domingo, 26 de abril de 2015

Leo vs Pep (Yahoo)



«La llegada de Guardiola se produjo en un momento en el que nosotros veníamos de dos años sin conseguir nada, veníamos mal anímicamente, él encontró un vestuario roto y la manera de trabajar, de ser, de transmitir su mensaje, la confianza que daba, ayudó a que todo cambiara. Tiene una personalidad para enfrentarse a cualquiera cuando tiene sus ideas claras.»

Varios años después de aquel 2008, Lionel Messi pudo recordar así la llegada y la incidencia de Josep Guardiola a su Barcelona y cómo fue transformando al equipo. Tanto, que cuando anunció que se iba, que ya no seguiría siendo el entrenador, en 2012, el genio argentino ni siquiera pudo estar presente en la sala, angustiado y sabiendo que las cámaras fotográficas y de TV se harían un banquete con su rostro.

La relación de hoy, mucho más distante, entre dos superstars del fútbol, ya no es lo que era, lo que cuenta el crack en esta entrevista para la TV argentina que recoge en su brillante libro, “Messi” (2014), el periodista Guillem Balagué.

“Ahora vivo en Munich. Allí estaré, si me necesitas”, fue lo que Guardiola le dijo a Balagué, autor también del libro “Pep Guardiola, la otra forma de ganar” (2013), sobre lo que le diría al crack en este tiempo, es decir, quien tal vez conozca mejor que nadie, en el mundo, a los dos personajes que por primera vez en su vida deberán enfrentarse por las semifinales de la Champions League, uno, como siempre, jugando para el Barcelona, y el otro, como entrenador del Bayern Munich, luego de haber convivido por años de gloria azulgrana.

Esta relación implicó una primera etapa compleja, en la que Pep tuvo que recostarse mucho en su ayudante, Manel Estiarte, para comprender la estructura de la personalidad del chico argentino, que no lo saludaba al principio, en los primeros entrenamientos en la pretemporada de Saint Andrews, Escocia.

Estiarte, acaso el Messi del waterpolo en su tiempo, comprendió lo que ocurría: el argentino deseaba ir con su selección a los Juegos Olímpicos de Pekín y el Barcelona le había ganado la pulseada a la AFA. Pero Guardiola ya comenzó a demostrar su flexibilidad y humanismo, y pidió al presidente Joan Laporta que lo liberara. Messi fue a China, ganó la medalla dorada, y entregó todo lo que tenía en años memorables, que el mundo del fútbol atesorará por siempre. Había valido la pena.

En esos cuatro años, Pep y Leo generaron con el Barcelona una sinergia especial, el mejor fútbol posible, y arrasaron con todos los títulos hasta llegar a que tres jugadores del club integraran la terna por el Balón de Oro FIFA World Player.

Sin embargo, Balagué cuenta en su libro que Oyendo hablar a Guardiola “da la impresión de que su época en el Barcelona fue como uno de esos memorables veranos: intensos, fructíferos, que se recuerdan con una profunda melancolía, que crean lazos que parecen indestructibles, pero que al acabar se descubre que las relaciones creadas pertenecen únicamente a ese momento y que, una vez dejadas atrás, son imposibles de recuperar”.

Parece ya lejano aquel glorioso 5-0 al Real Madrid de José Mourinho, y hasta el 4-0 al Bayern Munich, que los encontró juntos, del mismo lado, y con un Messi todavía extremo derecho, antes de que Guardiola lo moldeara y le encontrara una posición de “falso 9”, que daría tremendos resultados pero que generaría una nueva necesidad de comprensión del entrenador sobre que de nada valían fichajes de goleadores que terminaban obstaculizando al crack, como Zlatan Ibrahimovic o David Villa.

Hoy, ya en equipos enfrentados, en semifinales de Champions League, Messi es otro, un falso extremo que arranca mucho más hacia adentro que antes, mucho más dueño del equipo que en tiempos de Guardiola, pero el entrenador también es otro: alguien que habla alemán cada día más fluido, y que fue modelando y cambiando la estructura mental y futbolística de un club que tenía otra tradición y al que tuvo que adaptar a los nuevos tiempos.

Probablemente, Guardiola haya comenzado a irse del Barcelona en buena parte por Messi, aunque de manera indirecta. Fue cuando entendió que entre tantas presiones vividas en ese tiempo, por mantener el nivel y la exigencia, y ante la dificultad por imponer criterios (aún dentro de lo razonable) a un genio que se lo devoraba todo, lo mejor era tomarse un descanso y buscar otros rumbos.

Sin embargo, se siguen admirando mutuamente. No hacen falta declaraciones. Se pudo ver a Guardiola en el palco del Camp Nou disfrutando como un niño ante cada jugada de Messi, en esta misma temporada, y el abrazo que se dieron en el Vicente Calderón en aquella última final de Copa del Rey ante el Athletic de Bilbao, cuando el ciclo que compartieron, se terminaba.

Pep llegará al Camp Nou con un nuevo Bayern, el de la posesión y los cracks de buen pie, que hasta viste muchas veces una camiseta blaugrana, y Messi, con un Barcelona que intenta renovarse, y con un ex compañero de Guardiola en sus tiempos de jugador, Luis Enrique.

Pep sabe, y lo dice, que nunca más tendrá un jugador como Messi en sus filas. Leo sabe, y lo dice, que Pep ha sido el entrenador que más ha influido en su juego.

Que se enfrenten desde el Bayern Munich y el Barcelona es apenas una circunstancia de la vida, aunque abunden los flashes, los micrófonos, y las crónicas.







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