Se lo consideró
como el sucesor de Ronaldo Nazario en el fútbol brasileño y surgió como un
fenómeno de principios de siglo, llegó muy joven a la cima en el Inter italiano
y en su selección, pero Adriano Leite, que llegó a ser llamado “Emperador” por
su porte, potencia y goles, no pudo superar la depresión que le causó la
repentina muerte de su padre, tampoco se terminó de adaptar al fútbol europeo,
acostumbrado a una vida de fiestas nocturnas, y su carrera terminó mucho antes
de lo esperado.
Adriano Leite
Ribeiro nació el 17 de febrero de 1982 en Río de Janeiro y se crió en un barrio
muy humilde del sur de la ciudad y su prematura entrada al fútbol la debe a su
madre, Rosilda, que lo acompañaba por muchos kilómetros hasta la localidad de
Gávea, para que concurriera a la escuela de Flamengo.
Rosilda llegó a
mentirle a su marido Almir (“Mirinho”), el padre de Adriano –que percibía un
salario bajo en una oficina-, con que los gastos de matrícula y la mensualidad
los pagarían unas tías y ese dinero lo conseguía ella misma trabajando horas
extras y fuera de su horario habitual, vendía dulces, verduras o churrascos.
En esos tiempos,
Adriano jugaba fútbol de salón en el Grajaú Contry Clube de Gávea en la
posición de lateral izquierdo, pero no funcionaba, por lo que siguió buscando
lugar como volante, hasta llegar a la de centrodelantero, el lugar de origen de
sus partidos en la favela.
Cada día, el
viaje hasta Gávea era un vía crucis: tren lleno hasta Leopoldina, un bus
repleto con gente colgada y pegada a las puertas, pero para Rosilda, era claro
que no había otro camino para salvar a su hijo, que el del fútbol. “Mi madre y
mi abuela (Wanda) son dos guerreras y no hay otra cosa que aplaudirlas”, llegó
a reconocer Adriano con el paso del tiempo, en referencia al esfuerzo de ellas
para que él saliera adelante, en entrevistas que le realizó el reportero Tino
Marcos, de TV Globo en 2010.
Rosilda sintió
que estaba ante una profecía cuando entró a un templo de un culto evangélico y
justo escuchó a un pastor que decía “Llegarán unos visitantes y Dios manda a
decir que tiene un atleta que todo el mundo va a conocer y va a entregar gloria
y honra del Señor. Va a ser tapa de los diarios y por esta semana va a tener un
gran éxito”. Al poco tiempo, Adriano se consagraba campeón mundial sub-17 en
Nueva Zelanda y meses más tarde, fue subido al primer equipo del Flamengo y con
18 años, convocado por primera vez a la selección mayor para jugar contra
Colombia por la clasificación al Mundial 2002, en una carrera meteórica por la
que en 2001 ya pasó a ser jugador del Inter y enseguida le marcó un gol al Real
Madrid en el Santiago Bernabeu.
Efectivamente,
con un potente remate de zurda, un gran físico (1,89 metro de estatura y 95
kilos) y mucha técnica, aparecía como neto sucesor de Ronaldo Nazario en una
época de grandes jugadores brasileños como Rivaldo, Ronaldinho, Cafú o Roberto
Carlos. No tardaron en apodarlo “Emperador”, haciendo uso de su nombre
original.
Adriano ya era
un proyecto de estrella en 1999 cuando ganó el Mundial juvenil de Nueva Zelanda
con la selección brasileña y eso motivó que rápidamente lo ascendieran al
plantel superior del Flamengo. Debutó el 2 de febrero de 2000, todavía con 17
años, en un torneo Río-San Pablo ante el Botafogo y apenas cuatro días más
tarde marcó su primer gol ante el San Pablo y ya en 2001 estaba jugando en el
Inter de Milán, aunque lo cedieron primero a la Fiorentina y luego, en 2002, al
Parma. Sólo tenía veinte años, y su familia se había quedado en Brasil y su
vida cambió demasiado pronto: de la favela al lujo de varios coches en el
garaje, y sin contención.
Cuando llegó a
Italia, vivía en un hotel y una de las primeras palabras que aprendió fue
“Tosta” (Tostado). Que era lo que pedía cada día por su falta de conocimiento
del idioma para entender los platos del menú de la confitería. El problema no
era el dinero. “Conseguí un nombre demasiado rápido. En Italia todo era muy
nuevo y todo eso me transformó en una persona diferente. Era diferente de aquel
Adriano de la favela. Conquisté rápido las cosas, pensando en que era un chico
que antes no tenía nada y después tenía el mundo…eso es difícil controlar”,
admitió años más tarde.
La gran
temporada, la del salto definitivo, fue la 2003/04, cuando regresó al Inter y en
ese ciclo ganó dos Copas Italia, dos Scudettos y tres Supercopas de Italia en
años de esplendor compartiendo plantel con jugadores como Javier Zanetti,
Hernán Crespo, Christian Vieri, Zlatan Ibrahimovic y Juan Sebastián Verón. Se
transformó en una estrella del fútbol mundial y hasta en el videojuego “Winning
Eleven 11 PS2” se le adjudicaba una potencia de disparo de 99 sobre 100.
“Nadie podía
quitarle la pelota. Era un animal. Jugué con grandes campeones pero con él
sentí que podía compartir equipo por muchos años, me sentía cómodo”, recordó
Ibrahimovic sobre ese tiempo.
En ese contexto,
Adriano fue convocado para jugar la Copa América de Perú en el verano europeo
de 2004 y aunque la selección brasileña no era la titular. Era una buena manera
de mostrarse como recambio, pero terminó siendo el rey del torneo como goleador
(7 tantos en 6 partidos) y campeón en una infartante final contra el equipo
argentino de Marcelo Bielsa, cuando logró marcar el empate parcial en la última
jugada del primer tiempo, y el empate definitivo sobre la hora, que forzó la
definición por penales.
Sin embargo, al
regreso de la Copa América de y de sus vacaciones en Brasil, un hecho iba a
cambiar su vida el 4 de agosto. Estando ya de pretemporada con el Inter,
recibió una llamada en la que le comunicaron que su padre, Mirinho, había
muerto de un ataque cardíaco.
“Lo vi llorar
desconsoladamente. Tiró el teléfono y comenzó a gritar que no era posible y
desde esa llamada no volvió a ser el mismo. No pudimos sacarlo de la depresión”.
contó Zanetti, que era el capitán del equipo.
Es que Mirinho,
para Adriano, no sólo era el padre, sino su consejero y quien era el principal
responsable de contener sus excesos. Sin embargo, la temporada 2004/05 fue
acaso la mejor de su carrera, con 28 goles y la coronó con la obtención de la
Copa Confederaciones en Alemania –ya había jugado la de 2003 con 2 goles en 3
partidos-, en la que marcó 5 goles en 5 partidos y una vez más, venció en la
final a la selección argentina, esta vez dirigida por José Pekerman, y resultó
el máximo anotador del torneo.
Para la llegada
del Mundial de Alemania 2006, y pese a su situación anímica, Adriano estaba en
plena forma, con 91 goles en 180 partidos y en Brasil crecía la esperanza de
que el Scratch hiciera un gran torneo al contar con jugadores como Ronaldo,
Kaká, Ronaldinho o Robinho, y se convertía en uno de los candidatos a ganar el
título. Sin embargo, pese a los dos goles que Adriano marcó en los cuatro
partidos que jugó, el equipo terminó cayendo ante la Francia de Zinedine Zidane
en los cuartos de final, y para muchos, ese fue el punto de declive.
Adriano había
vivido una situación de stress apenas días antes de ese Mundial. Se encontraba
en Brasil festejando con amigos de su barrio, Vila Cruzeiro, en la discoteca
“Quebra-Mar” en la zona oeste de Río de Janeiro y según versiones de personas
próximas al jugador, algunos componentes del grupo estaban prófugos de la
Justicia por lo que al alejarse del recinto,
la comitiva fue abordada por la Policía y uno de los amigos de Adriano
intentó huir, pero fue baleado y falleció. Desde ese momento, Adriano tuvo que
convivir con distintas tentativas de extorsión que lo fueron desestabilizando
emocionalmente, porque distintas versiones indican que había material
fotográfico que lo involucraría en los hechos.
Sin embargo, el
reconocido periodista del diario “Extra” (Grupo Globo) Gilmar Ferreira, cree
que el inicio del declive de Adriano no fue el Mundial sino que ya en 2005 no se encontraba en su
mejor estado anímico. Lo cierto es que luego de Alemania 2006 comenzó a tener
problemas de alcohol y drogas y con ellos, los cortocircuitos con los DT del
Inter, y ya quedó fuera de la disputa de la Champions League 2007/08 y no podía
aprovechar las oportunidades que reiteradamente le daba el club milanés con la
esperanza de que volviera a brillar, hasta que en noviembre de 2007 lo cedieron
a préstamo al San Pablo.
No habían podido
cambiarlo y se metía en un conflicto tras otro, como el de marzo de 2007 con el
basquetbolista basquetbolista Rolando Howell, pivote del Varese de la Serie A
italiana. Según vieron dos testigos, el estadounidense lo provocó y él
respondió en una pelea que comenzó en una discoteca y siguió afuera del local,
El brasileño conservó una marca en la cara pero Howell dijo a los medios que se
trató de “un equívoco”.
Tres meses más
tarde, en sus vacaciones en Río de Janeiro, fueron investigados dos policías
por tratar de extorsionarlo al amenazar con denunciarlo por tráfico de drogas,
y el 31 de diciembre, ya instalado en Brasil, perdió el control del auto que
manejaba y chocó contra otro luego de dar contra el andén.
El propio
Adriano siempre cita dos episodios que determinaron sus problemas psicológicos
y emocionales, el choque cultural desde que abandonó la favela Vila Cruzeiro
para pasar a ser el “Emperador” en Italia, y la muerte de su padre en 2004, que
“me transformó en otra persona”. Pero nunca hizo público aquello que vivió en
las semanas previas al Mundial 2006. “Su estado mental empeoraba cada año que
pasaba –sostiene Ferreira-. Tanto es así que en 2006 ya no era el mismo jugador
que vimos en 2005 y pasó el resto de su carrera oscilando entre la euforia y la
depresión”.
Tras su paso por
el San Pablo y finalizado el préstamo volvió al Inter pero se encontró con un
duro escollo para sus salidas nocturnas y su indisciplina: el DT era el portugués
José Mourinho, con quien tuvo permanentes choques y declaró que no era feliz
allí, al punto de anunciar un retiro parcial del fútbol en abril de 2009. Sin
embargo, poco menos de un mes después se anunciaba su fichaje por el Flamengo,
donde generó una recordada dupla atacante con su amigo Vagner Love, que dio en
llamarse “El Imperio del Amor” y terminó siendo goleador de su equipo con 19
tantos, y campeón.
Fue un despertar
futbolístico. “Muchos pensaron que Adriano sólo regresaba a Brasil para estar cerca
de sus amigos del “Complexo do Alemao” (el complejo de favelas en el que se
crió) y donde siempre pasaba sus períodos de vacaciones en Brasil”, comenta
Ferreira, quien recuerda que sus anteriores tiempos en el San Pablo “estuvieron
dominados por sus acciones fuera de la cancha” pero “comenzó a funcionar en un
esquema cuyo mediocampo estaba manejado por el veterano serbio Dejan Petkovic y
esto hizo que lo asistieran bien para buscar el gol y pese a un comienzo algo
tibio del Flamengo, encontró la regularidad”.
Ferreira
recuerda cuando marcó uno de los dos goles de la victoria ante el Atlético
Paranaense 2-1 en su primer partido como titular por un hecho particular: “su
celebración quedó reflejada en el folclore del fútbol brasileño porque se
arrancó la camiseta al estilo del francés David Ginola, y así reveló su estado
físico y silenció a los críticos que habían sugerido que le gustaba la vida
nocturna y el excesivo consumo de alcohol y que eso lo había dejado fuera de
forma”.
Su ex compañero
Danilo sostiene que fue “un privilegio jugar con un futbolista tan grande” y
que “se llevaba bien con todos y era muy querido, ayudaba mucho a los más
jóvenes y se adaptó rápido al equipo. Sin dudas pudo haber sido el mejor del
mundo por lo que consiguió con Flamengo y en el exterior. Era fuerte y un
excelente rematador”.
Con estas
actuaciones, no fue de extrañar que Dunga lo convocara para jugar en la
selección brasileña, que ya encaraba su clasificación al Mundial 2010, pero terminó rindiéndose al notar que no
lograba que el jugador se concentrara en el objetivo grupal. “Pensó que el
fútbol se había convertido en una obligación para él –reflexiona Ferreira-,
algo que el jugador no hizo nada para desmentí y cuando supo que no fue
convocado para el torneo de Sudáfrica pareció ser un alivio”. No volvería a ser
citado para el conjunto nacional en el que jugó en total 48
partidos y marcó 27 goles.
Tras su
participación con el Flamengo en la temporada 2009/10. su agente Gilmar Rinaldi
anunció su contratación por parte de la Roma para la temporada 2010/11 pero
antes de partir hacia Italia apareció retratado con un amigo de la favela con
fusiles en la mano. Y por eso tuvo que asistir a la Policía para declarar. Dijo
que era una broma entre amigos pero cada vez generó más desconfianza. A la
semana compró una moto a nombre de la madre de un traficante. Fue citado
nuevamente a declarar a un juzgado, pero negó su participación.
Otra vez en
Italia, ahora en la Roma, no se sintió cómodo y apenas jugó cinco partidos sin
convertir goles por lo que rescindió contrato en marzo de 2011 y volvió a
Brasil para jugar en Corinthians, donde salió campeón pero un año más tarde
volvía a irse (un año antes de terminar su acuerdo con el club) por sus
problemas con el alcohol y las drogas. Se entrenó entonces en el Flamengo, aunque sin ficha y sin
intenciones del club, curado de espanto, para volver a ficharlo.
El 26 de diciembre de
2011 se había metido otra vez en problemas cuando salió de una fiesta con una
chica de 20 años y la llevaba en su coche cuando, según la joven, le disparó
“accidentalmente” por lo que volvió a ser citado en un juzgado. “Siempre tienen
que hablar mal de mí. Todo lo malo es por mí pero yo tengo mi consciencia
tranquila. ;e quité la camisa, le presté ayuda. Sólo tomé el arma después de
que se disparara ella misma, y se la di a la Policía”, declaró aquella vez en
los medios.
Cuando ya parecía que
en su horizonte no cabía la chance de volver a jugar a buen nivel, apareció
otra vez Dunga en su camino. En 2013 era el DT del Inter de Porto Alegre y se
decidió a recuperarlo, aunque los dirigentes del club se oponían. “Todo el
mundo merece una segunda oportunidad. Él ha tenido muchas oportunidades en la
vida, dentro y fuera del país, y las ha desaprovechado. Tal vez nuestro
entrenador quiera públicamente hacer frente al desafío de domar a un toro
furioso. Creo que Adriano es un mal ejemplo para la juventud. Es todo aquello
que no queremos porque es una persona que tiene una conducta desviada”,
afirmaba el entonces vicepresidente del club gaúcho, Roberto Siegmann.
Pese a todo, el
presidente, Giovanni Luigi, terminó dándole luz verde a Dunga para contratar a
Adriano siempre y cuando pasara sin problemas los exámenes médicos y físicos y
era claro que se produciría entonces el regreso del “Emperador” al fútbol
brasileño. Pero esas pruebas no dieron el resultado esperado y sorpresivamente,
las puertas se cerraron. “No podemos esperar el tiempo que él requiere para
volver a jugar al fútbol en un alto nivel en nuestro club”, explicó entonces en
director deportivo Luiz César Souto de Moura a Radio Bandeirantes.
Tras dos años sin jugar, finalmente apostó por él
Atlético Paranaense para jugar la Copa Libertadores 2014 porque su DT, el
español Miguel Portugal, se convenció de su posible aporte para el equipo. Una
de las condiciones del contrato era que Adriano se entrenara en Curitiba, lejos
de Río de Janeiro, del asedio de la prensa y de la agitada vida nocturna. Había
empezado a entrenarse en diciembre de 2013 pero ya en enero de 2014 hubo una fuga
por la que desapareció nueve días, aunque fue perdonado. Pero a Paranaense no
le fue bien y quedó eliminado en la fase de grupos. Adriano jugó un solo
partido de titular (no llegó a estar contra Vélez) y marcó el gol en la derrota
2-1 ante The Strongest. El contrato duró dos meses y se lo cancelaron por las
salidas nocturnas y las ausencias en los entrenamientos. Terminaba así su etapa
de jugador en el fútbol de alto nivel con 170 goles en 379 partidos (0,44 de
promedio).
En enero de 2016 no sólo pasó a jugar en el Miami
United de la cuarta división de la National Premier Soccer League (NPSL) de los
Estados Unidos, sino que compró el 40 por ciento del paquete accionario, pero jugó
un solo partido oficial y dos amistosos y en mayo regresó a Brasil con 34 años
ya sin volver a participar de un partido de fútbol oficial.
Actualmente, Adriano vive en una de las favelas más
peligrosas de todo Brasil y si bien niega su situación, el ambiente del fútbol
brasileño manifestó más de una vez su preocupación al conocerse que puso en
venta gran parte de sus bienes en 2019 (ya tres años antes se había desprendido
de su lancha negra por problemas con el fisco) y viajó a Milán con su madre
para transferir propiedades y otros objetos de valor de sus tiempos en el
Inter.
Por ejemplo, colocó a la venta la mansión en la que
vivió en esa ciudad, que anteriormente estaba alquilada, y le había alquilado
otra lancha al cantante Alexander Pires
y hasta en internet se podía encontrar otra pequeña embarcación en venta a su
nombre.
“De nuevo ustedes. ¿verdad? No me dejan en paz. El
año pasado, ustedes pusieron que yo tenía 60 millones de dólares cuando había
viajado a Italia. ¿Y ahora estoy sin nada? ¡Cómo es eso? Ustedes viven de la
polémica. De hablar tonterías de los demás. En vez de enfocarse en mí, hablen
de la tragedia de los niños del Flamengo que murieron”, se enfureció entonces
Adriano contra un diario carioca desde su cuenta de Instagram.
En 2018, le concedió una entrevista al portal “R7”
en la que reconoció haber caído en el alcohol tras la muerte de su padre. “Sólo
yo sé cuánto sufrí. La muerte de mi padre me dejó un vacío enorme, acabé
sintiéndome muy solo y me aislé. Fue lo peor. Me vi solo, triste y deprimido en
Italia y es cuando empecé a beber. Sólo me sentía feliz bebiendo toda la noche.
Bebía todo lo que me ponían delante: vino, whisky, vodka, cerveza, mucha
cerveza. No paraba de beber y tuve que dejar el Inter porque me trajo problemas
con el DT Roberto Mancini y no sabía cómo disimularlo. Llegaba borracho por la
mañana a los entrenamientos. Me presentaba y me llevaban a la enfermería y le
decían a la prensa que sufría dolores musculares”.
“Ahora soy feliz –dice Adriano- y descubrí cosas
importantes una vez que dejé Italia. Entendí lo mal rodeado que estaba, amigos
que sólo me llevaban de fiesta con mujeres, alcohol y sin pensar en nada.
Renuncié a los millones pero he comprado la felicidad”.
En marzo de 2019, Adriano firmó un contrato con “Bananeira
Filmes” de la productora Vania Catani para llevar su vida al cine. “Todo lo que
ustedes siempre quisieron saber, en breve en las pantallas del cine”. Indicó en
un mensaje, acompañado de una foto en la que aparece posando con su abogado,
Diogo Souza, y su asesora, Renata Battaglia.
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