Apenas dos semanas atrás, el Real Madrid tenía un
andar preocupado. Era claro que Rafa Benítez, su entrenador, no tenía demasiado
futuro pero parecía temprano, en la temporada, para un reemplazo, mientras que
la irregularidad se apoderaba del equipo, con cierto desánimo, y se apuntaba
hacia el mercado para dar un golpe de timón que maquillara la situación.
Sin embargo, el club blanco tomó una medida clave, y
al mismo tiempo se encontró con una situación inesperada que será muy
importante para el futuro próximo.
Por un lado, al presidente Florentino Pérez, una vez
más (luego habrá que analizar si la medida fue acertada o no), no le tembló la
mano y tomó la determinación de terminar abruptamente el contrato del
entrenador, que venía precedido de una larga y prestigiosa trayectoria, para
reemplazarlo nada menos que por su anterior ayudante y una de las grandes
estrellas de la historia moderna del Real Madrid, el francés Zinedine Zidane.
Para muchos, incluso en cierta forma para el propio
Zidane, que siempre ha sido humilde y ha mantenido una apreciable sinceridad,
el ilustre ex jugador blanco de principios de siglo no está en reales
condiciones de hacerse cargo de la plantilla profesional por falta de experiencia,
según algunos, y de carácter, según otros.
Zidane ha preferido ir despacio, no marearse con las
luces del Santiago Bernabeu y entonces prefirió esperar su momento, tomar cada
uno de los elementos que iba viendo en su corta carrera en los banquillos,
desde la cantera hasta el primer equipo, y ya cuando Benítez fue despedido, por
fin aceptó el enorme desafío.
Y todo indica que más allá de un análisis minucioso
de cada momento del equipo, de los aspectos tácticos, se pueden ir observando
algunos elementos interesantes.
Uno de ellos es que este Real Madrid no cambió en
nada su estructura. Los jugadores siguen siendo los mismos que con Benítez, lo
cual es una muestra de apoyo del entrenador a sus capacidades técnicas.
A tal punto es así, que Zidane ni siquiera cambió a
Isco por el colombiano james Rodríguez, de creciente mala relación con Benítez
en la etapa anterior. Todo quedó igual y apenas Sergio ramos no ha jugado
porque no ha podido.
En cambio, es evidente que la actitud es
absolutamente otra. Los jugadores se mueven con total soltura, con absoluta
libertad, como si no tuvieran ninguna carga pesada que llevar. Hasta cierto
punto, podrían hacer recordar al propio Zidane, que nunca aparecía presionado
sino con total dominio corporal en cada uno de sus actos en el juego.
El tipo de juego de los blancos, si bien es
prematuro sacar una conclusión, se va pareciendo de a poco a lo que hace ya
casi trece años pregonaba en el equipo el ahora entrenador de la selección
española, Vicente Del Bosque. El fútbol es un juego, algo que puede disfrutarse
por más que se trate de un equipo casi obligado a ganar.
El rendimiento del equipo en la primera media hora
en el Bernabeu ante el Sporting Gijón del pasado domingo alcanzó un nivel
superlativo, de absoluta perfección, como pocas veces se había visto en este
tiempo, y en buena medida eso obedece a la tranquilidad, y a la confianza
absoluta en el entrenador.
Este Real Madrid juega con una sonrisa, ya no juega
con una mueca de fastidio, y con la calidad de jugadores que posee, eso ya
implica un avance notable y augura un porvenir venturoso, de seguir por esta
línea, aunque haya muchas cosas por corregir, como una cierta siesta en el
segundo tiempo (de todos modos, es difícil la motivación cuando hay una
diferencia de cinco goles sólo en la primera parte).
El propio Zidane llegó a manifestar luego del
partido que se debe trabajar más en lo físico, aunque habrá que ver si ha
emparentado lo del segundo tiempo a esta cuestión.
Lo cierto es que una vez más, el Real Madrid comprueba
que luego de apostar a métodos supuestamente cientificistas (Capello,
Luxemburgo, Mourinho, Benítez), los mejores espectáculos y muchos buenos
resultados han llegado de la mano de entrenadores que proponen un fútbol más
simple, sencillo (Del Bosque, Ancelotti, Zidane), más cercano a la elaboración
y posesión del balón, y con mucha gente volcada al ataque.
El fútbol es un deporte mucho más sencillo de lo que
nos quieren hacer creer y esto está volviendo a aparecer de a poco en el
Bernabeu, aunque también es cierto que pocos tienen las espaldas de Zidane para
soportar malos resultados en un futuro (hasta su anterior camiseta con el
dorsal número 5 se ha vuelto a vender en el mercado).
En cuanto a la otra circunstancia que ha cambiado en
el Real Madrid es su imposibilidad de fichar jugadores en los dos mercados que
vienen, lo cual puede ser positivo, aunque parezca lo contrario.
Los clubes poderosos europeos se han mal
acostumbrado a fichar ante cualquier problema, sin importar más la cantera. Los
fichajes se han convertido en algo natural cuando deberían ser sólo
circunstanciales y se han rendido a los mercados en vez de apuntar al fútbol
mismo.
El hecho de no fichar hará que el Real Madrid tenga
necesariamente que mirar un poco más hacia su cantera, que mal no le hará. El
Barcelona, que ha atravesado la misma situación hasta el 31 de diciembre, ha
sanido sacar partido de la situación.
Acaso el Real Madrid como el Atlético Madrid,
también sancionado por la FIFA, puedan entender por fin que no todo pasa por
fichar y que ya tienen suficiente. Nunca está de más una mirada hacia adentro.
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