“Sólo tres
personas logramos silenciar el Maracaná: El Papa Juan Pablo II, Frank Sinatra y
yo”, solía ironizar Alcides Edgardo Chiggia, autor del legendario gol que por
años pareció echar una maldición a uno de los considerados como grandes templos
del fútbol mundial y que será sede de la tercera final a partido único de Copa
Libertadores y con la particularidad de que será entre dos equipos paulistas en
tierras cariocas, Santos y Palmeiras.
Chiggia se
refería al que para muchos es el acontecimiento más asombroso de la historia
del fútbol, el llamado “Maracanazo” del 16 de julio de 1950, cuando tras el
empate de Juan Alberto Schiaffino a los 21 minutos del segundo tiempo, trece
minutos después anotó el gol con el que la selección uruguaya pudo dar vuelta
el resultado (ganaba Brasil 1-0 con tanto de Friaꞔa) y consagrarse campeona del
mundo por segunda vez, cuando al conjunto local le bastaba con un empate para
ganar el Cuadrangular final y además, era el claro candidato a quedarse con la
Copa (al punto que el presidente de la FIFA, Jules Rimet, sólo tenía preparado
su discurso en portugués).
El estadio
Maracaná, que primero se llamó oficialmente “Municipal” y que desde 1966 tomó
el nombre del periodista de “Jornal Dos Esportes” Mario Filho una vez que éste falleció de un ataque
cardíaco a los 58 años, por el empuje que éste dio a la construcción de la mole
y hasta llevó a cabo una encuesta popular desde su medio después de que la idea
surgiera del prefecto de Río de Janeiro de la época, Mendes de Morais, a partir
de conocerse que se le había otorgado a Brasil la organización de la Copa del
Mundo de 1950.
Angelo Mendes de
Morais pensaba que lo conveniente para la construcción era llevarla a cabo en
la zona del Río Maracaná, en Tijuca, en los terrenos del antiguo Derby Club,
que había sido sede para la práctica de turf, y que habían sido adquiridos con
ese fin en 1885, pero que luego fueron abandonados y se utilizaban como
depósito para coches del Ejército. Todavía no existía el Barrio Maracaná, que
circunda el estadio, y que sólo comenzó a tener vida en 1981. Fue tal el empuje
de Mario Filho que uno de los grandes cronistas históricos de Brasil, Nelson
Rodrigues, lo llamó “Creador de Multitudes”.
“Maracaná” es un
nombre indígena que es por el ave Maracaná-Guazú, de la zona (pájaro verde,
guacamayo) y se usó para bautizar al río de esa zona. “La primera obligación
era levantar el estadio. Pues bien. Aquí lo tienen. Yo he cumplido. La segunda
obligación es obtener el título para Brasil. Ahora les corresponde cumplir a ustedes”, dijo
entonces el alcalde Mendes de Morais el día de la inauguración, el 16 de junio
de 1950, cuando la selección paulista venció 3-1 a la carioca aunque el primer
gol de la historia del estadio fue convertido por Didí, entonces jugador del
Fluminense (años más tarde sería DT de River).
La piedra fundamental había sido colocada el 2 de agosto de 1948.
Ocho días más
tarde, Brasil inició oficialmente en el Mundial lo que parecía un camino seguro
a su primer título, al debutar con una goleada de 4-0 ante México. Sin embargo,
todo se derrumbaría el 16 de julio en la última fecha del cuadrangular final
ante Uruguay para enorme tristeza de su pueblo, que llenó como nunca el
Maracaná con 199.854 espectadores, aunque se calcula que terminó albergando a
220.000 personas porque ante tanta presión para ingresar, se abrieron las
puertas. Ese día, en el estadio estuvo cerca del diez por ciento de su
población.
Aquella derrota
contra Uruguay dejó heridas que recién comenzaron a cicatrizarse con la
obtención de la primera Copa del Mundo en Suecia 1958. “Recuerdo la tristeza de
mi padre y le prometí que yo ganaría un Mundial para compensarlo”, contó años
más tarde Pelé, que en aquel momento tenía apenas nueve años. La selección
brasileña, que acostumbraba jugar de blanco, comenzó a usar el verde-amarillo
en el siguiente Mundial de Suiza 1954. mientras que el arquero Moacir Barbosa
Nascimento, al que Uruguay le marcó los dos goles, no era bien recibido en las
concentraciones de equipos nacionales porque se decía que portaba mala suerte.
El Maracaná
albergó campeonatos sudamericanos (el último fue el de 2019, cuando se consagró
campeón ante la selección peruana de Ricardo Gareca), un Mundial de Clubes,
partidos de Copa Libertadores, la final de los Juegos Olímpicos de 2016, Juegos
Panamericanos de 2007. La Copa Confederaciones 2013, y dos Mundiales, el de
1950 y el de 2014, además de innumerables partidos de torneos Carioca y
Brasileirao. Está administrado por Flamengo y Fluminense. Antes, también por el
Botafogo, pero ahora tiene su estadio propio.
El Maracaná tuvo
varias transformaciones. La mayoría de ellas por sugerencias de la FIFA, para pasar de los casi 200.000 espectadores
originales a los 78.838 de la actualidad, tras la última remodelación para el
Mundial 2014, cuando fue llamado “Nuevo Maracaná”, en ocasión de la
organización del Mundial de Clubes de 2000, que fue ganado por Corinthians (venció a Vasco Da Gama por penales). En 1999
redujo su capacidad a 140.000 personas. En 2005, con miras a los Panamericanos
de 2007, bajó a 103.000.
Su primer cartel
indicador, para el Mundial de 1950, era manual, en 1960, electrónico, y más
tarde, digital, y para los Panamericanos de 2007 también fue remodelado el
“Maracanazinho” anexo, un gimnasio con público para la práctica de deportes
como voleibol o básquetbol. Al complejo se le agregan el Parque Acuático “Julio
Delamare” y el estadio de atletismo “Célio de Barros”
Uno de los
momentos más duros que atravesó el estadio en cuanto a su construcción fue
cuando el 12 de julio de 1972, durante una final del Campeonato Brasileño entre
Flamengo y Botafogo, se desplomaron algunas gradas desde ocho metros de altura
y cayó al vacío más de un centenar de personas, de las que tres perdieron la
vida. Aquella vez asistieron 150 mil personas. Después de esa tragedia, el
Maracaná estuvo cerrado por siete meses y reabrió con algunos cambios en las
butacas.
La mayor
asistencia de público para un partido entre dos equipos del fútbol brasileño en
el Maracaná se produjo en la final del torneo carioca de 1963 entre Flamengo y
Fluminense, con 194.000 espectadores. Ese mismo año, Santos, que tenía a Pelé
en su plantel, se consagró bicampeón intercontinental ante el Milan (ya en 1962
había vencido al Benfica), tras obtener también por segunda vez la Copa
Libertadores ante Boca, al que venció en la ida 3-2 en Río de Janeiro y luego
volvió a repetir en Buenos Aires (2-1).
Recién al año
siguiente, en 1964, el Santos fue eliminado de la Copa Libertadores al caer
frente a Independiente 3-2 por las semifinales en el Maracaná, en lo que fue el
primer triunfo de un equipo de clubes en este estadio. Ocurrió el 15 de julio y
los goles rojos fueron marcados por Mario Rodríguez, Raúl Bernao y Luis Suárez.
En aquella oportunidad no jugó Pelé. En la revancha en Avellaneda.
Independiente se impuso por 2-1 y accedió a la final, para luego obtener su
primer título continental.
Muy pocos
equipos argentinos se dieron el lujo de ganar en este legendario estadio. El 5
de agosto de 1985, Argentinos Juniors, luego campeón de esa edición de Copa
Libertadores, se impuso 1-0 al Fluminense con gol de Miguel Ángel Lemme, y los
“Bichos Colorados” repitieron el 3 de octubre de 1989 al vencer a Flamengo por
1-0, con gol de Silvio Rudman, por la Supercopa.-
Boca consiguió
ganar una sola vez, el 2 de septiembre de 1998 a Flamengo por 2-0 por la Copa
Mercosur con un mix entre titulares y suplentes que armó el entonces director
técnico Carlos Bianchi. Los goles los marcaron Emiliano Rey y Aníbal Matellán,
mientras que River se impuso dos veces y en ambas ante el mismo rival y por el
mismo torneo aunque en 2000. El 22 de agosto, por la fase de grupos, venció 2-1
con goles de Pedro Sarabia y Martín Cardetti, y por los cuartos de final, el 31
de octubre, por el mismo marcador (tantos de Ariel Ortega y Javier Saviola).
Independiente
consiguió ser campeón dos veces en el Maracaná, en 1995 de la Supercopa y en
2017 de la Copa Sudamericana, aunque en ninguna de las dos ocasiones fue con
triunfos sino con una derrota de 1-0 en la primera, y un empate 1-1 en la
segunda.
Y tampoco a la
selección argentina le resultó fácil ganar allí. Sólo lo hizo tres veces. La
primera de ellas no es contada oficialmente por las organizaciones brasileñas
debido a que sostienen que en verdad se trató de un representativo paulista.
Fue el 5 de diciembre de 1956 y el conjunto nacional se impuso 2-1 (José
Sanfillippo y Antonio Garabal, Indio para Brasil) pero un año más tarde, el 7
de julio de 1957, consiguió volver a ganar en el mismo escenario por la Copa
Roca y otra vez 2-1 (Ángel Labruna y Miguel Antonio Juárez, y Pelé para
Brasil). Recién 41 años más tarde, el 29 de abril de 1998, el equipo argentino
volvió a ganar 1-0 con gol de Claudio López en un amistoso previo al Mundial de Francia.
Hubo otros
hechos que marcaron la historia futbolística del Maracaná, como los festejos
del gol mil de Pelé el 19 de noviembre de 1969 en la victoria del Santos sobre
Vasco da Gama 2-1, al marcar un penal ante el arquero argentino Edgardo “Gato”
Andrada. El partido estuvo suspendido varios minutos, cuando el astro brasileño
fue levantado en andas y ante una nube de micrófonos pidió que se acuerden de
los niños. Ya desde hacía ocho años que había en el estadio una placa
recordando a Pelé por un gol que le había concretado al Fluminense luego de
eludir a medio equipo. Sin embargo, el máximo anotador de la historia de esa
cancha es Zico, con 333 goles. Pelé ganó allí tres títulos brasileños.
En 1971, también
en esta sede, el Atlético Mineiro de “Dadá Maravilha” obtuvo el primer
Campeonato Nacional al vencer 1-0 a Botafogo. Recién tres años más tarde, el
Vasco da Gama se convirtió en el primer campeón nacional carioca al vencer a
Cruzeiro 2-1. Dos años más tarde, el 5 de diciembre de 1976, se produjo lo que
se dio en llamar “La Invasión Corinthiana”, cuando una multitud de 70.000
hinchas copó la ruta San Pablo-Río de Janeiro para ir a apoyar a su equipo contra
Fluminense por la semifinal. El partido terminó 1-1 y los paulistas se
clasificaron para la final, que terminaron perdiendo ante el Inter de Porto
Alegre.
Queda en el
recuerdo el velatorio de Garrincha, que había muerto en la miseria, ante una
multitud y envuelto en la bandera de Botafogo el 20 de enero de 1983, el
gol de Renato Gaúcho con la barriga, que
le dio el título al Fluminense ante Flamengo en 1995, la vuelta de Roberto “Dinamite”
con sus cinco goles ante el Corinthians por el torneo Brasileño de 1980, la
“Goleada de la Venganza” del 6-0 de Flamengo a Botafogo en 1981 con Zico como
protagonista, el primer Mundial de Clubes ganado ó el tiro libre de Petkovic
que le dio el título carioca al Flamengo en 2001.
Si en el
histórico 5-0 de Flamengo a Gremio por los cuartos de final de la Copa
Libertadores de 2019 el árbitro fue el argentino Patricio Loustau, su padre,
Juan Carlos, dirigió otro partido recordado, el del 3 de septiembre de 1989,
cuando Brasil y Chile definían la clasificación al Mundial de Italia 1990 y
comenzaron a caer petardos y elementos explosivos desde la tribuna que estaba
detrás del arco de Roberto “Cóndor” Rojas.
A los 67 minutos, el arquero chileno fingió que había sido alcanzado por
una bengala pero luego se supo que utilizó un bisturí para realizarse un corte
en la cabeza. Los jugadores chilenos abandonaron el partido, que luego se les
dio por perdido y Rojas, expulsado de por vida.
Están los que
tienen grabadas a fuego dos grandes producciones de Romario ante Uruguay, en
1989, por la final de la Copa América con un gol suyo que le dio el título a
Brasil, y cuatro años más tarde, sus dos tantos para un 2-0 por la
clasificación para el Mundial de estados Unidos 1994 que para muchos (incluso
para él mismo) fue la mejor actuación de “O Baixinho” en su carrera, justo
cuando volvía al equipo nacional después de muchas presiones por no ser tenido
en cuenta por el entrenador Carlos Alberto Parreira.
Otros recuerdan cuando
el 26 de julio de 1983 se llevó a cabo “El Desafío del Voley” con 95.887
espectadores que presenciaron el triunfo de Brasil ante la Unión Soviética por
3-1 bajo una intensa lluvia, y fue tanta la expectativa que se reemplazó al
gimnasio “Maracanazinho” por el gran estadio de fútbol. Y más cercanos están la
final del Mundial 2014 en la que Alemania se impuso 1-0 a la Argentina con gol
de Mario Götze en el alargue, cuando la organización de ese torneo tuvo que
sufrir por el atraso previo en las obras, las presiones de la FIFA, un paro de
funcionarios por reclamos salariales, y los efectos de una lluvia torrencial
que arruinó parte de la remodelación. Dos años más tarde, también en el
Maracaná, por fin la selección brasileña pudo ganar la medalla dorada olímpica
al vencer por penales a Alemania en la final tras empatar 1-1. Tras esa competencia, el estadio fue casi
desterrado al olvido, hasta que se recuperó para marzo de 2017.
Pero no sólo fue
escenario de hechos deportivos. El Maracaná recibió también shows de artistas
de renombre internacional como Tina Turner, Frank Sinatra. Madonna,
Backstreet Boys, The Police, Rolligs Stones, Kiss o Paul Mc Cartney, que
ingresó en el libro Guiness por el récord de 180.000 personas en un recital
como solista, mientras que uno de los mayores festivales del mundo de la música
fue la segunda edición de “Rock in Río” de 1991, que alcanzó a llevar 700.000
personas.
También recibió la ceremonia religiosa del Papa Juan
Pablo II, que reunió a más de cien mil personas tanto en su primera visita
(1980) como en la segunda (1997).
Tras las obras para el Mundial 2014, el estadio
ahora cuenta con un Salón de la Fama con las huellas de los pies de los más
grandes cracks de la historia que pasaron por allí. Otros salones dedicados a los
equipos cariocas, o a las camisetas de las distintas selecciones brasileñas
según el paso del tiempo, un lugar especial dedicado a Pelé, otro en el que
aparecen, con la misma estatura, Ronaldinho y Marta, la gran estrella del
fútbol femenino varias veces elegida mejor del mundo por la FIFA y hasta otro
espacio en homenaje a la selección alemana campeona del mundo en 2014, que
venció en semifinales a la brasileña por el recordado 7-1 (aunque en el
Mineirao de Belo Horizonte). O se puede encontrar la pelota que fue utilizada
por pelé en su gol mil.
Con 231 baños, 60 bares y 20.000 lámparas LED, este
Maracaná que será sede de la final de la Copa Libertadores entre Palmeiras y
Santos ya no muestra ciertas particularidades como un teléfono público a metros
del campo de juego, y hoy, más atento a la pandemia del coronavirus, tiene
construido en su parte externa un hospital de campaña con 400 camas para
atender pacientes en estado grave.
En cambio, persisten brillantes anotaciones como en
las paredes del túnel que conduce a los jugadores del amplísimo vestuario al
césped. Como la del gran Belson Rodrigues: “En el pase, el hombre se reconoce
como ser social”.
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