lunes, 22 de noviembre de 2010

Messi es el gran ganador del Argentina-Brasil (Yahoo)



Si hubo un ganador en el partido amistoso entre Argentina y Brasil, en Doha, el pasado miércoles, sin dudas fue Lionel Messi. El supercrack del Barcelona, autor del único gol en la última jugada del partido, pudo espantar varias sentencias que lo rodeaban en apenas noventa minutos.
Entre ellas, se decía que en vista de lo ocurrido en el pasado Mundial de Sudáfrica, no se trataba de un jugador con mucho carácter y que en la selección argentina no rendía lo que en el Barcelona. Lo cierto es que Messi fue el único jugador de su equipo que en los días previos al partido con Brasil, dijo con claridad que “ya es hora de ganarle porque hace cinco años que no lo conseguimos y hay que vencer como sea” y no se quedó en la frase sino que fue quien, con determinación, forzó la definición en la última jugada con una apilada al estilo de las que suele realizar en su club.
Pero no sólo eso. Este Messi ya tiene hasta un físico mucho más de hombre que de muchacho, cuando se encuentra a medio año de cumplir los 24, una edad que en el fútbol ya no es de juveniles, y comienza a notarse su peso específico en el plantel argentino, en el que toma decisiones, es líder fuera de la cancha, y en cualquier momento se va a producir el traspaso de la cinta de capitán de su compañero en el Barcelona y amigo, Javier Mascherano, quien comprende la situación y sabe bien que este momento es apenas una transición.
Cuando finalizó el partido, en la conferencia de prensa, el confirmado entrenador argentino Sergio Batista, fue rotundo con la situación de Messi y marcó un antes y un después. “Él es muy importante para el grupo dentro y fuera de la cancha, y el grupo lo escucha mucho”. Esta frase es completamente nueva y marca la enorme distancia con el Messi que jugó el Mundial de Sudáfrica, opacado por la mediática y expansiva figura de su anterior entrenador, Diego Maradona, con quien compite ante los argentinos por ser ante ellos el mejor jugador de la historia.
Batista, en cambio, también campeón mundial en México 1986 como volante central, comprende que su función no es la de estar por encima de los jugadores sino apenas por detrás de ellos, casi imperceptible, sin necesidad de polémica alguna, y entiende que este es el momento de Messi, el tiempo de su definitiva maduración y de su explosión como supercrack mundial, con todo el marketing que eso genera en los alrededores del equipo argentino y con todo lo que eso puede dar en este momento a la AFA.
Por eso, Batista también comprendió que el equipo argentino debe estructurarse alrededor de su mejor jugador y dispone una táctica que él define como “4-3-3”, aunque por lo que se vio ante Brasil, al menos, es más un “4-2-3-1”, porque el entrenador dice que la línea de tres atacantes la componen Messi, Higuaín y Di María, pero tanto Messi como el extremo izquierdo del Real Madrid parten más atrasados, casi como alas desde tres cuartos y no se paran tan adelante.
Lo cierto es que Batista busca un equipo argentino que toque más la pelota, que la administre mucho tiempo y que esté compuesto por jugadores técnicamente dotados, pero no parece haberlo conseguido ante Brasil porque una de las nuevas estrellas, el volante del Palermo Javier Pastore, no pudo tener continuidad en el juego y no hubo mucha conexión con la ofensiva, si bien en buena parte de esto, hay mérito de Brasil y su propio juego.
Batista debe leer bien lo ocurrido porque tras el partido, y aún perdiendo sobre la hora, el entrenador brasileño Mano Menezes acertó en su diagnóstico: “no me parece mal resultado aún cuando casi empatamos, porque Argentina casi no nos llegó y nosotros jugamos con un equipo compuesto por mayoría de jugadores que no estuvieron en el Mundial pasado”.
Para Brasil fue una buena prueba. Menezes sigue con la idea de probar jugadores, entre ellos, dándole una oportunidad a Ronaldinho, que a sus 30 años era el más veterano del plantel (se vieron algunas cosas interesantes pero es evidente que no pasa por su mejor momento), sin poder contar en el ataque con los lesionados Pato (Milan) y Ganso (Santos) y con mucho panorama para el futuro.
El gran problema que afronta Brasil en este ciclo hasta su propio Mundial 2014 es la tremenda presión popular y especialmente mediática a la que está sometido por la obligación de tener que ganar la sexta Copa del Mundo tras haber perdido la anterior oportunidad en 1950.
La prensa brasileña cita como un hecho de mucha presión que Brasil no tenga que jugar por la clasificación al Mundial (al tener garantizada una plaza por ser local), razón por la cual no deberá jugar los nueve partidos de local ante equipos sudamericanos y reemplazará las dieciocho fechas FIFA con partidos amistosos, pero casi todos serán en el exterior, por lo que su propio público casi no tiene la oportunidad de ver en acción a sus jugadores cuando más que nunca se necesita una cercanía con la “torcida”.
Esta fue la razón por la que el presidente de la Confederación Brasileña (CBF), Ricardo Texeira, yerno del ex presidente de la FIFA Joao Havelange, pidió a Menezes en una reunión el día previo al amistoso ante Estados Unidos durante este año, que trate de ver la forma de acercar al equipo a la gente, pero termina 2010 y de los doce partidos jugados, la selección brasileña los disputó todos en el extranjero y ya el próximo amistoso, en febrero, será en París ante Francia.
Si Brasil mantiene a sus jugadores lejos de la gente, todo lo contrario parece que ocurre con Messi, quien hasta otorgó en sus últimas horas en Qatar una entrevista exclusiva al diario Clarín, el de más venta de la Argentina, y en el que revela que al dejar el fútbol, su propósito es regresar a vivir a su país.
Lejos del sufrimiento en el Mundial de Sudáfrica, en el que lloró a mares el día de la eliminación ante Alemania en la intimidad del vestuario, Messi va sonriendo y ganando su lugar en la selección argentina.

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