Con los resultados de la semana, tendremos tres
superclásicos argentinos que seguramente generarán una altísima tensión. Dos de
ellos por los octavos de final de la Copa Libertadores de América y uno, por el
Torneo argentino.
Lo extraño es la forma en que ambos llegan a los dos
partidos de Copa, recreando demasiado pronto aquellos enfrentamientos del
último cuatrimestre de 2014 por las semifinales de la Copa Sudamericana, un
certamen de nivel bastante menor al de mucho mayor tradición y jerarquía de la
Libertadores, pero que implicó en su momento un enorme despliegue, idas y
vueltas, y dos partidos muy tensos en los que acabó imponiéndose River por una
mínima ventaja de un gol de Leonardo Pisculichi desde fuera del área, luego de
que Emanuel Gigliotti perdieras un penal en el inicio, contenido por Marcelo
Barovero, que diera lugar a todo tipo de comentarios folklóricos y que implicó
una subida del arquero y la pronta salida del delantero, postergado, hacia el
fútbol chino.
Es que si los
superclásicos determinan cosas, mucho más, una serie clasificatoria a dos
partidos en un torneo tan importante, de hecho el más importante, del
continente sudamericano.
Por estas horas le preguntaron al director técnico
de Boca Juniors, Rodolfo Arruabarrena, si esta serie puede considerarse
revancha de la de la Copa Sudamericana y respondió que aquello “ya pasó” y que
esto es “otra cosa”. Y lo es, pero consideramos que no en el sentido de lo que
manifiesta el Vasco, sino porque aquella no tiene el nivel de ésta, y porque cada
contexto es importante resaltarlo.
Caso contrario, Boca podría argumentar que la
eliminación de aquella Copa Sudamericana de 2014 bien pudo empardarse con el
durísimo 5-0 del verano, pero tampoco significa lo mismo. Fue un amistoso en el
que había en juego más la tradición y el eterno enfrentamiento, que algo
oficial de mucho valor.
Acaso para River, y especialmente para Marcelo
Gallardo, su director técnico, esta serie a doble partido, pueda tener, tal
vez, cierto sabor a revancha histórica porque once años atrás, pero por las
semifinales de la Copa Libertadores, Boca había eliminado a River en dos
partidos para el infarto, con un último penal que convirtió José Villarreal
después de que Roberto Abbondanzieri le contuviera el suyo a Maxi López, en un
Monumental lleno sólo con hinchas locales, que en aquel momento era una
experiencia inédita y hoy, una triste costumbre del fútbol argentino.
En aquellos dos partidos, pero en especial en el
primero en la Bombonera, sólo con el público de Boca, Gallardo fue triste
protagonista cuando arañó al arquero de Boca, que no podía responder porque
estaba sujetado por otros jugadores, en un contexto muy violento, que en la
revancha se trastocó por permanentes cambios en el resultado, expulsiones y
todo tipo de aditamentos, como aquel festejo “de la gallina” de Carlos Tévez,
hoy próximo a regresar al club de sus amores y que hasta podría, tal vez,
disputar las semifinales y la final en el caso de que Boca avanzara a esas
instancias.
Lo extraño de esta serie es cómo llegan los dos
equipos, de la manera tan opuesta que la coincidencia es notable. Boca llega
con un notable récord en puntos, porque acumuló los 18 en juego de la fase de grupos,
consolidado como primero de los treinta y dos equipos participantes en el
torneo, lo que le da la gran chance, en el caso de progresar en las fases, de
definir siempre de local hasta la propia final. River llega como peor de todos
los segundos, después de una campaña mediocre, con una sola victoria, en el
último partido, en un grupo que más allá del buen equipo mexicano de Tigres,
contaba con San José de Oruro y Juan Aurich.
Así es que “el mejor de los mejores” (Boca) debe
cruzarse con “el peor de los peores” clasificados (River) y aún así, cosas del
fútbol y de la historia, nadie puede asegurar que los primeros sean amplios
favoritos, como en cambio sí se podría decir de muchos otros partidos de
octavos de final, en los que la distancia entre equipos, de acuerdo con la fase
de grupos, es menor.
¿Boca llega mejor que River a los dos partidos de la
serie, y al del torneo nacional? Nos animamos a decir que no tanto. River ha
tenido tropezones en la Libertadores y no ha tenido un buen rendimiento, pero
sí ha jugado mejor en los últimos partidos del torneo local, si bien sin
consolidar un once, con muchas rotaciones y varios jugadores que no encontraron
el nivel de 2014 (Pisculichi, Funes Mori, Kranevitter, Teo Gutiérrez), pero fue
mejorando su juego, y ha hecho una muy buena inversión con Gonzalo “Pity”
Martínez, un jugador desequilibrante por estos tiempos.
Aún jugando por debajo de su nivel, River siempre
conservó su identidad de juego. Presión alta (aunque sin la constancia de otros
tiempos), juego colectivo, desequilibrio individual y afecto por el buen toque
de pelota, con cierta endeblez defensiva como novedad, aunque con un grandísimo
momento de Barovero en el arco.
Boca, en cambio, es mucho más una incógnita. Porque
por más intento que Arruabarrena haya tenido por mejorar el sistema de juego,
sigue siendo, en casi todos los momentos, una suma de voluntades, algunos pocos
que tratan de bajar la pelota y pensar (Fernando Gago, Nicolás Lodeiro, el
chico Cubas, a veces Pablo Pérez, Daniel Osvaldo –cuando es abastecido-) pero
la mayoría sigue confundiendo correr y chocar con jugar y hasta hay quienes se
pasan de largo en ese afán (Marcelo Meli, Federico Carrizo, Cristian
Erbes-ahora lesionado- , Andrés Chávez).
Boca sí se ha consolidado atrás, lo que le da gran
respaldo, con dos arqueros de categoría como Agustín Orión y Guillermo Sara, y
una muy buena dupla central con Daniel “Cata” Díaz y Marco Torsiglieri, y un buen complemento de Nicolás Colazo por
el lateral izquierdo, aunque no tanto por la derecha.
Pero este Boca juega menos que River. Las dos
grandes diferencias a favor de Boca pasan por las individualidades, que si
funcionan bien pueden tener un peso decisivo, y por la condición de local en el
partido de vuelta, en el que en caso de empate, debe definirse todo en la
Bombonera y ante el público local.
¿Puede ganar River? Visto desde dónde vienen, parece
una empresa más difícil que en la Sudamericana, pero el equipo de Gallardo
viene en levantada y juega mejor que su adversario a lo largo del tiempo, pero
deberá sacar un muy buen resultado en la ida en el Monumental y deberá mejorar
mucho en la marca y conseguir hacerse del control de pelota en el medio.
¿Puede ganar Boca? Tiene elementos a favor en el
calendario y en algunos cracks, pero si juega como ante Nueva Chicago o
Palestino, se tiene que preparar para sufrir.
¿Puede condicionarlos el partido del campeonato
local, que se juega antes? Parece difícil. Allí sí, cada torneo puede ser
diferente. Los jugadores están muy acostumbrados a cambiar de chip.
Boca-River, River-Boca, tres partidos para que la
Argentina futbolera se paralice, para recrear uno de los enfrentamientos más
ricos del mundo. Diez días de gran tensión y para quedar en la historia.
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