Quedan apenas nueve jornadas para que finalice la
Liga Española, que serán ocho a mitad de semana, y de a poco, nos vamos dando
cuenta de que se nos escapa de las manos, como el agua, la posibilidad de contemplar,
aunque ya no sea lo mismo que lo que fue, los restos de aquel fútbol
espectacular que a muchos de nosotros nos marcó para siempre.
Y no sólo nos referimos al Barcelona que tuvo su
germen con Frank Rikjaard y explotó desde 2008 con Josep Guardiola, sino hasta
la influencia que llegó a tener en el sistema de juego en la selección española
bicampeona de Europa y campeona del Mundo de manera consecutiva, porque abrevó
de esta forma de entender el juego, al que se rescató después de años de
ostracismo y debates estériles sobre la conveniencia de “ganar” como si eso
fuera todo.
Ese Barcelona ganó todos los títulos imaginados. Fue
una máquina de ganar y aún pudo llevarse mucho más si no fuera porque algunos
equipos ultra conservadores pudieron sacar rédito de la honradez de su rival y
sólo apelaron a defenderse y contragolpear, pero en líneas generales, se acaba
un ciclo brillante, mágico, único.
Y se acaba, aunque su genio máximo continúe en
activo y en una edad como para mucho más en el fútbol, como el argentino Lionel
Messi, porque la mayoría de los actores fundamentales ya no pueden desarrollar
aquello, por el lógico paso de los años, y porque, lamentablemente para el
fútbol español, no han aparecido sucesores que puedan ejecutar con el mismo
talento.
En el Barcelona, y especialmente se puede hacer
énfasis en el último partido en Vigo ante el Celta, independientemente del
resultado, pudo comprobarse una vez más como a lo largo de toda la temporada,
que el entrenador (y ex compañero suyo en el pasado), Luis Enrique, ya casi no
cuenta con Xavi Hernández –próximo a irse a Qatar cuando acabe la temporada,
con contrato ya firmado-, que en los pocos minutos que ingresa al campo
demuestra que de momento es mucho más que los que puedan reemplazarlo en su
puesto, como Rafinha Alcántara o Iván Rakitic.
Xavi llegó a ser utilizado por el entrenador
anterior, Gerardo Martino, hasta donde pudo, pero ya antes de comenzar esta
temporada, Luis Enrique había manifestado que con el veterano volante “nos
tenemos que sentar a conversar”, lo que significaba un evidente cambio que
luego se vio plasmado en las decisiones de dejarlo muchas veces afuera del once
titular y en especial, en varios partidos decisivos.
Si la ida de uno de los mejores y más claros
jugadores de la historia del fútbol español es fundamental, tampoco hay que
dejar de lado un dato medular de esta misma temporada: Andrés Iniesta, que ha
alternado por el Balón de oro ante el propio Xavi y el genio de Messi, no lleva
convertidos goles ni tiene ninguna asistencia en las treinta jornadas de Liga.
Este dato es demasiado contundente como para
agregarle comentarios al desempeño de Iniesta en los últimos tiempos, sumado a
que si el Barcelona se debate sobre si renovarle o no el contrato al brasileño
Daniel Alves, es sólo porque está imposibilitado de fichar hasta 2016 y debería
conformarse con reemplazarlo dentro de lo que hay en casa.
Las consecuencias de estos cambios (ya salidos
Víctor Valdés, actualmente en el Manchester United y Carles Puyol, retirado)
pueden notarse en el juego. Este Barcelona es un equipo que ya no siente que el
toque y la posesión del balón sea su filosofía, sino que por momentos apela a
ellos como resabios de la memoria, como los últimos restos de lo que alguna vez
supo ser un fútbol precioso.
Hoy, el fuerte del Barcelona sin dudas está en su
trío atacante (con los altibajos que pueda tener) y en la solidez de los
centrales con el lierazgo de Gerard Piqué y Javier Mascherano, pero ya no en el
centro del campo, además, por haberse permitido traspasar al posible sucesor de
Xavi, Thiago Alcántara, al Bayern Munich de Guardiola.
Pero no sólo el Barcelona va sintiendo el cambio,
sino la selección española, que no sólo se basó en estos años en el sistema de
juego de los blaugranas, sino que llegó a ganar el Mundial 2010 con ocho
jugadores del equipo, como claro símbolo de una época.
Por estas horas, la selección española de Vicente
Del Bosque recibe algunas críticas, todas válidas, debido a que su juego ya no
luce, ni garantiza ese estilo precioso del pasado, pero es que esto no es fácil
de conseguir cuando una generación tan importante comienza a retirarse.
Si bien La Roja conserva la idea de un estilo con
muy buenos jugadores como David Silva, Cesc, el propio Sergio Busquets, Koke, o
defensores de la talla de Sergio Ramos o el mismo Piqué, resulta complicado
mantener aquel nivel porque para eso, no alcanza con el trabajo ni la idea,
sino que se necesita del talento de aquellos y eso, no puede ser inventado
cuando no aparece.
No significa esto que la selección española no pueda
tener un buen funcionamiento ni que perder aspiraciones. Tampoco que el
Barcelona no pueda ganar la Liga y de vez en cuando, regalarnos un muy buen
espectáculo, especialmente en el Camp Nou.
Pero será difícil, en estas horas, que regresemos a
los tiempos en los que esperábamos con tanta ansiedad la salida de los equipos,
con una garantía casi absoluta de que disfrutaríamos con enorme placer de un
gran espectáculo.
Esas garantías ya no están y si aquél sueño va
terminando, será cuestión de bucear en aquel tiempo para tratar de emular todo
lo bueno que se hizo para que aquello sucediera tratando de que con otros
cracks, podamos volver a tener aquella picazón en el estómago antes de los
partidos.
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