El ex jugador, entrenador y director deportivo Jorge
Valdano, alguien que tiene la capacidad de analizar el fenómeno a cierta
distancia, suele repetir que el fútbol “es un estado de ánimo”. Aunque esto no
debería ser llevado siempre como única consigna, también es cierto que la
influencia de lo que pasa por el cabeza termina influyendo cada vez más en los
rendimientos y éstos son los que suelen generar los resultados finales.
Esta semana, los tres equipos más importantes de la
Liga Española, el Barcelona, el Real Madrid y el Atlético Madrid, tienen
choques muy importantes por el inicio de los esperados cuartos de final de la
Champions League, y vienen de distintos momentos anímicos, especialmente por lo
ocurrido en el fin de semana.
El Barcelona tuvo que trabajar muy duro para poder
revertir lo que parecía una liga perdida a manos del Real Madrid y un triunfo
no muy convincente en el Camp Nou ante su clásico rival, lo alejó a cuatro puntos
a falta de diez jornadas, pero los dirigidos por Luis Enrique se encargaron ya
de mostrar que no hay nada dicho aún y cuando dominaron claramente la primera
parte al Sevilla en el Sánchez Pizjuán con una incuestionable distancia de 0-2,
el arquero Claudio Bravo calculó mal el remate de Ever Banega, el entrenador
azulgrana se equivocó (una vez más) al quitar a un delantero que estaba en una
buena noche, como Neymar, para conservar el resultado colocando a Xavi
Hernández, y Kevin Gameiro aprovechó un error en una salida de Gerard Piqué
para empatar.
Más allá de las circunstancias del partido en
tierras andaluzas, lo cierto es que el Barcelona no termina de tener un buen
andar porque no es un equipo. Consigue una serie de pases coordinados en una
ráfaga de minutos, cierta solidez defensiva por otros momentos, y se recuesta
en su poderoso ataque, aunque también irregular. Pero no mantiene aquella
filosofía de los tiempos de Pep Guardiola y Tito Vilanova, y por eso es que
Luis Enrique no tiene problemas en tratar de defender un resultado, arriesgando
perder la pelota, en vez de seguir apostando a un juego de posesión.
Habrá que ver cómo influye esta pérdida de dos
puntos clave ante el Sevilla en su próxima visita a París para jugar contra un
PSG en alza, tanto en la Liga, como en la Copa de Francia, que acaba de ganar
con una goleada de 4-0.
Puede decirse, por antecedentes, peso en Europa y
plantillas, que el Barcelona a priori es favorito en esta serie (además de
definir en Camp Nou en la revancha) pero si saca un mal resultado en Francia
puede llegar a complicarse.
El derbi madrileño, en cambio, tiene mucho más
difícil pronóstico. Sin dudas el Real Madrid llega mejor anímicamente porque
acaba de encenderse su esperanza, muy baja hasta hace días, en la Liga, a la
que dominó en gran parte de su trayecto.
Parecía todo acabado con la derrota en Camp Nou ante
el Barcelona, pero ya se veía cierto cambio de la mano de un perspicaz
entrenador Carlo Ancelotti, que buscaba afinar el trabajo para llegar a este
tramo final de temporada con el plantel a punto en lo físico y en lo
futbolístico, con un Luka Modric nuevamente aceitado, con el regreso de James
Rodríguez y Jesé, y ahora, aunque tras una pequeña lesión, también con un
recuperado Gareth Bale y por si fuera poco con un Cristiano Ronaldo que ha
vuelto a su senda goleadora, y Sergio Ramos también aparece sin problemas,
dándole otra firmeza a la defensa.
La seriedad con que el Real Madrid salió a jugar los
partidos ante los débiles Granada y
Eibar y ante un Rayo Vallecano que gusta de la posesión y tiene argumentos para
eso, es una buena muestra del grado de concentración blanca para lo que viene.
Pero Ancelotti y sus jugadores saben que el martes
en el Vicente Calderón tendrán enfrente a uno de los equipos más duros a los
que tuvieron que enfrentar en los últimos tiempos, y aunque acabaron venciendo
en la final de la Champions pasada, sufrieron hasta el último minuto para
empatarlo, y ya luego de esa definición, no pudieron ante los “colchoneros” que
incluso los golearon sin piedad 4-0 en el mismo escenario, semanas atrás, por
la Liga.
El Atlético Madrid no tiene secretos. Es un equipo
hecho a la medida de su entrenador argentino Diego Simeone, uno de los grandes
ídolos de la historia del club.
No pretende ningún lujo. Juega vertical, tratando de
marcar y evitar que le marquen, aunque pueda elegir vías diferentes, aunque
contrariamente al Barcelona, sí tiene claro lo que pretende en cada partido.
El Atlético sigue siendo un equipo aguerrido, que
trata de tapar agujeros de ventas importantes como lo fueron Diego Costa,
Thibaut Courtois o Filipe Luis, que ha traído lo que ha podido (especialmente
fue festejado, más allá de su irregular rendimiento hasta ahora, el retorno de
Fernando Torres), y que suple con los movimientos y el esfuerzo colectivo,
cierta pérduda de técnica en la elaboración, que suele quedar en los pies de
Koke o especialmente de Arda Turan.
En Liga, el Atlético no pudo seguir esta temporada
con la continuidad de la anterior, pero aún así, mantiene el tercer lugar, en
una disputa palmo a palmo contra el muy crecido Valencia, lo cual sigue siendo
un mérito si comparamos su presupuesto con el de los dos primeros, muy alejados
en lo económico.
El derbi de Madrid tiene muy difícil pronóstico por
todo lo que hay en juego, por la doble rivalidad que existe entre ambos clubes
desde siempre y en estos tiempos de títulos nacionales e internacionales de los
dos.
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