Cuando para el Mundial de Francia 1998 la Confederación Sudamericana de Fútbol decidió cambiar el formato y pasar a jugar las eliminatorias con el sistema de “todos contra todos” con partidos de ida y vuelta, es decir, dieciocho jornadas al tratarse de diez países y con cuatro plazas y media posibles, los dirigentes de las federaciones supuestamente más débiles se quejaron amargamente.
Como sucede desde ya hace treinta años por lo menos, los dirigentes de Perú, Bolivia, Chile, Ecuador y Colombia, volvieron a referirse a “la mafia del Atlántico” para señalar a las federaciones de países que dan a ese océano, es decir, las tradicionales potencias continentales, como Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
El motivo es que con el formato anterior, una división en tres grupos clasificatorios de cuatro y tres equipos según el caso, jugándose todo en un mes y medio, siempre una racha negativa de algún poderoso, o alguna lesión inoportuna, o alguna racha positiva de algún débil, podía generar alguna sorpresa o desequilibrar el normal funcionamiento de un torneo, que ahora con dieciocho fechas, genera menos posibilidades a los que cuentan con menos recursos.
Por eso mismo es que desde 1998, para el Mundial de Francia, ya puede observarse que los primeros clasificados son siempre los mismos, y que Brasil, Argentina y Paraguay parecen haberse consolidado entre los tres primeros, y que el otro lugar más la posibilidad de un quinto para el repechaje ante el campeón de Oceanía, queda para la disputa entre Uruguay, Chile, Colombia y Ecador, es decir, dos plazas para cuatro equipos. El resto, no tiene casi chances de competir.
Sin embargo, también pudo observarse que desde la eliminatoria pasada, las fuerzas fueron emparejándose, aún sin cambios finales en las posiciones y en la clasificación, pero cada vez se hace más difícil para potencias como Brasil o Argentina ganar a rivales anteriormente débiles, inclusive en condición de local.
Si Argentina no pudo en Buenos Aires ante Ecuador (con el que logró empatar en el último minuto), Brasil sorprendió al no poder imponerse a Bolivia en Río de Janeiro, por primera vez en su historia, y cuando su rival contó con un jugador menos promediando el segundo tiempo.
¿Qué es lo que sucede, entonces? Algunos creen que el problema es táctico y que tanto Alfio Basile, en Argentina, como Dunga, en Brasil, son dos técnicos que no han logrado amalgamar un equipo compacto. Otros sostienen que el hecho de contar con tantas figuras en el fútbol europeo, aquella excelsa técnica y la capacidad de improvisación con la que nacieron al fútbol profesional, fueron reemplazadas por la táctica y el laboratorio del otro lado del océano. También están los que se quejan por la falta de tiempo para trabajar con el plantel completo, con tantos compromisos por parte de los clubes y tan poco tiempo para los seleccionados, dados los compromisos comerciales que abundan.
Pero es evidente que en el caso de Brasil, hay jugadores que van agotando su crédito internacional, que se encuentran en una alarmante baja, como Ronaldinho, Diego o la falta de defensores centrales que tengan una salida clara desde su arco, como antes ocurría, mientras que la ausencia de Kaká se siente demasiado, a la espera de su recuperación.
En el caso de Argentina, la crítica a Basile está centrada en el escaso trabajo con el equipo, y en la disposición de demasiados volantes y defensores, que terminan aislando a los únicos tres jugadores de ataque: Riquelme como enlace con los delanteros, y los dos jugadores cercadle área rival, Messi y su acompañante, que varía entre Sergio Agüero y Carlos Tévez.
Lo cierto es que tanto Argentina como Brasil apenas si comparten la segunda línea de las posiciones del grupo sudamericano junto a Chile, que si bien mantiene cierta irregularidad en resultados, pasando de unos muy desfavorables a otros rotundos a favor, al menos puede destacarse su capacidad ofensiva y su juego de ataque.
Pero el gran equipo de las eliminatorias sudamericanas es, sin dudas, Paraguay, cada vez más fuerte y con sentido colectivo, que ya venía afianzándose en el continente haciéndose fuerte como local, donde casi nunca divide puntos, y ahora, agregándole una buena dosis de trabajo por parte de su entrenador argentino Gerardo Martino (amplio conocedor de los equipos paraguayos y discípulo de Marcelo Bielsa), y con individualidades que fueron adquiriendo peso en el exterior, muchos justamente en América Lartina, como el lateral Morel o el defensor central Cáceres (Boca Juniors), o el atacante Cabañas (América de México), designado como el mejor jugador sudamericano de 2007.
Lo concreto es que a una jornada de finalizar la primera rueda, es decir, a una fecha de la novena y última de la primera fase, Argentina y Brasil apenas si se sitúan a cuatro puntos del líder Paraguay, comparten con Chile la segunda colocación, y sólo llevan una de ventaja a Uruguay, con el que Argentina debe medirse como local el próximo 12 de octubre.
Por primera vez, desde 1994, Argentina y Brasil comienzan a darse cuenta de que el camino de las eliminatorias no es tan fácil como parece. Argentina ya lo sufrió con el mismo entrenador, Basile, para llegar a Estados Unidos 1994, cuando aún en fase de grupos, quedó detrás de Colombia luego de padecer aquel histórico 0-5 en su propia casa. Brasil penó, aunque no tanto como Argentina, para llegar al Mundial 2002 en la última jornada ante Venezuela, luego de cambiar varios técnicos.
Pero la incertidumbre de ambos nunca fue tan grande como en esta oportunidad, lo que demuestra que hay algunas cosas que se deberán replantear, mientras ue los dirigentes del Pacífico ya no parecen tan quejosos como hace doce años.
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