Si por alguna razón de rachas, lesiones, ventisca, tormenta o helada, el Barcelona no ganara un solo punto más en lo que va de la temporada, su entrenador, Josep Guardiola ya habrá ganado de todos modos.
Guardiola, un volante central exquisito que fue titular del Barcelona en los tiempos del “Dream Team” de Johan Cruyff, y que ganara la medalla dorada para España en los Juegos Olímpicos de 1992 (no como ahora que España se acostumbró a ganar, sino en tiempos de sequía y derrotismo y sin estilo propio), siempre se destacó por ser distinto a los demás, y eso hizo que tuviera que arrastrar una carga mucho más pesada porque no es fácil para el ambiente del fútbol aceptar que uno de sus jugadores-emblema se la pase leyendo a Rimbaud en las concentraciones antes de los partidos, o no renuncie jamás a un buen pase, o a tratar de ser lo más preciso posible con la pelota. Y no le fue mal. Ya veterano, y con la llegada del mismo Xavi Hernández a quien respalda y le entrega la creatividad desde el mediocampo del hoy mejor equipo del mundo, Guardiola llegó a jugar junto a Roberto Baggio en el Brescia cuando un extraño control antidoping, que no se condice ni con su carrera ni con su coherencia, lo marginó por un tiempo, aunque pudo jugar hasta en el Dorados de Sinaloa, en México, y hasta en la Roma, pasando dos temporadas en el Al Ahly de Qatar.
Con 38 años de edad, muy joven aún y con una buena experiencia en el Barcelona B, al que ascendió de Tercera a Segunda en la temporada pasada, el presidente Joan Laporta decidió darle la responsabilidad del equipo principal en tiempos de crisis, con la ida de Frank Rikjaard, y dos cracks como Ronaldinho y Deco, pero “el noi de Santpedor” (el chico de Santpedor) no sólo no se amilanó, sino que casi sin fichajes, con el mismo plantel, decidió por ir más a fondo, redoblar la característica de ataque, y respaldar a Lionel Messi como líder y mejor jugador del mundo.
Hoy Barcelona maravilla a todos, con un juego notable que persiste con paciencia en agujerear defensas rivales y basta con abrir el marcador para que el partido esté prácticamente liquidado. Pero eso es apenas una parte: el Barcelona juega con extremos o wines, palabra en desuso, por la que casi hay que pedir perdón por su mención, y que sin embargo, parece resultar. Con un juego bien abierto, apelando a un mediocampo muy creativo, con un volante central de gran despliegue, piernas largas y gran técnica como el marfileño Yaya Touré, sus dos acompañantes, el mencionado Xavi y un crack como Andrés Iniesta casi se suman al ataque de Messi, Eto’o y Henry, quienes han totalizado juntos los mismos goles que todo el Real Madrid, el segundo de la liga española a doce puntos de distancia.
El Barcelona, además del soberbio espectáculo de cada partido, lleva convertidos 89 goles (sí, leyeron bien) en lo que vade la temporada (7 en Copa del Rey, 19 en la Champions League y 63 en la liga española), con lo que va camino a batir todos los records, con prácticamente tres goles de promedio por partido (89 en 30), y con 19 remates en los palos en 20 jornadas de liga, es decir que en la liga española, el Barcelona consigue marcar tres goles por partido y un remate en el palo. Cifras que asustan y que demuestran que se puede jugar bien, que atacar sirve, que dar espectáculos no va reñido de obtener buenos resultados, y que salirse de la mediocridad no es malo sino al contrario, le da frescura e interés al fútbol.
En una entrevista concedida al periodista Orfeo Suárez del diario “El Mundo” de Madrid, el entrenador actual del deportivo La Coruña, Miguel Lotina, comentaba que ya en tiempos de jugador, Guardiola era distinto a todos porque era capaz de ir al vestuario rival, al finalizar un partido, a preguntarle, inquieto, al entrenador rival por qué había planteado así el encuentro, o por qué acomodó la marca de tal forma y no de tal otra.
Pero aún así, los méritos de Guardiola no terminan allí. Suele ser una persona medida, que jamás levanta la voz, que no da entrevistas individuales y sólo habla en conferencias de prensa (una sana costumbre que también tenía Marcelo Bielsa en la selección argentina y que debería ser imitada, por democrática hacia los medios de comunicación), que siempre ve la cara positiva de su rival, que siempre es cordial con los adversarios, a los que suele desear suerte, y hasta ha levantado el pie del acelerador en partidos en los que su equipo pudo desquiciar a su rival, como ante el mismo Depor, cuando ya los gallegos perdían 5-0 en el Camp Nou y se habían quedado con diez jugadores por la expulsión de su arquero Aranzubía y un jugador de campo debió reemplazarlo.
Y nada de todo esto impide que en el futuro se hable con admiración y grandes recuerdos de este Barcelona audaz, honesto, ofensivo, goleador, caballeroso, y generoso con el espectáculo. Y por lo que todo indica en proyección, también ganador.
Aunque Guardiola ya ha ganado, pase lo que pase de aquí en más durante esta temporada.
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