martes, 14 de octubre de 2014

El libro "Messi", de Guillem Balagué, desde las ciencias sociales (Por Fernando Segura Trejo)


El libro sobre el astro argentino Lionel Messi de Guillem Balagué ofrece una lectura de 540 páginas, más una serie de apéndices y un prólogo del ex Director Técnico de la selección argentina, Alejandro Sabella. La investigación realizada contempla entrevistas a su familia, amigos de la infancia, vecinos de su casa natal en Rosario, maestras de la escuela primaria, compañeros, coordinadores, entrenadores en Newell´s Old Boys, en Barcelona y las selecciones argentinas, entre otras personalidades ligadas al fútbol, así como todo un aprovechamiento de materiales periodísticos y documentales. El acervo se presta, por lo tanto, para una interesante interpretación sociológica de una figura de porte mundial.

Messi no nació un genio, nadie lo es, indica uno de los subtítulos del capítulo II. Esto quiere decir, naturalmente, que su genialidad fue construida. Claro que alcanzar la excelencia es solamente para unos cuantos, y que conseguir ser el mejor dentro del más alto nivel, requiere de un talento diferencial. Sin embargo, ese talento deslumbrante que ya mostraba el pequeño Lionel desde su muy temprana edad, hubo que desarrollarlo, trabajarlo y pulirlo.

De acuerdo con el autor del libro en la presentación de la obra realizada en Río de Janeiro, a días de la final del mundial de Brasil, el momento más determinante en la gestación de la trayectoria fue el hecho de buscar el reconocimiento, la afirmación y la admiración de sus hermanos, sus primos y sobre todo la mirada de su padre, Jorge, en aquellas tardes de fútbol en la calle. Lionel, más pequeño que los demás, nunca quería perder. Todo parte entonces de un contexto familiar rodeado de fútbol.

Un padre que siempre fue apasionado por este deporte y lo jugó de joven. Hermanos y primos que tenían el hábito asiduo de practicarlo. Uno de sus hermanos, Rodrigo, jugó inclusive en las divisiones inferiores de Newell´s. Pero, además, Lionel Messi surge de una ciudad donde se respira de una manera muy especial. Rosario es un semillero de fútbol. En las plazas, en las calles y en los descampados se juega intensamente. Ni que decir de los dos grandes clubes rosarinos, Newell´s y Rosario Central, que de sus canteras surgieron una cantidad impresionante de jugadores y entrenadores. Jorge Valdano, Marcelo Bielsa, El Tata Martino, Gabriel Batistuta, Maxi Rodríguez (de Newell´s) y más recientemente Ángel Di María (de Rosario Central), por sólo mencionar a algunos, mundialmente conocidos, entre muchos otros que han marcado al fútbol argentino.

El libro desmenuza así las etapas en la construcción del éxito. Desde aquel pequeño que se destacaba en los partidos en su calle y luego en sus clubes, muestra también los sacrificios, los momentos de ansiedad y las circunstancias claves. Su abuela Celia lo llevó a Grandoli, su primer club, donde destacó por habilidad y goles entre pares de mayor edad. Entró luego a Newell´s Old Boys, donde conformó la generación del 87. Ganaban por goleadas y Messi era la chispa del grupo. Valiente y audaz, Lionel siempre contó con la contención de su núcleo familiar. El capítulo I del libro ayuda a entender su infancia, en la cual asimiló valores de sus padres, incorporó el respeto y la rectitud en sus conductas.

El chico que comenzó a desarrollar sus sueños contó en efecto con varios anillos de protección. Sus compañeros en Newell´s le trasmitían mucho cariño. Sin embargo, su crecimiento se enfrentó a la necesidad de un tratamiento hormonal. Durante un tiempo, éste fue cubierto por la fundación de la empresa donde trabajaba su padre. Lionel se inyectaba meticulosamente las dosis requeridas todos los días. Pero en la Argentina de fines del siglo XX e inicios del XXI todo se detenía.

El tratamiento, como explica el médico Diego Schwarstein, era muy oneroso y en ese contexto de crisis, desempleo e incertidumbre, la familia Messi sufrió la interrupción de un elemento vital para el desarrollo de Lionel. Tras algunas promesas, idas y venidas, Newell´s Old Boys asumió algunas cuotas, pero parcialmente. La situación se hizo difícil y apareció la oportunidad de marchar a Barcelona.

El libro narra esos días de suspenso, la sorpresa de los entrenadores por su talento en las primeras pruebas, así como las reticencias de algunos dirigentes en hacer malabarismos para “fichar” a un “chaval” de 13 años. Algo que no era ni común ni normal en esa época. La espera en Rosario para el llamado definitivo, la incertidumbre y la decisión, en manos de Lionel, de irse a radicar a otro continente hacen más equilibrado el relato de su historia. Cuando se ve a Messi gambeteando a rivales a una velocidad superior al resto, o cuando algunos hablan de él, así, a la ligera, como todo lo efímero que puede circular en medios y redes sociales, no se habla de aquellas etapas que debió pasar, alejado de su país, de sus amigos, sus hermanos y de su madre durante años. Para un chico que estaba acostumbrado a tener todo eso cerca y en el día a día.

Se juzga hoy a los deportistas de más alto nivel y se les pide lo imposible. Que siempre estén en su más alto rendimiento, y como dijo el autor del libro en la presentación de Rio de Janeiro, algunos pretenden que, además, sean líderes morales. Frente a esas posturas tan vacías como desprovistas de entendimiento de una carrera deportiva, y ni se diga de una apreciación técnica del fútbol, resultan un respiro todas las páginas que describen a Lionel Messi en construcción. 

Las circunstancias inestables de sus primeros años en Barcelona, las lesiones que lo aquejaron de joven, pero que por suerte –una dimensión que también interviene en la construcción de un deportista[1]- y por autodeterminación en el sacrificio, lo fueron preparando para las asperezas del fútbol en su más alto nivel.

Esos años en los equipos intermedios del Barcelona se caracterizaron por el apoyo de su padre en el día a día y por la focalización en su objetivo de avanzar hacia el primer equipo. Lionel llegó a jugar en 5 categorías diferentes en un año, alternando partidos según lo necesitaran de uno u otro equipo, mientras lo iban probando en escalones más elevados. El libro propone muchas interpretaciones psicológicas de las facetas que explican su crecimiento personal y profesional. 

Al talento excepcional se lo acompañó con un contexto familiar que lo alentó, su motivación constante, derivada en ambición, en competitividad y en concentración. Sin embargo, todos esos ingredientes hubieran quedado truncados sin la constancia y la disciplina incorruptible, el compromiso, el sacrificio y la humildad, sumados a la inteligencia para la adaptación, la autoconfianza, el goce pleno de la actividad y las circunstancias propias que concedieron las oportunidades.

Luego de alternar entrenamientos con el primer equipo, llegó la hora del debut a sus 16 años, en noviembre del 2003 en un amistoso en Portugal contra el Porto de José Mourinho. Las cosas fueron rápido desde ese entonces, más rápido de lo esperado. Y como todo talento que transita entre dos países, fue disputado entre las selecciones de España y de Argentina. Por medio de la recomendación de Claudio Vivas, antiguo colaborador del entrenador nacional Marcelo Bielsa, el caso llegó al máximo dirigente del fútbol argentino, Julio Grondona, quien intervino para que fuera citado.

Con una celeridad atinada, se organizó un partido amistoso de equipos sub 20 contra Paraguay, jugado en el estadio Diego Armando Maradona de Argentinos Juniors en junio 2004. Messi debutó, se sacó dos jugadores de encima, gambeteó al arquero y convirtió el séptimo gol en el contundente triunfo de 8 a 0. De ahí vino el sudamericano en Colombia para la clasificación al mundial 2005. 

Esa Copa del Mundo sub 20 en Holanda encontró  a una selección argentina con un Messi encendido, clave en los triunfos frente a Colombia en octavos, ante la favorita España en cuartos, Brasil en semis y en la final frente a Nigeria. En todos esos partidos la Pulga Messi convirtió goles y lideró al equipo. Entre sus socios, Pablo Zabaleta y Fernando Gago lo acompañaron en su despliegue, jugadores que reaparecerían en la órbita de la selección mayor.

Para tal entonces, el 2005 ya veía a un Messi lanzado a la más alta competencia. En el Barcelona, había marcado su primer gol contra el Albacete, tras un pase sensacional de Ronaldihno. Esta relación recibe en el libro muchas páginas. La influencia de Ronaldihno en el crecimiento y la integración de Lionel a los primeros planos fue indudable. Sin embargo, el autor se permite no sólo destacar la gravitación, sino reflexionar sobre ese papel. Los jugadores que son máximas figuras en sus equipos y ven a un aspirante que puede amenazar su lugar optan por apadrinarlo o, por el contrario, recelarlo con diferentes gestos y actitudes. Ronaldihno, astuto, adoptó a Messi como su pupilo. Al final de cuentas, ese equilibrio sirvió a ambos por un tiempo, pero se hizo insostenible a medida que Ronaldihno caía en baches y Messi pedía con su fútbol asumir más protagonismo.

Entre tanto, el año 2006 implicó una dosis de aprendizajes de paciencia. La lesión en Champions League frente al Chelsea lo excluyó de la última etapa del añorado título con Barcelona. Quedar fuera de la plantilla para disputar la final en París frente al Arsenal inglés dolió mucho a Lionel. Posteriormente, tuvo un interesante debut en la Copa del Mundo con la selección mayor argentina en Alemania, a pesar de las imágenes de su desolación en el banco de suplentes cuando se escapaba el partido y el entrenador, José Pekerman eligió a otro delantero para la parte final, que implicó tiempo de prolongaciones y eliminación por penales.  

Dos temporadas después, Ronaldihno, su amigo, debió dejar al Barcelona. El club dirigido por Joan Laporta apostaba a la renovación del equipo y Lionel Messi asumió el liderazgo que le llegaba propuesto. Con el simbolismo de pasar a vestir la camiseta número 10 se preparaba así para las mejores horas del club.

Un aspecto fundamental del libro es el énfasis que se hace en la importancia de los ecosistemas favorables, aquellos donde su liderazgo ha sido potenciado por compañeros y entrenadores. Valorado en el grupo y respaldado en la cancha, acompañado de jugadores de talento que puedan crear asociaciones, liberar espacio, respaldar y acomodarse para el despliegue de Messi. 

Esta hipótesis puede encontrar sus orígenes desde sus primeros pasos en Grandoli y posteriormente en la generación del 87 en Newell´s Old Boys, en las categorías juveniles del Barcelona cuando despuntó, en el mundial sub 20 con Argentina en 2005 y en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Defender la medalla de oro con la selección argentina, título que había sido obtenido por la generación anterior en Atenas 2004, fue un deseo de Lionel. Para eso, debió hacer valer su voluntad inclusive frente al propio Barcelona.

En ese equipo olímpico reaparecieron antiguos camaradas como Fernando Gago, Pablo Zabaleta, Sergio Agüero, Ezequiel Garay, Ezequiel Lavezzi, su viejo amigo Oscar Ustari –aunque el arco estuvo defendido por Sergio Romero, con quien se multiplicarían también los encuentros en la selección- y se potenció con el destaque de Angel Di Maria. El equipo tenía la voz de mando de Javier Macherano, entre otros compañeros y pese a que luego los rumores los colocaran en posiciones tensas, esa Argentina tenía un juego vistoso entre la pausa y la precisión de Juan Román Riquelme y el vértigo que creaba Lionel Messi.

La cuestión de ecosistemas pensados para potenciar al equipo y potenciarlo a él, rodeándolo de los mejores pies y las mentes más lúcidas, fue claramente llevada a cabo por Pep Guardiola en Barcelona. El primer año estuvo lleno de meditaciones y de un aprendizaje constante de la personalidad de Lionel dentro y fuera del campo. Los conceptos que vuelca Guardiola son verdaderamente un apartado mayor en el libro.

La larga entrevista que mira en retrospectiva las claves para extraer lo mejor de Lionel demuestra los beneficios de la adaptación del entrenador. Se llegó así al año 2009, sin duda el año del Barcelona, de Pep Guardiola y sin atenuantes, de Lionel Messi. Seis títulos disputados, seis ganados. Entre ellos, la Liga española, la Champions League, donde Messi convirtió un gol de cabeza en la final frente a Manchester United; el mundial de clubes, con su definición con el pecho ante Estudiantes de la Plata y los 38 goles oficiales en la temporada 2008-2009 lo galardonaron con el Balón de Oro. Se lo reconocía, oficialmente, como el mejor jugador del mundo a sus 22 años.

Guardiola entendió además, que el mejor aprovechamiento de su posición en la cancha era traerlo más hacia el centro, pero dejarlo a su vez libre, es decir, no anclarlo de puntero derecho como había estado condicionado en temporadas anteriores. Poco a poco, Messi empezó a explotar en esa combinación de “falso número 10”, dado que arrancaba desde la derecha, desde la posición que en Argentina se le otorga al número 8, pero también llegaba con su despliegue a aparecer de “falso 9”.

Tantas “falsas” posiciones en los partidos, no hicieron más que conducirlo a ser un verdadero asesino de las defensas rivales y los arcos. Su progresión en goles llegó en la temporada 2009-2010 a 47, la siguiente a 53 y la última con Pep Guardiola 2011-2012 a 73. Los compañeros que dieron vuelo y equilibrio a Messi no solamente fueron Andrés Iniesta y Xavi Hernández, sino la sintonía de todo un equipo, con un Sergio Busquets detrás de ellos, recuperando balones y con delanteros que pudieran devolver una pared y sobre todo arrastrar marcas, mientras Messi abría su camino hacia los arcos. Pero no todos fueron compatibles en esas funciones. Zlatan Ibramovich no entró en el esquema y debió migrar en su momento. Vale decir, además, que Lionel contó con el trabajo personalizado de Juanjo Brau para su preparación y recuperación física durante esos años en el Barcelona.

En la época de Diego Armando Maradona como entrenador de la selección argentina recibió la camiseta número 10. La capitanía no tardaría en llegar. No obstante, aquellos años en la selección argentina oscilaban entre los buenos partidos, con mucho despliegue, pero la frustración de no convertir goles como en Barcelona ni de potenciarse con el equipo. El año 2011 fue claramente una ilustración de gloria y desolación. Campeón y figura con su club de la Champions League en Wembley frente al Manchester United, decepción en la Copa América de Argentina tras la eliminación por penales frente a Uruguay en cuartos de final. Lo más doloroso fueron las críticas, dirigidas en particular para cuestionarlo.

El fracaso de la selección llevó a un nuevo cambio de entrenador. Alejandro Sabella remplazó a Sergio Batista. Luego de un tibio arranque en las eliminatorias, con una victoria frente a Chile, derrota en Venezuela y empate frente a Bolivia, el partido en noviembre 2011 en Barranquilla fue el inicio de una etapa renovadora. Colombia terminó el primer tiempo con un 1 a 0 a favor. En el entretiempo, Sabella reacomodó el equipo y la asociación con Sergio Agüero dio sus frutos. Ambos convirtieron y dieron vuelta un partido muy complicado que devolvió la confianza al grupo. En efecto, las subsiguientes presentaciones de la selección argentina mostraron otra cara. En el año 2012 Argentina se mantuvo invicta, asumió el liderazgo de las eliminatorias para Brasil 2014 y Messi convirtió 12 goles con la selección. En el partido amistoso frente a Brasil en Nueva York metió tres para conseguir el triunfo. Así, luego de un año fabuloso recibió su cuarto Balón de Oro, con 25 años de edad.

Nuevamente, el libro expone la importancia del ecosistema en el funcionamiento de Lionel en la selección dirigida por Alejandro Sabella. Toda la fase de eliminatorias y los partidos amistosos anteriores al mundial 2014 funcionaron con un sistema táctico de dos defensores centrales (Ezequiel Garay-Federico Fernández), dos laterales (Palo Zavaleta- Marcos Rojo), un volante central (Javier Macherano), un volante de distribución para acompañar en la marca y ser el inicio de los ataques (generalmente Fernando Gago); la banda izquierda, desde el medio campo hacia el ataque, claramente delgada en Angel Di María; Messi libre de cara a todo el frente de ataque en asociación con Sergio Agüero y un clásico centro-delantero como Gonzalo Higuaín. Esta formación, con Sergio Romero en el arco, fue el equipo titular acompañado por una serie de jugadores que alternaron participaciones diversas, entre los cuales, Ezequiel Lavezzi, Maxi Rodríguez y Rodrigo Palacio.

El libro se detiene a inicios del 2014, en los meses anteriores al mundial disputado en Brasil. Pero vale proseguir el análisis, destacando el hecho que el ecosistema, en su modo de afrontar los encuentros y el despliegue en ataque, sufrió alteraciones por diferentes circunstancias durante el mundial. Luego de una fase de grupos, en la cual la participación de Messi fue clave para desenredar partidos, a medida que Argentina fue avanzando varios de sus socios habituales en la selección fueron cayendo. Fernando Gago fue remplazado por Lucas Biglia, de excelente mundial. 

Sin embargo, las características de éste, con más marca y más acompañamiento en la zona de recuperación, sumadas a las ausencias por lesión de Sergio Agüero durante gran parte de la cita y de Angel Di Maria desde el primer tiempo de los cuartos de final frente a Bélgica fueron quitándole vértigo al juego que más lo beneficiaba. Argentina fue haciéndose un lugar rumbo a la final, pero Messi fue sacrificado en pos de un sistema donde se le pedía más presión que generación de juego. Así, sus escaladas hacia los arcos, como se vio en la final, viraron intentos individuales cubiertos a su alrededor por piernas rivales.

El Mundial 2014 pasó. Messi no fue campeón del mundo, pero Argentina llegó a una instancia que no alcanzaba desde de Italia 1990, mostró solidez como equipo y como grupo humano. El entusiasmo provocó una invasión de aficionados argentinos en Brasil y se llegó a la tan ansiada final en el Maracanã, donde muchos hubieran deseado estar. Meses después, con la motivación renovada, se le presentan nuevos desafíos y varios títulos por disputar. No los ganará todos ciertamente, pero se destacará y se llevará varios. El libro es un formidable almacén para quienes quieran entender cómo se construyó, quién es y quiénes han participado, aportado y ayudado a su progreso.

La nominación del Tata Martino a la selección argentina invita a pensar en un fútbol más acorde a como Messi lo siente. Rusia 2018 está en el camino, a donde algunos soldados de Brasil 2014 llegarán al mando de una selección que se renovará con varios jóvenes que vienen presentando sus solicitudes. Lionel Messi sigue haciendo su camino y permitirá sin dudas escribir más páginas sobre su excepcional trayectoria.





[1] Baste con comparar algunos compañeros de supremo talento que por lesiones vieron truncadas sus carreras.

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