Por estos días, y luego de años de turbulencias que incluyeron dos temporadas en segunda división, el Atlético Madrid debe terminar de cerrar su debate interno sobre si asumirá, por fin, su rol de tercer club de fútbol de España tras el Real Madrid y el Barcelona, como lo fuera durante prácticamente todo el siglo XX.
El Atlético Madrid, que durante los años de la guerra llegó a llamarse “Atlético Aviación”, ha llegado incluso a ser campeón intercontinental en 1974, al vencer a Independiente de Argentina, en acaso el momento de mayor poderío futbolístico de los rojiblancos en toda su historia, si bien su último gran éxito ha sido el de la temporada 1995/96, cuando bajo la dirección de Radomir Antic, obtuvo el llamado “doblete” (campeón de la Liga y de la Copa del Rey), con jugadores como Diego Simeone, Kilo, Pantic, López, Santi o Pérez Caminero.
Desde ese momento, mucho ha pasado en el club, que se convirtió en sociedad anónima y que fue generando noticia tras noticia, siempre con convulsiones, complicaciones, o fuertes declaraciones de su presidente, y por momentos al mismo tiempo alcalde de Marbella, el fallecido Manuel Gil y Gil.
Esta política con números confusos de su economía, y extrañas operaciones, derivó en que a fines de los años noventa, el Estado español decidiera meterse e investigar sus cuentas, y todo ese control derivó en el posterior descenso a Segunda división, o “el infierno”, como los propios hinchas del “atleta” llamaron a este inesperado traspié, que duró dos temporadas y que en la primera no le permitió volver a la máxima liga española por apenas un gol a favor.
El fallecimiento de Gil y Gil originó un cambio sustancial en el Atlético Madrid. Su hijo, Manuel Gil Marín, optó siempre por un perfil más bajo, y dejó la presidencia en manos del empresario cinematográfico Enrique Cerezo, quien cultivó la amistad con los dirigentes del resto de los clubes (contrariamente a su antecesor), y apoyado en una figura estelar surgida de las divisiones inferiores, como Fernando Torres, quien debutó en primera división a los 17 años, fue agregando jugadores de valía para iur conformando un equipo que primero se mantuvo en la liga principal, para luego ie ascendiendo posiciones y llegar ahora a la Champions League, donde aún cuenta con chances reales de pasar a cuartos de final si pasa la eliminatoria de octavos ante el Oporto.
La buena situación económica actual se completa con una operación económica que le traerá suculentos beneficios, cuando en dos temporadas deje su actual estadio, el histórico Vicente Calderón (nombre de uno de sus grandes dirigentes), para mudarse a La Peineta, donde el ayuntamiento de Madrid piensa remodelar y ampliar el actual estadio que es utilizado para recitales y actividades menores, con el fin de que sirva para albergar los Juegos Olímpicos de 2016, a los que la capital española se presenta como candidata y con chances concretas de vencer, luego de haber estado a un paso de los de 2012.
Desde ya que por aceptar este traslado (con el objeto de que la zona del Vicente Calderón sea utilizada para mejorar el uso del río Manzanares), y con la recalificación del lugar, el Atlético Madrid cerrará una brillante operación que le permitirá seguramente optar a la contratación de jugadores con los que podrá elevar su categoría y superar, o al menos alcanzar, la línea del Valencia, el Sevilla o futbolísticamente, la del Villarreal.
Por el momento, el Atlético Madrid sigue representando una incógnita. Es conocido y dicho por lo bajo por la mayoría de los protagonistas, que el entrenador mexicano Javier Aguirre no se encuentra a la altura de lo que se pretende para manejar un plantel tan cotizado, que fue convenientemente reforzado en la mayoría de los lugares en los que el equipo flaqueaba (Heitinga y Ujfalusi llegaron para la zona central de la defensa, Coupet es un arquero de categoría, Simao aporta creación y Banega, distribución, así como Luis García es una alternativa en el extremo del ataque).
Más allá de encontrarse en una posición expectante en la tabla de posiciones (sexto, y por el momento, entrando en la Copa UEFA de la temporada que viene), el Atlético Madrid no tiene un juego sólido, ni un estilo, y en cada partido pareciera salir a ver qué pasa o qué hará su rival. Y muchos jugadores, entre ellos sus dos estrellas del ataque, Sergio Agüero y Diego Forlán, se encuentran incómodas y con quejas reiteradas sobre que el equipo necesita un mejor funcionamiento porque si no fuera por alguna jugada individual, casi siempre en lo colectivo termina siendo superado.
Sumado a eso, aparecen los primeros nubarrones en el futuro de Agüero. El yerno de Diego Maradona ha recibido públicamente el consejo de éste de no continuar en el Atlético Madrid y emigrar a un club más conveniente para su juego y su estabilidad, como el Inter italiano, mientras que el propio joven delantero insiste en cada partido en que “hay que trabajar más”, mientras sigue sin arreglar su nuevo contrato, y su cotización sigue estando, todavía, a la altura de muchos clubes poderosos de Europa, que suspiran por llevárselo.
Pero mucho más allá de Agüero, el Atlético tiene que aprovechar este momento, con dirigentes, jugadores y hasta nuevo estadio futuro, para volver a ocupar el lugar que fue perdiendo en estos años por malas decisiones y administraciones.
La experiencia debe servirle esta vez para no repetir aquellos errores.
El Atlético Madrid, que durante los años de la guerra llegó a llamarse “Atlético Aviación”, ha llegado incluso a ser campeón intercontinental en 1974, al vencer a Independiente de Argentina, en acaso el momento de mayor poderío futbolístico de los rojiblancos en toda su historia, si bien su último gran éxito ha sido el de la temporada 1995/96, cuando bajo la dirección de Radomir Antic, obtuvo el llamado “doblete” (campeón de la Liga y de la Copa del Rey), con jugadores como Diego Simeone, Kilo, Pantic, López, Santi o Pérez Caminero.
Desde ese momento, mucho ha pasado en el club, que se convirtió en sociedad anónima y que fue generando noticia tras noticia, siempre con convulsiones, complicaciones, o fuertes declaraciones de su presidente, y por momentos al mismo tiempo alcalde de Marbella, el fallecido Manuel Gil y Gil.
Esta política con números confusos de su economía, y extrañas operaciones, derivó en que a fines de los años noventa, el Estado español decidiera meterse e investigar sus cuentas, y todo ese control derivó en el posterior descenso a Segunda división, o “el infierno”, como los propios hinchas del “atleta” llamaron a este inesperado traspié, que duró dos temporadas y que en la primera no le permitió volver a la máxima liga española por apenas un gol a favor.
El fallecimiento de Gil y Gil originó un cambio sustancial en el Atlético Madrid. Su hijo, Manuel Gil Marín, optó siempre por un perfil más bajo, y dejó la presidencia en manos del empresario cinematográfico Enrique Cerezo, quien cultivó la amistad con los dirigentes del resto de los clubes (contrariamente a su antecesor), y apoyado en una figura estelar surgida de las divisiones inferiores, como Fernando Torres, quien debutó en primera división a los 17 años, fue agregando jugadores de valía para iur conformando un equipo que primero se mantuvo en la liga principal, para luego ie ascendiendo posiciones y llegar ahora a la Champions League, donde aún cuenta con chances reales de pasar a cuartos de final si pasa la eliminatoria de octavos ante el Oporto.
La buena situación económica actual se completa con una operación económica que le traerá suculentos beneficios, cuando en dos temporadas deje su actual estadio, el histórico Vicente Calderón (nombre de uno de sus grandes dirigentes), para mudarse a La Peineta, donde el ayuntamiento de Madrid piensa remodelar y ampliar el actual estadio que es utilizado para recitales y actividades menores, con el fin de que sirva para albergar los Juegos Olímpicos de 2016, a los que la capital española se presenta como candidata y con chances concretas de vencer, luego de haber estado a un paso de los de 2012.
Desde ya que por aceptar este traslado (con el objeto de que la zona del Vicente Calderón sea utilizada para mejorar el uso del río Manzanares), y con la recalificación del lugar, el Atlético Madrid cerrará una brillante operación que le permitirá seguramente optar a la contratación de jugadores con los que podrá elevar su categoría y superar, o al menos alcanzar, la línea del Valencia, el Sevilla o futbolísticamente, la del Villarreal.
Por el momento, el Atlético Madrid sigue representando una incógnita. Es conocido y dicho por lo bajo por la mayoría de los protagonistas, que el entrenador mexicano Javier Aguirre no se encuentra a la altura de lo que se pretende para manejar un plantel tan cotizado, que fue convenientemente reforzado en la mayoría de los lugares en los que el equipo flaqueaba (Heitinga y Ujfalusi llegaron para la zona central de la defensa, Coupet es un arquero de categoría, Simao aporta creación y Banega, distribución, así como Luis García es una alternativa en el extremo del ataque).
Más allá de encontrarse en una posición expectante en la tabla de posiciones (sexto, y por el momento, entrando en la Copa UEFA de la temporada que viene), el Atlético Madrid no tiene un juego sólido, ni un estilo, y en cada partido pareciera salir a ver qué pasa o qué hará su rival. Y muchos jugadores, entre ellos sus dos estrellas del ataque, Sergio Agüero y Diego Forlán, se encuentran incómodas y con quejas reiteradas sobre que el equipo necesita un mejor funcionamiento porque si no fuera por alguna jugada individual, casi siempre en lo colectivo termina siendo superado.
Sumado a eso, aparecen los primeros nubarrones en el futuro de Agüero. El yerno de Diego Maradona ha recibido públicamente el consejo de éste de no continuar en el Atlético Madrid y emigrar a un club más conveniente para su juego y su estabilidad, como el Inter italiano, mientras que el propio joven delantero insiste en cada partido en que “hay que trabajar más”, mientras sigue sin arreglar su nuevo contrato, y su cotización sigue estando, todavía, a la altura de muchos clubes poderosos de Europa, que suspiran por llevárselo.
Pero mucho más allá de Agüero, el Atlético tiene que aprovechar este momento, con dirigentes, jugadores y hasta nuevo estadio futuro, para volver a ocupar el lugar que fue perdiendo en estos años por malas decisiones y administraciones.
La experiencia debe servirle esta vez para no repetir aquellos errores.
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