La información nos dice que nació Benjamín Agüero, hijo de Sergio Agüero y Gianinna Maradona, y por lo tanto, nieto, a su vez, de Diego Armando Maradona. El parto se produjo ocho días antes de lo esperado y se trata de uno de los bebés más cotizados que haya dado la historia del deporte, acaso con los hijos de André Agassi y Steffi Graf, la pareja de dos enormes tenistas.
Muchos se preguntaron cuánto valdrá Benjamín en el futuro si decide dedicarse al fútbol, con semejantes genes paternos y maternos, y seguramente cuando será criado con una pelota en sus pies y ya en cuna de oro.
También será interesante comprobar si su crecimiento podrá desarrollarse con tranquilidad, lejos del ruido de la prensa europea y argentina, y en qué país podrá llevarse a cabo y en qué cultura se impregnará, con qué mentalidad aparecerá, con qué carácter y si, como Lionel Messi, querrá vestir la camiseta celeste y blanca aún cuando muy probablemente si deseara ser futbolista, no parece probable que tenga posibilidades de ponerse algún color de los equipos locales, si su padre continúa su carrera entre los grandes del mundo.
¿Vendrá esta generación de las cuentas bancarias repletas de euros, con ganas de jugar por amor a la camiseta por algún costado? ¿Será posible conservar un pequeño espacio de amateurismo o como si fuera un descendiente de monarca, Benjamín Agüero se malacostumbrará a la pleitesía?
Al fin de cuentas, más de uno ha discutido en los últimos tiempos si un miembro de la monarquía de sangre tiene mayor legitimidad que quien se gana el trono por éxitos deportivos con tintes populares.
En el muy buen libro Il mio re (mi rey), una de las tantas biografías sobre Maradona, el italiano Paolo Paoletti cuenta que en una fiesta de diciembre de 1986 en Montecarlo, el “diez”, alojado en el mismo hotel de la recepción en la que iría a ser premiado, observó desde uno de los primeros pisos al mismísimo príncipe Raniero, en la planta baja. Ambos se miraron al mismo tiempo, especulando sobre quién iría primero en busca del otro para el saludo formal. Allí fue que el futbolista le dijo en voz baja a su entonces gran amigo Guillermo Cóppola “que venga él”, dando a entender que el verdadero monarca es el deportista. Y efectivamente, en un hecho interesante, fue Raniero el que subió a saludar a Maradona.
¿Son transmisibles los genes? No parece ser algo exacto. Si nos basamos en tantos padres e hijos futbolistas, hay de todo, como en la viña del señor, pero si nos atenemos a los casos de estrellas rutilantes, al menos aquel que vio jugar a Jordi Cruyff en el Manchester United, el Celta de Vigo y tantos otros equipos, enseguida se habrá dado cuenta de que ser hijo del gran Johan, no implica más que eso. Lo mismo sucedió con Edinho, hijo de Pelé, y para probable desgracia de éste, arquero del montón en el Santos.
La pregunta podría ir también para Benjamín Agüero, en tren de especular con un futuro futbolero, si lo hay. Pero sería mucho más sano saber, con el paso del tiempo, que pudo encontrar la felicidad, sea ésta, o no, la de pretender llegar a ser un excelente futbolista, sin buitres a su alrededor, y con el amor de sus seres queridos.
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