Con el quinto Balón de Oro FIFA World Player, el
crack argentino del Fútbol Club Barcelona, Lionel Messi, va camino a
convertirse en leyenda, sacándole dos galardones de ventaja a su máximo adversario del presente, el
portugués Cristiano Ronaldo así como a otros monstruos de la historia del fútbol
como los holandeses Johan Cruyff y Marco
Van Basten y el francés Michel Platini, todos con tres conquistas.
El Balón de Oro 2015 para Messi suena a total
justicia. Ha sido, por lejos, el mejor jugador del mundo del año, y además, ha
contribuido de manera decisiva al triunfo en cinco de los seis títulos en juego
de su equipo, entre ellos la Liga Española, la Champions League y el Mundial de
Clubes.
Pero en el caso de Messi, los títulos de equipo no
suelen ser la medida total. Su juego tiene una magia particular que hace que su
sola presencia en los campos de juego anuncien que algo distinto está a punto
de ocurrir y eso, aún con el paso de los años, sus cambios posicionales, su
creciente liderato en el vestuario y su crecimiento como persona (ahora padre
de dos hijos), no ha variado, para suerte de los amantes del fútbol.
En el caso del Balón de Oro 2015, no había demasiadas
sorpresas imaginadas, porque además, Messi había ganado casi todo mientras que
el delantero portugués del Real Madrid, de admirable capacidad para el gol que
sin el argentino hubiera sido considerado el mejor de este tiempo,
posiblemente, en cuanto al ataque, no tuvo la misma suerte y además, su
posición en el campo hace que sea un jugador dependiente de las asistencias,
mientras que Messi es capaz de generar y definir.
Distinta era la situación del brasileño Neymar,
también en la terna por el Balón de Oro, pero más como quien asoma al
estrellato que quien aspirara en serio a ganarlo en esta oportunidad, porque se
encuentra aún en la etapa de consolidación como integrante de la mejor
delantera del mundo, la famosa ya MSN, junto a Messi y al uruguayo Luis Suárez,
pero su tiempo como mejor jugador del planeta, aún no ha llegado.
Pocas veces en su historia el mundo del fútbol ha
visto semejante dominio como el que ejercen ahora principalmente Messi y luego Cristiano
Ronaldo. Entre los dos, en una lucha titánica aunque cada uno con sus características,
han acaparado los últimos ocho años del Balón de Oro, mientras que Messi lleva
ternado en los últimos nueve años consecutivos.
Tambièn para Messi estos tiempos representan una
respuesta definitiva para aquellos que al principio de sus brillantes tiempos,
atribuían buena parte de sus éxitos a que sólo podía ocurrir en un equipo como
el Barcelona en el que asistentes como Cesc Fábregas o Xavi Hernández o Andrés
Iniesta eran quienes lo asistían de tal forma que sólo se dedicara a terminar
las jugadas con aquellos recordados slaloms.
Hoy, Cesc se fue del Barcelona al Chelsea, Xavi está
casi retirado en el fútbol árabe, e Iniesta no tuvo en 2015 la continuidad
necesaria y hace pocos meses que ha vuelto a aquel nivel conocido. Entonces ya
con otros jugadores como Ivan Rakitic o sus compañeros sudamericanos en el
ataque, en un equipo que tiene como fuerte a su línea definidora y no a
aquellos volantes que practicaban un fútbol más horizontal, Messi ha demostrado
que lo de él pasa por su exclusivo talento y claro, tener al lado jugadores que
se acerquen a su nivel y faciliten su juego.
En otras palabras, Messi es una bendición para el
Barcelona, y el Barcelona es un gran aliado de Messi. Posiblemente, al
argentino se le complicaría bastante más en otro club, pero eso no significa
que no triunfaría.
De hecho, antes del Mundial de Clubes ante
Estudiantes de La Plata en 2009 o antes del último ante River Plate, se había
dicho en la Argentina que Messi ahora sí sabría lo que es la marca de rigor y
no como en Europa que le pasan la alfombra roja para que pase por la ingenuidad
supuesta de sus defensores.
Sin embargo, Messi marcó goles a ambos equipos y el
Barcelona fue campeón mundial en ambos casos, acabando con una absurda
polémica: Messi juega bien ante cualquiera y en cualquier campo, porque su talento
es único, incomparable, distinto.
Párrafo aparte para la elección de Luis Enrique como
mejor entrenador del mundo de 2015. El asturiano ha sabido llevar al grupo,
especialmente tras la crisis del partido en Anoeta ante la Real Sociedad y ha
aprendido la lección y se ha relacionado distinto con sus jugadores, lo cual es
digno de mención, pero no parece suficiente para ser considerado el mejor, ni
siquiera por los títulos.
En cambio, el trabajo de Josep Guardiola en un
Bayern Munich imperial y con dominio total de sus adversarios con una táctica
muy clara que puede apreciarse en cada partido, o el del argentino Jorge Sampaoli,
ganando con la selección chilena la Copa América y consiguiendo un protagonismo
inédito en el continente sudamericano, merecieron mejor suerte.
También para destacar de la gala del Kongresshaus de
Zurich, el bajísimo perfil de la FIFA, sometida a un total cuestionamiento por
la comprobación de corrupción de muchos de sus dirigentes, algunos de los
cuales se encuentran en prisión y otros, como su anterior presidente Joseph
Blatter o quien iba a postularse como candidato y ex presidente de la UEFA,
Platini, ya sin chances de continuar con esperanzas en las próximas elecciones
del 26 de febrero.
Para entregarle el premio a Messi, subieron al
escenario el actual presidente interino, el camerunés Issa Hayatou y el
brasileño Kaká, último en ganar el Balón de Oro, en 2007, antes de que
aparecieran Cristiano Ronaldo y este argentino que parece inalcanzable en sus
títulos de equipo (27) y en los individuales y que ya entra en el denate por el
mejor de la historia en un grupo muy selecto, con Pelé, Diego Maradona, Cruyff
y Alfredo Di Stéfano.
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