Apenas unas
pocas semanas atrás, Héctor Cúper recibió un correo electrónico de parte del
poderoso jeque árabe Turki Alalshikh, ex ministro de Deportes, dueño del
Almería español y quien tuvo a cargo el Pyramids de Egipto en el que dirigieron
Ramón Díaz y Ricardo La Volpe, para ofrecerle hacerse cargo del Al Hilal de
Sudán, equipo que gana reiteradamente su liga y que se aprestaba a disputar la
Copa de Campeones de África, pero el entrenador argentino se negó muy
educadamente, agradeciendo el interés. “En este momento de mi carrera sólo
dirijo selecciones nacionales”, respondió, y no le faltó razón. En un corto
lapso, apareció la posibilidad de entrenar al equipo nacional de la República
de Congo.
Desde hace años,
la vida de Cúper pegó un salto para convertirse en un verdadero trotamundos
luego de las primeras experiencias en la Argentina a cargo de Huracán y Lanús,
para cruzar el Océano Atlántico y dirigir al Mallorca, al Valencia y al Inter
en el máximo nivel, y a partir de allí tuvo la posibilidad de experimentar con
su trabajo en Grecia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Egipto o Uzbekistán.
¿Exitoso o
fracasado? Depende con el cristal con el que se lo mire. El argentino parece
una garantía de trabajo serio pero le tocó tropezar en su extensa carrera de
entrenador en siete finales, lo que para muchos críticos es, tal vez, su talón
de Aquiles, más allá de que en la mayoría de las definiciones sus rivales hayan
tenido mejores planteles o mucho mayor presupuesto.
“No me molesta
que se diga que soy un entrenador que pierde finales –dijo alguna vez-. Cada
final es una historia distinta. Perdí bien algunas como la de Champíons contra
el Real Madrid en París, en la que nos faltó experiencia con el Valencia, o la
de la Recopa de Europa con el Mallorca contra una Lazio monstruosa. En la del
Bayern Munich tuvimos mala suerte en los penales. Parece que hay alguien que
quiere que tenga que superar escollos. Perdiendo finales me obligan a estar
nuevamente en una para intentar
ganarla”.
Héctor Raúl
Cúper nació en la ciudad santafesina de Chabás el 16 de noviembre de 1955 y
está marcado por una infancia muy dura que lo convirtió en un roble. De
apellido original Cooper, por un bisabuelo que llegó a la Argentina y se casó
con una aborigen, suele aclarar que ”de inglés, yo no tengo nada” y en cambio,
hay mucha presencia italiana en su familia con apellidos como Pistelli o
Santarelli.
Su madre, Elsa,
falleció a los veinte años, cuando él sólo tenía nueve meses, y su padre,
Héctor Gerónimo, camionero, murió en un accidente cuando él sólo contaba con
catorce años, por lo que fue criado por su abuela Rosa –su hermana Nancy, 14
meses mayor que él, quedó a cargo de sus otros abuelos, Alejandro y María- y
suele describir ese tiempo como “llena de pobreza y carencias”, pero que al
mismo tiempo, modelaron su personalidad.
De algunas
frases descriptivas de su infancia hasta se podría comprender el modo de jugar
de sus equipos. “Como no teníamos agua caliente, me lavaba con agua fría y eso
lo seguí conservando hasta el presente. Aprendí que con el orden ahorrás tiempo,
encontrás antes las cosas, vivís mejor. El orden mejora la calidad de vida”.
De sus
tristezas, saca a flote lo positivo. “Tuve suerte con mi abuela, llena de
sabiduría intuitiva –reflexionó en una oportunidad- Me repetía que la educación
es fundamental, Me hizo disciplinado. Me inculcó la importancia de cumplir los
horarios, asumir las responsabilidades, mantener la honradez por encima de todo
según la idea de pobre, pero honrado”.
En esos primeros
años, la pelota fue su gran compañía. “Claro, la pelota es barata y siempre he
sabido valorar lo que tengo. Eso también me lo enseñó mi abuela y aquel juguete
era algo extraordinario para mí”, recordó. A los quince años, abandonó la
escuela, algo que se reprochó por muchos años al punto tal de que ya en Buenos Aires,
cuando tenía treinta, regresó para completar los estudios. “Me sentía un poco
ridículo estudiando geografía e historia con adolescentes, pero necesitaba
recuperar esa parte de mi vida. Tenía una buena relación con algunos
periodistas y como quería ser entrenador cuando dejara el fútbol, ellos me
aconsejaron retomar los estudios, porque la otra alternativa era ser periodista
e igual hubiera querido hacer el curso y en cualquier caso iba a necesitar el
certificado”.
Ya desde
adolescente se mezclaba en partidos de fútbol con adultos en Chabás, una ciudad
agrícola, situada en el camino entre Rosario y Venado Tuerto a través de la
ruta 33 y que ya había exportado al fútbol profesional a jugadores como el
extremo Walter Fernández o al arquero Gustavo Moriconi.
El reconocido periodista Horacio Deluca recuerda
que Cúper “era un buen jugador, un excelente defensor que debutó a los 14 años
en el competitivo fútbol local aunque tuvo la inteligencia de desarrollar al
máximo su potencial. Jugaba en el mismo puesto y en el mismo club que su padre.
En aquel tiempo, lo apodaban “Cunina” (diosa cunera que tenía bajo su
protección a los niños en la cuna), como antes a su abuelo y a su padre, aunque
también le decían ‘cabezón’”.
“Siempre he
creído que hay que buscar la perfección –sostuvo en una entrevista-. Yo quería
saber absolutamente todo. No tenía grandes virtudes. Acaso era un buen
cabeceador y tiempista. No era rápido. Tenía que jugar con concentración e
intuición porque no tenía velocidad”. Por ese entonces alternaba sus días entre
Huracán de Chabás y su trabajo en una caja de crédito, todo un privilegio para
un joven que andaba entre os 15 y los 16 años.
Sin embargo, un
amigo de su padre lo vio jugar, se interesó por sus cualidades técnicas y le
ofreció llevarlo a Buenos Aires a distintas pruebas en 1974, con 19 años. “Pedí
permiso en el trabajo pero aunque me probaba en distintos clubes, no quedaba.
Empezaron a pasar 15 días, luego otros 15 y fue allí que me dieron un plazo
para regresar y fue allí que pensé que para trabajar en un banco siempre habría
tiempo pero para el fútbol, no”. Decidió renunciar y quedarse en Buenos Aires
pero no fue fácil.
Su amigo y ex
compañero de Ferro Carril Oeste Oscar Garré, campeón mundial en México 1986,
recuerda con cariño aquellos tiempos. “No me olvido más de cuando Héctor llegó
de Chabás. Como todo chico del interior argentino era sumiso, cohibido, pero
con unas ganas de triunfar que lo llevaron a pedir otra oportunidad para su
primera prueba porque no había sido aceptado. Al otro entrenamiento ya estaba
más suelto y fue así como quedó en el club. Cuando viajaba a su ciudad yo le
encargaba chorizos porque eran muy buenos y él me recalcaba siempre que Chabás
era una ciudad”.
Trabajaba de
lavacopas en un restaurante y vivía en una pensión. Su carrera estuvo a punto
de naufragar cuando lo despidieron del trabajo. “La cosa se complicó porque
tenía una comida menos –recordó-. No podía más. Hice las maletas y me fui al
club y dije que me iba”, pero le terminaron ofreciendo pensión, cama y comida.
“Por fin en ese momento me sentí futbolista profesional”, admitió,
En 1975 tuvo
alguna aparición esporádica y ya en 1976 jugó 22 partidos, pero no sentía que
estaba consolidado en Primera y menos, cuando se produjo el descenso a la B en
1977 en el Metropolitano, y se fue a préstamo a Independiente Rivadavia de
Mendoza en el Nacional. El gran desafío llegó en 1978 porque había que ascender
sí o sí por la estructura que tenía el club. Aún vivía en la “Pensión de la
Gallega”, “una señora que nos cuidaba a todos para que no llegáramos tarde, no
tomáramos alcohol. Era bastante militar con nosotros pero con nosotros dos
tenía un acercamiento muy bueno porque nos portábamos bien”, cuenta Víctor
Marchesini, quien más adelante se convirtió en su compañero de zaga central y
vivía en la habitación de al lado y provenía de Gualeguaychú, Entre Ríos.
Cúper era reconocido por su carácter reservado,
aunque él aclara que no es frío. “Sé que escondo mis emociones. Trato de
mantenerme imperturbable. Puede parecer extraño, pero eso me ayuda a ser feliz.
Me resultaría complicado si cualquier problema me derrotara”, dijo por aquellos
tiempos en los que el cine le servía para descargarse. “Muchas veces me
identifico con los protagonistas de las películas”, entre las que sus favoritas
eran los westerns y su actor predilecto, no casualmente, Gary Cooper, aunque
también John Wayne.
Frente a la
pensión vivía Cynthia, que pertenecía a una familia de médicos “y que me ayudó
mucho en su estabilidad, con un gran sentido de familia porque yo me había
criado muy solo. Sabe que soy poco hablador pero entiende mis silencios”,
describió Cúper, Tienen tres hijos. “Se saludaban de balcón a balcón como Romeo
y Julieta”, recuerda Marchesini
En ese equipo de
Ferro que intentaba volver pronto a Primera A, que tuvo como principal rival a
Almirante Brown y que consiguió el objetivo, atajaba el ex arquero de Boca
Rubén “Gitano” Sánchez, a su lado como marcador central, el ex Racing y uno de
los máximos defensores goleadores del fútbol argentino, Juan Domingo Rocchia y
como volante, Héctor “Chancha” Arregui, con la dirección técnica de Carmelo
Faraone, que antes de irse, dejó una lista de prescindibles en la que estaban
tanto Cúper como Garré.
Todo cambió con
la llegada de Carlos Griguol como entrenador y Ferro se convirtió en “El Tifón
Verde de Caballito” y terminó subcampeón del Metropolitano apenas detrás del
Boca de Diego Maradona y Miguel Brindisi, y de River de Mario Kempes en el
Nacional.
La revista “El
Gráfico” publicó un primer artículo como llamado de atención: “Ferro es
sensación. Segundo en la tabla, invicto como visitante. Estos seis desconocidos
tienen mucho que ver”, con el título “Mucho gusto, empiece a conocernos” y en
la foto aparecían Claudio Crocco, Adolfino Cañete, Garré, Cúper, Alberto
Márcico y Roberto Gómez. Entonces Griguol definió a un Cúper morocho, con pelo
algo enrulado: “Es de los que no lucen para la tribuna pero que rinden para el
equipo. Va muy bien de arriba y da seguridad en el quite”.
Marchesini se
había puesto de novio con una de las hijas del DT. “Hacían reuniones familiares
y todos iban con las señoras, las novias y todos me miraban. Sabían que yo no
iba con nadie porque no se había blanqueado mi relación y todos me cargaban,
pero Héctor fue uno de los que más me protegieron. Protegió nuestra relación.
Nos bancó. Nosotros nos veíamos lo de Héctor, salíamos a cenar juntos”.
“Un día, en una
de esas reuniones con mate, Héctor me preguntó si quería poner dinero para
construir unos departamentos y le dijé ‘tomá’, pero no analicé nada y pasaron
años y seguí trabajando con ellos en una empresa constructora, Me basé en su
palabra”, recordó Marchesini.
En una
oportunidad, Griguol recordó que Cúper “era el más profesional que tenía en ese
momento, porque era de hablar muy poco. Los que jugaban en el fondo no
escuchaban nunca nada de él porque era de perfil bajo y con el tiempo, tampoco
hablaba en Italia o España y le ha ido bien en todos lados. Es su forma de ser,
pero se hacía entender”.
Marchesini
destaca la influencia de Griguol en la carrera de Cúper como DT. “Es igual a
Timoteo, que no perdía en los enfrentamientos mano a mano. No podés perder dos
veces seguidas mano a mano con el mismo rival y por eso llegó lejos en los
torneos de este tipo. Nos pasaba a nosotros con Griguol. Si perdió dos finales
seguidas de Champions es porque fueron finales a partido único. En el primer
partido podés ver los defectos y las virtudes del adversario. Todos tienen que
quedarse tranquilos, que todo lo que hacen los jugadores de Cúper, o antes con
Griguol, ya está trabajado en la semana. Entonces, perder se puede perder
porque es fútbol, pero habrás reducido el margen de error al mínimo posible”.
“Obviamente tomé muchas cosas de Griguol –llegó a admitir Cúper-. como
la de usar saco y corbata incluso para viajar. Le da presencia y jerarquía al
jugador. Creo que eso dignifica la profesión y hasta impone un respeto que a
veces, el futbolista no tiene. Otro tema que me preocupa y que Griguol lo
manejaba como un maestro era el del futuro del jugador. El siempre aconsejaba
sobre inversiones. Y ahora yo también se lo digo a los muchachos, que compren 4
ó 5 departamentos para que cuando se retiren, puedan vivir de esa renta y no de
los ahorros que tengan en el banco y aunque en lo táctico también asimile
muchas cosas de Griguol, no lo copio para nada. Tomé el orden táctico y los
movimientos defensivos. Pero después uno mismo debe tener creación. Agregarle
cosas que definan una identidad...y en eso estamos".
Cuando llegaron
las elecciones presidenciales argentinas de 1983, que significaban el regreso a
la democracia, el recordado programa radial “Sport 80” organizó una votación de
todos los jugadores del fútbol argentino de primera división. Fue de manera
secreta y tal como luego en el país, se impuso Raúl Alfonsín. Lo curioso es que
hubo un solo voto a Álvaro Alsogaray, y fue el de Cúper, admitido por él mismo.
Para 1985,
cuando acabó su contrato en Ferro, ya era un referente, luego de dos títulos,
dos subtítulos y dos participaciones en Copa Libertadores, en un equipo que
siempre era protagonista. Era el primero en el ranking de todos los defensores
del fútbol argentino, según la revista “El Gráfico” y hasta había tenido alguna
oportunidad en la selección argentina que disputó en la India la Copa Jawarthal,
con varios de los jugadores que fueron la base de Carlos Bilardo, si bien
reconocía que su puesto “estaba bien cubierto” con Oscar Ruggeri, Daniel
Passarella, José Luis Brown y Enzo Trossero. Lo cierto es que como algo poco
usual, al terminar su contrato, decidió venderle uno nuevo otra vez a Ferro,
hasta finales de 1988 y allí decidió irse a terminar su carrera a Huracán.
Griguol lo había querido llevar a River pero él ya le había dado su palabra a
los dirigentes del Globo, aún cuando luego aparecieron ofertas superiores de
México y Colombia.
Cuando se
pensaba que jugaría un año y se retiraría, terminó quedándose hasta 1992,
identificado con el club pese a los permanentes problemas económicos, Con 37
años, comprendió que se había acabado su tiempo de futbolista y decidió ser
entrenador. Su primera atarea fue estudiar a los rivales de deportivo Español
cuando Carlos Aimar decidió independizarse de Griguol hasta que lo llamaron
para hacerse cargo de Huracán en la temporada 1993/94, que contaba con
jugadores como Marcos Gutiérrez, Pedro Barrios, Claudio Marini, Hugo Morales,
Víctor Hugo Delgado o el uruguayo Walter Peletti. Su debut no pudo ser peor:
una derrota de 5-0 ante Platense, uno de los rivales directos en la pelea por
no descender. “No lo podía creer. Fue un momento tremendo pero pensé que era
una linda posibilidad para ponerme a prueba porque si salía de esta, iba a
tener un buen antídoto para siempre y luego pensé en el vestuario y con esa
vacuna de entrada, no debía temerle a demasiadas cosas”.
Todavía se
fumaba unos 15 cigarrillos “Malboro” por partido y ese equipo llegó con chances
de salir campeón a la última fecha del Clausura 1994, pero justo le tocó
Independiente, en Avellaneda, dirigido por Miguel Brindisi, con un gran plantel
y terminó ganándole 4-0 en lo que fue una final inesperada porque se
enfrentaron los dos equipos con chances de dar la vuelta olímpica.
Tras otra
temporada soportando los problemas económicos, decidió irse al terminar la
temporada 1994/95 para asumir en Lanús y terminar en el tercer lugar en el
Apertura 1995 y en el Clausura 1996 en tiempos del bicampeonato del Vélez de
Carlos Bianchi, y también consiguió la clasificación para la Copa Conmebol en
la que llegó a la final ante Independiente Santa Fe. Se impuso primero 2-0 como
local y en la revancha de Colombia perdía 1-0 a los 5 minutos, pero el arquero
Carlos Roa tuvo una noche excepcional y lograron mantener la ventaja y llevarse
el título. Al regreso, el recibimiento fue espectacular y pocos recuerdan
haberlo visto como aquella vez, cantando, bailando. Ya se hablaba de “La
Cuperativa” pero él minimizaba los números: “Las rachas no importan mucho, sólo
importa el trabajo”. En el Apertura 1996 terminó a dos puntos de River, el
campeón.
Con estos
resultados en Lanús, fue tentado para su primera experiencia europea por el
Mallorca, que acababa de conseguir el ascenso, para la temporada 1997/98 en una
apuesta del presidente del club, Bartolomé Beltrán, que le trajo jugadores como
Gabriel Amato, Juan Carlos Valerón, Palinha y una larga lista de ex
valencianistas como Ezkurza, Romero, Galvez, Moya, Engonga e Iván Campo,
mientras que Cúper aconsejó contratar a su ex dirigido Mena, desde Lanús.
Terminaron quintos en la Liga, la mejor colocación de la historia del club, y
consiguieron la clasificación para la Recopa europea pese a caer por penales en
una infartante definición de la Copa del Rey ante el Barcelona de Louis Van Gaal,
también campeón de Liga, y con dos jugadores menos durante todo el alargue. Sin
embargo, al comenzar la siguiente temporada, la 1998/99, se quedó con la
Supercopa de España al derrotar al Barcelona en ambos partidos, mientras que en
la Recopa europea llegó a la final ante una poderosa Lazio en Birmingham luego
de eliminar al Chelsea, pero fue derrotado por los italianos gracias a una gran
volea del checo Pavel Nedved a nueve minutos del final aunque la gran figura
resultó Matías Almeyda.
Tal como ocurrió
en Huracán o Lanús, al terminar la segunda temporada con el Mallorca decidió
irse. Ya se hablaba en toda España del “Modelo Cúper” al punto de que el Betis
fue a buscar a Griguol y el Mallorca a su ex ayudante Roberto Gómez –que no
pudo asumir por un problema administrativo-. Fue contratado entonces por el
Valencia, que acababa de ganar la Copa del Rey pero que atravesaba grandes
problemas políticos internos y la casualidad hizo que comenzara la temporada
ganándole otra vez la Supercopa de España al Barcelona, y si en la Champions
League tuvo que jugar la fase previa, esta vez pudo eliminar a la Lazio en
cuartos de final, al Barcelona en la semifinal y accedió a la gran final de
París ante un Real Madrid repleto de estrellas, que no le tuvo piedad y le ganó
la final 3-0 aunque el primer gol lo marcó Fernando Morientes a dos minutos de
terminar la primera parte.
En la Liga, el
Valencia había trepado al primer lugar apenas comenzada la temporada 2000/01. "Siete
años, o si prefiere 2527 días, han hecho falta para que el Valencia volviera a
situarse en la cabeza de la máxima categoría de nuestro fútbol...muchos son los
factores que inciden en este excepcional momento, y uno de ellos, tal vez el
más importante, tiene nombre y apellido, Héctor Cúper...si la figura de Cúper
fuese situada en el contexto deportivo americano se hablaría a buen seguro de
él como de un "técnico-franquicia", como de uno de esos personajes
prácticamente infalibles a la hora de ejercer con plenas garantías de éxito de
su profesión. No es extraño por lo tanto que de cara a un futuro inmediato se
asocien a su nombre los banquillos de algunos de los clubes más importantes del
mundo, como por ejemplo el Fútbol Club Barcelona. Con la coherencia como
bandera, Cúper es un auténtico maestro en el arte de situar a sus equipos con
orden, sensatez y equilibrio sobre el terreno de juego y también en el sacar el
máximo rendimiento a los jugadores que pasan por sus manos. Por si esto fuera
poco, Cúper domina a la perfección el arte de recomponer plantillas, el suplir
las bajas -por importantes que éstas sean- que se producen en sus equipos por
la contratación de otros jugadores que no sólo consiguen equilibrar el nivel colectivo sino incluso superarlo y
además, con un importante beneficio económico para su entidad. La presente
temporada es el enésimo ejemplo de ello. Bajo la imagen de un tipo serio y en
ocasiones hasta adusto, se esconde un hombre honesto y tremendamente sensible
con todas aquellas causas que lo merecen. Hace sólo unas fechas fue elegido por
la UEFA como el mejor entrenador de la pasada edición de la Champions League, o
lo que es lo mismo: el mejor entrenador europeo del año...nos quedamos con el
discreto encanto que emana de su persona. Personajes como él son los que de verdad
ayudan a hacer más grande nuestro fútbol", editorializó la revista “Don
Balón” en octubre de 2000.
Sin embargo, la relación con el público se complicó con la derrota
ante el modesto Guadix por la Copa del Rey y hasta comenzaron a aparecer
algunas pancartas en su contra en Mestalla y ya se hablaba de un adiós al
terminar esa temporada. Todo parecía que podía cambiar con el avance del equipo
en la Champions, ahora reforzado con jugadores de la categoría de Roberto
Ayala, Didier Deschamps o Pablo Aimar y nuevamente llegó a la final, ahora ante
el Bayern Munich. Empataron 1-1 y llegaron a los penales, hasta que Oliver Kahn
le contuvo el suyo a Mauricio Pellegrino. Otra vez Cúper quedaba a las puertas
de un título. “Es un club muy bueno pero si la gente no está contenta con uno,
a mí tampoco me gusta estar así”, señaló entonces.
Entonces apareció el Inter, que competía con el Barcelona para
contratarlo. Los italianos llevaban más de una década sin un título de liga. El
recibimiento en el campo de entrenamiento de La Pinetina fue
impresionante. Massimo Moratti, el
presidente del Inter, buscaba un segundo Helenio Herrera, aquel entrenador
argentino con el que los italianos ganaron dos Copas de Europa entre 1964 y
1965 y nuevamente el equipo contaba con un plantel poderoso con jugadores como Toldo,
Fontana, Blanc, Materazzi, Córdoba, Simic, Vivas, Georgatos, Zanetti, Emre,
Dalmat, Di Biaggio, Farinós, Seedorf, Sergio Conceiçao, Okam, Guly, Recoba,
Ronaldo, Sukur, Vieri, Kalllon y Ventola. Casi una selección mundial, aunque
con el problema de una suspensión de un año para el uruguayo Recoba por el
affaire de los pasaportes falsos.
El Inter parecía cumplir un sueño cuando llegó a la
última fecha de la liga 2001/02 en el primer lugar y definía como local ante
Lazio, un club considerado amigo. La Juventus, a un punto, y la Roma, a dos,
necesitaban de una caída improbable de los nerazzurros y sin embargo, ocurrió
lo impensado, especialmente cuando se enteraron que al terminar el primer
tiempo, el Inter vencía 2-1. Pero al comenzar el segundo tiempo, un grave y
poco frecuente error defensivo permitió el empate de la Lazio 2-2 a través de
Poborsky y los de la capital romana acabaron dando la sorpresa y se impusieron
4-2. Como Juventus y Roma ganaron sus
partidos, el Inter terminó tercero y hasta perdió su lugar directo en la
Champions siguiente y tuvo que contentarse con ir al repechaje.
Este periodista había estado escribiendo durante
todo un año la biografía de Cúper –de la que se extrajeron muchas de las
declaraciones de este artículo- junto al colega argentino residente en
Barcelona, Rubén Costa, con contrato firmado con la editorial italiana “Limina”
y ambos tuvieron que resignarse cuando el director de la empresa les explicó
que con ese resultado de liga “no le vendemos el libro a nadie”.
Sin embargo, todavía esperaba algo peor. La foto
mundial era la del brasileño Ronaldo Nazario, llorando en el banco de
suplentes, reemplazado por Cúper ante Lazio cuando en los últimos partidos
había vuelto, por fin, luego de tres años de lesiones y cuando se acercaba el
Mundial de Japón y Corea.
Tras el gran Mundial y el título, Ronaldo se acordó
nuevamente de Cúper. “Yo sé que con él puse en peligro mi carrera o poco menos.
Tuve
lesiones musculares cuatro o cinco veces, cosas serias, no problemitas,
mientras que en el Mundial se vio que trabajando bien puedo no tener
problemas", manifestaba en una amplia entrevista exclusiva publicada por “La
Gazzetta dello Sport”. Sin embargo decía que se sintió desilusionado porque
cuando le planteó que despidiera a Cúper o que se iría del equipo, “Moratti
prefirió a "un entrenador que nunca ha vencido en ninguna parte".
Aunque siempre
mantuvo un perfil bajo, aquella vez Cúper no se quedó callado y para diciembre
de 2002, cuando Ronaldo acaparaba premios y ya era jugador del Real Madrid,
afirmó que él también merecía recibir parte del mérito por los éxitos del
brasileño. "Se trata seguramente de un pequeño
porcentaje de mérito, pero de todos modos, yo también he contribuido
activamente a que volviera a sus niveles y a restituirlo al calcio", dijo
al “Coriere dello Sport”, aunque matizó al manifestar que "para mí fue una
experiencia hermosa porque pude confrontarme con un jugador de absoluto
nivel",
Para la temporada
2002/03, el Inter redobló esfuerzos y reemplazó a Ronaldo por Hernán Crespo
junto con Almeyda y a Favio Cannavaro y en el mercado invernal se sumó Gabriel
Batistuta pero el Inter acabó segundo en la liga, y Cúper fue destituido apenas
comenzada la temporada 2003/04.
Regresó al
Mallorca para la temporada 2004/05 y pudo evitar el descenso en la última fecha
pero otra vez el equipo quedó último en la temporada siguiente y fue cesado en
el cargo en 2006 y a partir de allí comenzó a transitar por una racha negativa.
En 2007/08 llegó a dirigir al Betis por apenas 14 partidos pero otra vez lo
dejaron cesante con el equipo en el penúltimo lugar. En 2008 lo contrató el
Parma pero se fue una fecha anes del descenso consumado y ese mismo año dirigió
a la selección de Georgia sin ganar un solo partido, hasta que en diciembre de
2009 asumió en el Aris Salónica y lo llevó a la fase de grupos de la Europa
League por primera vez en su historia, y llegó a la final de la Copa de Grecia,
donde fue derrotado por el Panathinaikos hasta que los resultados ya no fueron
tan buenos y se fue en 2011. Regresó a España al Racing de Santander pero duró
seis meses y a fines de año asumió en el Orduspor turco, al que logró mantener
en Primera y se quedó hasta 2013 y ese mismo año firmó para el Al Wasl de
Emiratos Árabes Unidos, otra vez en una corta experiencia por los malos
resultados.
Por fin, en marzo
de 2015 se hizo cargo de la selección de Egipto, con la que llegó a la final de
la Copa África 2017 y allí fue derrotada por Camerún y si bien consiguió
clasificar al equipo para el Mundial de Rusia, luego perdió los tres partidos
de la primera fase y fue cesado en el cargo. Fue entonces que lo convocó
Uzbekistán para dirigir su selección nacional con la que llegó a los octavos de
final de la Copa Asia 2019, cuando fue derrotada por Australia desde los
penales y fue despedido tras caer 2-0 ante Palestina por la segunda ronda
asiática clasificatoria al Mundial de Qatar 2022.
Ahora lo esperan en la República del Congo,
en otro capítulo de su extensa y particular carrera.
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