Nada fue igual
en la historia de los relatos radiales deportivos en la Argentina después del
22 de febrero de 1981, hace cuarenta años, cuando en una expectante Bombonera y
por la primera fecha del Torneo Metropolitano, y coincidiendo con el debut de
Diego Armando Maradona con la camiseta de Boca y ante Talleres de Córdoba,
también inició sus relatos, proveniente del Uruguay, y con 33 años recién
cumplidos, un joven Víctor Hugo Morales.
“Se generó gran
expectativa-recuerda el periodista Fernando Niembro, integrante de aquel equipo
“Sport 80”, que pasaba a Radio El Mundo desde Mitre, en diálogo con Infobae- porque el productor
Julio Moyano hizo gran difusión previa por lo que él conocía en el ambiente de
los medios y recuerdo que inmediatamente después la revista “Gente” comparó los
relatos de Víctor Hugo Morales y de José María Muñoz, que desde Radio Rivadavia
era hasta entonces el dueño de la radiofonía deportiva por los alcances que
tenía, pero prendimos enseguida, la gente necesitaba otras cosas”.
Un renovado
Boca, que lo había pasado mal durante 1980 como consecuencia de la salida de Juan
Carlos Lorenzo como entrenador y ahora con un nuevo presidente, Martín Noel,
tras décadas con Alberto J. Armando al frente del club, y a estadio repleto, se
impuso 4-1 a Talleres de Córdoba compuesto por varios jugadores de la selección
argentina, sumados al peruano Roberto Mosquera y al brasileño Julio César, y con
un salto de calidad que representaban la presencia de Maradona, Miguel Brindisi
y Osvaldo Escudero, además del regreso de Marcelo Trobbiani y terminaría
ganando ese campeonato.
“Creo que salieron bien las
cosas, que salió un
relato con mucha precisión, de prácticamente no equivocarme con ningún
jugador, con mucho ritmo. Y también una cierta creatividad inspirada, como
siempre, por Diego especialmente, pero también por el entorno que tenía el partido
y que para mí era un lugar muy fascinante, esa cancha de Boca, ese ruido
tan especial y único en los estadios del mundo que yo conozco al
menos, que tiene la cancha de Boca porque es un encajonado, es una
bombonera... Todo eso me ayudó a que hiciese un trabajo con una impronta un
tanto creativa, como a mí me gusta, por otra parte”, le contó al periodista
español Guillem Balagué para un libro de próxima aparición.
El primero
de los cuatro goles de Boca a Talleres lo convirtió Maradona, de penal, cambiándole
el palo al arquero de Talleres. “Dijo nada por aquí y nada por allá, mostrando
la galera. Empezó a correr y fue sacando conejos y palomas, pañuelos azules y
amarillos, hasta que finalmente escapó a Baley. Iba a convertir el gol pero el
arquero de Talleres no tuvo más remedio que derribarlo. Y allí está Diego
Armando Maradona, haciendo pensar a setenta mil argentinos que están en la
cancha de Boca ‘qué lindo es levantarse un domingo a la mañana en Buenos Aires,
si de tarde juega Maradona. Maradona va a tirar el penal. 19 minutos y medio
del primer tiempo. Se preparan las gargantas. Y todas las manos. Y todos los
puños. Y todas las voces ¡todas! En la Bombonera. Talleres está a punto de ser
derrotado por este tiro de Maradona. Se me ocurre que abajo y al parante
derecho. O quizá lo tire fuerte para asegurarlo. Es el primero de todos. Se
adelanta Maradona….¡¡¡Ggggooooolllllll!!! ¡¡¡Ggggolllll!!! ¡De Boca! ¡Diego
Arrrmando Maradona! El penal abajo, ¡la soltó como una lágrima! La pelota se
metió lentamente abajo, sobre el parante izquierdo, mientras Baley disimulaba
buscando palomitas junto al derecho. Boca 1 Talleres 0. Diego Arrrmando
Maradona es el grito, es la explosión de júbilo en la Bombonera. Cuando van
veinte minutos y medio del primer tiempo. Y Talleres creo que ya conoce su
destino…”, fueron las palabras utilizadas por el relator en su primer gol, ya
asociado a quien luego le permitiría llegar al tope máximo de su trayectoria
con aquel gol a la selección inglesa en el Mundial de México en 1986.
“La soltó
como una lágrima, dijo Víctor Hugo en su relato de mi debut en Boca. Y es
verdad porque la pelota cayó adentro de la red, prácticamente. Es muy difícil
relatar un penal con tanta maestría porque un penal es patear y el arquero va a
un lado o lo ataja y se escucha la carga emotiva que le puso. Es mejor que
verlo por televisión”, llegó a comentar más tarde el propio Maradona.
“Entré a la
cabina con mucho miedo –recordó Morales a Julián Capasso, autor del libro “Víctor
Hugo, una historia de coherencia y convicción”-. Estaba muy nervioso y
angustiado. Había avisos por muchos medios sobre mi debut. Mis amigos estaban
todos pendientes de cómo me iba a ir, así que estaba muy achicado. Me temblaba
todo. Diego dijo que ese día también le temblaron las piernas. A mí me temblaba
el estadio. Cuando estoy dando un examen soy fatal: el miedo a defraudar es muy
paralizante. Y ese día no fue la excepción. En ese momento, yo tenía una
garganta muy mortificada por el cigarrillo, lo que me generaba dudas acerca de
si iba a aguantar. Y los nervios y la falta de descanso son lo peor para la
garganta. Sin embargo, salió un muy buen relato. Muy creativo”.
Pese al
contexto del debut. Morales cree que su bautismo de popularidad fue la noche
del 10 de abril de ese mismo año, cuando bajo un diluvio, Boca venció a River
por 3-0 otra vez en la Bombonera y en otro show de Maradona y Brindisi. “Fue cuando relaté ‘que sea, que sea’ cuando
Maradona gambeteó a Fillol y ya iba a empujar la pelota a la red. Eso provocó
un disgusto por un tiempo en la hinchada de River, que lo interpretó mal. Años
después hubo varios ‘que sea, que sea’ para (Enzo) Francéscoli también. Yo lo
decía porque pedía un gol de Diego, por la magia que estaba desplegando aquella
noche memorable. Terminado el partido me fui a cenar, después a tomar un café
con los amigos y para redondearla, fuimos a algún boliche. Siempre fui muy
nochero y en esas épocas, muchísimo más que ahora. Mi promedio para acostarme
era a las 5 de la mañana. A esa hora pasé por un kiosco y me asombré al ver que
Diario Popular había titulado ‘Ta, ta, tá: 3 a 0’ y yo dije ahí ‘caramba. Esto
empieza a funcionar, esto camina’ y fue un gran alivio porque recién habían
pasado dos meses de mi llegada y ya un diario titulaba con el latiguillo”.
“Nosotros no teníamos la más mínima idea de la repercusión porque no
sabíamos de la audiencia de El Mundo. Nos fuimos dando cuenta por la cantidad
de llamadas que había, pero el día de
Boca-River fue un escándalo y metía al aire llamadas en contra también para que
la gente se diera cuenta de que íbamos con la verdad”, agrega Jorge Crosa,
prestigioso periodista uruguayo –Niembro lo define como “un maestro, culto,
intelectual”- que fue jefe de Deportes del diario “El País” y que acompañó a
Morales en su paso a la Argentina.
“Cuando Víctor
Hugo tomó la decisión de irse a la Argentina hablamos con Daniel Romay, el
dueño de Canal Montecarlo y Radio Oriental, para comunicarle la decisión. Pensé
que Romay iba a pelear la cosa pero para mi sorpresa se levantó, le dio la mano
a VHM y le dijo “Mucha suerte” y mirándome me preguntó “¿Usted también se va?”
y al contestarle afirmativamente hizo un gesto aprobatorio y nada más. Una
despedida impensada por todo lo que significó VHM en esa radio, la polarización
de la audiencia, y la venta increíble de avisos que generó”, recuerda Crosa,
quien tenía a su cargo la sección “El Partido en Diez Minutos”.
“Fue una ocurrencia
mía por los conflictos políticos y sociales que había en la Argentina, y
juntaba eso con alguna secuencia de algún momento del partido con los relatos
de VHM. Yo trabajaba de lunes a viernes en Montevideo y el director de El País
me autorizó a viajar a Buenos Aires los fines de semana y paraba en el hotel
“Español” hasta que luego ya un amigo me alquilaba su casa. Mi obligación era
ir una vez a ver a Nacional y otra a Peñarol cada 15 días”, detalla Crosa a
Infobae.
“Todo nace
tras una tarde en la que Néstor Ibarra, Adrián Paenza, Marcelo Araujo y yo
–todos nos hicimos amigos trabajando en Deportes de Radio Belgrano en 1974-
volvíamos de la cancha de Huracán –recuerda Niembro-. Estábamos en Cobo y José
María Moreno, y todos sin trabajo. A mí me habían echado de Canal 7 en 1978 y
hacía unos micros para Juan Alberto Badía en Radio Mitre, Ibarra colaboraba en
Radio Provincia, y dijimos “tenemos que volver a trabajar”. Arrancamos con “Sport
80” al mediodía con Diego Bonadeo y
Roberto Eguía en unas tertulias al mediodía por Mitre y decíamos “Tenemos que
tener un relator”. Eran tiempos en las que todas las radios eran estatales
menos Rivadavia. Fuimos a ver a Julio Moyano y Carlos Fioroni, gerente
administrativo. Moyano producía a Juan Carlos Mareco y nos propuso a Juan Carlos Morales
pero le dije “Yo ya tengo relator”. Ibarra no lo conocía, a Araujo le sonaba…”
“Yo lo conocía
a Víctor Hugo –continua Niembro- porque iba mucho al Uruguay a visitar a mi
abuela, que era uruguaya. Y entonces solía ir a Radio Oriental, jugaba al
fútbol con ellos. Entonces les dije a Araujo e Ibarra “yo me voy a buscarlo al
Uruguay” y fuimos con Paenza. Recuerdo que lo fuimos a ver a un centro de
detención de Punta Carretas porque él llevaba unos veinte días allí por una
trifulca en un partido que había jugado y cuando salió al patio con el resto de
los presos le preguntamos “Nene, ¿querés relatar en la Argentina?” y me
respondió afirmativamente y entonces volví, se lo comenté a Moyano, que primero
estaba dubitativo y yo le dije “cuando escuchen estos relatos, se termina todo”
y así fue. Moyano y Fioroni, que tuvieron realmente huevos para jugarse porque
Muñoz y Radio Rivadavia dominaban todo, arreglaron económicamente con Víctor
Hugo. Que esa noche durmió en mi casa. En aquel momento, Muñoz pensaba que
nadie lo podía superar y dijo “Que venga, en la Argentina hay lugar para todos”
pero estaba preocupado por la competencia que nunca había tenido siendo
Rivadavia la única radio privada y con larga previa y post en los partidos contra radios estatales sin
ese despliegue, muchos espacios comprados y altísimos costos en llamadas que no
permitía tantas horas de transmisiones”.
Sin embargo,
apareció un problema. “Al poco tiempo, Moyano me empezó a decir que no se
podría ir a Radio Mitre en el primer año. Recuerdo –insiste Niembro- que le
dije ‘nooo, nos matás’ y él decía ‘es sólo por un año’. Hay que tener en cuenta
que la dictadura militar comenzaba su ocaso y que ya Víctor Hugo había
arreglado las condiciones económicas y que éstas no variaban por ir a otra
radio, “El Mundo”, aunque el problema era el dial, que era mucho más poderoso
del lado izquierdo, donde estaba Rivadavia con Muñoz, y apenas Mitre estaba en
el centro, y El Mundo estaba muy a la derecha en tiempos en los que las radios
eran a perilla, no eran digitales, pero estábamos seguros de que íbamos a ganar
en esa competencia y además, Ibarra, Paenza y Araujo conocían las debilidades
de Muñoz porque habían trabajado con él. Ellos eran unos monstruos del
periodismo”.
“Cuando me preguntaron si quería ir a la Argentina en marzo de 1980 estaba
tan preocupado y herido que mi respuesta fue ‘Me voy hoy, vamos para
adelante’-recuerda Morales a la revista “Hecho en Buenos Aires”. Fue un alarde
de locura porque estaba bastante hecho en el Uruguay. Ni
siquiera venía buscando un futuro. Venía dejando un presente en aras del gusto
que me daba Buenos Aires y mis sueños cardonenses de habitar este lugar que
para mí era ‘La Meca’ en cuanto a la profesión que desarrollo. Dos meses más
tarde estaba arrepentido de decirles que sí, pero ya había dado mi palabra. Y
tuve que apechugar. Me asusté mucho. Estaba arriesgando mucho de mi vida
profesional. En Uruguay yo ya no era un muchachito: tenía un lugar ganado en la
radiofonía. En aquel entonces, en Oriental teníamos una audiencia como la de
(José María) Muñoz aquí. Yo, que era dueño de un panorama muy halagüeño en Uruguay,
venía a someterme a ser un outsider”.
“Buenos Aires siempre es una inspiración para quiénes hablamos este idioma
en América, - le cuenta Morales a Balagué-. Culturalmente pertenezco a una
ciudad (Cardona) que está equidistante entre Montevideo y Buenos Aires, muy
alimentado en mis fantasías juveniles por lo que era la radiofonía argentina,
el fútbol argentino, Buenos Aires, el cine argentino especialmente, y ahí
estaba eso. Luego empiezo a trabajar en Radio Colonia, qué es una radio
muy vinculada a la Argentina, que emite para Argentina, por lo tanto hay una
impronta rioplatense muy notable. Y en los años 1981, 1982, y en los años
previos, a mí se me presentó una situación un poco fantasmal de no estar a
buenas con lo que era el gobierno uruguayo de entonces. Era una percepción, una
intuición corroborada 30 años después por los archivos de la dictadura en
los que efectivamente aparecía una especie de causa-consecuencia, un efecto...
esto lo supe bastante después, en aquel momento era nada más que la idea
de que se había agotado la relación de una persona pública que aunque
transmitía fútbol nada más siempre algo dice, el profesional, aunque hable de
cocina. Algo se infiere”.
“En marzo de
1980 caigo preso por 27 días por una especie de pelea que yo siempre pensé que
estaba armada y que las circunstancias marcan ahora que sí que había estado
armada, en un partido de fútbol cualquiera. Esa era la consecuencia. ¿Cuál
era la causa que surge periódicamente? En el año 1979, entre los meses finales
y el comienzo de 1980 yo había hecho mucha campaña para ir a los Juegos
Olímpicos de Moscú. Naturalmente, para un régimen dictatorial esto era bastante
inadmisible. Yo lo hacía buscando el camino de decir "esto es
deporte, no es política", pero ellos sabían que me estaba oponiendo a la
decisión de no ir. Y cosas así, el hecho de haber ido preso, haber estado
prohibido, motivaron que cuando apareció una oportunidad, con aquel
antecedente, con aquel sedimento cultural de aspiraciones de estar en un lugar
que me apetecía y la incomodidad que yo sentía, me llevaron a tomar la
decisión. En 1980 yo tenía 32 años. 32 o 33”, agregó. “Quisieron hacer creer
que él tuvo alguna ligazón con los militares uruguayos y eso es una gran
mentira”. Insiste Niembro.
“En los últimos
meses antes de partir a la Argentina, con algunos jugadores organizábamos
partidos de fútbol de salón, hacíamos giras y donábamos la recaudación a
escuelas, hospitales y en una de esas
andanzas se armó una trifulca muy grande, insultaron a mi mujer, que
estaba embarazada, desde la tribuna, y nos peleamos. Hubo una denuncia de por
medio y me fui a Europa por una gira de la selección uruguaya y me mandaron a
buscar por Interpol. Se había armado un escándalo. Entonces, en la radio me
dijeron que volviera porque era un disparate. Y al pisar el aeropuerto me
llevaron directamente en cana. Gravitó mucho que sucediera en tiempos de
dictadura. Yo no era un perseguido, pero me habían amonestado varias veces por
cosas que decía en la radio. Que me llevaran preso 27 días se debía,
exclusivamente, a que no tenía relación con ningún militar fuerte, de peso. Me
di cuenta de que estaba bastante solo, bastante desprotegido. Y en ese momento
aparecen en la central de Policía, de la nada, Adrián Paenza y Fernando Niembro
con la propuesta de cruzar el río”, detalla VHM.
La
oferta que Julio Moyano Producciones le hizo a Víctor Hugo –relata Capasso en
su libro- era por un solo año y no
superaba lo que cobraba en Uruguay: 18.000 dólares, que en pocos meses se
hicieron apenas 3.000 por la devaluación ordenada por Jorge Martínez de Hoz,
poco antes de dejar el cargo de ministro de Economía al terminar la presidencia
de Jorge Videla. “Fue un año muy duro. Me acuerdo de que cuando fui a hablar de
este tema con Moyano, él me dijo que me fuera haciendo la idea de que vivía en
Argentina”, contó Morales. La noche del miércoles 18 de febrero, arribó en avión
desde Montevideo al Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery, acompañado por su
amigo y colega Jorge Crosa. ‘Lo fui a buscar al aeroparque con mi Fiat 600
color verde. Fuimos a comer al restaurante Pippo. Y luego los llevé al hotel
Liberty, donde se alojaron en ese momento’, recuerda el periodista Eduardo
Ramenzoni.
“Vivimos los primeros tiempos en el Hotel
Liberty, donde en 1976 sucedió el lamentable hecho de la muerte de Héctor
Gutiérrez Ruiz y el episodio de Zelmar Michelini, dos amigos personales de la
lucha por las libertades uruguayas dentro del hoy Frente Amplio”. Rememora
Crosa, quien deja en claro que con CX 12 Radio
Oriental “éramos los número uno en todo, con una audiencia formidable. Se
estaba retirando Carlos Solé y con Heber Pinto creamos “Hora 25” y convencimos
a Daniel Romay para que fuera a las 23 horas y cambiamos el sistema de
transmitir deportes. Leíamos títulos y hacíamos una editorial con lo más
importante del día. Era el programa deportivo de mayor audiencia, que ya tiene
42 años, y que hoy sigue Javier Máximo Goñi”.
Si Morales,
nacido en Cardona el 26 de diciembre de 1947, ya tenía éxito en Uruguay, éste
aumentó hasta niveles altísimos tras la muerte de Carlos Solé -que llegó a acaparar el 80 por ciento de la
audiencia por Radio Sarandí en la que permaneció por cuarenta años- el 9 de
mayo de 1975. Por veinticinco días, Sarandí y Oriental se pelearon por
contratar a VHM, que se decidió por la segunda y en dupla con Juan Carlos
Paullier pasó de un share del 20 al 75 por ciento de la audiencia.
Según Víctor Hugo, “en los últimos meses llamaron al
dueño de Radio Oriental para recriminarle a él, ya no a mí, que yo había tenido
una expresión grosera al decir ‘esto no tiene gollete’ en una transmisión o en
una audición, no recuerdo bien. Romay, poco antes, me había aconsejado
paternalmente que no me fuera. Yo le pregunté si se bancaba el simple llamado
de un cabo diciéndole que vería con buenos ojos que prescindiera de mí, y él
había respondido que eso no iba a suceder, que no embromara. Pero luego, cuando
me contó lo del gollete, me pareció que me daba la razón, que él también se
daba cuenta de que era mejor romper con el medio. A veces se llega a eso en la
vida. Ya no sabés por qué pero tenés que mudarte, cambiar los muebles, darte un
aire nuevo”. Sobre aquella experiencia de estar preso, Víctor Hugo reconoció:
“¿Qué hice en el calabozo? Jugué la final del campeonato de ajedrez que se
armaba en la cárcel contra uno de los que me había peleado (…) Estar preso no
es tan malo como se piensa. Las sociedades que se construyen en las cárceles,
sobre todo en las que no existen desfases con el tipo de internados, son
muchísimo más agradables que las que hay afuera. Estoy muy seguro. Se manejan
valores como la solidaridad, la lucha contra el tiempo…la introspección. Yo no
la pasé tan mal. Es más, a los diez días detestaba las visitas, excepto las de
mi familia, claro. Por supuesto que yo tenía la ventaja de saber que mi
encierro no podía ser mayor a los dos meses. Había un final. Debe ser duro
estar ahí para siempre”.
Entre el 30 de diciembre de 1980 y el 10 de enero de
1981, narró los últimos partidos por
radio Oriental, en el marco de la Copa de Oro de Campeones Mundiales (el
recordado Mundialito),
“A Víctor Hugo –cuenta Crosa en el libro de Capasso-
la dictadura le permitió transmitir el “Mundialito”
de casualidad. Por decreto del entonces presidente de facto, Aparicio Méndez,
quien emitió la orden: ‘Autorízase al Señor Morales a ingresar al Estadio
Centenario para cumplir sus funciones como periodista’. Pues bien, para las
transmisiones nos entregaron un disco con la marcha oficial del certamen, con
la orden de difundirla. Era horrible. Víctor Hugo la escuchó y le pareció una
bofetada al buen gusto y una tomadura de pelo de parte de los militares que,
mediante la festiva marchita, querían mostrar una sonrisa al pueblo uruguayo en
medio de una batalla intestina feroz. Entonces sentimos que había que
contrarrestar el golpe bajísimo. Antes de siquiera pensar en qué íbamos a hacer
para no poner al aire eso, llegaron Alberto Triunfo y Roberto Da Silva, dos
creadores musicales de primerísimo nivel de Uruguay que la “rompen” en materia
de jingles y de campañas publicitarias, con su ingenio y talento.
“Llegaron con un disco bajo el brazo –agrega–. Como
el pan. Lo escuchamos… y decidimos adoptarlo. Romay nos puso la condición de
pasar también la ‘oficial’ y le dijimos que sí sabiendo que era no. Las
transmisiones empezaban bien temprano. Queríamos conquistar a la gente y lo
logramos. Mientras se iba llenando, en cualquier partido, el estadio, nosotros
invitábamos a la gente a entonar esta canción. La cantábamos al aire, le
pedíamos al público que nos acompañara con la música y la letra de ‘Uruguay te
queremos ver campeón…’. Sabíamos que la gente estaba con la radio en Oriental y
muy atenta a las emisiones, no digo valientes, para evitar la petulancia, pero
si transgresoras, al punto de la sanción”.
“Fue tanto el éxito que ni el director de la
emisora, ni los gendarmes de turno, impidieron la explosión de júbilo cada vez
que convocábamos a cantar a nuestra gente. No pudieron parar la música, la
sonrisa, la alegría del pueblo uruguayo y lentamente, con una gran calidad,
nuestra gente empezó a entonar algo que nosotros no digitamos a través del
micrófono de Radio Oriental… ’¡Se va a acabar, se va a acabar… la Dictadura
Militar!’. Con real sorpresa empezamos a escuchar que el pueblo uruguayo,
bajito, como sonseando, empezó a tararear su rebeldía. Nos sentimos
identificados, acompañamos escuchando y potenciando el audio de Exteriores. El
pueblo no quería más, la gente solita se animó. Y el fútbol, gestor de
inolvidables hazañas, fue el vehículo de un pueblo de más de 50.000 almas que
se juntaron para cantar”.
Morales tampoco tuvo problemas con el cambio de
estilo del relato al cruzar el Río de la Plata. “El fútbol uruguayo –le dijo a
Balagué- es un fútbol más de traslado de pelota, el fútbol argentino es más de
toques, tiene otra vivacidad. El fútbol uruguayo lleva a que uno va narrando la
jugada diciendo ‘toma la pelota Carrasco, Jiménez’, por nombrar jugadores
que eran entonces muy conocidos, y andaban un buen rato con la pelota. Entonces
era ‘Carrasco lleva, Carrasco driblea, Carrasco se frena, Carrasco para’,
contra una impronta que tenía el fútbol argentino que, suponiendo que fueran
los mismos jugadores ‘Carrasco toca para Jiménez, que juega para González, González
otra vez para Jiménez...’ por qué la pelota fluye mucho más al toque, el fútbol
argentino juega mucho más toque. El fútbol uruguayo tiene más traslado por
lo tanto el relato se hace algo más lentón, y en cambio la vivacidad del relato
argentino. Ese es un cambio que se produjo, periodísticamente ninguno”.
Una de las
metas más complicadas era la del intento de competir contra la formidable
estructura periodística de José María Muñoz y “La Oral Deportiva” de Radio
Rivadavia que conducía desde 1958, tras la muerte de su fundador en 1933,
Edmundo Campagnale. En
toda la década del 70, por ser la emisora líder (hasta el 95% de audiencia en
las transmisiones de fútbol de los domingos), Rivadavia despachaba avisos publicitarios de
las empresas más importantes: Gillette, Thompson y Williams, Coca Cola, La
Serenísima. La revista El Gráfico fue uno de los doce sponsors que, durante un
prolongado tiempo, mencionaban Orlando Ferreiro y Leopoldo Costa, locutores
comerciales en sus programas. Pero al poco tiempo, Morales y “Sport 80” habían
logrado partir la audiencia radial.
Dante
Zavatarelli, quien había ingresado a Rivadavia en 1960 y fue comentarista
principal de Muñoz junto a Horacio García Blanco en los Mundiales de 1978 y
1982 brindó a Capasso detalles sobre aquella competencia: “La gente de
Rivadavia en el ámbito de deportes vivía al son de lo que pensaba Muñoz. Es muy
probable que alguno, a lo mejor, hubiera avizorado algo distinto de lo que
eventualmente pensaba Muñoz, pero no se atrevían a decírselo. El Gordo creía
que ni Víctor Hugo ni Sport 80 eran suficiente entidad para competirle. La
realidad le terminó mostrando lo contrario. En general, la competencia
fracasaba, duraba muy poco y desaparecía, porque eran ex compañeros que
repetían la fórmula. Y porque ‘La Oral’ llevaba ya una continuidad de 40 años y
la gente estaba acostumbrada. Si estornudábamos en ‘La Oral’, se resfriaba el
país. Subías a un colectivo y estaba puesta radio Rivadavia. Pasabas por un
balcón y la radio que salía de adentro de la casa era Rivadavia. Y, además, al
frente de nuestro equipo estaba Muñoz, que era mucho más convocante que
cualquiera de los ex compañeros que se iban a formar una nueva entidad”.
“En
cambio –reconoció Zavatarelli-, lo que hizo “Sport 80”, al influjo de Víctor
Hugo y siguiendo los lineamientos de Araujo y de Niembro, fue hacer un programa
deportivo con contenidos distintos. Ellos empezaron a hacer un periodismo mucho
más subjetivo: a insistir en las cosas del fútbol argentino y del deporte que
se realizaban mal. Esto, unido a buenos profesionales, hizo que “Sport 80”
fuera desplazando en audiencia a ‘La Oral deportiva’. Ellos iban cobrando
entidad y nosotros disminuíamos la audiencia monopólica que teníamos. Yo creo
que, además del paso del tiempo que es natural, otro acierto de Sport 80 con
Víctor Hugo fue que transmitieron la misma emoción de Muñoz. Pero con un
contenido dialéctico totalmente diferente. Víctor Hugo era un hombre de una
cultura muy distinta y muy superior a Muñoz, quien era muy básico y esencial.
Alcanzó la misma emotividad y la adornó con un lenguaje más apropiado y, por
momentos, más bello”.
Zavatarelli
contó que “Sobre Víctor Hugo, personalmente nunca comentaba nada Muñoz, quien
siempre tuvo temores a todas las cosas por su falta de inteligencia. El creía,
como hombre de muy baja cultura, que había que ocultar las cosas malas para que
no crecieran. Su conducta como jefe de deportes de Rivadavia era como que nada
estaba pasando. Yo fui testigo de que Horacio García Blanco, otro de sus
comentaristas, le dijo: ‘Mirá que esto viene mal. Ellos están creciendo. Hay
que darle otra tónica’. Sin embargo, Muñoz creía que incorporando a figuras se
iba a atenuar esto. Por eso convocó a Enrique Macaya Márquez. No quería admitir
que se estaba cayendo a pedazos. La revista El Gráfico, como referente escrito
del deporte que era, también contribuyó, entre todos estos múltiples factores,
a la instalación de Víctor Hugo”.
“Nuestro
gran triunfo no sólo fue ir luego a Radio Mitre en 1982 sino cuando El Grafico
empezó a auspiciarnos porque era un anunciador muy importante, mucho más que
coches, que cigarrillos.”, afirma Niembro.
“Yo era muy mimado en mi llegada –recuerda VHM a Balagué-, porque era la
contrafigura, así me presentaban, de José María Muñoz, que era el gran relator
-y para mí sigue siéndolo- de este país. Y estaba un poco perseguido...
perseguido no, pero no lo quería la gente de izquierdas, la gente que estaba
contra la dictadura aquí. Y yo venía como una especie de contrafigura, un poco
con una aureola de tipo de izquierdas, no sé exactamente como llegaba aquí
eso”.
Con el tiempo. Para el Mundial de México 1986, Morales fue contratado por
Radio Argentina, que tenía comprado en exclusiva el paquete de los derechos del
Mundial y le exigió a la emisora que los compartiera con Radio Rivadavia, a lo
que Muñoz devolvió la gentileza para la transmisión de la Copa Intercontinental
entre River y Steaua Bucarest en el mismo año.
Cuando Muñoz falleció el 14 de octubre de 1992, Morales le dedicó quince
minutos de su programa “Competencia” por Radio Continental y en la transmisión
del Superclásico siguiente, en al detallar todas las cosas extraordinarias que
tiene un partido entre Boca y River, recordó que “falta algo que nunca más va a
tener y que se va a extrañar para siempre. Que es la voz de Muñoz para relatarlo”
Niembro, que era uno de los dos comentaristas principales junto con Néstor
Ibarra, se lamentó ante Infobae de que con “Sport 80” “se fue injusto porque cambió la radiofonía”
y recuerda secciones de ese tiempo como “Cada loco con su tema”. “que iba una
hora antes de los partidos y cada uno decía lo que se le antojaba, con el fondo
de la canción de Joan manuel Serrat y fue allí que Marcelo Araujo le hizo la
primera entrevista en dictadura a Hebe de Bonafini”, o tras los partidos, la
“Crónica de un Vestuario” de Ernesto Secchi, “que era un análisis de todo lo
que se vivía ahí adentro con lujo, gracia y picardía”, o las estadísticas de
Juan José Lujambio o la locución durante las transmisiones de los partidos de
Ricardo Jurado, “que tenía que competir contra los grandes de Rivadavia como
Cacho Fontana o Leopoldo Costa. Era culto y con voz potente”.
“Para mí, esas transmisiones eran la gloria, lo que soñaba desde chico
cuando jugaba solo con figuritas o botones relatando partidos. Eso fue tocar el
cielo con las manos” y compara la experiencia de la cobertura del Mundial de
España 1982 “con la ceremonia de la entrega de los Oscars, porque eso fue para
nosotros”, y afirma que Morales –quien lo invitó días pasados a una comida
junto a Araujo, Julio Ricardo, Ernesto Cherquis Bialo, Alejandro Apo y otros
periodistas, “lo que fue una gran emoción porque nunca estuvimos enojados pero
hacía mucho que no compartíamos tantas horas a pura nostalgia y fue un gran
gesto”- “se lo ganó todo con su capacidad”.
“Como yo comenté
muchos partidos al lado de VHM –dice Adrián Paenza en el prólogo del libro de
Capasso- puedo hablar no sólo de su dialéctica impecable, de su perfecta
dicción, de un uso totalmente inédito de vocabulario, de la precisión de sus
descripciones a una velocidad asombrosa, sino del encanto con el que es capaz
de contar una historia, de su sensibilidad para advertir dónde se encuentran
alojados los puntos sutiles que él habrá de exponer. Cada historia tiene una excusa
ligada con un hecho que se está produciendo y que se supone que el relator,
narra. Pero el Victor Hugo relator sabe que
está hablando por radio y que quien escucha no ve el objeto del relato,
sino que implica un acto de imaginación. Y entonces él, que sí es testigo, va
contando y quien está del otro lado se deja seducir por sus palabras. Y cada
persona va viviendo una historia diferente,
millones de historias originadas en una sola que ni siquiera existe como
tal”.
Paenza cierra su
texto con una anécdota: “Me acuerdo de que cuando lo trajimos a Victor Hugo
desde Uruguay y le dijimos en el living de su casa que tenerlo era algo así
como tener a la Coca-Cola, mi padre –que no sabía quién era nuestro amigo
uruguayo en ese momento- nos dijo a Ibarra, Araujo, a Niembro y a mí “si ustedes
están seguros de que tienen la fórmula de la Coca-Cola, ¿por qué se la van a
regalar a Julio Moyano y a Radio Mitre? Háganse socios ustedes, no vendan la
exclusividad de la fórmula por unos pocos dólares”. Ninguno de nosotros vio ese
negocio, no vio a VHM como un negocio. Nosotros queríamos traerlo a la
Argentina y trabajar junto a él, hacer del fútbol por radio lo que nosotros
habíamos fantaseado durante años. Y decía lo del contrato porque finalmente
Moyano –el entonces director de Radio Mitre- arregló con VHM un dinero
exactamente equivalente al de nosotros cuatro sumados. Y vaya si Víctor Hugo se
lo devolvió”.