“Cuando nací,
Dios apuntó con el dedo y dijo ‘ese es’”, suele decir cuando le preguntan por
su exitosa carrera de futbolista. El brasileño Romario saca a pasear todo su
ego, respaldado en los 1002 goles que
dice haber señalado (la FIFA le reconoce 930) y en todos los títulos que
consiguió, entre ellos el mundial de 1994 –en el que fue gran figura-, las
Copas América de 1989 y 1997 y el haber sido el único futbolista en ser catorce
veces goleador de un certamen, según la Federación de Historia y estadística de
Fútbol (IFFHS).
Romario De Souza
Faría, también conocido en Brasil como “O Baixinho” (El Bajito), nació en Río
de Janeiro el 29 de enero de 1966 y se crió en un barrio de favelas
Jacarezinho, en una casa en la que su madre, Manuela Ladislau, siempre aceptó
que estuviera detrás de una pelota desde los tres años, cuando su padre
Edevair, fanático del club carioca América, fundara el “Estrelinha”.
Para Romario,
acceder al Vasco da Gama fue un doble éxito, porque se había ido a probar antes
al club, pero por su baja estatura le dijeron que sólo servía “para limpiar
coches”, lo que motivó que pasara al Olaria Atlético Clube. Unos ojeadores del
club viscaíno lo vieron jugar cuando tenía doce, y se lo llevaron para las
divisiones inferiores, cuando ya su familia vivía en Vila da Penha.
Con el tiempo,
se convertiría en el gran ídolo del estadio Sao Januario. Debutó en Primera en 1985 y jugó en el Vasco
da Gama hasta 1988 y llegó a ser campeón carioca en 1988 y goleador del
campeonato brasileño en 1986 y 1987. En 1988,
cuando fue medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl con la
selección brasileña y máximo anotador de ese torneo, fue transferido al PSV
Eindhoven, donde jugó hasta 1993, y fue tres veces campeón de Liga en 1989,
1991 y 1992 y goleador en 1989, 1991 y 1993 y dos Copas de Países Bajos, 1989 y
1991 con una marca total de 165 goles en 163 partidos, más de un gol por
partido de promedio.
En ese tiempo,
el PSV era campeón de Europa y llegó a jugar la Copa Intercontinental contra
Nacional de Montevideo en Japón. “Es el jugador más interesante de todos los
que me tocó trabajar”, llegó a confesar el experimentado entrenador Guus
Hiddink, quien recuerda que antes de los partidos importantes, cuando había
algunos nervios, “él se me acercaba y me decía ‘coach, tranquilo. Romario va a
marcar y vamos a ganar’. Y efectivamente sucedía. En ocho de cada diez
partidos, marcaba el gol de la victoria”.
En 1993 pasó al
Barcelona –campeón europeo de la temporada anterior- por 10 millones de
dólares. En su primera temporada en el “Dream Team” de Johan Cruyff (junto a
Hristo Stoichkov, Ronald Koeman, Michael
Laudrup y Josep Guardiola) marcó 30 goles y fue campeón de Liga, con un récords
sólo superado por Lionel Messi en 2011/12, con cinco tripletes en la misma
temporada (entre ellas, dos veces al Atlético Madrid y una al Real Madrid).
En uno de esos
dos clásicos de la temporada ante el Real Madrid, sorprendió al mundo
regateando a Rafael Alkorta con una “cola de vaca” tras un pase de Guardiola,
para definir ante el arquero Francisco “Paco” Buyo en el 5-0 en el Camp Nou.
Sin embargo,
allí comenzaron los problemas de Romario fuera de la cancha. Extrañaba la vida
de Brasil, las salidas nocturnas y no le gustaba en absoluto la disciplina
europea. Más de una vez, tuvo discusiones con Cruyff por esta razón, hasta que
llegaba su propuesta: “si marco dos goles en el próximo partido, ¿me dejas
viajar a Brasil?” y el holandés aceptaba.
“O Baixinho” salía entonces motivado
a la cancha, marcaba los goles prometidos, y viajaba. “Tenía una calidad
asombrosa. Hasta sin esforzarse, hacía cosas geniales”, reconoció su ex DT años
más tarde.
Al terminar esa
temporada, en la que fue campeón y “Pichichi”, es que se consagró campeón
mundial en Estados Unidos y también ganó
la Supercopa de España. Y en ese verano, antes del Mundial, llegó con el
Barcelona a la final de la Champions de
Atenas ante el Milan, pero perdieron 4-0 (luego, el equipo de Fabio Capello
disputó entonces la intercontinental ante Vélez Sársfield y cayó 2-0 en Japón).
El problema
llegó tras ganar el Mundial, con un enorme festejo que hizo que retrasara su
vuelta al Barcelona por tres semanas. Su deseo era regresar a Brasil en forma
definitiva tras seis años en Europa, donde nunca se compró una casa y vivía
permanentemente en hoteles. Él mismo reconoció luego que jugó expresamente a un
bajo nivel para forzar una salida en el mercado de invierno de principios de
1995 y así es que consiguió irse al Flamengo por mil millones de pesetas (6,6
millones de euros) que el Barcelona terminó aceptando cuando le quedaba un año
y medio de contrato, hasta mediados de 1996.
En el Flamengo
jugó dos temporadas en las que marcó 59 goles en 59 partidos y fue el máximo
goleador en 1996, año en el que regresó al Valencia por un tiempo muy corto,
pero chocó por su conducta contra Luis Aragonés (allí coincidió con Ariel
Ortega y Claudio López) y regresó enseguida a Brasil, pero en marzo de 1997,
Jorge Valdano reemplazó a Aragonés y pidió regreso en el verano de 1997 y ya
coincidió también con Fernando Cáceres y David Albelda.
Con Valdano –que
lo definió como “un jugador de dibujos animados”- tuvo toda clase de libertades
y rindió de manera espectacular y también en la selección brasileña en pareja
con Ronaldo, en lo que se proyectaba como un gran Mundial de Francia. Sin
embargo, todo se derrumbó en la pretemporada cuando Romario se lesionó, estuvo
tres partidos sin jugar, que el Valencia perdió. Valdano fue destituido, llegó
en su lugar el italiano Claudio Ranieri, y entonces “O Baixinho” volvió a
chocar otra vez por cuestiones disciplinarias y quiso regresar otra vez a
Brasil.
Con Flamengo
ganó la primera edición de la Copa Mercosur en 1998 y el Carioca 1999, y en
2000 volvió al Vasco da Gama y fue
campeón del Brasileirao y la Copa Mercosur y fue goleador de los dos torneos y
elegido mejor jugador sudamericano del año.
En 2002 pasó al Fluminense y en 2003 se fue a
Qatar para jugar en Al Saad por unos meses y volvió, y otra vez tuvo problemas
de comportamiento con su DT, Alexandre Gama y fue despedido del club aún con 48
goles en 77 partidos. Volvió al Vasco enseguida y en 2005 a los 39 años, fue
otra vez goleador de Brasil con 22 conquistas antes de irse a jugar a la United
Soccer League, al Miami FC, donde fue el máximo goleador en 2006 y en ese mismo
año jugó en el Adelaide United de Australia.
Una fecha
emblemática para Romario es la del 20 de mayo de 2007, cuando con 41 años,
marcó lo que según él mismo fue su gol 1000 de su carrera – la FIFA le otorga
930- en un partido por la segunda fecha en la que su equipo, el Vasco da Gama,
venció 3-1 al Sport Club Recife. De esta forma, tras Pelé, se convertía en el
segundo jugador brasileño –otros historiadores indican que hubo un tercero,
Arthur Friedenreich, que marcó 1379 entre 1909 y 1935- en llegar a esa
legendaria cifra.
En esa ocasión,
Pelé destacó las grandes coincidencias entre su milésimo gol, marcado en 1969,
y el que convirtió Romario. “Estaba haciendo fuerza por él y me puso muy feliz
por ser él otro brasileño en el escenario mundial con mil goles”- aseguró entonces
Edson Arantes do Nascimento en una entrevista con el canal “SportTV”-. Hasta
bromeé con él porque parece un alumno especial. Hizo el gol de penal, como yo,
disparó al ángulo derecho, exactamente como yo aquella vez. Sólo le faltó
ofrecerlo a los niños, como hice yo”, broméo “O Rei”.
Al seguir
enumerando las coincidencias entre ambos en el momento de marcar el gol mil,
Pelé destacó que en su vuelta olímpica de los festejos posteriores se sacó la
camiseta del Santos y se puso una del Vasco da Gama (su rival de entonces),
mientras que Romario hizo su recorrido con la pelota entre sus manos. “Él dijo
que estaba tenso a la hora de ejecutar el penal y yo también lo estaba. Eran
más de cien mil personas gritando ni nombre y él también debe haber pasado por eso”.
Sin embargo, en
el momento del gol mil de Romario, en el estadio Sao Januario del Vasco da
Gama, en Río de Janeiro, había 16808 espectadores. Otra vez bromeando, Pelé
lanzó entonces un desafío para su compatriota: “ahora sólo le faltan 282” en
alusión a los 1282 que marcó en toda su carrera, pero a pesar de los 41 años, Pelé
afirmó que Romario podía jugar un poco más. “Ya le oí decir que mientras esté
caminando, seguirá jugando. Está haciendo lo que le gusta, lo que ama.
Entonces, tiene que hacerlo”.
Una de las
críticas que se le formuló entonces a Romario es que para llegar a los mil
goles, contabilizó los que convirtió en divisiones inferiores y en partidos no
oficiales. Otros estudios lo convertían en el segundo máximo anotador de la
historia con 772 goles oficiales detrás del austríaco Josef Bican (805) y por encima de Pelé (767) y por ahora, del
portugués Cristiano Ronaldo (758). Para la Federación Internacional de Historia
y Estadística de Futbol (IFFHS) se trata del único futbolista que fue 14 veces
goleador de un certamen de Primera División (10 en Brasil, 3 en Países Bajos y
1 en España).
En octubre de
2007, Romario se dio el gusto de ser al mismo tiempo jugador y entrenador de
Vasco y el 15 de abril de 2008 anunció su retiro del fútbol durante el
lanzamiento de un DVD de su carrera llamado “Romario es gol” y ante las cámaras
de TV.
Sin embargo, se
dio el lujo de jugar un par de partidos para el América RJ en 2009 en homenaje
a su padre, Edevair, hincha fanático de
este equipo y lo ayudó a ganar el título “Carioquinha” de Segunda división.
En la selección
brasileña, debutó el 23 de mayo de 1987 ante Irlanda en Dublín, con derrota
1-0, y su primer gol lo marcó el 28 de abril de ese mismo año en otro amistoso
ante Finlandia (3-2). Obtuvo la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de
Seúl 1988, en los que su equipo eliminó al seleccionado argentino de Carlos
Pachamé en octavos de final y fue el autor del gol de la final que Brasil le
ganó en el Maracaná 1-0 a Uruguay por la final de la Copa América 1989.
Ya era una gran
figura cuando se acercaba el Mundial de Italia 1990 pero meses antes tuvo una
fractura y llegó milagrosamente al torneo, aunque como suplente de Antonio
Careca, convocado a último momento por el director técnico Sebastiao Lazaroni y
sólo terminaría ingresando algunos minutos ante Escocia, por la fase de grupos.
La relación de
Romario con la selección brasileña tuvo muchos altibajos, porque pese a su gran
rendimiento, sus permanentes choques con los entrenadores o sus problemas de
indisciplina lo iban alejando de los equipos, a lo que se sumaban sus quejas
por no ser convocado y hasta sus llantos públicos ante las cámaras de TV cuando
era excluido de algún torneo importante.
En 1992 no eran
tenido en cuenta por el entrenador Carlos Alberto Parreira cuando la selección
brasileña comenzó a complicarse en el camino al Mundial de los Estados Unidos y
los hinchas comenzaron a reclamar su presencia. La circunstancia de una
inesperada lesión de Müller le dio la posibilidad de ingresar como titular en
el decisivo partido ante Uruguay en el Maracaná, y aclamado por el público, en
una actuación histórica, marcó los dos goles de su equipo, que así pudo
clasificarse para el Mundial de los estados Unidos. Romario siempre sostiene
que ese fue el mejor partido de su carrera con la camiseta verdeamarilla.
El Mundial 1994
fue el gran torneo de la carrera de Romario, en dupla con Bebeto. Marcó cinco
goles y el segundo penal de la tanda de cinco de la final ante Italia en Los
Ángeles y se convirtió definitivamente en una estrella, amado por sus
compatriotas, y a fines de ese año fue elegido como FIFA World Player.
“Parece que
nacimos jugando juntos. Teníamos una comprensión muy fácil en la cancha.
Tuvimos una relación perfecta, fue cosa de Dios. Llevará tiempo para que aparezca una dupla
como la nuestra. Jugué con muchas estrellas pero él fue mi mejor compañero, sin
dudas. La nuestra fue una de las mejores duplas ofensivas de la historia del
fútbol brasileño”, afirmó Bebeto tiempo después.
En 1997 parecía
proyectarse otra vez para Romario un gran Mundial de Francia en una dupla letal
con Ronaldo Nazario, una presunción que aumentó cuando ganaron juntos en
Bolivia la Copa América 1997 y en ese mismo año, la Copa Confederaciones de
Arabia Saudita. Pero para 1998 se lesionó de gravedad y no fue tenido en cuenta
por el DT Mario Zagallo, pero especialmente por Arthur Antunes Coimbra, “ Zico”,
también miembro del staff, con quien ya había tenido problemas personales, y
llegó a llorar en cámara en medio de una enorme polémica porque era pedido por
gran parte del público y la prensa.
Sin embargo,
Romario se quedó sin Mundial de Francia y definitivamente quedó enfrentado con
Zico, al punto de que en 2005 fue condenado a pagarle 22.200 dólares por “daños
morales” al utilizar su imagen en la puerta de los baños de un bar ya
desaparecido que había instalado en Río de Janeiro.
Después de casi
cuatro años, volvió en junio de 2001 ante Uruguay por la clasificación para el
Mundial 2002 pero esta vez Brasil perdió
1-0 en Montevideo. El equipo andaba muy mal y su DT, Luiz Felipe Scolari, le cedió
la capitanía y el liderazgo, aunque eso se rompió cuando se negó a ir a la Copa
América de ese año en Colombia y generó la negativa del cuerpo técnico. Igual
que en 1998, hubo presiones y ruegos para que Scolari lo incluyera para el
Mundial 2002, pero no ocurrió. Y Brasil fue campeón igual.
Se despidió de
la selección el 27 de abril de 2005 en un amistoso ante Guatemala (3-0) con un gol a los 38 minutos
del primer tiempo, y al convertirlo dio una vuelta olímpica en medio de una
ovación.
“Mucha gente ha
reclamado para sí el título de “Rey de Río” pero yo no quiero esa corona. Me
gusta decir, más bien, que soy el rostro de Río. Aunque muchos creen que soy un
jugador que creció en terrenos de fútbol improvisados, la playa siempre formó
parte de mi carrera porque yo jugaba al fútbol y al voleibol allí. En ella me
siento como en casa”, comentó al sitio “FIFA.com” cuando en 2007 fue convocado
para jugar el Mundial de Fútbol Playa y estaba a punto de terminar su carrera
profesional.
“Como estoy a
punto de poner fin a mi carrera, el fútbol playa me permitirá hacer lo que más
me gusta y competir, jugar para ganar títulos. Es interesante y saludable”,
agregó entonces. Esa convocatoria no había sido casualidad porque el 3 de julio
había aceptado integrar, por invitación de Michel Platini, en ese momento dirigente
de la FIFA, la Comisión Técnica de Desarrollo de la entidad.
Dos años más
tarde, en 2009, tuvo que pasar una noche en la cárcel y luego fue condenado a
dos años y medio de prestación de servicios y una multa de 391000 reales
(223.000 dólares) al no declarar los ingresos recibidos como jugador del
Flamengo en 1996, aunque la sanción original era de tres años y medio de cárcel
y una multa de 890.000 dólares que fue rebajada y por reclamos de su ex mujer
Mónica Santoro, por no haber pagado la pensión alimentaria de dos de sus hijos.
Romario había
terminado acordando el pago en cuotas pero incumplió por tres meses al
declararse en bancarrota. En ese tiempo, también era señalado como uno de los
inversores en una red financiera irregular con el sistema piramidal, que quebró
y dejó a varias personas en quiebra.
“No fui yo quien
mató a Michael Jackson ni quien trajo la Gripe A a Río de Janeiro. No maté a
nadie ni le robé nada a nadie. Parece que me convertí en el villano de Brasil y
no lo soy”, se quejó amargamente entonces durante el lanzamiento del libro
“Romario”, del que dijo que “espero que se venda bastante, ya que estoy
necesitando dinero”. Se trata de una biografía del periodista Marcos Vinicius
Rezende, que relata varias anécdotas del futbolista que llegó a ser llamado
como “El hombre que hacía llover goles”.
Inefable, sus ex
compañeros relatan anécdotas que lo pintan de cuerpo entero. “Hizo cosas que ya
no existen en el fútbol. Tuvimos un partido contra Gremio y estábamos en el
aeropuerto. Cuando subimos al avión, todos nos preguntábamos dónde estaba “O
Baixinho”. Mirábamos alrededor porque siempre llegaba tarde, era el último en
aparecer. Cuando fui a buscarlo, permanecía desde hacía mucho tiempo en primera
clase bebiendo champagne. Todos estábamos en clase económica y sólo en primera clase”, relató con humor su ex
compañero de Vasco da Gama Joao Carlos.
Otro compañero
de Romario en el Vasco da Gama, Anselmo, cuenta en el libro otra anécdota: “El
primer día que llegué al vestuario, mis compañeros me mostraron dónde debía
sentarme. Todos se reían, pero yo no entendía por qué. Fue entonces que me di
cuenta de que estaba sentado en el lugar de Romario. ¡Era el asiento 11, su
número!. En eso, llegó él, riéndose y me dijo ‘acabas de llegar y ya quieres
que te saque del club. ¿De dónde vienes?’. Todos se echaron a reir y me sentí
muy avergonzado. Me disculpé y me fui rápidamente”.
En 2010, Romario
sorprendió al iniciarse en la política nacional como diputado del Partido
Socialista Brasileño (PSB), motivado por una de sus hijas, nacida con el
síndrome de Down. Fue cuando consideró que las personas con capacidades
diferentes no estaban lo suficientemente representadas.
El 19 de febrero
de 2014 anunció su candidatura para el senado tras las elecciones generales en
el país, y fue electo el 5 de octubre con el 63,39% de los votos, aunque en
junio de 2017 dejó el PSB y se unió al partido Podemos (centroderecha), del que
se convirtió en presidente para el Estado de Río de Janeiro y en marzo de 2018
anunció que se postularía para gobernador, pero recibió apenas el 8.6% de los
votos.
También se fue
convirtiendo en un duro crítico de la clase dirigente del fútbol brasileño y
sudamericano. En septiembre de 2013, junto con Diego Maradona y José Luis
Chilavert, se presentaron en un acto organizado por el Corinthians, en San
Pablo, para apoyar al entonces presidente del club paulista, Andrés Sánchez,
que se postulaba para presidir la entidad sudamericana.
En aquella
reunión, un estudio jurídico uruguayo presentó un informe por el que los clubes
sudamericanos habían perdido 120 millones de dólares en los últimos dos años y
que la Conmebol había desperdiciado otros 430 millones en contratos opacos y
omisión de facturación en los libros contables.
“Yo no imaginaba
que existiera una institución más corrupta que la FIFA y la Confederación
Brasileña (CBF), y el problema es que hay cosas peores. El informe que se
presentó es de las peores vergüenzas que he vivido en el fútbol. No puedo creer
toda la corrupción y deshonestidad de esta institución y todo el daño que le ha
hecho a este deporte”, afirmó Romario ante el micrófono, mientras Maradona
exigía que esos dirigentes “fueran presos” (lo que terminó ocurriendo, en buena
medida, dos años después).
Antes de la Copa
América de Brasil 2019 hizo duras críticas al DT de la selección, Tité, de
quien dijo que después de no clasificarse a la semifinal del Mundial de Rusia
2018 “yo lo habría dejado seguir su vida, aunque es un buen entrenador porque
es un tipo que consigue unir al grupo”, reconoció en declaraciones al canal
“SporTV”.
Extravagante,
afirmó que llegó a tener sexo con una de sus tantas novias en el vestuario del
Maracaná, y que “soy ciento por ciento infiel, me defino como un mujeriego por
excelencia, y en mi apogeo de promiscuidad, llegué a acostarme con tres mujeres
distintas el mismo día”.
Se casó tres
veces, primero Mónica Santoro, antes de emigrar a Europa, luego con Danielle
Favatto, en 1996, antes de viajar a Valencia, y en 2002 con Isabelle Bittencourt.
Tiene seis hijos, y se divorció en todos
los casos, y en 2019 apareció nuevamente en pareja con la administrativa Ana
Karoline Nazario, de 22 años. Uno de sus hijos, Romarinho, llegó a jugar en el
Vasco da Gama en el Brasileirao.
“Mago de las
masas, el más querido/odiado por los defensores/Romario es el rey, Romario es
el más grande”, dice la popular canción de “Banda Bel”, con la voz del actor
Ronnie Marruda.
“Romario estará
en la historia del fútbol, al punto de que bien pudo jugar con nosotros en
México 1970. Si eso fuera posible, yo le daría mi camiseta”, llegó a afirmar
nada menos que Tostao, campeón mundial en ese torneo, en el equipo que para
muchos fue el mejor de todos los tiempos.
“Pude haber
marcado muchos más goles o ganado muchos más campeonatos, pero preferí pasarla
bien siempre, porque yo soy así, y así soy feliz”, afirma Romario, convencido.
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