River Plate, el
club que dio origen a “La Máquina” de los años cuarenta, reconocida como una de
las más maravillosas delanteras de la historia del fútbol, cuna de muchos de
los más grandes cracks de todos los tiempos, el que más títulos oficiales ganó en el fútbol
argentino, y en cuyo estadio, el Monumental, la selección argentina consiguió
su primer título Mundial en 1978, cumple 120 años.
River acumula
doce títulos internacionales –muchos de ellos, obtenidos en los últimos años a
partir de la brillante conducción de Marcelo Gallardo como director técnico
desde 2014- , que se transforman en 18 si se le suman trofeos de Copas extintas
como la Cup Tie Competition (1914) y la Copa Aldao, que ganó en cinco
oportunidades (1936,1937,1941.1945 y 1947). Tiene cuatro Copas Libertadores y
una intercontinental, 36 títulos argentinos (35 profesionales y uno amateur) y
fue tres veces tricampeón consecutivo, además de liderar la tabla histórica del
fútbol argentino.
En su largo
recorrido tuvo épocas de esplendor, como en la década del cuarenta con el
surgimiento de la notable delantera a la que se llamó “La Máquina”, o en los
cincuenta con “La Maquinita”, en la segunda mitad de los años setenta, con la
dirección técnica de una de sus figuras más emblemática, Ángel Amadeo Labruna,
los noventa, o en la actualidad, cuando cosechó la mayor cantidad de títulos internacionales.
También albergó
a los más grandes cracks que fueron admirados por el mundo entero, como el
propio Labruna (máximo goleador de su historia con 292 tantos, a sólo uno del
mayor goleador del fútbol argentino, el paraguayo Arsenio Erico), Carlos
Peucelle, Bernabé Ferreyra, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Félix
Loustau, Néstor Rossi, Amadeo Carrizo, Walter Gómez, Enrique Omar Sívori, Ermindo
Onega, Oscar Mas, Juan José López, Norberto Alonso, Ubaldo Fillol, Daniel
Passarella, Leopoldo Luque, Oscar Ortiz, Ramón Díaz, Roberto Perfumo, Enzo
Francéscoli, Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Pablo Aimar, Hernán Crespo, Andrés
D’alessandro e Ignacio Fernández, entre otros.
Sin embargo,
también tuvo que atravesar duros momentos, como cuando estuvo 18 años sin
conseguir un título entre 1957 y 1975 –lapso durante el cual perdió sobre el
final de ganar su primera Copa Libertadores al caer en la definición ante
Peñarol en Chile luego de ir ganando 2-0-, o cuando evitó el descenso a la
Primera B gracias al nuevo sistema de promedios en 1983, o cuando no pudo
evitarlo en 2011, el momento más dramático de su historia.
Su máximo rival
es Boca Juniors, fundado y surgido en su mismo barrio aunque en 1905 y con el
que se encuentra en desventaja histórica en partidos entre sí con 77 triunfos
de los “xeneizes”, 69 de los “millonarios” y 82 empates en los 254
enfrentamientos. El de mayor cantidad de goles se jugó el 15 de octubre de 1972
en el estadio de Vélez por el torneo Nacional y River se impuso 5-4 (Heber
Mastrángelo marcó para River al minuto, aumentó Oscar Mas a los 9, Perico Pérez
le atajó un penal a Rubén Suñé a los 13, Hubo Curioni descontó a los 24, empató
Ramón Ponce a los 42, Osvaldo Potente puso en ventaja a Boca a los 45 y a los
51, Más acercó a River a los 57, empató Morete a los 62 y el mismo Morete marcó
el gol del triunfo en el 90).
River fue
fundado el 25 de mayo de 1901 como fusión de dos clubes del barrio de la Boca,
Santa Rosa y La Rosales, dos equipos que llevaban una amistosa rivalidad y su
nombre final se debió a la clásica forma en que se nombraba al Río de la Plata
desde el inglés británico.
La Rosales se
había fundado en la imprenta de Severo Gentile de la avenida Almirante Brown,
en la Boca y tomó como cancha la de la Carbonera Wilson. La proposición de
fusión con Santa Rosa fue de Isidoro Kitzer, que estudiaba en el Buenos Aires
High School, del que era propietario Alejandro Watson Hutton, generador de lo
que después sería Alumni -el club dominador de los primeros años del balompié
nacional- y fundador de la Argentine Association Football League. Kitzer había
nacido en Bombai y llegó en barco a la Argentina y se quedó a vivir en el
barrio de la Boca.
Pedro Martinez,
cofundador de La Rosales que veía partidos de los marineros ingleses cerca del
dique 3 de la Dársena Sud, observó que
en uno de los cajones que llegaban al puerto estaba escrito “The River Plate”
como destino de la mercadería. Sugirió el nombre pero otros querían ponerle “Forward”,
Hubo un partido para determinar el nombre del nuevo club y lo ganó “Forward”
pero Martínez, apoyado por Leopoldo Bard - primer presidente y capitán del
equipo, proveniente del Santa Rosa- insistió con “River Plate”. Comenzaron a
jugar con una camisa blanca pero luego, para distinguirse, le agregaron una
cinta roja a partir de descubrir una que pendía de un carro arrastrado por un
caballo.
Bard era
estudiante de medicina y en aquel tiempo ya realizaba tareas en el Hospital
Muñiz y fue el encargado de hacer gestiones ante su director, José Penna, para
obtener desde la institución los primeros tablones y hasta ayudas de
carpinteros para montar la primera cancha de la Dársena Sud. Después se
convertiría en un prestigioso médico, especializado en higiene médica y
medicina laboral, y en un referente de la Unión Cívica Radical, como una de las
personas de mayor confianza del ex presidente argentino Hipólito Yrigoyen, con
un gran poder de oratoria, y llegó a ser diputado nacional y presidente de su
bloque entre 1922 y 1930.
Su primer
triunfo oficial fue de 4-3 ante General Belgrano A por la Tercera División y
aunque su campaña no fue de las mejores, ya al año siguiente se anotó en
Segunda y el 13 de diciembre de 1908 le ganó a Racing 2-1 por un ascenso a la
Primera, pero su rival impugnó el partido porque en el gol decisivo sus hinchas
invadieron la cancha para festejar con los jugadores. El 27 de diciembre se
volvió a jugar y River venció por 7-0.
El debut en
Primera fue con una goleada de 7-3 ante Argentino de Quilmes el 2 de mayo de
1909. Su primer título llegó en 1914 cuando obtuvo la Copa de Competencia
Jockey Club, lo que le dio derecho a disputar la Cup Tie Competition, y de esta
manera pudo conseguir su primer éxito internacional, y ya en 1921 ganó su
primer torneo nacional, su único campeonato en tiempos del amateurismo.
Si su primer
estadio se encontraba situado en el lado este de la Dársena Sud del puerto de
Buenos Aires, luego se mudó a Sarandí por un breve lapso para regresar a la
Boca hasta que en 1923, al no poder renovar el alquiler del predio, la dirigencia
tomó la difícil decisión mudarse a otra zona, y construyó su nuevo estadio en
la avenida Alvear (hoy Avenida del libertador), entre Tagle y Austria, y que ya
contaba con capacidad para 40.000 espectadores y donde fue local en sus
primeros pasos en el profesionalismo.
El 25 de mayo de
1935, al cumplir 34 años, su entonces presidente Antonio Vespucio Liberti pudo
la piedra basal para la construcción del estadio Monumental, en el que sigue
jugando como local en la actualidad -y que acaba de ser remodelado-, y que fue
sede de partidos de la selección argentina en varios torneos internacionales,
incluida la final de 1978 ante Países Bajos, en lo que fue la primera
consagración mundial del equipo nacional.
El Monumental
fue inaugurado el 25 de mayo de 1938 con un triunfo 3-1 en un amistoso ante
Peñarol de Montevideo y también fue escenario de una situación dramática como
la de la avalancha que aprisionó a muchos hinchas contra la Puerta de acceso
número 12, en un Superclásico jugado contra Boca Juniors (0-0) por el torneo
Metropolitano de 1968, con el saldo de 71 fallecidos y 66 heridos. Se trata del
estadio más grande de la Argentina con una capacidad para 70.074 espectadores y
desde el 29 de noviembre de 1986 lleva como nombre “Antonio Vespucio Liberti”.
El tradicional
rival de River es Boca Juniors, que lo persigue en la cantidad de títulos en
los torneos nacionales y lo supera en los internacionales, y que le saca
ventaja en los enfrentamientos entre sí pero al que le ganó la considerada por
muchos como “la Final de finales”, el enfrentamiento más valioso de la
historia, en el estadio “Santiago Bernabeu” de Madrid por la final de la Copa
Libertadores 2018, cuando tras empatar
2-2 en la ida y 1-1 en la vuelta, lo venció 2-0 en el alargue.
También
desarrolló anteriormente una rivalidad con Racing en los tiempos del
amateurismo, por lo que los partidos entre sí se llaman “Clásico Viejo” –el más
antiguo del fútbol argentino-.
El apodo de
“Millonarios” con el que se conoce a River proviene de las compras de dos pases
históricos, el de Carlos Peucelle –que llegó a irse a probar a Boca y fue
aceptado pero ya había cerrado el libro de pases y luego pasó por SanTelmo- a
Sportivo Buenos Aires en 10.000 pesos de la época, en 1931, y el de Bernabé
Ferreyra, “El mortero de Rufino”, a Tigre por 35.000 pesos en 1932.
Estas
transferencias produjeron una revolución en aquel momento. “Bernabé Ferreyra
tiene los pies más grandes del fútbol argentino. Llegan desde donde él se
encuentre hasta la red”, escribió en “El Gráfico” Félix Daniel Frascara, en
1932. Ese año, River obtuvo su primer título profesional en el segundo año de
esta nueva etapa del fútbol argentino y el potente delantero marcó 43 goles.
River repitió
título en 1936 –ya era entrenador el húngaro Emérico Hirschl, “El Mago”-,
cuando ganó las Copas de Oro y Campeonato, y se quedó con el torneo oficial de
1937. Eran años de esplendor para el fútbol argentino y para principios de la
década de los cuarenta se forjó la llamada “Máquina”, por la brillante
delantera compuesta por Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno –para muchos, el
mejor jugador de todos los tiempos-, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix
Loustau, con los que alternaban, entre los más destacados, Aristóbulo Deambrosi
y Aberto Gallo, gracias al gran trabajo de Peucelle en las divisiones
inferiores y a la dirección técnica de Renato Cesarini. River había sido
campeón en 1941, repitió en 1942 y volvió a ganar el título en 1945, ya con
Peucelle en lugar de Cesarini, y el plantel se fue enriqueciendo con el debut
de otros cracks como Néstor “Pipo” Rossi. Alfredo Di Stéfano, y el
extraordinario arquero Amadeo Carrizo, que trajo la innovación de salir jugando
y anticiparse a los remates rivales.
Cuando era
consultado acerca de cómo consiguió forjar la “Máquina”, que ofreció notables
espectáculos en los estadios, Peucelle solía decir que “no hice nada. Todo lo
hizo Doña Rosa, la mamá de Pedernera, porque sin Adolfo no pudo haber Máquina.
Hasta Adolfo miente cuando me involucra porque son cosas que ocurren por muchos
motivos y no se pueden preparar”. Era tal la cantidad de figuras que Di Stéfano
debió ser cedido a préstamo a Huracán en 1946 porque no tenía lugar y recién
regresó en 1947. “Di Stéfano no suda los campos de juego. Los riega con su
sangre”, escribió en “El Gráfico” Pepe Peña en 1960, cuando ya era una estrella
del Real Madrid campeón de Europa. Rossi sostuvo con los años que a Moreno
“nunca lo vi jugar regular, siempre bien o muy bien”.
La huelga de
futbolistas de 1948 marcó el final de una etapa, con la emigración de muchas
figuras a México y Colombia (entre ellos, Moreno, Rossi y Di Stéfano). River
era uno de los principales aportantes de jugadores a la selección argentina que
en la década del cuarenta ganó cuatro de los cincos sudamericanos (hoy Copa América),
los de 1941, 1945, 1946 y 1947, y fue subcampeón de Uruguay en 1942. En 1949,
el equipo viajó a Italia para jugar un amistoso en Turín ante un combinado
italiano en solidaridad con los familiares de los jugadores del Torino
fallecidos en el accidente aéreo de Superga. Empataron 2-2 y ese gesto del club
argentino es recordado hasta el presente.
La llegada de
los años cincuenta trajo otro gran equipo para River, con la llamada
“Maquinita”, una delantera integrada por Santiago Vernazza, Eliseo Prado, el
uruguayo Walter Gómez, Labruna y Loustau. La adquisición del pase de Gómez en
1950 es otro de los grandes hechos de aquel tiempo. “Su juego de cintura era mejor que el de
Rojitas o Bochini. Con esto a favor del uruguayo: su toque seco y preciso a la
salida del dribbling corto, sin necesidad de acomodarse, armarse o perfilarse”,
escribió Julio Cesar Pasquato, “Juvenal”, en “El Gráfico” en 1980.
River fue el
dueño de la década de los cincuenta con los títulos de 1952, 1953, 1955, 1956 y
1957. La venta de otro talentoso jugador surgido de sus divisiones inferiores,
Enrique Omar Sívori, a la Juventus de Italia durante ese año por 10 millones de
pesos sirvió para completar la construcción del Monumental y cerrar el sector
llamado “La Herradura”, que fue reemplazada por la tribuna “Colonia”. Fue tal
la supremacía “millonaria” que el reconocido periodista Dante Panzeri sostuvo
que en esos tiempos River era “el Alumni del profesionalismo”.
“Yo quiero un equipo con diez desconocidos.
Después, lo pongo a Sívori y ya estamos listos para ser campeones”, sostuvo por
esos años Cesarini. “No creo que exista
un hombre que domine los secretos del fútbol como Renato Cesarini. Era una
enciclopedia que uno siempre tenía a mano”, le devolvió la gentileza el
“Cabezón” Sivori en diálogo con la revista “Sport” en 1969. Apenas años antes
fueron rivales en el fútbol italiano, uno como jugador, el otro como
entrenador.
Sin embargo,
pasada la serie de títulos de los años cincuenta, River atravesó una larga
noche, inesperada para lo que ya era una gran institución, con 18 años sin
poder conseguir un título. Algunos analistas colocan el mojón en el regreso del
Mundial de Suecia en 1958, en el que la selección argentina tuvo un mal
desempeño (aunque sin recurrir a sus figuras del exterior) a lo que se sumó el
final de un largo ciclo de Labruna en 1959.
A principio de
los sesenta, junto con Alberto J. Armando, presidente de Boca, Liberti impuso
lo que se denominó “Fútbol Espectáculo” que consistió en la importación de
jugadores extranjeros que le fueron quitando espacio a los surgidos de
divisiones inferiores, especialmente provenientes de Uruguay y Brasil. El 14 de
mayo de 1961, ante Atlanta (1-1) y en Villa Crespo, River utilizó por primera
vez una delantera compuesta por cinco extranjeros: el uruguayo Domingo Pérez,
los brasileños Moacyr, Delem y Roberto, y el centrodelantero español Pepillo.
Repitió ataque el 8 de julio en La Plata ante Gimnasia (0-1), el 23 de julio
ante Rosario Central (4-2) y el 6 de agosto ante Boca en el Monumental (2-2).
Uno de los jugadores que más sintió esta política fue Ermindo Onega. “Para mí,
el mejor de todos después de Maradona. Era moderno en 1964. Jugaba a uno o dos
toques, cabeceaba muy bien. En la Selección fue un fenómeno por eso pienso que,
si en los demás equipos que jugó hubiese encontrado la compensación que
necesitaba, se habría convertido en fuera de serie”, dijo sobre él Roberto
Perfumo a la revista “El Gráfico” en 1995.
Pese a no ganar
campeonato, era habitual que River protagonizara casi todos los torneos y en
muchos arañó el título, perdido a veces en circunstancias insólitas, aunque el
punto más alto fue la derrota en la final de la Copa Libertadores del 20 de
mayo de 1966 en Santiago de Chile, cuando ganando 2-0 (con goles de Daniel
Onega y Jorge Solari), Peñarol de Montevideo remontó a un 4-2 en el alargue
(goles del ecuatoriano Alberto Spencer y Roberto Matosas en los noventa minutos
y de Spencer y Pedro Rocha en el tiempo extra). Cuando River volvió al torneo
local para disputar la siguiente fecha ante Bánfield, los hinchas del “Taladro”
soltaron una gallina blanca con una banda roja pintada en alusión a la final
perdida y desde ese momento, se sumó el mote de “gallinas”, hoy aceptado por su
parcialidad.
Entre los
episodios más destacados se puede contar el penal que Antonio Roma le atajó
(adelantándose varios metros) al brasileño Delem sobre el final del decisivo
superclásico de la Bombonera cuando faltaban dos fechas para terminar el torneo
de 1962 y con el empate, River llegaba a la última dependiendo de sí mismo,
pero cayó 1-0, la caída ante Boca en el Monumental en la anteúltima fecha de
1963, que dio a Independiente la posibilidad de pasarlo. una mano de Santiago
Gallo ante Vélez en el triangular final del Nacional 1968, que significaba penal
y acaso el título pero que el árbitro Guillermo Nimo no percibió, la final
perdida ante Chacarita en el Metropolitano de 1969 en cancha de Racing, haber
estado a un gol de un partido desempate contra Boca al empatar ante su clásico
rival 2-2 en la última fecha en el Monumental, el haber perdido por un gol a
favor el título ante Independiente en el Metropolitano 1970, y la final del
Nacional 1972 perdida en el alargue ante San Lorenzo.
Para principios
de los años setenta, con la llegada del brasileño Didí a la dirección técnica,
se produjo un cambio de timón. La desesperación por un éxito había llevado a
contrataciones carísimas y se decidió apostar a las divisiones inferiores, lo
que traería éxitos en un mediano plazo. El director técnico brasileño apostó
por jugadores de altísima calidad como Norberto Alonso o Juan José López, que
junto a Reinaldo Merlo constituirían el mediocampo durante toda la década y
ayudarían a ganar varios campeonatos, al igual que un gran goleador como Carlos
Morete. “El fútbol es un pibe que juega como Alonso”, escribió Osvaldo
Ardizzone en el diario “Tiempo Argentino”.
En 1975, la
dirigencia de River se decidió a contratar a Labruna, que como director técnico
había hecho una gran campaña en Talleres de Córdoba –de donde provinieron
Héctor Ártico y Pablo Comelles-, y reforzó al equipo con figuras de mucho peso
y trayectoria como Perfumo, Miguel Ángel Raimondo y Pedro González, que se
sumaron a otros valores como Ubaldo Fillol, Mas, y los jóvenes surgidos en las
divisiones inferiores –con la consolidación de Daniel Passarella-. y volvió a
consagrarse campeón del Metropolitano con un fútbol arrasador aunque con un
extraño final, porque el día que consiguió cambiar la historia de 18 años tuvo
que jugar con un equipo de juveniles por la huelga del sindicato de
futbolistas. Venció a Argentinos Juniors 1-0 en la cancha de Vélez, con gol de
Rubén Bruno.
Ya con Leopoldo
Luque reemplazando a Morete, transferido al fútbol español, y sin el peso de
los años sin títulos, River pudo ser bicampeón al ganar el Nacional, y siguió
cosechando títulos como el Metropolitano 1977, el bicampeonato de 1970, y el
Metropolitano de 1980, y aportó cinco jugadores a la selección argentina
campeona del mundo en 1978 (Fillol, Passarella, Luque, Alonso y Oscar Ortiz).
También estuvo cerca de ganar la Copa Libertadores en 1976, pero fue vencido
por Cruzeiro por 3-2 en el mismo escenario de la final de diez años atrás, el
estadio Nacional de Santiago de Chile.
A mediados de
1981, sorpresivamente, y con intervención del almirante Carlos Lacoste, “Hombre
Fuerte” del fútbol en la última dictadura cívico-militar y ligado al presidente
de River de entonces, Rafael Aragón Cabrera, Labruna fue destituido como
entrenador pese a los seis títulos logrados, y fue reemplazado por Di Stéfano.
La gran novedad fue la llegada a préstamo desde Valencia de Mario Kempes, con
lo que se trató de contraponer la contratación de Diego Maradona por parte de
Boca.
River pudo ganar
el Nacional aunque la relación entre Di Stéfano y Alonso fue insostenible y el
talentoso volante decidió irse a Vélez a partir de 1982. La deteriorada
economía argentina generó que River no pudiera mantener a Kempes y el plantel
se diezmó, con continuos problemas sindicales, al punto de que estuvo al borde
del descenso en 1983, cuando finalizó penúltimo pero lo salvó el nuevo sistema
de promedios.
En 1984
aparecieron los indicios de una recuperación con la consolidación del uruguayo
Enzo Francéscoli como nueva figura. Llegó a la final del Nacional ante el Ferro
de Carlos Griguol y ya al año siguiente, con Héctor Veira como entrenador y un
sólido equipo que contó con el regreso de Alonso, y figuras como Claudio
Morresi, Américo Gallego, Antonio Alzamendi, Nery Pumpido y Roque Alfaro –Oscar
Ruggeri y Ricardo Gareca habían llegado meses antes en un trueque con Boca por
Julio Olarticoehea y Carlos Tapia-, ganó ampliamente el torneo 1985/86 y se
proyectó a la Copa Libertadores, -que por fin pudo ganar venciendo al América
de Cali tanto en Colombia (2-1) como en Buenos Aires (1-0, con gol del
fallecido Juan Gilberto Funes)-, la Intercontinental -1-0 al Steaua Bucarest
con gol de Alzamendi- y la Interamericana ya en 1987, contra la Liga
Alajuelense de Costa Rica. Entre las
nuevas figuras juveniles aparecían Claudio Caniggia, Néstor Gorosito y Pedro
Troglio. Ese River aportó tres jugadores a la selección argentina campeona del
mundo en México 1986, Pumpido, Ruggeri y Héctor Enrique.
La temporada
1989/90 significó la vuelta al éxito. Si bien comenzó con Alonso de manager y
Merlo de director técnico, las elecciones de diciembre de 1989 ganadas por
Alfredo Dávicce determinaron sus renuncias y su reemplazo por Passarella, que
acababa de terminar su carrera de futbolista.
Casi repite en el Apertura 1990 pero su ex arquero Fillol tuvo una tarde
excepcional en la última fecha del Monumental, atajando para Vélez, y el torneo
quedó en manos de Newell´s Old Boys.
De todos modos,
River volvería ser el dueño de la década de los noventa con los títulos de los
torneos Apertura 1991, 1993 y 1994, enriquecido con el regreso de Ramón Díaz de
su campaña en el exterior. El último de los torneos fue ganado por Américo
Gallego, ayudante de Passarella, cuyos éxitos lo catapultaron a la selección
argentina tras el Mundial de 1994.
Ya desde 1995,
sumado Gallego al equipo nacional, River le ofreció el cargo de entrenador a
Ramón Díaz, repitiendo la experiencia anterior de Passarella, y siguieron los
éxitos con un nuevo tricampeonato
consecutivo (Apertura 1996, Clausura 1997 y Apertura 1997) con figuras surgidas
de sus divisiones inferiores como Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Leonardo
Astrada, Gustavo Zapata, Hernán Crespo o
Matías Almeyda, y el refuerzo de jugadores de jerarquía internacional como el
chileno Marcelo Salas, el paraguayo Celso Ayala y en especial, el regreso desde
el exterior de Francéscoli. Este equipo pudo ganar la segunda Copa Libertadores
para el club en 1996 otra vez en la final ante América de Cali (cayó 1-0 en
Colombia pero ganó 2-0 en el Monumental con goles de Crespo), y la Supercopa
sudamericana en 1997. En cambio, no pudo conseguir la intercontinental en Japón
al caer 1-0 ante la poderosa Juventus de Marcello Lippi.
En la temporada
1999/2000 volvió a ganar el bicampeonato, ahora con otra base de jugadores
surgidos de las divisiones inferiores como Pablo Aimar y Javier Saviola, que
junto con el colombiano Juan Pablo Ángel y Ortega conformaron un gran ataque, si
bien en el plano internacional no pudieron superar al Boca de Carlos Bianchi.
El Siglo XXI
parecía prometer muchos éxitos en sus inicios cuando River volvió a repetir los
títulos en los torneos Clausura 2002, 2003 y 2004 con otra generación de
jugadores surgidos de su prolífica cantera como Andrés D’Alessandro, Fernando
Cavenaghi, Maxi López, Martín Demichelis o Javier Mascherano, aunque no pudo
corroborarlo en el plano internacional, especialmente con la dolorosa
eliminación en semifinales de la Copa Libertadores 2004 ante Boca en el
Monumental, cuando venció 2-1 en la revancha (había caído en la ida 1-0 en la
Bombonera) y perdió por penales en una serie de infarto y con resultados
cambiantes y partidos muy calientes.
Sin embargo,
desde 2005 el club comenzó una profunda caída institucional, disimulada por el
título del Clausura 2008 con la dirección técnica de Diego Simeone, quien sin
embargo no pudo evitar el último lugar en el siguiente Apertura, en el inicio
de una caída en los promedios por el descenso. En diciembre de 2009 finalizó el
ciclo de ocho años de presidencia de José María Aguilar con las elecciones
ganadas por Passarella a Rodolfo D’Onofrio por apenas seis votos. Ni Leonardo
Astrada, ni Ángel Cappa, ni finalmente Juan José López pudieron frenar la caída
en 2011, cuando River no pudo evitar jugar la promoción ante Belgrano de
Córdoba, y tras caer 2-0 en la ida, no pasó del 1-1 en la vuelta en el
Monumental el 26 de junio (Juan Carlos Olave le contuvo un penal clave a
Mariano Pavone), en el único descenso al Nacional B y su estadio Monumental
destrozado por la manifestación de bronca de muchos de sus hinchas.
Sin embargo, en
el momento más difícil de su historia, River consiguió resurgir enseguida de
sus cenizas. Regresaron al club tres figuras como Cavenaghi, Alejandro “Chori”
Domínguez, Leonardo Ponzio y el ex campeón mundial con Francia y estrella de la
Juventus, David Trezeguet, y conducido por Matías Almeyda, que acababa de
terminar su carrera de futbolistas, ascendió en la temporada siguiente.
A partir de
allí, la recuperación fue en franco ascenso. Ya con D´Onofrio de presidente
desde diciembre de 2013, volvió a ser campeón al obtener el Clausura 2014,
aunque al finalizar, su entrenador, Ramón Díaz, presentó la renuncia, y
Francéscoli, nuevo manager, decidió convocar para el cargo a Marcelo Gallardo,
que venía de realizar su primera experiencia en Nacional de Montevideo y estaba
a punto de firmar para Newell’s.
Gallardo asumió
a mediados de 2014 y aún se mantiene en el cargo siete años más tarde, algo muy
poco habitual en estos tiempos en el fútbol argentino, en gran parte debido a
un extraordinario ciclo de éxitos constantes en el plano internacional, con un
sistema de juego reconocido en forma casi unánime por propios y adversarios, y
con resonantes triunfos como las Copas Libertadores 2015 y 2019, la Copa
Sudamericana 2014, la Copa Suruga Bank 2014, las Recopas sudamericanas 2015, 2016
y 2019.
En el plano
local, consiguió las copas Argentinas de 2016, 2017 y 2019, y las Supercopas
Argentinas 2018 y 2019. Todas estas conquistas entronizaron a Gallardo como el
entrenador con más cantidad de títulos (12) en la historia del club, además de
haber eliminado a Boca en cinco ocasiones (Copas Libertadores 2015 y 2019, Copa
Sudamericana 2014 y la final de la Supercopa Argentina 2018 en Mendoza) pero en
especial, las dos finales de 2018, la histórica de la Copa Libertadores definida
en el estadio “Santiago Bernabeu” del Real Madrid, luego de incidentes cuando
el micro de los jugadores xeneizes fue apedreado en las cercanías del
Monumental que motivó la suspensión del partido de vuelta tras el 2-2 en la ida
en la Bombonera. Volvieron a empatar 1-1 en el segundo partido, y ya en el
alargue, el colombiano Juanfer Quintero y Gonzalo “Pity” Martínez, en la última
jugada, establecieron la diferencia final.
Durante el ciclo
de Gallardo, River se dio el lujo de eliminar en copas internacionales a Boca,
Racing, Independiente y San Lorenzo y en los últimos días volvió a ser noticia
en todo el mundo cuando venció como local a Independiente Santa Fe de Colombia
2-0 por la actual Copa Libertadores con un equipo integrado por algunos
juveniles, sin banco de suplentes y un arquero improvisado como Enzo Pérez,
habitual volante central.
El ciclo de
Gallardo, de todos modos, arrastra también algunas deudas, como la falta de
títulos de liga en los siete años, o algunas duras derrotas como ante Lanús por
la semifinal de la Copa Libertadores 2017 cuando llevaba una ventaja de tres
goles en la serie y recibió cuatro en poco más de veinte minutos, la
eliminación ante Al Ain de Emiratos Árabes en la semifinal del Mundial de
Clubes 2018 (la primera y única vez que un equipo argentino participante del
torneo no llega a la final), la derrota ante Flamengo en Lima en la final de la
Copa Libertadores 2019, cuando recibió dos goles de Gabriel Barbosa, “Gabigol”
en los dos minutos finales luego de ir ganando 1-0 o la Copa de la Superliga 2019/20 perdida
ante Boca en las últimas dos fechas cuando llevaba un cómodo liderazgo.
El presente
encuentra a River consolidado como un gran club, con más de cincuenta
actividades deportivas, sociales y culturales, con un instituto, un terciario y
una universidad y el predio “River Camp”, en Ezeiza para los planteles
masculino y femenino de primera y para las divisiones inferiores, que hace
pocos meses fue objeto de polémica cuando parecía que la AFA aceptaría que
jugara allí los partidos durante la cuarentena mientras se remodelaba el
Monumental pero finalmente la Liga de Fútbol Profesional no autorizó y debió
ser local en Independiente. Cuenta con 150.000 socios activos.
Su himno –“River
Plate tu grato nombre, derrotado o vencedor, mientras viva tu bandera la
izaremos con honor”- , escrito por Arturo Antelo, cantada por Ernesto Famá y
ejecutado por la orquesta de Francisco Canaro, fue lanzado el 12 de diciembre
de 1932 antes de un Superclásico, con la melodía de la canción irlandesa “It’s
a long way to Tipperary”, adoptada por el batallón del ejército británico
durante la primera Guerra Mundial, aunque desde 1997 fue reemplazado por una
versión moderna, compuesta por Ignacio Copani –“El más grande sigue siendo
River Plate, el campeón más poderoso de la historia”-.
Si bien River es
un club conocido en el mundo por el fútbol masculino, su equipo femenino llegó
a la final del último torneo argentino, en la que fue vencido por Boca por 7-0,
y llegó luego a los cuartos de final de la Copa Libertadores 2021, mientras que
la tenista Gabriela Sabatini surgió de este club cuando contaba con seis años,
entrenada por Daniel Fidalgo.
Todos los 28 de
septiembre se festeja el “Día del Hincha de River” al conmemorarse la fecha de
nacimiento (en 1918) de Ángel Labruna, su figura más emblemática, multicampeón
como jugador y entrenador, máximo goleador de los Superclásicos (16) y máximo
conquistador de títulos (9 campeonatos y 7 copas como jugador, y 6 torneos como
entrenador).