en el que expresaba que el primer lugar “no hace
más que ratificar –una vez más- que la era de la Justicia pregonada y aplicada
por el presidente de los argentinos, el general Perón, se manifiesta en todas
las actividades de la vida nacional y por ello, Bánfield quiere dedicar
fervorosamente su día de gloria, el día de una modesta y humilde institución a
la que ha consagrado su vida y sus afane al apoyo de los humildes: Eva Perón. Y
con esta dedicatoria, formula el más ferviente anhelo por su restablecimiento,
para que pronto pueda continuar su obra de amor y de fe”.
Si el periodista
e historiador Pablo Ramírez llegó a decir en 1988 que “casi todos los
integrantes del plantel campeón se convirtieron en felices poseedores de un
automóvil Chevrolet modelo 1951”, el sociólogo Juan josé Sebreli sostuvo que
“cinco jugadores de Bánfield fueron sobornados para ir a menos” en aquella
final, cosa que desmiente terminantemente el ex delantero del “Taladro” Gustavo
Albella a Germán Ferrari en su excelente artículo “Las finales de 1951 entre
Racing y Bánfield, cuando Sportivo Cereijo venció al equipo de la Nueva
Argentina de Perón y Evita”: “por más que hyayan dicho que algunos nos pudimos
haber vendido, no había plata que nos pudiera dar otro club para igualar lo que
habríamos ganado nosotros si salíamos campeones”. En 1967, Albella había sido
consultado por “El Gráfico” sobre aquella final: “Honestamente, no merecimos
perder. Jugamos como leones, pero nos mataron los nervios…y otras cosas”.
Mario Boyé, el
goleador de la final, se atrevió a dar alguna pista más, aunque sin precisiones
a la revista “Sport” en mayo de 1967. “Ciertas situaciones políticas habían creado
un clima adverso contra nosotros. Y lo más lindo es que esa acusación era falsa
porque ellos tenían más respaldo oficial que Racing. A nosotros se nos acusaba
de acomodo pero la verdad es que teníamos un cuadrazo y ellos también. No
llegamos a la final de carambola sino porque lo merecíamos. Quiero dejar en
claro que ganamos por mejores y no por ayuditas externas”.
Boyé insiste en
que “todos estaban contra nosotros y Cereijo se acercó a decirnos que, como
Evita era la abanderada de los humildes, quería que el campeón fuera Bánfield,
un equipo chico. Nos dijo que hiciéramos lo que quisiéramos. Le respondimos que
de ninguna manera íbamos a dar la más mínima ventaja. Y él nos terminó
ofreciendo la recaudación de los dos partidos. En el entretiempo del segundo
partido vinieron al vestuario Cereijo y el mayor Aloé –a cargo del grupo de la
editorial Haynes, que publicaba el diario “El Mundo”- y me recriminaron mi
actuación. Les dije que antes del minuto 7 iba a tener un gol y listo. Lo hice
al minuto, desde afuera del área. Fue el gol más impopular de mi carrera, pero
nos significó 18000 pesos a cada uno. Y era mucha plata”.
El diputado
nacional Adolfo Bianchi Silvestre, peronista, era del círculo íntimo de Evita y
estaba a cargo del diario “Regional” que se editaba en Lomas de Zamora. Un año
antes, había sido clausurado el diario “La Unión” y Bianchi Silvestre se
comprometió a salvarlo, por sugerencia de la primera Dama, y entonces, junto al
presidente de la AFA, Valentín Suárez, y el brigadier Claudio Mejía, le
hablaron sobre Bánfield a la “Abanderada de los Humildes” sobre esa final. Le
dijeron que al equipo del sur “lo iban a agarrar a patadas, de guapo, que
Racing era el caballo del comisario. Y eso no era justo”, según le contó
Bianchi a Víctor Raffo en 2005.
No tuvieron una
respuesta concreta pero “conociéndola como la conocí puedo decir, tal vez me
equivoque, que Evita quería que ganara Bánfield. En el fondo, pero
políticamente, a Evita le convenía no decir eso. Racing era un cuadro
extraordinario y movía media afición del fútbol. Evita no podía ponerse contra
Bánfield ni contra Racing, pero los corazoncitos están siempre por algún lado”.
Además, “Regional” sacó una cruzada pro-campeonato
para recaudar fondos para entregárselos al equipo si salía campeón.
Una de las
preguntas que más circularon es si existió alguna reunión entre Evita y
Cereijo. “Yo no sé si conversaron en privado, pero en general, entre varias
personas, conversaron varias veces. Valentín Suárez y yo estuvimos presentes y
defendíamos a Bánfield”, llegó a admitir Bianchi Silvestre. El periodista
Roberto Di Sandro, en cambio, aseguró que al menos hubo una conversación entre
Cereijo y Evita. “Don Ramón –lo quería mucho porque era el administrador de la
Fundación Eva Perón- podemos hacer que gane Bánfield el campeonato”. “No, sería
interesante, pero no se olvide que no podemos hacer ese tipo de cosas porque es
un campeonato donde están jugando una final”. “Está bien, está bien, le dijo
Evita. Esta fue una conversación entre ellos que con el tiempo uno la conoció.
Porque ella quería que saliera campeón un equipo chico, humilde. Fue una
especie de humor de Evita, una ironía de Evita, no para entregar el partido,
sino para ver si podía hacer algo por un humilde”, relató a Germán Ferrari en
una entrevista personal realizada en noviembre de 2004.
Otro periodista,
Eduardo Rafael, ratificó el interés de la primera Dama por Bánfield. Tenía la
Fundación Eva perón donde hoy está la Legislatura de Buenos Aires y le preguntó
al comentarista radial Enzo Ardigó “Vos que sabés de fúrbol. ¿qué pasa que los
empleados hace una semana que no trabajan? Se la pasan discutiendo de fútbol”.
Cuando el periodista le explicó que se estaba por jugar la final entre Racing y
Bánfield, Evita le preguntó “¿y cuál es el más humilde de los dos?” y Ardigó le
respondió “Bánfield, el más pobre de los dos es Bánfield”. “Bueno, yo quiero
que hagas que gane Bánfield”, le dijo, según se cita en “Evita Capitana”, una
cinta cinematográfica de Nicolás Malowicki.
“Debo
ser sincero y decir que un par de días antes del partido, el plantel comió con
Cereijo en el restaurante “El Sorrentino”. No nos dio una orden. Ni siquiera
una sugerencia, pero nos dijo que Evita prefería que el campeón fuera Bánfield.
Lo tomamos con naturalidad y salimos a ganar el partido”, confesó el delantero
de Racing Ezra Sued a “Clarín” en 2001, al cumplirse los 50 años de aquella
final.
“A nosotros, nadie nos regaló nada. Decían que
corríamos con el caballo del comisario pero la única verdad es que fue un
equipazo, con jugadores de gran jerarquía”, resaltó el delantero Manuel Blanco.
El ex jugador de Bánfield Héctor D’Ángelo recordó
“un mensaje de la compañera Evita que nos deseaba suerte” y la promesa de Raúl
Apold –que manejaba el área de Comunicación del peronismo- de que si salíamos
campeones teníamos un coche para cada uno. Era un buen regalo, pero
políticamente también era muy bueno que saliéramos campeones”. Su compañero
Albella admitió que el funcionario los visitó a la concentración en Ezeuiza y
les ofreció “cuatro o cinco” Mercedes Benz “para que los vendiéramos, nos los
quedásemos nosotros o hiciéramos lo que quisiéramos, siempre y cuando le
ganáramos a Racing porque Evita estaba cansada de que el ministro Cereijo
hiciera mandar tanto en Racing (sic) y que nos ganen de prepo”, según cuenta en
el mismo trabajo de Malowicki, de 2000.
En cambio, para Sued, de Racing, el mensaje de
Evita, vía Cereijo, “era moralmente inconcebibled. Consideraban que la
consciencia individual era como una pelota de fútbol que se podía jugar con
ella” y contó que ante la negativa de ellos, Cereijo les vaticinó “Yo me voy a
jugar el puesto”.
Horas antes de la final, los jugadores de Bánfield
abandonaron la concentración del country Allá en el Sur, en Ezeiza, y pasaron
por la sede social del club para almorzar luego en “La Guillermina”, un
conocido bar de la zona, ya desaparecido. De acuerdo con loi que señala Raffo,
en medio del almuerzo entró el socio Salvador Signorelli, que era funcionario
del edificio Alas, donde se manejaba la prensa del Gobierno, se acercó al
escribano y prosecretario del club, Jaime Streger, y le presentó a Raúl
Apold, secretario de Prensa y Difusión
de la Presidencia y éste se sentó en la cabecera de la mesa del plantel y dijo
“vengo por expreso pedido de la señora Eva Perón para brindarle todo el apoyo
moral a Bánfield y desearle éxito”.
Uno de los hechos más comentados fue el del arquero
de Racing Antonio Rodríguez, que dejó de jugar a cuatro partidos de terminar el
torneo porque se presentó como candidato a intendente de Vicente López en las
elecciones del 11 de noviembre en las que también fue reelecto Perón. Rodríguez
fue consultado por Bernardo Neustadt, entonces en la revista “Racing” –que
llegó a tirar 150.000 ejemplares en ese mes de diciembre de 1951- sobre si iba
a dejar el fútbol, a lo que respondió afirmativamente a cinco días de terminar
el año.
Racing lo reemplazó en 1952 con Manuel Graneros,
justamente arquero de Bánfield, que había llegado a cambio de Héctor Grisetti,
conocido como “El arquero suicida” por la forma en arrojarse al cuerpo de los
atacantes rivales, y que reemplazó a Rodríguez en los partidos finales.
Se llegó a decir que Rodríguez no atajó en las
finales por pedido de Evita. Los carteles de su campaña a intendente de Vicente
López decían “Rodríguez-Perón-Aloé” por lo que el humorista Aejandro Del Prado,
“Calé”, ironizó en “El Gráfico”: “Pensar que antes jugaba con Higinio García y
García Pérez” (en referencia a los dos zagueros de Racing). Rodríguez adujo una
lesión incomprobable y tras las finales, confesó que no quiso jugar para no
enfrentarse al deseo de Evita de que ganara Bánfield ya que aspiraba a un cargo
político. Finalmente, resultó electo.
Tras el partido, “El Mundo” consideró que “en el
concepto del hincha este campeonato ha dejado dos campeones” y explicó que no
se trataba “de subestimar la calidad indiscutida de campeón auténtico que tiene
Racing sino de ver en Bánfield a otro campeón, campeón moral, recogiendo esta
expresión a que es tan afecto el hombre de la tribuna cuando quiere otorgar ese
título en la medida que todos conocemos”.
Ese concepto de “campeón moral” para Bánfield se
iría extendiendo en la prensa oficialista como antes había ocurrido un año
antes cuando Juan Manuel Fangio obtuvo el segundo puesto en el certamen de
Fórmula Uno detrás del italiano Giuseppe Farina. “El Mundo”, en ese mismo
número, publicó un póster central con imágenes del partido y de las
alineaciones de los equipos y a junto a la de los albiverdes, se leía “Campeón
moral”.
Desde el diario “Regional” hasta el noticiero
cinematográfico “Sucesos argentinos” – que señalaba que “Banfield, el chico
sobrealimentado con vitamina atómica, fue el campeón moral desde su poderoso
segundo puesto”. Aquella distinción simbólica fue recogida tiempo después por
la dirigencia de Banfield para bautizar a una de las tribunas cabeceras del
estadio, una denominación que perduró hasta comienzos de la década de
1990- usaron el eslogan para referirse al
subcampeón.
“¡Racing
campeón! ¿La contra? Que en paz descanse”. Con este título, la revista “Racing”
graficaba en su tapa la politización de las finales del torneo de ese año. La
utilización del término contra remite a la división establecida desde el
peronismo de aquella época entre los “contreras”, es decir, los opositores, y
los seguidores de Perón y Evita. En términos futbolísticos aludía, por un lado,
a Banfield y el resto de las parcialidades ‒“la contra”‒; y, por otro, a los
fieles de la Academia. El titular de “Racing” estaba acompañado por una
fotografía del arquero Grisetti, tirado sobre el área de la cancha de San
Lorenzo, durante el incidente producido antes de comenzar la segunda final.
Como epígrafe, el siguiente texto: “Adrede hemos elegido esta escena para que
ilustre nuestra portada en este momento culminante de la vida de Racing. La
agresión cobarde, vil, de que fue objeto Héctor Grisetti, a quien con una honda
le arrojaron un bulón de hierro, remache de diez centímetros de largo, que le
dio en el hueso cervical y que de haberlo golpeado en la nuca habría podido
tener consecuencias fatales. Este atentado traduce con toda elocuencia el clima
que le creó a Racing la propaganda aviesa. Grisetti, abatido en el piso, es la
pintura más fiel de cómo se ganó el campeonato, “contra todos”. Por eso la elegimos.
Nada más que por eso”.
El primer partido, dirigido por Wilbraham, aburrido
y 0-0, con Grisetti “el arquero suicida” en Racing y Graneros, ex Racing, en
Bánfield (habían. cambiado los arqueros
al comenzar la temporada). Bert Cross dirigió el segundo, 1-0. Juan José
Pizzutti también pasó a Racing ese año. En 1950, Racing pudo dar la vuelta en
Bánfield y perdió 3-0 ese día.
La primera de las dos finales, que terminó 0-0, fue
dirigida por Wilbraham, y la segunda, ganada por Racing 1-0, por orto inglés,
Bert Cross, y se recaudaron 187 877 pesos.
Racing disputó ese partido con Héctor Grisetti;
Higinio García, José García Pérez; Juan Giménez, Alberto Rastelli, Ernesto
Gutiérrez; Boyé, Manuel Ameal, Rubén Bravo, Llamil Simes y Ezra Sued.
Banfield alineó a Manuel Graneros; Osvaldo Ferretti,
Luis Bagnato; Domingo Capparelli, Eliseo Mouriño, Héctor D’Angelo; Miguel
Converti, José Sánchez, Albella, Nicolás Moreno y Raúl Tolosa.
Al día siguiente de la final, “Mundo Deportivo” destacó en una fotografía que al
terminar el partido, el arquero Graneros y el presidente Florencio Solá se
acercaron “hidalgamente” “a saludar a los vencedores y compañeros de siempre”.
Y hasta Evita había querido ver esa definición por
la flamante pantalla de LR3 Radio Belgrano TV Canal 7, mientras se reponía en
la residencia presidencial de avenida Alvear tras la operación que había
sufrido un mes antes. “Es cierto, es cierto. Vio la final. No le puedo decir si
sufrió o no, me da la impresión de que debió haber sufrido, pero la quiso ver.
Pero como era ella tan sensible a la humildad, debió haber sufrido”, apuntó el
periodista Roberto Di Sandro, acreditado desde 1947 en la Casa de Gobierno a
Germán Ferrari en su artículo dentro de la magnífica obra “El deporte en
el primer peronismo” de Ranaán Rein y
Claudio Panella.
La primera dama había sido internada el 3 de
noviembre en el Policlínico Presidente Perón de Avellaneda, y operada tres días
después. El 11 de noviembre había votado desde la cama del hospital.