No fue hasta
2007 que muchos seguidores del fútbol italiano, húngaro y de todo el mundo se
enteraron de la existencia de uno de los más grandes directores técnicos de la
historia, Arpad Weisz, fallecido en el campo de concentración de Auschwitz el
31 de enero de 1944.
El entonces
editor de una de las más reconocidas revistas europeas, la italiana “Guerin
Sportivo”, Mateo Marani, hojeaba un viejo calendario de la publicación cuando
descubrió la historia de Weisz, que lo deslumbró y generó que escribiera un
libro que está agotado y que sigue siendo buscado por los aficionados, “Del
Scudetto a Auschwitz”: un director técnico innovador que provocó un cambio
definitivo en la manera de ver el fútbol, y que de repente tuvo que dejarlo
todo para escapar de los nazis junto con su familia, pero por ser judío lo pagó
muy caro, al igual que su esposa y sus dos hijos.
Nació en Solt,
Hungría, el 16 de abril de 1896 y desde muy pequeño se lo veía siempre con una
pelota en sus pies. A nadie sorprendió entonces cuando comenzó a jugar al
fútbol al más alto nivel como extremo izquierdo. Era hábil e inteligente y en
esos tiempos, cuando se estaba disolviendo el imperio austro-húngaro, los
equipos de la zona del río Danubio deslumbraban por su juego y sus cracks, entre
ellos uno austríaco, que era siete años menor que él, Matías Sindelar, luego considerado
el mejor del mundo, y también con un final trágico, aunque distinto al suyo.
Debutó siendo
muy joven en el Törekvés húngaro, llegó
a jugar para el Makabi Brno en Checoslovaquia, y entre 1922 y 1923 ganó siete
títulos internacionales cuando tuvo la posibilidad de jugar en el fútbol
español . Participó de un partido con el Barcelona, que en ese entonces
entrenaba el húngaro Jesza Poszonyi, y terminó en el UD Gerona por seis meses
Fue convocado
para participar con su selección en los Juegos Olímpicos de París en 1924 y si
bien no jugó, pudo aquilatar una enorme
experiencia porque fue dirigido por Hugo Meisl, luego entrenador del “Wunderteam”
(Equipo Maravilla) austríaco que marcaría el fútbol de los años Treinta, y el
capitán era Bela Gutman, también judío, que pudo sobrevivir a Auschwitz y luego
se convirtió en el director técnico del Benfica de Eusebio en los años Sesenta
que ganaría dos veces la Copa de Campeones de Europa.
Tras los Juegos
Olímpicos fue transferido al Inter, pero se retiró a los dos años, en 1926, por
una lesión. Decidió entonces volcar todos los conocimientos aprendidos como
jugador, desde sus grandes maestros. Y se convirtió en director técnico y su
primera acción fue viajar inmediatamente a Buenos Aires y Montevideo para conocer
de cerca los sistemas tácticos que se utilizaban en la zona del Río de la Plata
porque el fútbol argentino y uruguayo era considerado del más alto nivel, junto
con el austríaco y el húngaro.
También se
dedicó a estudiar a los principales entrenadores europeos como el italiano
Vittorio Pozzo (luego bicampeón mundial 1934 y 1938), su ex DT Hugo Meisl, y
Herbert Champman, que había implementado el sistema táctico “WM” en el Arsenal inglés y lo readaptó para el
fútbol italiano. Enseguida fue designado asistente del DT en el Alessandria y
al poco tiempo pasó al Inter de Milán con sólo 30 años.
Ya en el Inter
pudo desarrollar toda su capacidad, provocando un cambio total en la cultura
del entrenamiento y los cuidados del futbolista. Descubrió a Giuseppe Meazza
(hoy el estadio del Inter lleva su nombre), por entonces un joven de 16 años
que con el tiempo se convertiría en uno de los mejores jugadores de la historia
del Calcio. Notó sus condiciones pero le hizo ganar peso con una alimentación
diferente, mejoró su pierna menos hábil con entrenamiento diferenciado con
remates reiterados a un frontón, y le inculcó disciplina táctica hasta hacerlo
debutar en el primer equipo con apenas 17 años. Meazza ganaría los Mundiales de
1934 y 1938 con la selección italiana de Pozzo –admirador suyo y amigo de
Meisl-, que escribió el prólogo de un libro que presentó Weisz por ese tiempo,
llamado “El juego del fútbol” y que fue considerado una especie de biblia del
juego.
Weisz ganó el
scudetto de 1930 con el Inter cuando apenas contaba con 33 años, y hasta hoy es
el DT más joven en ganar un título de liga en Italia. Fue justo en la temporada
en la que el inter se había fusionado. Supuestamente por motivos económicos,
con Unione Sportiva Milanese. Convirtiéndose en Ambrosiana, nombre con el que
duraría hasta finalizar la Segunda Guerra Mundial y que muchos relacionan con
una necesaria adecuación al régimen fascista de Benito Mussolini, que buscaba
italianizar nombres con connotación extranjera. De hecho, Weisz ya enfrentó su
primer problema personal con el poder político, cuando debió cambiarse su
apellido por Veisz.
También fue
mentor de otro crack, Fulvio Bernardini, quien más tarde se convertiría en el
primer entrenador italiano en ganar el Scudetto con dos equipos diferentes, Fiorentina
y Bologna. Weisz solía llevarlo para observar juntos a la los juveniles de la
“Primavera” (divisiones inferiores) del Inter.
Otro cambio
fundamental que promovió fue la forma de pararse en cada entrenamiento. Hasta
su llegada. Los entrenadores acostumbraban a dirigir desde el centro del campo
de juego o desde los costados pero sin moverse y vestidos de traje. Pero él
comenzó a llegar con buzo y zapatillas y prefería mezclarse con los jugadores
para verlos desde cerca y así entendieran mejor sus conceptos parando las
jugadas. No es casual que en su libro hable de “Fútbol Ilustrado” como una
manera de aplicar métodos científicos en el juego. Hablaba de la dieta de los
jugadores y hasta se preocupaba por el estado del césped mucho antes que lo
hicieran Marcelo Bielsa o Marcelo Gallardo. También señalaba la importancia de
las concentraciones antes de los partidos.
Un cambio de
dueño en el club fue creando fricciones que generaron que Weisz prefiriera
salir del Inter apenas un año después del Scudetto, buscando otros destinos.
Dirgió entonces
al Bari y al Novara hasta que finalmente llegó al Bologna en 1935 y se
estableció allí junto con su familia. Era un lugar ideal para él, por la
tranquilidad y porque le permitía, por su pasión, discutir de fútbol en los
bares. El club estaba definitivamente en alza luego del éxito que había tenido
en la década del Veinte y ahora era adquirido por el empresario Renato Dall’Ara,
con quien Weisz hizo inmediata amistad y una fructífera relación laboral, hasta
convertir al conjunto con la fuerza suficiente como para desafiar a la
Juventus, que había dominado al fútbol italiano en los últimos cinco años.
Ya con la
experiencia del Inter. Se prestó especial atención a la dieta de los jugadores
y al campo de juego del Littorale, el antiguo estadio del club al punto de que
Weisz se encargó de que se reuniera un equipo de jardineros para asegurarse de
que la hierba tuviera una longitud adecuada.
Terminó
realizando dos campañas sensacionales con los scudettos de 1936 y 1937, aunque el
segundo lo compartió con un título europeo que se considera un antecesor de la
Copa de Campeones, durante la Exposición Universal de París, en la que se
impuso primero al Sochaux, luego al Slavia Praga, y en la final 4-1 al Chelsea,
lo que terminó con la idea de imbatibilidad de los equipos ingleses.
Tras ese éxito
resonante, la prensa italiana y europea lo elogiaron de tal modo que un medio
publicó que había nacido “un equipo que haría temblar al mundo” y la revista
semanal “Il Calcio Illustrato” lo declaró “El Mago”.
Sin embargo, pese a llegar a ser considerado el mejor DT de Europa, todo comenzó a caerse en septiembre de 1938 con la promulgación de las Leyes Raciales de 1938, que imitaban a las de Nüremberg con las que Mussolini quería ponerse a tono con Adolf Hitler. Weisz entró en peligro al punto que ni siquiera el reconocimiento que tenía en el ambiente parecía salvarlo.
Fue destituido como DT del Bologna y a los pocos días huyó de Italia con su mujer Elena y sus hijos Roberto y Clara hacia París (tenía 45 años), pero no estaban cómodos y volvieron a mudarse hacia Dordrecht, Holanda, más amigable para los judíos. Le ofrecieron trabajo como DT y se convirtió en ídolo salvando al equipo del descenso en la primera temporada y llegó al quinto puesto en la siguiente.
Pero en mayo de 1940, los nazis invadieron los Países Bajos y prohibieron el acceso de los judíos a las escuelas, las tiendas, los bares y el transporte público. Los Weisz fueron sobreviviendo gracias a la ayuda del presidente del Dordrecht hasta que en agosto de 1942 fueron capturados por la Gestapo tras un soplo de un colaborador holandés. El primer destino fue el campo de concentración de Westerbork, el mismo de Anna Frank. Luego fueron trasladados a Posel (Polonia) aunque sólo quedó Arpad, que pudo pasar el corte por su contextura física para trabajar pero su mujer y sus hijos fueron subidos a otro tren y ya no supo más de ellos. Los tres fallecieron el 5 de octubre de 1942 en la cámara de gas en el campo de Auschwitz II-Birkenau, a donde el DT llegaría meses más tarde luego de atravesar el infierno de Cosel.
En Auschwitz ya habían sido asesinados más de un millon de judíos antes que él, y murió de hambre y frio, en muy malas condiciones, el 31 de enero de 1944, justo un año antes de que los soviéticos liberaran el campo de concentración.
La historia de Weisz había quedado prácticamente desaparecida con la renovación de aficionados. Nadie quería recordarlo, ni siquiera en el ambiente del fútbol hasta que lo redescubrió el periodista Mateo Marani en 2007 con su libro “Del Scudetto a Auschwitz” y fue a partir de allí que el Bologna decidió dedicarle una placa en su estadio Renato Dall’Ara, que lleva el nombre de aquel dirigente amigo de Weisz, mientras que el Inter descubrió otra placa en San Siro, y hay otra en el estadio de Novara y en el de Bari, donde también hay una calle con su nombre cerca de la cancha.
Inter y Bologna llegaron a vestir en varias ocasiones unas camisetas conmemorativas y ya se plantearon que en cada pretemporada, los dos equipos se enfrenten por un trofeo “Arpad Weisz”.
En enero de 2020, el Chelsea construyó un mural diseñado por Solomon Souza en la zona oeste de su estadio de Stamford Bridge. Con la inscripción “Dile no al antisemitismo”, una campaña financiada por el presidente del club, Román Abramovich. En ese mural aparecen las menciones de futbolistas como Weisz y Julius Hirsch, asesinados en campos de concentración. Y de Ron Jones, prisionero de guerra conocido como “El arquero de Auschwitz”.
Por su buena práctica contra el antisemitismo, el Bologna fue seleccionado para colaborar en el proyecto “Changing the Chants” de la Unión Europea y en el que participan la Casa de Anna Frank. “Fare Network” y los clubes Borussia Dortmund y Feyenoord con la idea de sensibilizar a los hinchas acerca de los cánticos en el fútbol con métodos educativos para prevenir el razismo y el antisemitismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario