sábado, 13 de noviembre de 2010

La Copa América parece demasiado lejos todavía (Jornada)



Con un superclásico a menos de una semana, y con los dos más grandes, River Plate y Boca Juniors, en plena crisis, con el plantel de Quilmes entrenándose con custodia privada por temor a las agresiones y un entrenador como Leonardo Madelón que apenas comenzó a trabajar y ya está pensando en irse, y con San Lorenzo, Independiente y Racing Club navegando en la mediocridad, la Copa América, sorteada ayer en La Plata, parece darle un poco de aire a un fútbol argentino que parece haberse hundido y que no encuentra respuestas para salir adelante.

No fue gratis la salida de Angel Cappa de River. El veterano entrenador dijo lo contrario a lo que sostiene la mayoría de sus colegas cuando arreglan la indemnización y parten hacia otro destino. No sólo contradijo al presidente Daniel Passarella y no aceptó que renunció sino que fue tajante: “me echaron”, dijo, y enseguida fue lapidario: “el campeonato argentino es donde peor se juega en el mundo”.

Es cierto que Cappa tiene responsabilidad en no haber podido armar un equipo de River que juegue a algo distinto a lo que jugaba antes, pero no deja de ser real que tampoco este plantel se parece demasiado a otros que llegaron a la gloria en tiempos pasados. Sin ir más lejos, el entrenador interino, Juan José López, ocupó el puesto de volante derecho durante doce temporadas y aún así, paradojas de esta vida, muchos hinchas no le perdonan su breve paso por Boca, luego de que se cumpliera su ciclo y se lo dejara ir. Eran otros tiempos.

También lo eran para un Boca que perdía más de dos partidos como local en un campeonato. Si hace dos décadas alguien allegado al club de la ribera hubiera osado anticipar que algún día los dirigentes instarían a un entrenador que perdió seis partidos de trece a quedarse en el puesto ante la falta de alternativas, habría sido tildado de loco. Pero los tiempos también cambiaron para los “primos”.

Pero hay más. Tampoco parece ocupar demasiado espacio en los medios el escándalo de la violencia de la barra brava de Quilmes (manejado por el secretario general de la AFA y por el jefe de Gabinete nacional, nada menos), que agredió a los jugadores y motivó no sólo que se entrenaran con custodia privada sino que su nuevo entrenador, Leonardo Madelón, ya esté pensando en irse a su casa, si bien utilizó otra frase llamativa: “estamos en la Argentina”, como si eso validara todo lo que en otras partes son repudiadas. En el Apertura, ni siquiera se paró la actividad.
Y no termina allí, ni siquiera la violencia porque tal como ya ocurre con la hinchada de Atlético Cipolletti en el sur argentino, donde ya se coloca un pulmón que separa a hinchas del mismo equipo, en la mayoría de los violentos las internas son mayores que los enfrentamientos con los colores rivales. Es que el control del negocio está allí y por eso es que “Los Borrachos del tablón” se tirotearon entre los transeúntes del barrio de núñez para disputarse un millón y medio de dólares pero no del fútbol sino de la industria de los alrededores del estadio Monumental por los dos recitales de Paul Mc Cartney y uno de “The Jonas Brothers”.

Entonces, el sorteo de la Copa América de ayer en el Teatro Argentino de La Plata, en el que como siempre, por esas casualidades del destino siempre el local se ve favorecido (la selección argentina jugará en su grupo con Colombia, Japón y Bolivia, con la que debuta en el torneo que se disputará en julio en el país luego de veinticuatro años), es apenas una referencia entre tantos temas acuciantes.
Apenas si se pudo observar el notable poder que fue tomando Juan Sebastián Verón, ya sea porque el presidente de la AFA, Julio Grondona, llegó a introducirlo como posible sucesor suyo en poco tiempo más, o por el no casual premio a la trayectoria recibido por su padre, el ex jugador Juan Ramón Verón.

O que el tiempo pasa y los nombres de los máximos dirigentes del fútbol sudamericano se repiten, sin dejar lugar a generaciones que puedan modificar viejos vicios y al menos, para estar al corriente de los tiempos, aceptar un torneo mucho más federal que aquel de 1987 que sirvió de punto de partida del formato de la Copa América, cuando Argentina fue la primera sede después de los viejos sudamericanos.

Demasiados dolores de cabeza tiene el fútbol argentino del día a día para pensar aún en la Copa América, que sin embargo puede ser útil para que la selección ahora de Sergio Batista salga de perderora luego de dieciocho años sin títulos.

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