lunes, 11 de enero de 2021

Romario, el gran delantero que fue fundamental para que Brasil ganara el Mundial 1994, amante de las mujeres y las salidas nocturnas, que dice haber llegado a los mil goles en su carrera y que se convirtió en político (Infobae)


 

“Cuando nací, Dios apuntó con el dedo y dijo ‘ese es’”, suele decir cuando le preguntan por su exitosa carrera de futbolista. El brasileño Romario saca a pasear todo su ego, respaldado en los 1002  goles que dice haber señalado (la FIFA le reconoce 930) y en todos los títulos que consiguió, entre ellos el mundial de 1994 –en el que fue gran figura-, las Copas América de 1989 y 1997 y el haber sido el único futbolista en ser catorce veces goleador de un certamen, según la Federación de Historia y estadística de Fútbol (IFFHS).

Romario De Souza Faría, también conocido en Brasil como “O Baixinho” (El Bajito), nació en Río de Janeiro el 29 de enero de 1966 y se crió en un barrio de favelas Jacarezinho, en una casa en la que su madre, Manuela Ladislau, siempre aceptó que estuviera detrás de una pelota desde los tres años, cuando su padre Edevair, fanático del club carioca América, fundara el “Estrelinha”.

Para Romario, acceder al Vasco da Gama fue un doble éxito, porque se había ido a probar antes al club, pero por su baja estatura le dijeron que sólo servía “para limpiar coches”, lo que motivó que pasara al Olaria Atlético Clube. Unos ojeadores del club viscaíno lo vieron jugar cuando tenía doce, y se lo llevaron para las divisiones inferiores, cuando ya su familia vivía en Vila da Penha.

Con el tiempo, se convertiría en el gran ídolo del estadio Sao Januario.  Debutó en Primera en 1985 y jugó en el Vasco da Gama hasta 1988 y llegó a ser campeón carioca en 1988 y goleador del campeonato brasileño en 1986 y 1987. En 1988,  cuando fue medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl con la selección brasileña y máximo anotador de ese torneo, fue transferido al PSV Eindhoven, donde jugó hasta 1993, y fue tres veces campeón de Liga en 1989, 1991 y 1992 y goleador en 1989, 1991 y 1993 y dos Copas de Países Bajos, 1989 y 1991 con una marca total de 165 goles en 163 partidos, más de un gol por partido de promedio.

En ese tiempo, el PSV era campeón de Europa y llegó a jugar la Copa Intercontinental contra Nacional de Montevideo en Japón. “Es el jugador más interesante de todos los que me tocó trabajar”, llegó a confesar el experimentado entrenador Guus Hiddink, quien recuerda que antes de los partidos importantes, cuando había algunos nervios, “él se me acercaba y me decía ‘coach, tranquilo. Romario va a marcar y vamos a ganar’. Y efectivamente sucedía. En ocho de cada diez partidos, marcaba el gol de la victoria”.

En 1993 pasó al Barcelona –campeón europeo de la temporada anterior- por 10 millones de dólares. En su primera temporada en el “Dream Team” de Johan Cruyff (junto a Hristo Stoichkov, Ronald Koeman,  Michael Laudrup y Josep Guardiola) marcó 30 goles y fue campeón de Liga, con un récords sólo superado por Lionel Messi en 2011/12, con cinco tripletes en la misma temporada (entre ellas, dos veces al Atlético Madrid y una al Real Madrid).

En uno de esos dos clásicos de la temporada ante el Real Madrid, sorprendió al mundo regateando a Rafael Alkorta con una “cola de vaca” tras un pase de Guardiola, para definir ante el arquero Francisco “Paco” Buyo en el 5-0 en el Camp Nou.

Sin embargo, allí comenzaron los problemas de Romario fuera de la cancha. Extrañaba la vida de Brasil, las salidas nocturnas y no le gustaba en absoluto la disciplina europea. Más de una vez, tuvo discusiones con Cruyff por esta razón, hasta que llegaba su propuesta: “si marco dos goles en el próximo partido, ¿me dejas viajar a Brasil?” y el holandés aceptaba.  “O Baixinho” salía entonces  motivado a la cancha, marcaba los goles prometidos, y viajaba. “Tenía una calidad asombrosa. Hasta sin esforzarse, hacía cosas geniales”, reconoció su ex DT años más tarde.

Al terminar esa temporada, en la que fue campeón y “Pichichi”, es que se consagró campeón mundial en Estados Unidos y también ganó  la Supercopa de España. Y en ese verano, antes del Mundial, llegó con el Barcelona  a la final de la Champions de Atenas ante el Milan, pero perdieron 4-0 (luego, el equipo de Fabio Capello disputó entonces la intercontinental ante Vélez Sársfield y cayó 2-0 en Japón).

El problema llegó tras ganar el Mundial, con un enorme festejo que hizo que retrasara su vuelta al Barcelona por tres semanas. Su deseo era regresar a Brasil en forma definitiva tras seis años en Europa, donde nunca se compró una casa y vivía permanentemente en hoteles. Él mismo reconoció luego que jugó expresamente a un bajo nivel para forzar una salida en el mercado de invierno de principios de 1995 y así es que consiguió irse al Flamengo por mil millones de pesetas (6,6 millones de euros) que el Barcelona terminó aceptando cuando le quedaba un año y medio de contrato, hasta mediados de 1996.

En el Flamengo jugó dos temporadas en las que marcó 59 goles en 59 partidos y fue el máximo goleador en 1996, año en el que regresó al Valencia por un tiempo muy corto, pero chocó por su conducta contra Luis Aragonés (allí coincidió con Ariel Ortega y Claudio López) y regresó enseguida a Brasil, pero en marzo de 1997, Jorge Valdano reemplazó a Aragonés y pidió regreso en el verano de 1997 y ya coincidió también con Fernando Cáceres y David Albelda.

Con Valdano –que lo definió como “un jugador de dibujos animados”- tuvo toda clase de libertades y rindió de manera espectacular y también en la selección brasileña en pareja con Ronaldo, en lo que se proyectaba como un gran Mundial de Francia. Sin embargo, todo se derrumbó en la pretemporada cuando Romario se lesionó, estuvo tres partidos sin jugar, que el Valencia perdió. Valdano fue destituido, llegó en su lugar el italiano Claudio Ranieri, y entonces “O Baixinho” volvió a chocar otra vez por cuestiones disciplinarias y quiso regresar otra vez a Brasil.

Con Flamengo ganó la primera edición de la Copa Mercosur en 1998 y el Carioca 1999, y en 2000 volvió  al Vasco da Gama y fue campeón del Brasileirao y la Copa Mercosur y fue goleador de los dos torneos y elegido mejor jugador sudamericano del año.

 En 2002 pasó al Fluminense y en 2003 se fue a Qatar para jugar en Al Saad por unos meses y volvió, y otra vez tuvo problemas de comportamiento con su DT, Alexandre Gama y fue despedido del club aún con 48 goles en 77 partidos. Volvió al Vasco enseguida y en 2005 a los 39 años, fue otra vez goleador de Brasil con 22 conquistas antes de irse a jugar a la United Soccer League, al Miami FC, donde fue el máximo goleador en 2006 y en ese mismo año jugó en el Adelaide United de Australia.

Una fecha emblemática para Romario es la del 20 de mayo de 2007, cuando con 41 años, marcó lo que según él mismo fue su gol 1000 de su carrera – la FIFA le otorga 930- en un partido por la segunda fecha en la que su equipo, el Vasco da Gama, venció 3-1 al Sport Club Recife. De esta forma, tras Pelé, se convertía en el segundo jugador brasileño –otros historiadores indican que hubo un tercero, Arthur Friedenreich, que marcó 1379 entre 1909 y 1935- en llegar a esa legendaria cifra.

En esa ocasión, Pelé destacó las grandes coincidencias entre su milésimo gol, marcado en 1969, y el que convirtió Romario. “Estaba haciendo fuerza por él y me puso muy feliz por ser él otro brasileño en el escenario mundial con mil goles”- aseguró entonces Edson Arantes do Nascimento en una entrevista con el canal “SportTV”-. Hasta bromeé con él porque parece un alumno especial. Hizo el gol de penal, como yo, disparó al ángulo derecho, exactamente como yo aquella vez. Sólo le faltó ofrecerlo a los niños, como hice yo”, broméo “O Rei”.

Al seguir enumerando las coincidencias entre ambos en el momento de marcar el gol mil, Pelé destacó que en su vuelta olímpica de los festejos posteriores se sacó la camiseta del Santos y se puso una del Vasco da Gama (su rival de entonces), mientras que Romario hizo su recorrido con la pelota entre sus manos. “Él dijo que estaba tenso a la hora de ejecutar el penal y yo también lo estaba. Eran más de cien mil personas gritando ni nombre y él también debe haber pasado por eso”.

Sin embargo, en el momento del gol mil de Romario, en el estadio Sao Januario del Vasco da Gama, en Río de Janeiro, había 16808 espectadores. Otra vez bromeando, Pelé lanzó entonces un desafío para su compatriota: “ahora sólo le faltan 282” en alusión a los 1282 que marcó en toda su carrera, pero a pesar de los 41 años, Pelé afirmó que Romario podía jugar un poco más. “Ya le oí decir que mientras esté caminando, seguirá jugando. Está haciendo lo que le gusta, lo que ama. Entonces, tiene que hacerlo”.

Una de las críticas que se le formuló entonces a Romario es que para llegar a los mil goles, contabilizó los que convirtió en divisiones inferiores y en partidos no oficiales. Otros estudios lo convertían en el segundo máximo anotador de la historia con 772 goles oficiales detrás del austríaco Josef Bican (805)  y por encima de Pelé (767) y por ahora, del portugués Cristiano Ronaldo (758). Para la Federación Internacional de Historia y Estadística de Futbol (IFFHS) se trata del único futbolista que fue 14 veces goleador de un certamen de Primera División (10 en Brasil, 3 en Países Bajos y 1 en España).

En octubre de 2007, Romario se dio el gusto de ser al mismo tiempo jugador y entrenador de Vasco y el 15 de abril de 2008 anunció su retiro del fútbol durante el lanzamiento de un DVD de su carrera llamado “Romario es gol” y ante las cámaras de TV.

Sin embargo, se dio el lujo de jugar un par de partidos para el América RJ en 2009 en homenaje a su padre, Edevair,  hincha fanático de este equipo y lo ayudó a ganar el título “Carioquinha” de Segunda división.

En la selección brasileña, debutó el 23 de mayo de 1987 ante Irlanda en Dublín, con derrota 1-0, y su primer gol lo marcó el 28 de abril de ese mismo año en otro amistoso ante Finlandia (3-2). Obtuvo la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, en los que su equipo eliminó al seleccionado argentino de Carlos Pachamé en octavos de final y fue el autor del gol de la final que Brasil le ganó en el Maracaná 1-0 a Uruguay por la final de la Copa América 1989.

Ya era una gran figura cuando se acercaba el Mundial de Italia 1990 pero meses antes tuvo una fractura y llegó milagrosamente al torneo, aunque como suplente de Antonio Careca, convocado a último momento por el director técnico Sebastiao Lazaroni y sólo terminaría ingresando algunos minutos ante Escocia, por la fase de grupos.

La relación de Romario con la selección brasileña tuvo muchos altibajos, porque pese a su gran rendimiento, sus permanentes choques con los entrenadores o sus problemas de indisciplina lo iban alejando de los equipos, a lo que se sumaban sus quejas por no ser convocado y hasta sus llantos públicos ante las cámaras de TV cuando era excluido de algún torneo importante.

En 1992 no eran tenido en cuenta por el entrenador Carlos Alberto Parreira cuando la selección brasileña comenzó a complicarse en el camino al Mundial de los Estados Unidos y los hinchas comenzaron a reclamar su presencia. La circunstancia de una inesperada lesión de Müller le dio la posibilidad de ingresar como titular en el decisivo partido ante Uruguay en el Maracaná, y aclamado por el público, en una actuación histórica, marcó los dos goles de su equipo, que así pudo clasificarse para el Mundial de los estados Unidos. Romario siempre sostiene que ese fue el mejor partido de su carrera con la camiseta verdeamarilla.

El Mundial 1994 fue el gran torneo de la carrera de Romario, en dupla con Bebeto. Marcó cinco goles y el segundo penal de la tanda de cinco de la final ante Italia en Los Ángeles y se convirtió definitivamente en una estrella, amado por sus compatriotas, y a fines de ese año fue elegido como FIFA World Player.

“Parece que nacimos jugando juntos. Teníamos una comprensión muy fácil en la cancha. Tuvimos una relación perfecta, fue cosa de Dios.  Llevará tiempo para que aparezca una dupla como la nuestra. Jugué con muchas estrellas pero él fue mi mejor compañero, sin dudas. La nuestra fue una de las mejores duplas ofensivas de la historia del fútbol brasileño”, afirmó Bebeto tiempo después.

En 1997 parecía proyectarse otra vez para Romario un gran Mundial de Francia en una dupla letal con Ronaldo Nazario, una presunción que aumentó cuando ganaron juntos en Bolivia la Copa América 1997 y en ese mismo año, la Copa Confederaciones de Arabia Saudita. Pero para 1998 se lesionó de gravedad y no fue tenido en cuenta por el DT Mario Zagallo, pero especialmente por Arthur Antunes Coimbra, “ Zico”, también miembro del staff, con quien ya había tenido problemas personales, y llegó a llorar en cámara en medio de una enorme polémica porque era pedido por gran parte del público y la prensa.

Sin embargo, Romario se quedó sin Mundial de Francia y definitivamente quedó enfrentado con Zico, al punto de que en 2005 fue condenado a pagarle 22.200 dólares por “daños morales” al utilizar su imagen en la puerta de los baños de un bar ya desaparecido que había instalado en Río de Janeiro.

Después de casi cuatro años, volvió en junio de 2001 ante Uruguay por la clasificación para el Mundial  2002 pero esta vez Brasil perdió 1-0 en Montevideo. El equipo andaba muy mal y su DT, Luiz Felipe Scolari, le cedió la capitanía y el liderazgo, aunque eso se rompió cuando se negó a ir a la Copa América de ese año en Colombia y generó la negativa del cuerpo técnico. Igual que en 1998, hubo presiones y ruegos para que Scolari lo incluyera para el Mundial 2002, pero no ocurrió. Y Brasil fue campeón igual.

Se despidió de la selección el 27 de abril de 2005 en un amistoso ante  Guatemala (3-0) con un gol a los 38 minutos del primer tiempo, y al convertirlo dio una vuelta olímpica en medio de una ovación.

“Mucha gente ha reclamado para sí el título de “Rey de Río” pero yo no quiero esa corona. Me gusta decir, más bien, que soy el rostro de Río. Aunque muchos creen que soy un jugador que creció en terrenos de fútbol improvisados, la playa siempre formó parte de mi carrera porque yo jugaba al fútbol y al voleibol allí. En ella me siento como en casa”, comentó al sitio “FIFA.com” cuando en 2007 fue convocado para jugar el Mundial de Fútbol Playa y estaba a punto de terminar su carrera profesional.

“Como estoy a punto de poner fin a mi carrera, el fútbol playa me permitirá hacer lo que más me gusta y competir, jugar para ganar títulos. Es interesante y saludable”, agregó entonces. Esa convocatoria no había sido casualidad porque el 3 de julio había aceptado integrar, por invitación de Michel Platini, en ese momento dirigente de la FIFA, la Comisión Técnica de Desarrollo de la entidad.

Dos años más tarde, en 2009, tuvo que pasar una noche en la cárcel y luego fue condenado a dos años y medio de prestación de servicios y una multa de 391000 reales (223.000 dólares) al no declarar los ingresos recibidos como jugador del Flamengo en 1996, aunque la sanción original era de tres años y medio de cárcel y una multa de 890.000 dólares que fue rebajada y por reclamos de su ex mujer Mónica Santoro, por no haber pagado la pensión alimentaria de dos de sus hijos.

Romario había terminado acordando el pago en cuotas pero incumplió por tres meses al declararse en bancarrota. En ese tiempo, también era señalado como uno de los inversores en una red financiera irregular con el sistema piramidal, que quebró y dejó a varias personas en quiebra.

“No fui yo quien mató a Michael Jackson ni quien trajo la Gripe A a Río de Janeiro. No maté a nadie ni le robé nada a nadie. Parece que me convertí en el villano de Brasil y no lo soy”, se quejó amargamente entonces durante el lanzamiento del libro “Romario”, del que dijo que “espero que se venda bastante, ya que estoy necesitando dinero”. Se trata de una biografía del periodista Marcos Vinicius Rezende, que relata varias anécdotas del futbolista que llegó a ser llamado como “El hombre que hacía llover goles”.

Inefable, sus ex compañeros relatan anécdotas que lo pintan de cuerpo entero. “Hizo cosas que ya no existen en el fútbol. Tuvimos un partido contra Gremio y estábamos en el aeropuerto. Cuando subimos al avión, todos nos preguntábamos dónde estaba “O Baixinho”. Mirábamos alrededor porque siempre llegaba tarde, era el último en aparecer. Cuando fui a buscarlo, permanecía desde hacía mucho tiempo en primera clase bebiendo champagne. Todos estábamos en clase económica y sólo en  primera clase”, relató con humor su ex compañero de Vasco da Gama Joao Carlos.

Otro compañero de Romario en el Vasco da Gama, Anselmo, cuenta en el libro otra anécdota: “El primer día que llegué al vestuario, mis compañeros me mostraron dónde debía sentarme. Todos se reían, pero yo no entendía por qué. Fue entonces que me di cuenta de que estaba sentado en el lugar de Romario. ¡Era el asiento 11, su número!. En eso, llegó él, riéndose y me dijo ‘acabas de llegar y ya quieres que te saque del club. ¿De dónde vienes?’. Todos se echaron a reir y me sentí muy avergonzado. Me disculpé y me fui rápidamente”.

En 2010, Romario sorprendió al iniciarse en la política nacional como diputado del Partido Socialista Brasileño (PSB), motivado por una de sus hijas, nacida con el síndrome de Down. Fue cuando consideró que las personas con capacidades diferentes no estaban lo suficientemente representadas.

El 19 de febrero de 2014 anunció su candidatura para el senado tras las elecciones generales en el país, y fue electo el 5 de octubre con el 63,39% de los votos, aunque en junio de 2017 dejó el PSB y se unió al partido Podemos (centroderecha), del que se convirtió en presidente para el Estado de Río de Janeiro y en marzo de 2018 anunció que se postularía para gobernador, pero recibió apenas el 8.6% de los votos.

También se fue convirtiendo en un duro crítico de la clase dirigente del fútbol brasileño y sudamericano. En septiembre de 2013, junto con Diego Maradona y José Luis Chilavert, se presentaron en un acto organizado por el Corinthians, en San Pablo, para apoyar al entonces presidente del club paulista, Andrés Sánchez, que se postulaba para presidir la entidad sudamericana.

En aquella reunión, un estudio jurídico uruguayo presentó un informe por el que los clubes sudamericanos habían perdido 120 millones de dólares en los últimos dos años y que la Conmebol había desperdiciado otros 430 millones en contratos opacos y omisión de facturación en los libros contables.

“Yo no imaginaba que existiera una institución más corrupta que la FIFA y la Confederación Brasileña (CBF), y el problema es que hay cosas peores. El informe que se presentó es de las peores vergüenzas que he vivido en el fútbol. No puedo creer toda la corrupción y deshonestidad de esta institución y todo el daño que le ha hecho a este deporte”, afirmó Romario ante el micrófono, mientras Maradona exigía que esos dirigentes “fueran presos” (lo que terminó ocurriendo, en buena medida, dos años después).

Antes de la Copa América de Brasil 2019 hizo duras críticas al DT de la selección, Tité, de quien dijo que después de no clasificarse a la semifinal del Mundial de Rusia 2018 “yo lo habría dejado seguir su vida, aunque es un buen entrenador porque es un tipo que consigue unir al grupo”, reconoció en declaraciones al canal “SporTV”.

Extravagante, afirmó que llegó a tener sexo con una de sus tantas novias en el vestuario del Maracaná, y que “soy ciento por ciento infiel, me defino como un mujeriego por excelencia, y en mi apogeo de promiscuidad, llegué a acostarme con tres mujeres distintas el mismo día”.

Se casó tres veces, primero Mónica Santoro, antes de emigrar a Europa, luego con Danielle Favatto, en 1996, antes de viajar a Valencia, y en 2002 con Isabelle Bittencourt.  Tiene seis hijos, y se divorció en todos los casos, y en 2019 apareció nuevamente en pareja con la administrativa Ana Karoline Nazario, de 22 años. Uno de sus hijos, Romarinho, llegó a jugar en el Vasco da Gama en el Brasileirao.

“Mago de las masas, el más querido/odiado por los defensores/Romario es el rey, Romario es el más grande”, dice la popular canción de “Banda Bel”, con la voz del actor Ronnie Marruda.

“Romario estará en la historia del fútbol, al punto de que bien pudo jugar con nosotros en México 1970. Si eso fuera posible, yo le daría mi camiseta”, llegó a afirmar nada menos que Tostao, campeón mundial en ese torneo, en el equipo que para muchos fue el mejor de todos los tiempos.

“Pude haber marcado muchos más goles o ganado muchos más campeonatos, pero preferí pasarla bien siempre, porque yo soy así, y así soy feliz”, afirma Romario, convencido.

 

 

 

 

 


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