El domingo 22 de
febrero de 1981 no fue un día más para el fútbol argentino. En aquella
oportunidad, y por la primera fecha del Torneo Metropolitano, la Bombonera se
llenó como pocas veces en esos últimos años para ser testigo de uno de los
debuts más impactantes de la historia de este deporte, el de Diego Armando
Maradona con la camiseta de Boca, que enfrentaba en esa ocasión a Talleres de
Córdoba.
El pase de
Maradona a Boca generó una expectativa inusual por tratarse ya de uno de los
mejores jugadores del mundo, dispuesto a pelear por el reinado que había dejado
vacante el brasileño Pelé poco más de tres años atrás, y por tratarse del club
de más hinchas del país y que desde diciembre de 1980 había entrado en un
proceso de renovación total con el triunfo en las elecciones de Martín Benito
Noel, que reemplazó a Alberto J. Armando luego de casi tres décadas al frente
de la entidad.
Se trato de una
de las transferencias más comentadas y cubiertas por la prensa y enmarañada por
toda clase de versiones e intereses políticos y económicos en el contexto de
una dictadura cívico-eclesiástico-militar que comenzaba de a poco a entrar en
el ocaso y con un dólar que ya empezaba a tomar fuerza, al punto que los dos
clubes argentinos que negociaban, Boca como contratador, y Argentinos Juniors
como vendedor, establecieron una cotización particular para la moneda
norteamericana, a la que llamaron “Mara-dólar”.
Ese pase de
Maradona a Boca terminó siendo a préstamo pero por la friolera de 2,5 millones
de dólares, lo que hoy sería muchísimo más, pero con el agregado de que los
xeneizes aceptaban darle a Argentinos Juniors los pases definitivos de Carlos
Horacio Salinas, Carlos Damián Randazzo, el arquero Osvaldo Santos y el
entonces juvenil Eduarto Rotondi, y los préstamos de Mario Zanabria y Miguel
Bordón, seis jugadores, de los cuales tres (Salinas, Zanabria y Bordón) habían
formado parte del equipo campeón de la Copa Libertadores de América de 1978 con
la conducción técnica de Juan Carlos Lorenzo.
Si el pase no
fue definitivo se debe a la presencia de un tercer club desde mucho antes. Nada
menos que el Fútbol Club Barcelona. Por 1978, el agente catalán Josep María
Minguella, que peinaba el mercado sudamericano, visitó las instalaciones de
argentinos Juniors a fin de llevarse al muy buen puntero derecho Jorge López al
Murcia, pero al ver algunos entrenamientos de los “Bichitos Colorados” quedó
prendado con un chico de rulos que se movía como número diez. Consultó entonces
con el presidente del club, Próspero Cónsoli, para ver si se lo podía
transferir al Barcelona, pero se encontró con una rotunda negativa. “Ese
jugador –que no era otro que Maradona- no se vende”, le dijo el dirigente.
Minguella, muy
astuto (años más tarde fue quien trajo a Lionel Messi al Barcelona), le comentó
entonces a su presidente, Josep Lluis Núñez, que “si me dicen que no está en
venta es porque el mejor de todos es ése y a por él tenemos que ir”. Pero en
aquel momento, en una dictadura fortalecida, le comentaron que para arreglar
ese pase tenía que hablar con un tal Carlos Lacoste, almirante, que no era otro
que el Hombre Fuerte del fútbol en la Argentina, y que terminaría siendo
presidente del país por unos días de 1981 entre la salida de Roberto Viola y la
entrada de Leopoldo Fortunato Galtieri.
Minguella,
entonces, y como relató a este escriba en una entrevista en Barcelona, pudo
conseguir esa reunión con Lacoste en un lúgubre lugar de la zona norte de
Buenos Aires, con paredes angostas y peladas, y lamparitas colgando de los
techos, que hoy deduce que pudo haber sido tranquilamente “un chupadero, como
dicen ustedes”. Y en esa reunión, el militar rechazó la posibilidad de que
Maradona emigrara a España, dijo que era “patrimonio nacional” y que hasta que
se jugara el Mundial de 1982 había una lista de jugadores que formaban parte de
la selección nacional y debían quedarse en el país. Eso sí, le dijo que estaba
a su disposición “para cualquier otro negocio”.
El empresario,
entonces, se retiró pensando cómo podía seguir y se dio cuenta de que se
trataba de un trabajo de largo aliento y paciencia, pero que había que estar
atento porque se había enterado de que la Juventus había picado en punta
gracias al informe de su veedor, que no era otro que el ex crack argentino
Enrique Omar Sívori. Y el momento llegó
a principios de 1981, cuando Minguella leyó bien la realidad, se dio cuenta de
que esa situación política argentina podía estallar y que el dólar iba a
generar problemas, y entonces consiguió ir generando el clima para que los
dirigentes de Argentinos Juniors no se desprendieran definitivamente de
Maradona y tal como esperaba, consiguió acordar con los dos para llevárselo una
vez finalizado el Mundial de España.
Meses antes de
concretarse el pase a Boca, Maradona pudo haber sido transferido a River, que
en aquel momento era la base de la selección argentina y era pretendido por su
presidente Rafael Aragón Cabrera, pero ayudado por el periodista del diario
“Crónica” Francisco Franconieri, que cubría la campaña de Boca, Maradona,
criado en una casa de hinchas xeneizes –aunque iba a ver a Independiente con un
tío y su ídolo era Ricardo Bochini- torció la situación.
Con el apuro por
el comienzo del nuevo campeonato con el inicio de la nueva temporada (que se
jugaba con el calendario anual y no como ahora que se depende de los europeos
de julio a mayo), Boca y Argentinos llegaron a un acuerdo tres días antes de
aquel domingo 22 de febrero y el viernes 20 organizaron un partido de
bienvenida/despedida en la Bombonera, en el que Maradona jugó un tiempo con
cada camiseta.
La hora de la
verdad fue aquel domingo 22, con casi veinte mil personas dando vueltas sin
entradas alrededor de la Bombonera y ante un poderoso Talleres con muchos
jugadores en el equipo nacional argentino y en el ataque, con el peruano
Roberto Mosquera, el brasileño Julio César y como centrodelantero, la “Pepona”
José Omar Reinaldi.
Los hinchas de
Boca parecían vivir un sueño. Apenas meses atrás, en 1980 y con Antonio Rattín,
el equipo navegaba por una mediocridad absoluta como consecuencia del fin del
reinado de los tiempos del “Toto” Lorenzo, que a fines de 1979 decidió
renunciar e irse a dirigir a Racing. El plantel se desmoronó y entre lesionados
y otros en baja forma, sufrió varias dolorosas goleadas con una tibia
recuperación final. Y apenas dos meses más tarde, en 1981, se encontraron no
sólo con Maradona, sino con la llegada de otro crack (a la postre, la figura
del torneo) Miguel Brindisi, el regreso de un talentoso volante como Marcelo
Trobbiani, y como extremo derecho, Osvaldo “Pichi” Escudero, campeón mundial
sub-20 en Japón dos años atrás en el mismo equipo de Maradona y Ramón Díaz.
Lo que antes
costaba en salud para llegar al arco rival, ahora se conseguía a dos toques y
Boca le ganó con claridad a Talleres por 4-1, con dos penales de Maradona que
desairaron al buen arquero Héctor “Chocolate” Baley, y dos maravillosas
definiciones de Brindisi, en lo que sería el inicio del camino al título, que
pelearía hasta el final con el Ferro Carril Oeste de Carlos Timoteo Griguol.
Argentinos
Juniors, en cambio, terminaría su primer año sin Maradona salvándose del
descenso en un tremendo partido en la cancha de Ferro ante San Lorenzo, que por
única vez en su historia bajaría a la Primera B.
Ese histórico
partido del debut de Maradona en Boca, marcaría también el inicio en la
Argentina de una nueva modalidad en relatos futbolísticos con Víctor Hugo
Morales, quien arribaba a la Argentina con 33 años, desde Uruguay, donde llegó
a tener el 80 por ciento de la audiencia desde Radio Oriental.
Morales, con un
estilo de relato culto, imaginativo y de buena dicción, que de alguna manera
marcaba un retorno a los tiempos de Fioravanti, pasó a integrar el equipo de
“Sport 80”, de destacados periodistas como Néstor Ibarra, Fernando Niembro,
Marcelo Araujo, Adrián Paenza, Roberto Eguía o Juan José Lujambio, que con el
tiempo logró desbancar del liderazgo radial a José María Muñoz luego de tres
décadas de dominio radiofónico del deporte.
Al día siguiente
del debut de Maradona en Boca, el mundo se enteraba de otro hecho conmovedor
aunque de otra índole: el intento de golpe de Estado en España por parte de un
grupo de guardias civiles a cargo del teniente coronel Antonio Tejero, que
asaltó el Palacio de las Cortes en el momento de la votación para la
investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo.
Todos los diputados fueron secuestrados en el interior del recinto, en el que
el militar disparó al aire, mientras la ciudad de Valencia era tomada
militarmente, pero el intento fue abortado a la 1 de la mañana del 24 de
febrero por el entonces rey Juan Carlos I de Borbón, al manifestarse por
televisión en contra de los golpistas y a favor de la Constitución Española. El
movimiento golpista es recordado aún hoy como “Tejerazo” o “23-F”.
Un año y medio
más tarde, España tendría a Maradona en su liga de fútbol. Tras ganar con Boca
el Metropolitano 1981 buscó repetir en el Nacional pero su equipo fue eliminado
por Vélez en los cuartos de final tras dos partidos accidentados. En la ida,
los xeneizes ganaron 2-1 en la Bombonera pero Maradona fue expulsado junto con
un rival, Abel Moralejo, y eso le impidió jugar la revancha en Liniers, en la
que cayó 3-1 (uno de los goles lo marcó Carlos Bianchi, de regreso del fútbol
francés). El campeón sería River, que para no quedarse atrás, consiguió el
préstamo de Mario Kempes.
Maradona no pudo
jugar para Boca el Nacional de 1982 previo al Mundial de España, que terminó
ganando Ferro, porque el entonces director técnico de la selección argentina,
César Luis Menotti, decidió que sus jugadores se concentraran en el máximo
objetivo y no participaran en sus clubes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario