Este tipo de partidos amistosos, como ante Ecuador y
El Salvador, son de una medida relativa. El segundo rival no es lo exigente que
necesita un seleccionado como el argentino, y es más a lo que se expone, ante
un posible mal resultado, que lo que puede sacar de rédito. Contra el
seleccionado ecuatoriano, en cambio, la experiencia puede tener utilidad por la
cercanía con la Copa América de Chile para la que faltan dos meses.
Sin embargo, siempre hay conclusiones que sacar de
estos dos partidos del seleccionado argentino, sin interesar tanto los
triunfos, sino el funcionamiento colectivo e individual.
Un elemento que ya había comenzado a aparecer y el
que nos parece medular, es el cambio de sistema. Desde la llegada de Gerardo “Tata”
Martino a la dirección técnica, el equipo albiceleste comenzó a parecerse mucho
más a lo que tradicionalmente fue la forma de pararse, unos metros más adelante
que durante el buen ciclo de Alejandro Sabella, y dándole mucha más importancia
a la posesión de la pelota.
Estos dos conceptos son muy importantes. En este
blog hemos reiterado, hasta días antes del Mundial, la inquietud acerca de
jugar verticalmente, en un ida y vuelta, por más que se tuviera una de las
mejores (sino la mejor) delantera del mundo.
Porque jugar de manera vertical implica, en buena
medida, depender de lo que haga el rival especialmente en cuanto a la
creatividad. Nos preguntábamos qué haría el equipo argentino en el caso de un
posible rival con jugadores que tuvieran buen pie y que retuviesen mucho el
balón sin que los atacantes nacionales pudiesen participar en el juego por no
poder ser habilitados. Debían bajar a buscarlo o bien resignarse a confiar en
que los volantes lo recuperaran ante rivales muy hábiles.
Si bien esto no terminó ocurriendo mucho durante el
Mundial, sí aparecieron dos elementos: como primero, rivales débiles en la
primera fase (y aún así, el equipo argentino padeció ante Irán, salvado por el
genio de Lionel Messi, ante Suiza en octavos de final, y ante Holanda en
semifinales) y que recién en la final, en la que tuvo claras oportunidades ante
Alemania, dio contra un conjunto de gran pie y contra el que acabó sucumbiendo
en el tiempo suplementario. Y como segundo, que por lesiones diversas, ocurrió
lo impensado: que el punto fuerte ya no lo fue tal y hubo que recurrir al
armado de una estructura defensiva.
Es decir, de alguna manera aquella preparación de
tantos meses para el “toma y daca” en el Mundial, acabó sin poder efectuarse,
debiendo recurrir, a último momento, a un recurso que no era la base del
trabajo y que apareció durante el torneo cuando justamente antes no daba
ninguna seguridad.
Con Martino, esos aspectos se revirtieron porque el
concepto de intentar tener la pelota genera una dependencia mucho mayor de lo
propio que de los rivales. El hecho de contar siempre con un organizador de
juego, como Javier Pastore, ayuda mucho en esa búsqueda y más allá de la
intermitencia, como en buena parte del primer tiempo ante Ecuador, en el
segundo el dominio fue claro, nítido, y la diferencia en el marcador pudo ser mayor.
El otro hecho importante de cambio es que este
seleccionado argentino arriesga mucho más y se adelanta unos cuantos metros en
el campo, con un claro 4-3-3, que deja lugar para un delantero más y reserva
para Javier Mascherano y Lucas Biglia la tarea defensiva en el medio, para
apostar mucho más al ataque como ambición.
Claro que esto, como sucede en el fútbol y en la
famosa idea de la “manta corta”, requiere de una defensa sólida, de jugadores
de buen pie, en lo posible, un arquero (no es casual la convocatoria de Nauhel
Guzmán) que tenga buen juego por abajo, y una línea de fondo que pretenda salir
jugando hasta conectar con los volantes.
Claro que falta lo que más desean los entrenadores,
que es contar muchos días con el plantel como posiblemente ocurra antes de la
Copa América, y que algunos recuperen su nivel perdido, como Angel Di María,
mientras que sigue la incógnita sobre el aporte de los jugadores del torneo
local (Mancuello no convenció demasiado ante Ecuador, más allá de clavar un
lindo tiro libre ante El Salvador).
Pero ya se observan algunas señales saludables de
este equipo que pese a que viene de jugar una final de un Mundial, ha decidido
arriesgar y buscar acercarse a una identidad que mantuvo durante gran parte de
su historia.
No es poco. Parece muy saludable, en principio.
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