martes, 10 de febrero de 2009

Nadal y nosotros (La Jornada)

Por fin termina el extenuante partido final del Torneo Abierto de Australia y entonces Rafa Nadal se desploma y suelta su raqueta. Ha alcanzado, a los 22 años, su sexto título de Grand Slam, algo que a su edad sólo había logrado nada menos que el sueco Bjorn Borg, pero todos coinciden en que la fiesta no es total porque su vencido, el suizo y ex tenista número uno del mundo hasta ser destronado por su vencedor del domingo, Roger Federer, quiebra por fin su imagen de hielo y llora, y no puede parar su llanto, durante la entrega de los premios.

Sin embargo, la prensa española no se burla el lunes, al día siguiente de la final, del perdedor, y destaca, en cambio, el gesto de Federer, aún en la tristeza, de cederle la última palabra, al micrófono y para todo el público, que lo ovaciona, a Nadal “porque tú eres el merecido campeón”.

Pero no termina allí. Cuando le toca el turno a Federer, se sincerará, seguramente producto del quiebre anímico y reconocerá que “esto me está matando”, aunque no especifique qué quiso decir con “esto” y se entienda que tendrá que ver con la pérdida de la auto percepción de número uno y la admisión de la pérdida casi definitiva, del final de su reinado. Y el llanto siguiente encontrará consuelo en Nadal, quien le dirá que de todos modos “eres el número uno, el mejor tenista de todos los tiempos, y estoy seguro de que alcanzarás a Pete Sampras” (el suizo está a un torneo de Grand Slam del ex tenista estadounidense), y lo abrazará y luego disminuirá sus festejos “por no haberlo visto bien anímicamente” a su rival.

Ya en lunes, la madre de Nadal, Ana María Parera, que no viajó para quedarse en Mallorca con su hija menor de 16 años, reconocerá en la Cadena SER que si bien está contenta “me sabe mal por Roger (Federer) porque es muy buena persona y sabemos que esto le pasó hoy a él y mañana le puede pasar a Rafa”. Toni Nadal, tío de Rafael y su entrenador, admitió ante el diario Marca, que llegó a lagrimear en el vestuario “por verlo mal a Federer” en la entrega de premios.

El sábado, ante Numancia, Raúl González convirtió su gol 307 con la camiseta del Real Madrid e igualó de esta forma la marca del mito, actual presidente honorario del club y nuestro compatriota Alfredo Di Stéfano (aunque éste necesitó menos partidos para conseguir esos mismos tantos) y por toda respuesta, el delantero dijo que lo que importaba era “ganar algún título en esta temporada”.

¿Qué tiene que ver esto con nosotros? El domingo por la noche, en Mendoza, Boca Juniors volvió a ganarle a River Plate, quedándose con la segunda copa del verano, y así como antes en Mar del Plata, festejó dedicándoselo a su tradicional rival, sin ahorrar insultos ante la cámara, en algo que ya se ha tomado como normal, tanto como aquellas camisetas colocadas debajo de la azul y oro, que decían “sigan participando” en los años noventa.

El pensar en el otro, el acordarse del otro en tono de sorna o de cargada, sin disfrutar de lo nuestro primero o festejar nuestro éxito y no el fracaso del otro, incluso colega (además de ocasional rival) y hasta amigo a veces, también nos va dando un indicio del tipo de sociedad que supimos construir en todo este tiempo de vacas flacas, mientras que España nos va dando un contraejemplo de actitudes, en todo momento.

Jorge Valdano, con su habitual claridad conceptual, siempre recuerda que ya viviendo en España, había quedado absorto durante los festejos de la selección argentina en el Mundial de México 1986 cuando a puertas cerradas, sus jugadores y cuerpo técnico vociferaban que “se lo dedicamos a todos”., algo así como creer que todos estaban en contra del equipo nacional. Una particular visión de las cosas.

Algo parecido y contrastante ocurrió durante la fase de la final de la pasada edición de la Copa Davis. Mientras algún jugador argentino, que lo trata con continuidad y lo conoce bien, llegó a decir que en Mar del Plata los argentinos arrancarían “los calzones de Nadal”, los jugadores españoles, que terminaron imponiéndose y se llevaron la preciada ensaladera, volvieron hablando loas del público argentino (olvidando, generosos, que se les llegó a gritar “a esos putos les tenemos que ganar”, algo que se pudo ver en la televisión ibérica), y lo hicieron ante medios de su país, sin necesidad de quedar bien con sus vencidos.

Simplemente, en los festejos y en el comportamiento ante los ocasionales rivales, también estamos mostrándonos como sociedad.


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