Si bien la tabla de posiciones muestra al Barcelona
por encima del Real Madrid a una sola jornada oficial del final de la Liga
española, ésta es, a todas luces, muy engañosa. Sucede que, como pocas veces,
el asterisco que indica que hay algo que agregar, esta vez resulta fundamental,
y es que los blancos tienen aún un partido pendiente, el que deben jugar este
miércoles en Balaídos ante el Celta y empatándolo, ya dependerán de sí mismos
en la última presentación del fin de semana.
Muchos pensaron que el partido del pasado fin de
semana en el Santiago Bernabeu ante el Sevilla, uno de los equipos que animaron
esta Liga, en especial en la primera ronda, cuando jugaron de igual a igual con
todas las potencias (e incluso, quitó el invicto de 40 partidos de los blancos),
resultaría mucho más difícil de lo que acabó siendo con el 4-1 final ya conocido,
pero mucho jugaron la diferente motivación de ambos y el calendario.
Por un lado, el Madrid llegaba sabiéndose finalista
de la Champìons League, para lo que cuenta con tiempo suficiente de preparación
porque el partido decisivo ante la Juventus será recién el próximo 3 de junio en
Cardiff, y sumado a esto, las chances de depender de sí mismo para aspirar a un
doblete en la temporada de imponerse como local y ante su público, que de esta
manera lo despedía en esta condición.
Por el otro lado, un Sevilla muy desmotivado. Con la
certeza de que ya no había casi chances de alcanzar al Atlético Madrid en la
tercera plaza para clasificarse directamente a la próxima Champions League y al
mismo tiempo, con la de saber que tampoco podía ser alcanzado por ningún otro
equipo en el cuarto lugar, es decir, muy poco en juego.
Pero también, un Sevilla que comenzó la temporada
aparentando aspirar esta vez a más que en otras oportunidades, con fichajes
estelares y con un entrenador voraz como el argentino Jorge Sampaoli, pero que
finaliza con una buena producción aunque no más que esto, y con su responsable
del banquillo teniendo que desmentir una y otra vez que no tenga parte de su
mente en el proyecto siguiente, que será dirigir a la selección de su país
desde fines de este mismo mes.
Este Sevilla con olor a fin de ciclo, con un
entrenador que se va y con un director deportivo como Monchi que abandona el
club luego de tantos años de exitoso trabajo para recalar en la Roma, hizo lo
que pudo ante este Real Madrid de marcha imperial, con los pasos justos para
acabar una excelente temporada en la que ha llegado a jugar muchos partidos de
excelente nivel y con varios de sus jugadores atravesando un momento dulce.
Entonces, más allá de la rapidez mental con la que
Nacho resolvió pronto un libre directo, o que Cristiano Ronaldo pudo aumentar
el marcador, el Sevilla opuso toda la resistencia que tuvo a su alcance a
través de un buen juego colectivo y de buenas llegadas de Jovetic, pero entre
el azar en la finalización de las ocasiones de gol y que estructuralmente siempre
fue superado, se fue alejando en el marcador.
Este Real Madrid se juega mucho en Balaídos porque
depende de sí mismo y porque sabe bien que si bien este Celta no es el mismo
que lo eliminó de la Copa del Rey, y que viene de una caída dolorosa en
semifinales de la Europa League ante el Manchester United –especialmente porque
Guidetti tuvo el gol del pase a la final en la última jugada y no pudo
definirlo en Old Trafford-, es capaz de hacerle daño si encuentra una situación
que lo pueda motivar para despedirse de su público en esta temporada dejando
una buena imagen.
Incluso, este partido podría ser una buena forma de
que su entrenador argentino Eduardo Berizzo se despida del público gallego
porque hay insistentes rumores de que es el indicado para reemplazar a su
compatriota Sampaoli en el Sevilla para la próxima temporada.
Cuesta creer que el Real Madrid perderá esta Liga
cuando lo tuvo casi siempre como líder y con sólo empatar, sacará un punto de
diferencia sobre el Barcelona que en la última jornada lo podrá hacer valer si
se impone al Málaga con todo lo que se hablará desde el jueves debido a que los
andaluces están dirigidos por un entrenador muy identificado con el madridismo
como Miguel González, “Michel”, símbolo de aquella “Quinta del Buitre” de fines
de los años ochenta.
Eso sí: el Real Madrid no puede caer en Balaídos. Si
pierde, el domingo ya no dependerá de sí mismo sino del Barcelona, que además
afronta un partido muy accesible en casa ante el Eibar, que no se juega nada, en
el Camp Nou. Esto es así porque si hay empate de puntos, los catalanes serán
campeones debido al average en los dos enfrentamientos en los Clásicos.
La sensación es que más allá de aquella derrota
sobre la hora ante el Barcelona en el Bernabeu, que le dio alas a los
azulgranas, el Real Madrid siempre ha mantenido el control sobre esta Liga, fue
el equipo más regular y sería muy doloroso, tanto como aquellas dos ligas
perdidas en los noventa contra el Tenerife de Jorge Valdano, para el club
blanco perder una oportunidad como la actual, porque no consigue un título
desde 2012 y sería apenas el segundo desde 2008 y el tercero en la década.
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