martes, 11 de mayo de 2021

Rivaldo, el crack sin carisma que superó la desnutrición y la pobreza, y fue la gran estrella de Brasil en la Copa América 1999 (Infobae)


 

Rivaldo ya había tenido una gran temporada en el Barcelona de Van Gaal, en la que compartía cartel con jugadores de la talla de Luis Figo, Josep Guardiola o Luis Enrique, cuando en la Copa América de Paraguay terminó de demostrar su gran jerarquía, consagrándose campeón y siendo elegido mejor jugador del torneo y eso lo catapultó definitivamente al premio FIFA World Player como mejor del mundo en 1999.

La temporada 1998/99 había sido sensacional y el Barcelona había ganado la Liga española por segundo año consecutivo, y Rivaldo venía demostrando todo su potencial y tampoco fue casualidad que al terminar esa temporada, en Europa le dieran el Balón de Oro como mejor jugador del continente y las expectativas por su rendimiento en la Copa América eran máximas y Brasil llegaba como gran candidato, con grandes estrellas como Roberto Caros, Cafú, Ronaldo Nazario o Ronaldinho.

Pero Rivaldo terminó siendo la gran figura del equipo dirigido por Vanderlei Luxeumburgo, que apuntaba al Mundial 2002 luego de la traumática derrota en la final de Francia 1998 ante los locales. La Copa América de Paraguay era el momento propicio para dar vuelta la página y al mismo tiempo, conseguir por primera vez en la historia un segundo título sudamericano consecutivo.

Brasil integró el Grupo B y debutó con una esperanzadora goleada de 7-0 ante Venezuela (con un gol suyo), otra victoria ante México 2-1 y la tercera, ante Chile por 1-0. Con los nueve puntos cosechados, esperaba la selección argentina de Marcelo Bielsa en los cuartos de final y aunque los albicelestes se pusieron en ventaja enseguida por un gol de Juan Pablo Sorín (la pelota se desvió en Joao Carlos y descolocó a Dida), a los pocos minutos empató Rivaldo con un gran tiro libre, lejos del alcance de Germán Burgos, y en el segundo tiempo desniveló Ronaldo, aunque sobre el final Roberto Ayala tuvo la chance del empate con un penal que fue contenido por el arquero.

En semifinales volvía a esperar México y otra vez, Rivaldo fue protagonista, como en cada uno de los partidos de su equipo. Brasil se impuso 2-0. Con un gol de Amoroso, que recogió una pelota que rebotó en el travesaño tras un cabezazo del crack del Barcelona y otro gol suyo, con jugada enteramente personal, amplió la diferencia.

La final ante Uruguay significaba la posibilidad de tomarse una revancha de la derrota por penales de cuatro años atrás en Montevideo, aunque en este caso, Brasil aparecía como amplio favorito ante la enorme diferencia de calidad y por tener enfrente un equipo inexperto, con muchos jóvenes que recién iniciaban su camino dirigidos por Víctor Púa.

A los 20 minutos, ya Brasil comenzó a desequilibrar cuando Rivaldo remató de cabeza un muy buen tiro libre de Flavio Conceiꞔao, seis minutos más tarde, otra vez Rivaldo recibió dentro del área y resolvió magistralmente con un toque fino por encima del arquero Fabián Carini, y ya en el segundo tiempo, Ronaldo estableció el 3-0 final para el título.

No fue de extrañar entonces que Rivaldo recibiera el premio como mejor jugador del campeonato, y fuera considerado la máxima estrella en un conjunto repleto de cracks que tres años más tarde, aunque ya dirigido por Luisz Felipe Scolari, ganaría el Mundial de Japón y Corea del Sur.

Rivaldo se había impuesto pese a que no había tenido sencillo su paso por la selección brasileña. Sin carisma, proveniente de una zona portuaria muy pobre de Recife, había sido muy resistido por buena parte de los hinchas y la prensa, aunque ya había demostrado hacía rato que podía desempeñarse como delantero o media punta, con una gran potencia en sus remates de zurda, hábil con la gambeta y goleador y especialista en jugadas de pelota parada. De hecho, marcó cinco en la Copa América, igual que Ronaldo.

Había debutado en la selección brasileña el 16 de diciembre de 1993 ante México en Guadalajara y el primero de sus grandes compromisos fue cuando formó parte, como uno de los tres mayores de 23 años,  del equipo olímpico de Atlanta en 1996 junto con cracks como Dida, Ronaldo, Bebeto o Roberto Carlos, pero allí tuvo uno de sus momentos más duros. En semifinales, Brasil vencía a Nigeria por 3-1 a falta de diez minutos cuando él ingresó desde el banco de suplentes, las “Águilas Verdes” consiguieron igualar 3-3 y terminaron imponiéndose con Gol de Oro.

Brasil acabó llevándose la medalla de bronce pero Rivaldo fue uno de los señalados por la prensa y los hinchas y estuvo más de un año sin ser convocado y así es que se perdió la Copa América de 1997 y recién reapareció en la Copa Confederaciones de Arabia Saudita, que también ganó su equipo.

Si bien nunca se confirmó oficialmente, por aquellos tiempos circulaba la versión de que desde el cuerpo técnico de Mario Lobo Zagallo se decía fuera de los micrófonos que Rivaldo traía mala suerte, aunque por sus rendimientos, terminaron citándolo para el Mundial de Francia 1998, en el que marcó tres goles. “Atlanta fue el golpe más duro de mi carrera, junto con mi ausencia del Mundial de Estados Unidos 1994”, dijo en una entrevista, años más tarde.

“Es curioso –señaló en la misma oportunidad- en todo el mundo se habla mejor de mí que en Brasil”, aunque siempre fue defendido por el público del norte del país, fiel a su juego, como sintiéndolo su representante.

Ya para el Mundial 2002, Rivaldo llegó con toda la confianza de una gran estrella internacional, componiendo un gran trío de ataque con Ronaldo y Ronaldinho, llamado como “Las tres R”. Marcó un gol de penal en el debut ante Turquía pero en ese partido participó de una jugada polémica que recorrió el planeta, cuando recibió un pelotazo de Hakan Unsal, se arrojó al suelo se tomó su rostro con las dos manos de manera exagerada y provocó la expulsión de su rival por doble amarilla. Al comprobarse que fingió, la FIFA lo multó con 11.670 francos suizos.

En ese Mundial, Rivaldo marcó goles en los primeros cinco partidos de Brasil (ante Turquía, China, Costa Rica, Bélgica e Inglaterra) y terminó ganando la Copa del Mundo e incluido en el equipo ideal del torneo. Su último partido con su selección fue ante Uruguay en 2003 pero el entrenador Carlos Alberto Parreira no lo volvió a convocar. En total de su carrera, marcó 37 goles en 79 partidos con el equipo nacional en todas las competencias.

Víctor Borba Ferreira Gomes, Rivaldo, nació en Recife el 19 de abril de 1972, en el seno de una familia muy pobre y se crió en la zona de Paulista, en las favelas del puerto. Padeció malnutrición y por esta misma razón tuvo que lamentar la pérdida de varios dientes.  “En Paulista es difícil soñar –confesó en una entrevista a la revista “El Gráfico”-. Hay que vivirlo para saber lo que es trabajar todo el día para tener muy poco, pasar hambre, sufrir”. Para colmo, su padre, Romildo, empleado de la prefectura de Recife, murió en 1989 en un accidente de tránsito cuando él tenía 17 años, y en ese momento pensó en dejar de jugar, pero su madre, Marlucia, ama de casa, se sentó, lo miró a los ojos, y le dijo “nada hubiera querido más tu padre que seas un jugador profesional, ve por eso”.

Así fue que ese mismo año comenzó su carrera ascendente. Admirador de Zico, especialmente en su forma de ejecutar los tiros libres, ingresó en el Paulistano, pero siempre aparecía el mismo problema. Era dejado de lado por su físico endeble hasta que en 1991 firmó para el Santa Cruz, de la Segunda División, y un año más tarde por el Mogi Mirim, lo que hizo que se mudara a San Pablo. Marcó 13 goles en 31 partidos en el torneo y hasta en una oportunidad llamó la atención de los canales de TV de todo el país que emitían permanentemente las imágenes de un joven que había logrado marcar un gol desde antes de mitad de cancha que Pelé no había conseguido en el Mundial de México 1970.

A partir de allí, todo fue en permanente ascenso. Muchos clubes se anotaron para contratarlo pero el que llegó primero fue el Corinthians, al que lo trajo a préstamo en 1993 e hizo 11 goles en 21 partidos, pero al terminar el año, el club prefirió pagar las opciones de Leto y Valber, y entonces apareció el Palmeiras con el dinero de apoyo de la Parmalat italiana desde 1994 y allí tuvo dos temporadas espectaculares pese a que el panorama no parecía nada fácil porque venía de ganar el torneo paulista y el Brasileirao y contaba con estrellas como Edmundo, Roberto Carlos o César Sampaio. Sin embargo, Rivaldo pudo adaptarse y volvieron a salir campeones de los dos torneos y nuevamente el paulista en 1996 ya con Djalminha, Muller, Amaral y Luizao. Cada partido era un festival.

Esto ya lo puso en otro plano, el internacional y en el verano europeo de 1996 lo contrató el Deportivo La Coruña, que pagó por su pase 6 millones de euros, la mayor contratación de la historia del club gallego, y en el que heredó el número once de Bebeto, ídolo de la hinchada. Marcó 21 goles en 41 partidos en la temporada 1996/97, igualando a Raúl González del Real Madrid en la cuarta posición de la tabla de goleadores de la Liga Española y para 1997/98 pasó al Barcelona en 24 millones de euros.

No lo tuvo fácil para encajar en el equipo que dirigía el holandés Louis Van Gaal, con otra idea de fútbol, pero alcanzó a ganar la Supercopa europea y después el doblete con la Liga y la Copa del Rey y en 2001, una chilena suya sobre el final, en el Camp Nou, ante el Valencia, le dio la clasificación a la siguiente Champions League al club catalán.

Fue en el Barcelona, cuando ya se transformó en un jugador global –aunque siempre dijo que en el club en el que se sintió más cómodo y fue ídolo fue en el Deportivo La Coruña-, donde tomó consciencia de su rol y decidió apoyar distintas causas para ayudar a los más necesitados, como cuando encabezó una campaña para recolectar anteojos usados en todo el territorio español para enviarlos a las zonas más pobres de Brasil.

Tras haber ganado el Mundial 2002, y ya muy desgastada su relación con Van Gaal, pasó al Milan, donde ganó la Champions League 2003 y la Supercopa europea, pero con la llegada de su compatriota Kaká, el entrenador Carlo Ancelotti le fue dejando cada vez menos espacio y tomó entonces la decisión de regresar a Brasil en enero de 2004 y si bien firmó para Cruzeiro, a los dos meses dejó el equipo cuando fue echado Luxemburgo, el entrenador con el que siempre trabajó a gusto.

Desde ese entonces, su carrera se extendió y terminó jugando para clubes de cuatro continentes. A mediados de 2004 firmó para el Olimpiakos griego, donde ganó tres ligas y dos copas, en 2008 fue contratado por el Bunyodkor de Uzbekistán por dos temporadas, regresó a los 38 años al Mogi Mirim y en 2011, con 39 años, pasó al San Pablo, luego al Kabuscorp de Angola y en 2013 jugó para el Sao Caetano en la Segunda División y en 2014 volvió al Mogi Mirim (que terminó comprando) para poder compartir equipo con su hijo Rivaldinho, en ese momento de 18 años hasta que anunció su retiro en las redes sociales, pero dos años más tarde, con 43 años, regresó para volver a jugar con su hijo hasta que el 16 de agosto de 2015 oficializó su despedida del fútbol. En el total de su carrera de clubes marcó 408 goles en 947 partidos.

En 2019 volvió a ser protagonista alrededor de una Copa América aunque fuera de los campos de juego, cuando sorprendió manifestándose de acuerdo con la protesta de la delegación argentina por los dos posibles penales ante Brasil en la semifinal que no fueron chequeadas por el VAR.

“Claro que Argentina tiene razones para quejarse. Brasil tiene mejor equipo y seguramente habría ganado sin esos errores, pero hubo dos penales a favor de los argentinos en los que el VAR no quiso actuar”, le dijo entonces a “Beftair”.

Más allá de su talento, Rivaldo fue un jugador que no se quedó en eso y aún sin carisma, decidió ayudar todo lo que pudo a su gente con distintas campañas de solidaridad y fue uno de los pioneros en festejar mostrando por debajo de su camiseta, en el Barcelona, otras con inscripciones alusivas, como “Feliz Día de la Madre”, o “Feliz Día de los Enamorados”, o “Que nunca más muera nadie como Aitor”, en referencia a Zabaleta, el hincha de la Real Sociedad asesinado por un ultra del Atlético Madrid, y hasta en otro momento, tras otro festejo apareció la foto de su compatriota Giovanni, que no era tenido en cuenta por Van Gaal, por o que recibió un reproche, aunque se defendió diciendo que “fue para motivarlo”. El DT holandés le argumentó que había varios jugadores en la misma condición, a lo que el brasileño respondió “sí, pero sólo Giovanni es mi amigo”.

“Si yo hubiera nacido en Río de Janeiro, hoy sería el número uno por lejos, porque conmigo hay preconceptos”, sintetizó en una oportunidad, en pleno auge, en tiempos de la Copa América de Paraguay, acaso como síntesis de su carrera llena de títulos y de técnica depurada.

 

 

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