viernes, 26 de febrero de 2021

Horas decisivas para Messi (Jornada)


 

Si bien tiene tiempo para tomar una decisión, porque quedará libre el próximo 1 de julio, Lionel Messi entra desde ahora en una etapa de definición para su carrera, que puede dar un giro extraordinario a partir de algunos hechos que pueden empujarlo muy hacia afuera del club de sus amores en Europa, el Fútbol Club Barcelona, o bien, al contrario, puede ser influido por una fuerza centrípeta si ocurren determinados hechos.

Messi acaba de anotar en el estadio Sánchez Pizjuán su decimonoveno gol en el triunfo del Barcelona por 0-2 al Sevilla, y de esta manera quedó solo como máximo artillero de la Liga Española a tres de diferencia de su ex compañero Luis Suárez. ahora en el Atlético Madrid. Pero hay un punto llamativo en esta estadística. El rosarino lleva 24 tantos en la temporada 2020/21 en 32 partidos (0.75 de promedio) cuando en la 2019/20 marcó 31 en 44 partidos (0.70). lo que indica que en una proyección, con trece partidos por delante en la Liga y al menos uno más en la Copa del Rey y otro por la Champions League, podría superar la marca anterior.

Es cierto que se trata de datos individuales en un juego colectivo, como es el fútbol, pero esto indica claramente que no se trata de un problema de decadencia personal sino de estructura de club, de funcionamiento colectivo. Messi va a cumplir 34 años a cinco días de quedar libre, el 26 de junio, y las chances de seguir generando fútbol son bastante claras. El tema es dónde.

Por eso sostenemos que estas horas pueden ser decisivas porque van a señalar un camino, si es que lo deportivo tiene influencia en su determinación final. Por lo pronto, el próximo miércoles, el Barcelona debe volver a enfrentar al Sevilla, pero esta vez en el Camp Nou y por la revancha de la semifinal de la Copa del Rey y deberá tratar de levantar un 2-0 en contra de la ida en Andalucía, y ayer quedó demostrado que lo puede conseguir porque justo obtuvo ese mismo resultado y ante el mismo equipo. Y como visitante.

El problema es que el Sevilla es un equipo muy experimentado, último ganador de la Europa League, que posiblemente no vaya a jugar un partido que lo puede colocar en la final de la Copa del Rey de la misma manera que jugó por la Liga, si bien tiene el problema de la notoria ausencia del argentino Lucas Ocampos, lesionado. Desde ya que para Messi (y para el Barcelona) no será lo mismo pasar a la final (allí debería enfrentar al ganador de la otra llave entre Levante y el Athletic de Bilbao, que empataron 1-1 en la ida en País Vasco) que quedarse en el camino y perder la chance de disputar otro título.

En la Liga, con el triunfo ante el Sevilla (Messi marcó un gol y Ousmane Dembélé, el otro), el Barcelona logró acercarse a apenas dos puntos al líder Atlético Madrid, que dirigido por Diego Simeone viene derrapando en los últimos partidos, pero hay que aclarar que los azulgranas tienen dos partidos más que los “Colchoneros” por lo que no dependen de sí mismos para llegar a la punta en estas fechas, aunque todavía pueden sacar partido de un próximo derbi madrileño entre el Atlético y Real Madrid (tercero) y aún deben volver a enfrentar a los rojiblancos por lo que allí podrían reducir la ventaja en la tabla.

Y finalmente, la Champions League aparece ya muy lejana, luego de que el Barcelona cayera estrepitosamente en el Camp Nou por 4-1 en la ida de los octavos de final ante el poderoso PSG francés (ahora dirigido por Mauricio Pochettino) y remontar este resultado en París suena a utopía.

En otras palabras. Desde lo futbolístico, Messi tendrá en las próximas dos semanas un panorama muy claro sobre la situación del equipo en esta temporada: si puede pelear en los dos frentes (Liga y Copa), uno, o directamente son muy pocas las chances de quedarse con algún título y en ese caso se repetirá lo ocurrido en la temporada 2019/20. De tener una perspectiva de año en blanco por segunda vez consecutiva, Messi tendría acaso un par de meses sin mucho en juego y con tiempo para analizar mejor los pasos a seguir.

Pero hay otro aspecto que también puede marcar la determinación del genio rosarino, y son las elecciones presidenciales del Barcelona, que luego de muchas vueltas se llevarán a cabo el 7 de marzo en un contexto muy desmovilizador por la cuarentena catalana y con sólo tres candidatos que pasaron el corte de las firmas como avales de los socios del pasado 24 de enero.

Joan Laporta, presidente de los tiempos felices con Josep Guardiola como entrenador y los grandes títulos, aparece nítidamente como el principal candidato (es además el que reunió más firmas). Víctor Font, que formó parte de la saliente comisión directiva de Josep Bartomeu, pero se alejó a tiempo, promete traer al ex jugador (y compañero de Messi) Xavi Hernández (ahora es DT en Qatar) para iniciar un nuevo proyecto desde todas las estructuras, y Toni Freixá, ex vocero del club en distintos períodos, promete insuflar capitales privados por 250 millones de euros para fichar un par de grandes figuras y para sponsorear las distintas áreas en las que fueron divididas las actividades más importantes del club.

Los tres candidatos, Laporta, Font y Freixá, sostienen que ya se comunicaron con el entorno de Messi y consideran fundamental poder seducirlo para que se quede en el club y culmine su brillantísima carrera de azulgrana, pero para eso, no deben quedarse en palabras y deberán solucionar lo económico por un lado, y generarle motivación deportiva por el otro.

Días pasados, Messi y su entorno volvieron a enojarse con el club (por ahora a cargo de una comisión gestora tras la renuncia de Bartomeu en octubre pasado) luego de que trascendiera lo que viene cobrando (unos 555 millones de euros) y que sólo se le pagaron 8,5 millones de euros de los 72 prometidos para esta temporada. Con estas cifras, y la crisis que atraviesa el club que debe 1173 millones según la última memoria y balance, no parece claro cómo podría cambiar los ejes y pagarle lo que el jugador vale, pero sumado a eso, al quedar libre el próximo 1 de julio, el Barcelona estará obligado a comprarle otra vez el pase, aunque deberá negociar con el propio jugador y su entorno.

Y en esa negociación, el Barcelona deberá tener en cuenta que Messi espera señales deportivas, no sólo monetarias. El rosarino sabe que no puede seguir integrando un equipo con escasas ambiciones de ganar títulos importantes, como viene ocurriendo. En este sentido, el trabajo del DT holandés Ronald Koeman ha sido arduo porque tiró de juveniles como Pedri, Araujo, Serginho Dest o Trincao, que hicieron de esta temporada una de transición (además, con lesiones de Philippe Coutinho y Ansu Fati) pero esto no puede repetirse eternamente y para fichar jugadores estrella hace falta dinero.

Detrás del Barelona esperan su decisión dos clubes poderosos como el PSG, en el que juega su amigo Neymar, y el Manchester City, donde podría reencontrarse con Guardiola, y que posiblemente vuelva a ganar esta temporada la Premier League inglesa y le ofrece un paquete de arreglo muy interesante en el que incluye la chance de jugar en algún momento en su equipo franquicia en la MLS de los Estados Unidos –un lugar al que Messi aspira a instalarse en algún momento de su vida-, el New York City.

Todo este combo, más lo que quiera hacer su familia –demasiado arraigada en Barcelona- será lo que ayude a Messi a decidir sobre sus próximos pasos, y por eso, estas dos próximas semanas serán claves en su futuro como futbolista.


martes, 23 de febrero de 2021

Adriano, el “emperador” que llegó a la cima con sus goles y potencia, fue verdugo de Argentina en la Copa América 2004 pero sucumbió en las garras del alcohol y las drogas por una fuerte depresión (Infobae)


 

Se lo consideró como el sucesor de Ronaldo Nazario en el fútbol brasileño y surgió como un fenómeno de principios de siglo, llegó muy joven a la cima en el Inter italiano y en su selección, pero Adriano Leite, que llegó a ser llamado “Emperador” por su porte, potencia y goles, no pudo superar la depresión que le causó la repentina muerte de su padre, tampoco se terminó de adaptar al fútbol europeo, acostumbrado a una vida de fiestas nocturnas, y su carrera terminó mucho antes de lo esperado.

Adriano Leite Ribeiro nació el 17 de febrero de 1982 en Río de Janeiro y se crió en un barrio muy humilde del sur de la ciudad y su prematura entrada al fútbol la debe a su madre, Rosilda, que lo acompañaba por muchos kilómetros hasta la localidad de Gávea, para que concurriera a la escuela de Flamengo.

Rosilda llegó a mentirle a su marido Almir (“Mirinho”), el padre de Adriano –que percibía un salario bajo en una oficina-, con que los gastos de matrícula y la mensualidad los pagarían unas tías y ese dinero lo conseguía ella misma trabajando horas extras y fuera de su horario habitual, vendía dulces, verduras o churrascos.

En esos tiempos, Adriano jugaba fútbol de salón en el Grajaú Contry Clube de Gávea en la posición de lateral izquierdo, pero no funcionaba, por lo que siguió buscando lugar como volante, hasta llegar a la de centrodelantero, el lugar de origen de sus partidos en la favela.

Cada día, el viaje hasta Gávea era un vía crucis: tren lleno hasta Leopoldina, un bus repleto con gente colgada y pegada a las puertas, pero para Rosilda, era claro que no había otro camino para salvar a su hijo, que el del fútbol. “Mi madre y mi abuela (Wanda) son dos guerreras y no hay otra cosa que aplaudirlas”, llegó a reconocer Adriano con el paso del tiempo, en referencia al esfuerzo de ellas para que él saliera adelante, en entrevistas que le realizó el reportero Tino Marcos, de TV Globo en 2010.

Rosilda sintió que estaba ante una profecía cuando entró a un templo de un culto evangélico y justo escuchó a un pastor que decía “Llegarán unos visitantes y Dios manda a decir que tiene un atleta que todo el mundo va a conocer y va a entregar gloria y honra del Señor. Va a ser tapa de los diarios y por esta semana va a tener un gran éxito”. Al poco tiempo, Adriano se consagraba campeón mundial sub-17 en Nueva Zelanda y meses más tarde, fue subido al primer equipo del Flamengo y con 18 años, convocado por primera vez a la selección mayor para jugar contra Colombia por la clasificación al Mundial 2002, en una carrera meteórica por la que en 2001 ya pasó a ser jugador del Inter y enseguida le marcó un gol al Real Madrid en el Santiago Bernabeu.

Efectivamente, con un potente remate de zurda, un gran físico (1,89 metro de estatura y 95 kilos) y mucha técnica, aparecía como neto sucesor de Ronaldo Nazario en una época de grandes jugadores brasileños como Rivaldo, Ronaldinho, Cafú o Roberto Carlos. No tardaron en apodarlo “Emperador”, haciendo uso de su nombre original.

Adriano ya era un proyecto de estrella en 1999 cuando ganó el Mundial juvenil de Nueva Zelanda con la selección brasileña y eso motivó que rápidamente lo ascendieran al plantel superior del Flamengo. Debutó el 2 de febrero de 2000, todavía con 17 años, en un torneo Río-San Pablo ante el Botafogo y apenas cuatro días más tarde marcó su primer gol ante el San Pablo y ya en 2001 estaba jugando en el Inter de Milán, aunque lo cedieron primero a la Fiorentina y luego, en 2002, al Parma. Sólo tenía veinte años, y su familia se había quedado en Brasil y su vida cambió demasiado pronto: de la favela al lujo de varios coches en el garaje, y sin contención.

Cuando llegó a Italia, vivía en un hotel y una de las primeras palabras que aprendió fue “Tosta” (Tostado). Que era lo que pedía cada día por su falta de conocimiento del idioma para entender los platos del menú de la confitería. El problema no era el dinero. “Conseguí un nombre demasiado rápido. En Italia todo era muy nuevo y todo eso me transformó en una persona diferente. Era diferente de aquel Adriano de la favela. Conquisté rápido las cosas, pensando en que era un chico que antes no tenía nada y después tenía el mundo…eso es difícil controlar”, admitió años más tarde.

La gran temporada, la del salto definitivo, fue la 2003/04, cuando regresó al Inter y en ese ciclo ganó dos Copas Italia, dos Scudettos y tres Supercopas de Italia en años de esplendor compartiendo plantel con jugadores como Javier Zanetti, Hernán Crespo, Christian Vieri, Zlatan Ibrahimovic y Juan Sebastián Verón. Se transformó en una estrella del fútbol mundial y hasta en el videojuego “Winning Eleven 11 PS2” se le adjudicaba una potencia de disparo de 99 sobre 100.

“Nadie podía quitarle la pelota. Era un animal. Jugué con grandes campeones pero con él sentí que podía compartir equipo por muchos años, me sentía cómodo”, recordó Ibrahimovic sobre ese tiempo.

En ese contexto, Adriano fue convocado para jugar la Copa América de Perú en el verano europeo de 2004 y aunque la selección brasileña no era la titular. Era una buena manera de mostrarse como recambio, pero terminó siendo el rey del torneo como goleador (7 tantos en 6 partidos) y campeón en una infartante final contra el equipo argentino de Marcelo Bielsa, cuando logró marcar el empate parcial en la última jugada del primer tiempo, y el empate definitivo sobre la hora, que forzó la definición por penales.

Sin embargo, al regreso de la Copa América de y de sus vacaciones en Brasil, un hecho iba a cambiar su vida el 4 de agosto. Estando ya de pretemporada con el Inter, recibió una llamada en la que le comunicaron que su padre, Mirinho, había muerto de un ataque cardíaco.

“Lo vi llorar desconsoladamente. Tiró el teléfono y comenzó a gritar que no era posible y desde esa llamada no volvió a ser el mismo. No pudimos sacarlo de la depresión”. contó Zanetti, que era el capitán del equipo.

Es que Mirinho, para Adriano, no sólo era el padre, sino su consejero y quien era el principal responsable de contener sus excesos. Sin embargo, la temporada 2004/05 fue acaso la mejor de su carrera, con 28 goles y la coronó con la obtención de la Copa Confederaciones en Alemania –ya había jugado la de 2003 con 2 goles en 3 partidos-, en la que marcó 5 goles en 5 partidos y una vez más, venció en la final a la selección argentina, esta vez dirigida por José Pekerman, y resultó el máximo anotador del torneo.

Para la llegada del Mundial de Alemania 2006, y pese a su situación anímica, Adriano estaba en plena forma, con 91 goles en 180 partidos y en Brasil crecía la esperanza de que el Scratch hiciera un gran torneo al contar con jugadores como Ronaldo, Kaká, Ronaldinho o Robinho, y se convertía en uno de los candidatos a ganar el título. Sin embargo, pese a los dos goles que Adriano marcó en los cuatro partidos que jugó, el equipo terminó cayendo ante la Francia de Zinedine Zidane en los cuartos de final, y para muchos, ese fue el punto de declive.

Adriano había vivido una situación de stress apenas días antes de ese Mundial. Se encontraba en Brasil festejando con amigos de su barrio, Vila Cruzeiro, en la discoteca “Quebra-Mar” en la zona oeste de Río de Janeiro y según versiones de personas próximas al jugador, algunos componentes del grupo estaban prófugos de la Justicia por lo que al alejarse del recinto,  la comitiva fue abordada por la Policía y uno de los amigos de Adriano intentó huir, pero fue baleado y falleció. Desde ese momento, Adriano tuvo que convivir con distintas tentativas de extorsión que lo fueron desestabilizando emocionalmente, porque distintas versiones indican que había material fotográfico que lo involucraría en los hechos.

Sin embargo, el reconocido periodista del diario “Extra” (Grupo Globo) Gilmar Ferreira, cree que el inicio del declive de Adriano no fue el Mundial  sino que ya en 2005 no se encontraba en su mejor estado anímico. Lo cierto es que luego de Alemania 2006 comenzó a tener problemas de alcohol y drogas y con ellos, los cortocircuitos con los DT del Inter, y ya quedó fuera de la disputa de la Champions League 2007/08 y no podía aprovechar las oportunidades que reiteradamente le daba el club milanés con la esperanza de que volviera a brillar, hasta que en noviembre de 2007 lo cedieron a préstamo al San Pablo.

No habían podido cambiarlo y se metía en un conflicto tras otro, como el de marzo de 2007 con el basquetbolista basquetbolista Rolando Howell, pivote del Varese de la Serie A italiana. Según vieron dos testigos, el estadounidense lo provocó y él respondió en una pelea que comenzó en una discoteca y siguió afuera del local, El brasileño conservó una marca en la cara pero Howell dijo a los medios que se trató de “un equívoco”.

Tres meses más tarde, en sus vacaciones en Río de Janeiro, fueron investigados dos policías por tratar de extorsionarlo al amenazar con denunciarlo por tráfico de drogas, y el 31 de diciembre, ya instalado en Brasil, perdió el control del auto que manejaba y chocó contra otro luego de dar contra el andén.

 

 

El propio Adriano siempre cita dos episodios que determinaron sus problemas psicológicos y emocionales, el choque cultural desde que abandonó la favela Vila Cruzeiro para pasar a ser el “Emperador” en Italia, y la muerte de su padre en 2004, que “me transformó en otra persona”. Pero nunca hizo público aquello que vivió en las semanas previas al Mundial 2006. “Su estado mental empeoraba cada año que pasaba –sostiene Ferreira-. Tanto es así que en 2006 ya no era el mismo jugador que vimos en 2005 y pasó el resto de su carrera oscilando entre la euforia y la depresión”.

Tras su paso por el San Pablo y finalizado el préstamo volvió al Inter pero se encontró con un duro escollo para sus salidas nocturnas y su indisciplina: el DT era el portugués José Mourinho, con quien tuvo permanentes choques y declaró que no era feliz allí, al punto de anunciar un retiro parcial del fútbol en abril de 2009. Sin embargo, poco menos de un mes después se anunciaba su fichaje por el Flamengo, donde generó una recordada dupla atacante con su amigo Vagner Love, que dio en llamarse “El Imperio del Amor” y terminó siendo goleador de su equipo con 19 tantos, y campeón.

Fue un despertar futbolístico. “Muchos pensaron que Adriano sólo regresaba a Brasil para estar cerca de sus amigos del “Complexo do Alemao” (el complejo de favelas en el que se crió) y donde siempre pasaba sus períodos de vacaciones en Brasil”, comenta Ferreira, quien recuerda que sus anteriores tiempos en el San Pablo “estuvieron dominados por sus acciones fuera de la cancha” pero “comenzó a funcionar en un esquema cuyo mediocampo estaba manejado por el veterano serbio Dejan Petkovic y esto hizo que lo asistieran bien para buscar el gol y pese a un comienzo algo tibio del Flamengo, encontró la regularidad”.

Ferreira recuerda cuando marcó uno de los dos goles de la victoria ante el Atlético Paranaense 2-1 en su primer partido como titular por un hecho particular: “su celebración quedó reflejada en el folclore del fútbol brasileño porque se arrancó la camiseta al estilo del francés David Ginola, y así reveló su estado físico y silenció a los críticos que habían sugerido que le gustaba la vida nocturna y el excesivo consumo de alcohol y que eso lo había dejado fuera de forma”.

Su ex compañero Danilo sostiene que fue “un privilegio jugar con un futbolista tan grande” y que “se llevaba bien con todos y era muy querido, ayudaba mucho a los más jóvenes y se adaptó rápido al equipo. Sin dudas pudo haber sido el mejor del mundo por lo que consiguió con Flamengo y en el exterior. Era fuerte y un excelente rematador”.

Con estas actuaciones, no fue de extrañar que Dunga lo convocara para jugar en la selección brasileña, que ya encaraba su clasificación al Mundial  2010, pero terminó rindiéndose al notar que no lograba que el jugador se concentrara en el objetivo grupal. “Pensó que el fútbol se había convertido en una obligación para él –reflexiona Ferreira-, algo que el jugador no hizo nada para desmentí y cuando supo que no fue convocado para el torneo de Sudáfrica pareció ser un alivio”. No volvería a ser citado para el conjunto nacional en el que jugó en total 48 partidos y marcó 27 goles.

Tras su participación con el Flamengo en la temporada 2009/10. su agente Gilmar Rinaldi anunció su contratación por parte de la Roma para la temporada 2010/11 pero antes de partir hacia Italia apareció retratado con un amigo de la favela con fusiles en la mano. Y por eso tuvo que asistir a la Policía para declarar. Dijo que era una broma entre amigos pero cada vez generó más desconfianza. A la semana compró una moto a nombre de la madre de un traficante. Fue citado nuevamente a declarar a un juzgado, pero negó su participación.

Otra vez en Italia, ahora en la Roma, no se sintió cómodo y apenas jugó cinco partidos sin convertir goles por lo que rescindió contrato en marzo de 2011 y volvió a Brasil para jugar en Corinthians, donde salió campeón pero un año más tarde volvía a irse (un año antes de terminar su acuerdo con el club) por sus problemas con el alcohol y las drogas. Se entrenó entonces en el Flamengo, aunque sin ficha y sin intenciones del club, curado de espanto, para volver a ficharlo.

El 26 de diciembre de 2011 se había metido otra vez en problemas cuando salió de una fiesta con una chica de 20 años y la llevaba en su coche cuando, según la joven, le disparó “accidentalmente” por lo que volvió a ser citado en un juzgado. “Siempre tienen que hablar mal de mí. Todo lo malo es por mí pero yo tengo mi consciencia tranquila. ;e quité la camisa, le presté ayuda. Sólo tomé el arma después de que se disparara ella misma, y se la di a la Policía”, declaró aquella vez en los medios.

Cuando ya parecía que en su horizonte no cabía la chance de volver a jugar a buen nivel, apareció otra vez Dunga en su camino. En 2013 era el DT del Inter de Porto Alegre y se decidió a recuperarlo, aunque los dirigentes del club se oponían. “Todo el mundo merece una segunda oportunidad. Él ha tenido muchas oportunidades en la vida, dentro y fuera del país, y las ha desaprovechado. Tal vez nuestro entrenador quiera públicamente hacer frente al desafío de domar a un toro furioso. Creo que Adriano es un mal ejemplo para la juventud. Es todo aquello que no queremos porque es una persona que tiene una conducta desviada”, afirmaba el entonces vicepresidente del club gaúcho, Roberto Siegmann.

Pese a todo, el presidente, Giovanni Luigi, terminó dándole luz verde a Dunga para contratar a Adriano siempre y cuando pasara sin problemas los exámenes médicos y físicos y era claro que se produciría entonces el regreso del “Emperador” al fútbol brasileño. Pero esas pruebas no dieron el resultado esperado y sorpresivamente, las puertas se cerraron. “No podemos esperar el tiempo que él requiere para volver a jugar al fútbol en un alto nivel en nuestro club”, explicó entonces en director deportivo Luiz César Souto de Moura a Radio Bandeirantes.

Tras dos años sin jugar, finalmente apostó por él Atlético Paranaense para jugar la Copa Libertadores 2014 porque su DT, el español Miguel Portugal, se convenció de su posible aporte para el equipo. Una de las condiciones del contrato era que Adriano se entrenara en Curitiba, lejos de Río de Janeiro, del asedio de la prensa y de la agitada vida nocturna. Había empezado a entrenarse en diciembre de 2013 pero ya en enero de 2014 hubo una fuga por la que desapareció nueve días, aunque fue perdonado. Pero a Paranaense no le fue bien y quedó eliminado en la fase de grupos. Adriano jugó un solo partido de titular (no llegó a estar contra Vélez) y marcó el gol en la derrota 2-1 ante The Strongest. El contrato duró dos meses y se lo cancelaron por las salidas nocturnas y las ausencias en los entrenamientos. Terminaba así su etapa de jugador en el fútbol de alto nivel con 170 goles en 379 partidos (0,44 de promedio).

En enero de 2016 no sólo pasó a jugar en el Miami United de la cuarta división de la National Premier Soccer League (NPSL) de los Estados Unidos, sino que compró el 40 por ciento del paquete accionario, pero jugó un solo partido oficial y dos amistosos y en mayo regresó a Brasil con 34 años ya sin volver a participar de un partido de fútbol oficial.

Actualmente, Adriano vive en una de las favelas más peligrosas de todo Brasil y si bien niega su situación, el ambiente del fútbol brasileño manifestó más de una vez su preocupación al conocerse que puso en venta gran parte de sus bienes en 2019 (ya tres años antes se había desprendido de su lancha negra por problemas con el fisco) y viajó a Milán con su madre para transferir propiedades y otros objetos de valor de sus tiempos en el Inter.

Por ejemplo, colocó a la venta la mansión en la que vivió en esa ciudad, que anteriormente estaba alquilada, y le había alquilado otra  lancha al cantante Alexander Pires y hasta en internet se podía encontrar otra pequeña embarcación en venta a su nombre.

“De nuevo ustedes. ¿verdad? No me dejan en paz. El año pasado, ustedes pusieron que yo tenía 60 millones de dólares cuando había viajado a Italia. ¿Y ahora estoy sin nada? ¡Cómo es eso? Ustedes viven de la polémica. De hablar tonterías de los demás. En vez de enfocarse en mí, hablen de la tragedia de los niños del Flamengo que murieron”, se enfureció entonces Adriano contra un diario carioca desde su cuenta de Instagram.

En 2018, le concedió una entrevista al portal “R7” en la que reconoció haber caído en el alcohol tras la muerte de su padre. “Sólo yo sé cuánto sufrí. La muerte de mi padre me dejó un vacío enorme, acabé sintiéndome muy solo y me aislé. Fue lo peor. Me vi solo, triste y deprimido en Italia y es cuando empecé a beber. Sólo me sentía feliz bebiendo toda la noche. Bebía todo lo que me ponían delante: vino, whisky, vodka, cerveza, mucha cerveza. No paraba de beber y tuve que dejar el Inter porque me trajo problemas con el DT Roberto Mancini y no sabía cómo disimularlo. Llegaba borracho por la mañana a los entrenamientos. Me presentaba y me llevaban a la enfermería y le decían a la prensa que sufría dolores musculares”.

“Ahora soy feliz –dice Adriano- y descubrí cosas importantes una vez que dejé Italia. Entendí lo mal rodeado que estaba, amigos que sólo me llevaban de fiesta con mujeres, alcohol y sin pensar en nada. Renuncié a los millones pero he comprado la felicidad”.

En marzo de 2019, Adriano firmó un contrato con “Bananeira Filmes” de la productora Vania Catani para llevar su vida al cine. “Todo lo que ustedes siempre quisieron saber, en breve en las pantallas del cine”. Indicó en un mensaje, acompañado de una foto en la que aparece posando con su abogado, Diogo Souza, y su asesora, Renata Battaglia.

 

 



domingo, 21 de febrero de 2021

A 40 años del gran impacto en los relatos radiofónicos de fútbol en la Argentina con la aparición de Víctor Hugo Morales y el debut de Maradona en Boca (Infobae)


 

Nada fue igual en la historia de los relatos radiales deportivos en la Argentina después del 22 de febrero de 1981, hace cuarenta años, cuando en una expectante Bombonera y por la primera fecha del Torneo Metropolitano, y coincidiendo con el debut de Diego Armando Maradona con la camiseta de Boca y ante Talleres de Córdoba, también inició sus relatos, proveniente del Uruguay, y con 33 años recién cumplidos, un joven Víctor Hugo Morales.

“Se generó gran expectativa-recuerda el periodista Fernando Niembro, integrante de aquel equipo “Sport 80”, que pasaba a Radio El Mundo desde Mitre,  en diálogo con Infobae- porque el productor Julio Moyano hizo gran difusión previa por lo que él conocía en el ambiente de los medios y recuerdo que inmediatamente después la revista “Gente” comparó los relatos de Víctor Hugo Morales y de José María Muñoz, que desde Radio Rivadavia era hasta entonces el dueño de la radiofonía deportiva por los alcances que tenía, pero prendimos enseguida, la gente necesitaba otras cosas”.

Un renovado Boca, que lo había pasado mal durante 1980 como consecuencia de la salida de Juan Carlos Lorenzo como entrenador y ahora con un nuevo presidente, Martín Noel, tras décadas con Alberto J. Armando al frente del club, y a estadio repleto, se impuso 4-1 a Talleres de Córdoba compuesto por varios jugadores de la selección argentina, sumados al peruano Roberto Mosquera y al brasileño Julio César, y con un salto de calidad que representaban la presencia de Maradona, Miguel Brindisi y Osvaldo Escudero, además del regreso de Marcelo Trobbiani y terminaría ganando ese campeonato.

“Creo que salieron bien las cosas, que salió un relato con mucha precisión, de prácticamente no equivocarme con ningún jugador, con mucho ritmo. Y también una cierta creatividad inspirada, como siempre, por Diego especialmente, pero también por el entorno que tenía el partido y que para mí era un lugar muy fascinante, esa cancha de Boca, ese ruido tan especial y único en los estadios del mundo que yo conozco al menos, que tiene la cancha de Boca porque es un encajonado, es una bombonera... Todo eso me ayudó a que hiciese un trabajo con una impronta un tanto creativa, como a mí me gusta, por otra parte”, le contó al periodista español Guillem Balagué para un libro de próxima aparición.

 

El primero de los cuatro goles de Boca a Talleres lo convirtió Maradona, de penal, cambiándole el palo al arquero de Talleres. “Dijo nada por aquí y nada por allá, mostrando la galera. Empezó a correr y fue sacando conejos y palomas, pañuelos azules y amarillos, hasta que finalmente escapó a Baley. Iba a convertir el gol pero el arquero de Talleres no tuvo más remedio que derribarlo. Y allí está Diego Armando Maradona, haciendo pensar a setenta mil argentinos que están en la cancha de Boca ‘qué lindo es levantarse un domingo a la mañana en Buenos Aires, si de tarde juega Maradona. Maradona va a tirar el penal. 19 minutos y medio del primer tiempo. Se preparan las gargantas. Y todas las manos. Y todos los puños. Y todas las voces ¡todas! En la Bombonera. Talleres está a punto de ser derrotado por este tiro de Maradona. Se me ocurre que abajo y al parante derecho. O quizá lo tire fuerte para asegurarlo. Es el primero de todos. Se adelanta Maradona….¡¡¡Ggggooooolllllll!!! ¡¡¡Ggggolllll!!! ¡De Boca! ¡Diego Arrrmando Maradona! El penal abajo, ¡la soltó como una lágrima! La pelota se metió lentamente abajo, sobre el parante izquierdo, mientras Baley disimulaba buscando palomitas junto al derecho. Boca 1 Talleres 0. Diego Arrrmando Maradona es el grito, es la explosión de júbilo en la Bombonera. Cuando van veinte minutos y medio del primer tiempo. Y Talleres creo que ya conoce su destino…”, fueron las palabras utilizadas por el relator en su primer gol, ya asociado a quien luego le permitiría llegar al tope máximo de su trayectoria con aquel gol a la selección inglesa en el Mundial de México en 1986.

 

“La soltó como una lágrima, dijo Víctor Hugo en su relato de mi debut en Boca. Y es verdad porque la pelota cayó adentro de la red, prácticamente. Es muy difícil relatar un penal con tanta maestría porque un penal es patear y el arquero va a un lado o lo ataja y se escucha la carga emotiva que le puso. Es mejor que verlo por televisión”, llegó a comentar más tarde el propio Maradona.

 

“Entré a la cabina con mucho miedo –recordó Morales a Julián Capasso, autor del libro “Víctor Hugo, una historia de coherencia y convicción”-. Estaba muy nervioso y angustiado. Había avisos por muchos medios sobre mi debut. Mis amigos estaban todos pendientes de cómo me iba a ir, así que estaba muy achicado. Me temblaba todo. Diego dijo que ese día también le temblaron las piernas. A mí me temblaba el estadio. Cuando estoy dando un examen soy fatal: el miedo a defraudar es muy paralizante. Y ese día no fue la excepción. En ese momento, yo tenía una garganta muy mortificada por el cigarrillo, lo que me generaba dudas acerca de si iba a aguantar. Y los nervios y la falta de descanso son lo peor para la garganta. Sin embargo, salió un muy buen relato. Muy creativo”.

 

Pese al contexto del debut. Morales cree que su bautismo de popularidad fue la noche del 10 de abril de ese mismo año, cuando bajo un diluvio, Boca venció a River por 3-0 otra vez en la Bombonera y en otro show de Maradona y Brindisi.  “Fue cuando relaté ‘que sea, que sea’ cuando Maradona gambeteó a Fillol y ya iba a empujar la pelota a la red. Eso provocó un disgusto por un tiempo en la hinchada de River, que lo interpretó mal. Años después hubo varios ‘que sea, que sea’ para (Enzo) Francéscoli también. Yo lo decía porque pedía un gol de Diego, por la magia que estaba desplegando aquella noche memorable. Terminado el partido me fui a cenar, después a tomar un café con los amigos y para redondearla, fuimos a algún boliche. Siempre fui muy nochero y en esas épocas, muchísimo más que ahora. Mi promedio para acostarme era a las 5 de la mañana. A esa hora pasé por un kiosco y me asombré al ver que Diario Popular había titulado ‘Ta, ta, tá: 3 a 0’ y yo dije ahí ‘caramba. Esto empieza a funcionar, esto camina’ y fue un gran alivio porque recién habían pasado dos meses de mi llegada y ya un diario titulaba con el latiguillo”.

 

“Nosotros no teníamos la más mínima idea de la repercusión porque no sabíamos de la audiencia de El Mundo. Nos fuimos dando cuenta por la cantidad de llamadas que había,  pero el día de Boca-River fue un escándalo y metía al aire llamadas en contra también para que la gente se diera cuenta de que íbamos con la verdad”, agrega Jorge Crosa, prestigioso periodista uruguayo –Niembro lo define como “un maestro, culto, intelectual”- que fue jefe de Deportes del diario “El País” y que acompañó a Morales en su paso a la Argentina.

“Cuando Víctor Hugo tomó la decisión de irse a la Argentina hablamos con Daniel Romay, el dueño de Canal Montecarlo y Radio Oriental, para comunicarle la decisión. Pensé que Romay iba a pelear la cosa pero para mi sorpresa se levantó, le dio la mano a VHM y le dijo “Mucha suerte” y mirándome me preguntó “¿Usted también se va?” y al contestarle afirmativamente hizo un gesto aprobatorio y nada más. Una despedida impensada por todo lo que significó VHM en esa radio, la polarización de la audiencia, y la venta increíble de avisos que generó”, recuerda Crosa, quien tenía a su cargo la sección “El Partido en Diez Minutos”.

“Fue una ocurrencia mía por los conflictos políticos y sociales que había en la Argentina, y juntaba eso con alguna secuencia de algún momento del partido con los relatos de VHM. Yo trabajaba de lunes a viernes en Montevideo y el director de El País me autorizó a viajar a Buenos Aires los fines de semana y paraba en el hotel “Español” hasta que luego ya un amigo me alquilaba su casa. Mi obligación era ir una vez a ver a Nacional y otra a Peñarol cada 15 días”, detalla Crosa a Infobae.

“Todo nace tras una tarde en la que Néstor Ibarra, Adrián Paenza, Marcelo Araujo y yo –todos nos hicimos amigos trabajando en Deportes de Radio Belgrano en 1974- volvíamos de la cancha de Huracán –recuerda Niembro-. Estábamos en Cobo y José María Moreno, y todos sin trabajo. A mí me habían echado de Canal 7 en 1978 y hacía unos micros para Juan Alberto Badía en Radio Mitre, Ibarra colaboraba en Radio Provincia, y dijimos “tenemos que volver a trabajar”. Arrancamos con “Sport 80”  al mediodía con Diego Bonadeo y Roberto Eguía en unas tertulias al mediodía por Mitre y decíamos “Tenemos que tener un relator”. Eran tiempos en las que todas las radios eran estatales menos Rivadavia. Fuimos a ver a Julio Moyano y Carlos Fioroni, gerente administrativo. Moyano producía a Juan Carlos  Mareco y nos propuso a Juan Carlos Morales pero le dije “Yo ya tengo relator”. Ibarra no lo conocía, a Araujo le sonaba…”

 

“Yo lo conocía a Víctor Hugo –continua Niembro- porque iba mucho al Uruguay a visitar a mi abuela, que era uruguaya. Y entonces solía ir a Radio Oriental, jugaba al fútbol con ellos. Entonces les dije a Araujo e Ibarra “yo me voy a buscarlo al Uruguay” y fuimos con Paenza. Recuerdo que lo fuimos a ver a un centro de detención de Punta Carretas porque él llevaba unos veinte días allí por una trifulca en un partido que había jugado y cuando salió al patio con el resto de los presos le preguntamos “Nene, ¿querés relatar en la Argentina?” y me respondió afirmativamente y entonces volví, se lo comenté a Moyano, que primero estaba dubitativo y yo le dije “cuando escuchen estos relatos, se termina todo” y así fue. Moyano y Fioroni, que tuvieron realmente huevos para jugarse porque Muñoz y Radio Rivadavia dominaban todo, arreglaron económicamente con Víctor Hugo. Que esa noche durmió en mi casa. En aquel momento, Muñoz pensaba que nadie lo podía superar y dijo “Que venga, en la Argentina hay lugar para todos” pero estaba preocupado por la competencia que nunca había tenido siendo Rivadavia la única radio privada y con larga previa y post  en los partidos contra radios estatales sin ese despliegue, muchos espacios comprados y altísimos costos en llamadas que no permitía tantas horas de transmisiones”.

 

Sin embargo, apareció un problema. “Al poco tiempo, Moyano me empezó a decir que no se podría ir a Radio Mitre en el primer año. Recuerdo –insiste Niembro- que le dije ‘nooo, nos matás’ y él decía ‘es sólo por un año’. Hay que tener en cuenta que la dictadura militar comenzaba su ocaso y que ya Víctor Hugo había arreglado las condiciones económicas y que éstas no variaban por ir a otra radio, “El Mundo”, aunque el problema era el dial, que era mucho más poderoso del lado izquierdo, donde estaba Rivadavia con Muñoz, y apenas Mitre estaba en el centro, y El Mundo estaba muy a la derecha en tiempos en los que las radios eran a perilla, no eran digitales, pero estábamos seguros de que íbamos a ganar en esa competencia y además, Ibarra, Paenza y Araujo conocían las debilidades de Muñoz porque habían trabajado con él. Ellos eran unos monstruos del periodismo”.

 

“Cuando me preguntaron si quería ir a la Argentina en marzo de 1980 estaba tan preocupado y herido que mi respuesta fue ‘Me voy hoy, vamos para adelante’-recuerda Morales a la revista “Hecho en Buenos Aires”. Fue un alarde de locura porque estaba bastante hecho en el Uruguay. Ni siquiera venía buscando un futuro. Venía dejando un presente en aras del gusto que me daba Buenos Aires y mis sueños cardonenses de habitar este lugar que para mí era ‘La Meca’ en cuanto a la profesión que desarrollo. Dos meses más tarde estaba arrepentido de decirles que sí, pero ya había dado mi palabra. Y tuve que apechugar. Me asusté mucho. Estaba arriesgando mucho de mi vida profesional. En Uruguay yo ya no era un muchachito: tenía un lugar ganado en la radiofonía. En aquel entonces, en Oriental teníamos una audiencia como la de (José María) Muñoz aquí. Yo, que era dueño de un panorama muy halagüeño en Uruguay, venía a someterme a ser un outsider”.

“Buenos Aires siempre es una inspiración para quiénes hablamos este idioma en América, - le cuenta Morales a Balagué-. Culturalmente pertenezco a una ciudad (Cardona) que está equidistante entre Montevideo y Buenos Aires, muy alimentado en mis fantasías juveniles por lo que era la radiofonía argentina, el fútbol argentino, Buenos Aires, el cine argentino especialmente, y ahí estaba eso. Luego empiezo a trabajar en Radio Colonia, qué es una radio muy vinculada a la Argentina, que emite para Argentina, por lo tanto hay una impronta rioplatense muy notable. Y en los años 1981, 1982, y en los años previos, a mí se me presentó una situación un poco fantasmal de no estar a buenas con lo que era el gobierno uruguayo de entonces. Era una percepción, una intuición corroborada 30 años después por los archivos de la dictadura en los que efectivamente aparecía una especie de causa-consecuencia, un efecto... esto lo supe bastante después, en aquel momento era nada más que la idea de que se había agotado la relación de una persona pública que aunque transmitía fútbol nada más siempre algo dice, el profesional, aunque hable de cocina. Algo se infiere”.

“En marzo de 1980 caigo preso por 27 días por una especie de pelea que yo siempre pensé que estaba armada y que las circunstancias marcan ahora que sí que había estado armada, en un partido de fútbol cualquiera. Esa era la consecuencia. ¿Cuál era la causa que surge periódicamente? En el año 1979, entre los meses finales y el comienzo de 1980 yo había hecho mucha campaña para ir a los Juegos Olímpicos de Moscú. Naturalmente, para un régimen dictatorial esto era bastante inadmisible. Yo lo hacía buscando el camino de decir "esto es deporte, no es política", pero ellos sabían que me estaba oponiendo a la decisión de no ir. Y cosas así, el hecho de haber ido preso, haber estado prohibido, motivaron que cuando apareció una oportunidad, con aquel antecedente, con aquel sedimento cultural de aspiraciones de estar en un lugar que me apetecía y la incomodidad que yo sentía, me llevaron a tomar la decisión. En 1980 yo tenía 32 años. 32 o 33”, agregó. “Quisieron hacer creer que él tuvo alguna ligazón con los militares uruguayos y eso es una gran mentira”. Insiste Niembro.

 

“En los últimos meses antes de partir a la Argentina, con algunos jugadores organizábamos partidos de fútbol de salón, hacíamos giras y donábamos la recaudación a escuelas, hospitales y en una de esas  andanzas se armó una trifulca muy grande, insultaron a mi mujer, que estaba embarazada, desde la tribuna, y nos peleamos. Hubo una denuncia de por medio y me fui a Europa por una gira de la selección uruguaya y me mandaron a buscar por Interpol. Se había armado un escándalo. Entonces, en la radio me dijeron que volviera porque era un disparate. Y al pisar el aeropuerto me llevaron directamente en cana. Gravitó mucho que sucediera en tiempos de dictadura. Yo no era un perseguido, pero me habían amonestado varias veces por cosas que decía en la radio. Que me llevaran preso 27 días se debía, exclusivamente, a que no tenía relación con ningún militar fuerte, de peso. Me di cuenta de que estaba bastante solo, bastante desprotegido. Y en ese momento aparecen en la central de Policía, de la nada, Adrián Paenza y Fernando Niembro con la propuesta de cruzar el río”, detalla VHM.

La oferta que Julio Moyano Producciones le hizo a Víctor Hugo –relata Capasso en su libro-  era por un solo año y no superaba lo que cobraba en Uruguay: 18.000 dólares, que en pocos meses se hicieron apenas 3.000 por la devaluación ordenada por Jorge Martínez de Hoz, poco antes de dejar el cargo de ministro de Economía al terminar la presidencia de Jorge Videla. “Fue un año muy duro. Me acuerdo de que cuando fui a hablar de este tema con Moyano, él me dijo que me fuera haciendo la idea de que vivía en Argentina”, contó Morales. La noche del miércoles 18 de febrero, arribó en avión desde Montevideo al Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery, acompañado por su amigo y colega Jorge Crosa. ‘Lo fui a buscar al aeroparque con mi Fiat 600 color verde. Fuimos a comer al restaurante Pippo. Y luego los llevé al hotel Liberty, donde se alojaron en ese momento’, recuerda el periodista Eduardo Ramenzoni.

 

 “Vivimos los primeros tiempos en el Hotel Liberty, donde en 1976 sucedió el lamentable hecho de la muerte de Héctor Gutiérrez Ruiz y el episodio de Zelmar Michelini, dos amigos personales de la lucha por las libertades uruguayas dentro del hoy Frente Amplio”. Rememora Crosa, quien deja en claro que con  CX 12 Radio Oriental “éramos los número uno en todo, con una audiencia formidable. Se estaba retirando Carlos Solé y con Heber Pinto creamos “Hora 25” y convencimos a Daniel Romay para que fuera a las 23 horas y cambiamos el sistema de transmitir deportes. Leíamos títulos y hacíamos una editorial con lo más importante del día. Era el programa deportivo de mayor audiencia, que ya tiene 42 años, y que hoy sigue Javier Máximo Goñi”.

 

Si Morales, nacido en Cardona el 26 de diciembre de 1947, ya tenía éxito en Uruguay, éste aumentó hasta niveles altísimos tras la muerte de Carlos Solé  -que llegó a acaparar el 80 por ciento de la audiencia por Radio Sarandí en la que permaneció por cuarenta años- el 9 de mayo de 1975. Por veinticinco días, Sarandí y Oriental se pelearon por contratar a VHM, que se decidió por la segunda y en dupla con Juan Carlos Paullier pasó de un share del 20 al 75 por ciento de la audiencia.

 

Según Víctor Hugo, “en los últimos meses llamaron al dueño de Radio Oriental para recriminarle a él, ya no a mí, que yo había tenido una expresión grosera al decir ‘esto no tiene gollete’ en una transmisión o en una audición, no recuerdo bien. Romay, poco antes, me había aconsejado paternalmente que no me fuera. Yo le pregunté si se bancaba el simple llamado de un cabo diciéndole que vería con buenos ojos que prescindiera de mí, y él había respondido que eso no iba a suceder, que no embromara. Pero luego, cuando me contó lo del gollete, me pareció que me daba la razón, que él también se daba cuenta de que era mejor romper con el medio. A veces se llega a eso en la vida. Ya no sabés por qué pero tenés que mudarte, cambiar los muebles, darte un aire nuevo”. Sobre aquella experiencia de estar preso, Víctor Hugo reconoció: “¿Qué hice en el calabozo? Jugué la final del campeonato de ajedrez que se armaba en la cárcel contra uno de los que me había peleado (…) Estar preso no es tan malo como se piensa. Las sociedades que se construyen en las cárceles, sobre todo en las que no existen desfases con el tipo de internados, son muchísimo más agradables que las que hay afuera. Estoy muy seguro. Se manejan valores como la solidaridad, la lucha contra el tiempo…la introspección. Yo no la pasé tan mal. Es más, a los diez días detestaba las visitas, excepto las de mi familia, claro. Por supuesto que yo tenía la ventaja de saber que mi encierro no podía ser mayor a los dos meses. Había un final. Debe ser duro estar ahí para siempre”.

Entre el 30 de diciembre de 1980 y el 10 de enero de 1981,  narró los últimos partidos por radio Oriental, en el marco de la Copa de Oro de Campeones Mundiales (el recordado Mundialito),

“A Víctor Hugo –cuenta Crosa en el libro de Capasso-  la dictadura le permitió transmitir el “Mundialito” de casualidad. Por decreto del entonces presidente de facto, Aparicio Méndez, quien emitió la orden: ‘Autorízase al Señor Morales a ingresar al Estadio Centenario para cumplir sus funciones como periodista’. Pues bien, para las transmisiones nos entregaron un disco con la marcha oficial del certamen, con la orden de difundirla. Era horrible. Víctor Hugo la escuchó y le pareció una bofetada al buen gusto y una tomadura de pelo de parte de los militares que, mediante la festiva marchita, querían mostrar una sonrisa al pueblo uruguayo en medio de una batalla intestina feroz. Entonces sentimos que había que contrarrestar el golpe bajísimo. Antes de siquiera pensar en qué íbamos a hacer para no poner al aire eso, llegaron Alberto Triunfo y Roberto Da Silva, dos creadores musicales de primerísimo nivel de Uruguay que la “rompen” en materia de jingles y de campañas publicitarias, con su ingenio y talento.

“Llegaron con un disco bajo el brazo –agrega–. Como el pan. Lo escuchamos… y decidimos adoptarlo. Romay nos puso la condición de pasar también la ‘oficial’ y le dijimos que sí sabiendo que era no. Las transmisiones empezaban bien temprano. Queríamos conquistar a la gente y lo logramos. Mientras se iba llenando, en cualquier partido, el estadio, nosotros invitábamos a la gente a entonar esta canción. La cantábamos al aire, le pedíamos al público que nos acompañara con la música y la letra de ‘Uruguay te queremos ver campeón…’. Sabíamos que la gente estaba con la radio en Oriental y muy atenta a las emisiones, no digo valientes, para evitar la petulancia, pero si transgresoras, al punto de la sanción”.

“Fue tanto el éxito que ni el director de la emisora, ni los gendarmes de turno, impidieron la explosión de júbilo cada vez que convocábamos a cantar a nuestra gente. No pudieron parar la música, la sonrisa, la alegría del pueblo uruguayo y lentamente, con una gran calidad, nuestra gente empezó a entonar algo que nosotros no digitamos a través del micrófono de Radio Oriental… ’¡Se va a acabar, se va a acabar… la Dictadura Militar!’. Con real sorpresa empezamos a escuchar que el pueblo uruguayo, bajito, como sonseando, empezó a tararear su rebeldía. Nos sentimos identificados, acompañamos escuchando y potenciando el audio de Exteriores. El pueblo no quería más, la gente solita se animó. Y el fútbol, gestor de inolvidables hazañas, fue el vehículo de un pueblo de más de 50.000 almas que se juntaron para cantar”.

Morales tampoco tuvo problemas con el cambio de estilo del relato al cruzar el Río de la Plata. “El fútbol uruguayo –le dijo a Balagué- es un fútbol más de traslado de pelota, el fútbol argentino es más de toques, tiene otra vivacidad. El fútbol uruguayo lleva a que uno va narrando la jugada diciendo ‘toma la pelota Carrasco, Jiménez’, por nombrar jugadores que eran entonces muy conocidos, y andaban un buen rato con la pelota. Entonces era ‘Carrasco lleva, Carrasco driblea, Carrasco se frena, Carrasco para’, contra una impronta que tenía el fútbol argentino que, suponiendo que fueran los mismos jugadores ‘Carrasco toca para Jiménez, que juega para González, González otra vez para Jiménez...’ por qué la pelota fluye mucho más al toque, el fútbol argentino juega mucho más toque. El fútbol uruguayo tiene más traslado por lo tanto el relato se hace algo más lentón, y en cambio la vivacidad del relato argentino. Ese es un cambio que se produjo, periodísticamente ninguno”.

Una de las metas más complicadas era la del intento de competir contra la formidable estructura periodística de José María Muñoz y “La Oral Deportiva” de Radio Rivadavia que conducía desde 1958, tras la muerte de su fundador en 1933, Edmundo Campagnale. En toda la década del 70, por ser la emisora líder (hasta el 95% de audiencia en las transmisiones de fútbol de los domingos),  Rivadavia despachaba avisos publicitarios de las empresas más importantes: Gillette, Thompson y Williams, Coca Cola, La Serenísima. La revista El Gráfico fue uno de los doce sponsors que, durante un prolongado tiempo, mencionaban Orlando Ferreiro y Leopoldo Costa, locutores comerciales en sus programas. Pero al poco tiempo, Morales y “Sport 80” habían logrado partir la audiencia radial.

 

Dante Zavatarelli, quien había ingresado a Rivadavia en 1960 y fue comentarista principal de Muñoz junto a Horacio García Blanco en los Mundiales de 1978 y 1982 brindó a Capasso detalles sobre aquella competencia: “La gente de Rivadavia en el ámbito de deportes vivía al son de lo que pensaba Muñoz. Es muy probable que alguno, a lo mejor, hubiera avizorado algo distinto de lo que eventualmente pensaba Muñoz, pero no se atrevían a decírselo. El Gordo creía que ni Víctor Hugo ni Sport 80 eran suficiente entidad para competirle. La realidad le terminó mostrando lo contrario. En general, la competencia fracasaba, duraba muy poco y desaparecía, porque eran ex compañeros que repetían la fórmula. Y porque ‘La Oral’ llevaba ya una continuidad de 40 años y la gente estaba acostumbrada. Si estornudábamos en ‘La Oral’, se resfriaba el país. Subías a un colectivo y estaba puesta radio Rivadavia. Pasabas por un balcón y la radio que salía de adentro de la casa era Rivadavia. Y, además, al frente de nuestro equipo estaba Muñoz, que era mucho más convocante que cualquiera de los ex compañeros que se iban a formar una nueva entidad”.

 

“En cambio –reconoció Zavatarelli-, lo que hizo “Sport 80”, al influjo de Víctor Hugo y siguiendo los lineamientos de Araujo y de Niembro, fue hacer un programa deportivo con contenidos distintos. Ellos empezaron a hacer un periodismo mucho más subjetivo: a insistir en las cosas del fútbol argentino y del deporte que se realizaban mal. Esto, unido a buenos profesionales, hizo que “Sport 80” fuera desplazando en audiencia a ‘La Oral deportiva’. Ellos iban cobrando entidad y nosotros disminuíamos la audiencia monopólica que teníamos. Yo creo que, además del paso del tiempo que es natural, otro acierto de Sport 80 con Víctor Hugo fue que transmitieron la misma emoción de Muñoz. Pero con un contenido dialéctico totalmente diferente. Víctor Hugo era un hombre de una cultura muy distinta y muy superior a Muñoz, quien era muy básico y esencial. Alcanzó la misma emotividad y la adornó con un lenguaje más apropiado y, por momentos, más bello”.

 

Zavatarelli contó que “Sobre Víctor Hugo, personalmente nunca comentaba nada Muñoz, quien siempre tuvo temores a todas las cosas por su falta de inteligencia. El creía, como hombre de muy baja cultura, que había que ocultar las cosas malas para que no crecieran. Su conducta como jefe de deportes de Rivadavia era como que nada estaba pasando. Yo fui testigo de que Horacio García Blanco, otro de sus comentaristas, le dijo: ‘Mirá que esto viene mal. Ellos están creciendo. Hay que darle otra tónica’. Sin embargo, Muñoz creía que incorporando a figuras se iba a atenuar esto. Por eso convocó a Enrique Macaya Márquez. No quería admitir que se estaba cayendo a pedazos. La revista El Gráfico, como referente escrito del deporte que era, también contribuyó, entre todos estos múltiples factores, a la instalación de Víctor Hugo”.

 

“Nuestro gran triunfo no sólo fue ir luego a Radio Mitre en 1982 sino cuando El Grafico empezó a auspiciarnos porque era un anunciador muy importante, mucho más que coches, que cigarrillos.”, afirma Niembro.

 

“Yo era muy mimado en mi llegada –recuerda VHM a Balagué-, porque era la contrafigura, así me presentaban, de José María Muñoz, que era el gran relator -y para mí sigue siéndolo- de este país. Y estaba un poco perseguido... perseguido no, pero no lo quería la gente de izquierdas, la gente que estaba contra la dictadura aquí. Y yo venía como una especie de contrafigura, un poco con una aureola de tipo de izquierdas, no sé exactamente como llegaba aquí eso”.

Con el tiempo. Para el Mundial de México 1986, Morales fue contratado por Radio Argentina, que tenía comprado en exclusiva el paquete de los derechos del Mundial y le exigió a la emisora que los compartiera con Radio Rivadavia, a lo que Muñoz devolvió la gentileza para la transmisión de la Copa Intercontinental entre River y Steaua Bucarest en el mismo año.

Cuando Muñoz falleció el 14 de octubre de 1992, Morales le dedicó quince minutos de su programa “Competencia” por Radio Continental y en la transmisión del Superclásico siguiente, en al detallar todas las cosas extraordinarias que tiene un partido entre Boca y River, recordó que “falta algo que nunca más va a tener y que se va a extrañar para siempre. Que es la voz de Muñoz para relatarlo”

Niembro, que era uno de los dos comentaristas principales junto con Néstor Ibarra, se lamentó ante Infobae de que con “Sport 80”  “se fue injusto porque cambió la radiofonía” y recuerda secciones de ese tiempo como “Cada loco con su tema”. “que iba una hora antes de los partidos y cada uno decía lo que se le antojaba, con el fondo de la canción de Joan manuel Serrat y fue allí que Marcelo Araujo le hizo la primera entrevista en dictadura a Hebe de Bonafini”, o tras los partidos, la “Crónica de un Vestuario” de Ernesto Secchi, “que era un análisis de todo lo que se vivía ahí adentro con lujo, gracia y picardía”, o las estadísticas de Juan José Lujambio o la locución durante las transmisiones de los partidos de Ricardo Jurado, “que tenía que competir contra los grandes de Rivadavia como Cacho Fontana o Leopoldo Costa. Era culto y con voz potente”.

“Para mí, esas transmisiones eran la gloria, lo que soñaba desde chico cuando jugaba solo con figuritas o botones relatando partidos. Eso fue tocar el cielo con las manos” y compara la experiencia de la cobertura del Mundial de España 1982 “con la ceremonia de la entrega de los Oscars, porque eso fue para nosotros”, y afirma que Morales –quien lo invitó días pasados a una comida junto a Araujo, Julio Ricardo, Ernesto Cherquis Bialo, Alejandro Apo y otros periodistas, “lo que fue una gran emoción porque nunca estuvimos enojados pero hacía mucho que no compartíamos tantas horas a pura nostalgia y fue un gran gesto”- “se lo ganó todo con su capacidad”.

“Como yo comenté muchos partidos al lado de VHM –dice Adrián Paenza en el prólogo del libro de Capasso- puedo hablar no sólo de su dialéctica impecable, de su perfecta dicción, de un uso totalmente inédito de vocabulario, de la precisión de sus descripciones a una velocidad asombrosa, sino del encanto con el que es capaz de contar una historia, de su sensibilidad para advertir dónde se encuentran alojados los puntos sutiles que él habrá de exponer. Cada historia tiene una excusa ligada con un hecho que se está produciendo y que se supone que el relator, narra. Pero el Victor Hugo relator sabe que  está hablando por radio y que quien escucha no ve el objeto del relato, sino que implica un acto de imaginación. Y entonces él, que sí es testigo, va contando y quien está del otro lado se deja seducir por sus palabras. Y cada persona va viviendo una historia diferente,  millones de historias originadas en una sola que ni siquiera existe como tal”.

Paenza cierra su texto con una anécdota: “Me acuerdo de que cuando lo trajimos a Victor Hugo desde Uruguay y le dijimos en el living de su casa que tenerlo era algo así como tener a la Coca-Cola, mi padre –que no sabía quién era nuestro amigo uruguayo en ese momento- nos dijo a Ibarra, Araujo, a Niembro y a mí “si ustedes están seguros de que tienen la fórmula de la Coca-Cola, ¿por qué se la van a regalar a Julio Moyano y a Radio Mitre? Háganse socios ustedes, no vendan la exclusividad de la fórmula por unos pocos dólares”. Ninguno de nosotros vio ese negocio, no vio a VHM como un negocio. Nosotros queríamos traerlo a la Argentina y trabajar junto a él, hacer del fútbol por radio lo que nosotros habíamos fantaseado durante años. Y decía lo del contrato porque finalmente Moyano –el entonces director de Radio Mitre- arregló con VHM un dinero exactamente equivalente al de nosotros cuatro sumados. Y vaya si Víctor Hugo se lo devolvió”.

 

 

 

 

 

 

 


A 40 años del impactante debut de Maradona en Boca (Jornada)


 

El domingo 22 de febrero de 1981 no fue un día más para el fútbol argentino. En aquella oportunidad, y por la primera fecha del Torneo Metropolitano, la Bombonera se llenó como pocas veces en esos últimos años para ser testigo de uno de los debuts más impactantes de la historia de este deporte, el de Diego Armando Maradona con la camiseta de Boca, que enfrentaba en esa ocasión a Talleres de Córdoba.

El pase de Maradona a Boca generó una expectativa inusual por tratarse ya de uno de los mejores jugadores del mundo, dispuesto a pelear por el reinado que había dejado vacante el brasileño Pelé poco más de tres años atrás, y por tratarse del club de más hinchas del país y que desde diciembre de 1980 había entrado en un proceso de renovación total con el triunfo en las elecciones de Martín Benito Noel, que reemplazó a Alberto J. Armando luego de casi tres décadas al frente de la entidad.

Se trato de una de las transferencias más comentadas y cubiertas por la prensa y enmarañada por toda clase de versiones e intereses políticos y económicos en el contexto de una dictadura cívico-eclesiástico-militar que comenzaba de a poco a entrar en el ocaso y con un dólar que ya empezaba a tomar fuerza, al punto que los dos clubes argentinos que negociaban, Boca como contratador, y Argentinos Juniors como vendedor, establecieron una cotización particular para la moneda norteamericana, a la que llamaron “Mara-dólar”.

Ese pase de Maradona a Boca terminó siendo a préstamo pero por la friolera de 2,5 millones de dólares, lo que hoy sería muchísimo más, pero con el agregado de que los xeneizes aceptaban darle a Argentinos Juniors los pases definitivos de Carlos Horacio Salinas, Carlos Damián Randazzo, el arquero Osvaldo Santos y el entonces juvenil Eduarto Rotondi, y los préstamos de Mario Zanabria y Miguel Bordón, seis jugadores, de los cuales tres (Salinas, Zanabria y Bordón) habían formado parte del equipo campeón de la Copa Libertadores de América de 1978 con la conducción técnica de Juan Carlos Lorenzo.

Si el pase no fue definitivo se debe a la presencia de un tercer club desde mucho antes. Nada menos que el Fútbol Club Barcelona. Por 1978, el agente catalán Josep María Minguella, que peinaba el mercado sudamericano, visitó las instalaciones de argentinos Juniors a fin de llevarse al muy buen puntero derecho Jorge López al Murcia, pero al ver algunos entrenamientos de los “Bichitos Colorados” quedó prendado con un chico de rulos que se movía como número diez. Consultó entonces con el presidente del club, Próspero Cónsoli, para ver si se lo podía transferir al Barcelona, pero se encontró con una rotunda negativa. “Ese jugador –que no era otro que Maradona- no se vende”, le dijo el dirigente.

Minguella, muy astuto (años más tarde fue quien trajo a Lionel Messi al Barcelona), le comentó entonces a su presidente, Josep Lluis Núñez, que “si me dicen que no está en venta es porque el mejor de todos es ése y a por él tenemos que ir”. Pero en aquel momento, en una dictadura fortalecida, le comentaron que para arreglar ese pase tenía que hablar con un tal Carlos Lacoste, almirante, que no era otro que el Hombre Fuerte del fútbol en la Argentina, y que terminaría siendo presidente del país por unos días de 1981 entre la salida de Roberto Viola y la entrada de Leopoldo Fortunato Galtieri.

Minguella, entonces, y como relató a este escriba en una entrevista en Barcelona, pudo conseguir esa reunión con Lacoste en un lúgubre lugar de la zona norte de Buenos Aires, con paredes angostas y peladas, y lamparitas colgando de los techos, que hoy deduce que pudo haber sido tranquilamente “un chupadero, como dicen ustedes”. Y en esa reunión, el militar rechazó la posibilidad de que Maradona emigrara a España, dijo que era “patrimonio nacional” y que hasta que se jugara el Mundial de 1982 había una lista de jugadores que formaban parte de la selección nacional y debían quedarse en el país. Eso sí, le dijo que estaba a su disposición “para cualquier otro negocio”.

El empresario, entonces, se retiró pensando cómo podía seguir y se dio cuenta de que se trataba de un trabajo de largo aliento y paciencia, pero que había que estar atento porque se había enterado de que la Juventus había picado en punta gracias al informe de su veedor, que no era otro que el ex crack argentino Enrique Omar Sívori.  Y el momento llegó a principios de 1981, cuando Minguella leyó bien la realidad, se dio cuenta de que esa situación política argentina podía estallar y que el dólar iba a generar problemas, y entonces consiguió ir generando el clima para que los dirigentes de Argentinos Juniors no se desprendieran definitivamente de Maradona y tal como esperaba, consiguió acordar con los dos para llevárselo una vez finalizado el Mundial de España.

Meses antes de concretarse el pase a Boca, Maradona pudo haber sido transferido a River, que en aquel momento era la base de la selección argentina y era pretendido por su presidente Rafael Aragón Cabrera, pero ayudado por el periodista del diario “Crónica” Francisco Franconieri, que cubría la campaña de Boca, Maradona, criado en una casa de hinchas xeneizes –aunque iba a ver a Independiente con un tío y su ídolo era Ricardo Bochini- torció la situación.

Con el apuro por el comienzo del nuevo campeonato con el inicio de la nueva temporada (que se jugaba con el calendario anual y no como ahora que se depende de los europeos de julio a mayo), Boca y Argentinos llegaron a un acuerdo tres días antes de aquel domingo 22 de febrero y el viernes 20 organizaron un partido de bienvenida/despedida en la Bombonera, en el que Maradona jugó un tiempo con cada camiseta.

La hora de la verdad fue aquel domingo 22, con casi veinte mil personas dando vueltas sin entradas alrededor de la Bombonera y ante un poderoso Talleres con muchos jugadores en el equipo nacional argentino y en el ataque, con el peruano Roberto Mosquera, el brasileño Julio César y como centrodelantero, la “Pepona” José Omar Reinaldi.

Los hinchas de Boca parecían vivir un sueño. Apenas meses atrás, en 1980 y con Antonio Rattín, el equipo navegaba por una mediocridad absoluta como consecuencia del fin del reinado de los tiempos del “Toto” Lorenzo, que a fines de 1979 decidió renunciar e irse a dirigir a Racing. El plantel se desmoronó y entre lesionados y otros en baja forma, sufrió varias dolorosas goleadas con una tibia recuperación final. Y apenas dos meses más tarde, en 1981, se encontraron no sólo con Maradona, sino con la llegada de otro crack (a la postre, la figura del torneo) Miguel Brindisi, el regreso de un talentoso volante como Marcelo Trobbiani, y como extremo derecho, Osvaldo “Pichi” Escudero, campeón mundial sub-20 en Japón dos años atrás en el mismo equipo de Maradona y Ramón Díaz.

Lo que antes costaba en salud para llegar al arco rival, ahora se conseguía a dos toques y Boca le ganó con claridad a Talleres por 4-1, con dos penales de Maradona que desairaron al buen arquero Héctor “Chocolate” Baley, y dos maravillosas definiciones de Brindisi, en lo que sería el inicio del camino al título, que pelearía hasta el final con el Ferro Carril Oeste de Carlos Timoteo Griguol.

Argentinos Juniors, en cambio, terminaría su primer año sin Maradona salvándose del descenso en un tremendo partido en la cancha de Ferro ante San Lorenzo, que por única vez en su historia bajaría a la Primera B.

Ese histórico partido del debut de Maradona en Boca, marcaría también el inicio en la Argentina de una nueva modalidad en relatos futbolísticos con Víctor Hugo Morales, quien arribaba a la Argentina con 33 años, desde Uruguay, donde llegó a tener el 80 por ciento de la audiencia desde Radio Oriental.

Morales, con un estilo de relato culto, imaginativo y de buena dicción, que de alguna manera marcaba un retorno a los tiempos de Fioravanti, pasó a integrar el equipo de “Sport 80”, de destacados periodistas como Néstor Ibarra, Fernando Niembro, Marcelo Araujo, Adrián Paenza, Roberto Eguía o Juan José Lujambio, que con el tiempo logró desbancar del liderazgo radial a José María Muñoz luego de tres décadas de dominio radiofónico del deporte.

Al día siguiente del debut de Maradona en Boca, el mundo se enteraba de otro hecho conmovedor aunque de otra índole: el intento de golpe de Estado en España por parte de un grupo de guardias civiles a cargo del teniente coronel Antonio Tejero, que asaltó el Palacio de las Cortes en el momento de la votación para la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo. Todos los diputados fueron secuestrados en el interior del recinto, en el que el militar disparó al aire, mientras la ciudad de Valencia era tomada militarmente, pero el intento fue abortado a la 1 de la mañana del 24 de febrero por el entonces rey Juan Carlos I de Borbón, al manifestarse por televisión en contra de los golpistas y a favor de la Constitución Española. El movimiento golpista es recordado aún hoy como “Tejerazo” o “23-F”.

Un año y medio más tarde, España tendría a Maradona en su liga de fútbol. Tras ganar con Boca el Metropolitano 1981 buscó repetir en el Nacional pero su equipo fue eliminado por Vélez en los cuartos de final tras dos partidos accidentados. En la ida, los xeneizes ganaron 2-1 en la Bombonera pero Maradona fue expulsado junto con un rival, Abel Moralejo, y eso le impidió jugar la revancha en Liniers, en la que cayó 3-1 (uno de los goles lo marcó Carlos Bianchi, de regreso del fútbol francés). El campeón sería River, que para no quedarse atrás, consiguió el préstamo de Mario Kempes.

Maradona no pudo jugar para Boca el Nacional de 1982 previo al Mundial de España, que terminó ganando Ferro, porque el entonces director técnico de la selección argentina, César Luis Menotti, decidió que sus jugadores se concentraran en el máximo objetivo y no participaran en sus clubes.