Si bien la lógica indicaba que la final de esta
Champions League la jugarían Juventus y Real Madrid, tomando en cuenta a sus
adversarios en las semifinales, pocos podían apostar a que la definición del
próximo 3 de junio en Cardiff se podía llegar a definir tan sólo en los
partidos de ida, con escasísimo margen para un cambio en las revanchas de la
semana que viene.
Tanto el Real Madrid ante el Atlético Madrid, como
la Juventus ante el Mónaco, evidenciaron absoluta superioridad ante sus
ocasionales rivales, demostrando dos elementos fundamentales: la experiencia de
sus jugadores y la riqueza del recambio en los banquillos.
Sin dudas, la falta del lateral derecho Juanfran en
el Atlético resultó fundamental en el Santiago Bernabeu porque Lucas, su
reemplazante, es un defensa central y eso, ante un rival como el brasileño
Marcelo (para nosotros, debería estar ternado para el Balón de Oro de este
año), es demasiada ventaja, pero hay que sumar al hecho de que el entrenador
rojiblanco, Diego Simeone, optó por el francés Kevin Gameiro para la supla
atacante con su compatriota Antoine Griezmann cuando creemos que ese lugar, por
peso y experiencia, debió ser para Fernando Torres.
Ante un poderosísimo rival como el Real Madrid, una
ausencia y un error pequeño en un detalle en una alineación, puede ser
demasiado gravitante y salvo los primeros cinco minutos, en los que el Atlético
llegó a pararse en campo rival, todo resultó demasiado fácil para los blancos
ante un rival que no pareció, por actitud y disciplina táctica, un equipo de
Simeone sino uno de la etapa previa a la llegada del argentino al banquillo.
La extraordinaria contundencia de Cristiano Ronaldo,
pero también la gran forma del mediocampo del Real Madrid, acabaron pronto con
cualquier ilusión de un Atlético que tuvo que esforzarse mucho para remontar
una final perdida por penaltis en la temporada anterior para llegar otra vez a
semifinales ante el mismo rival.
Si bien Simeone insiste en que en la revancha del
próximo miércoles en el Vicente Calderón su equipo conserva una posibilidad de
revertir la situación, la sensación que dio el Atlético hace pensar que es todo
lo contrario y resulta particularmente difícil creer que el Real Madrid no marcará
siquiera un gol, y tan solo ese tanto obligaría a su rival a marcar cinco, casi
una quimera.
Una situación parecida es la del Mónaco en Turín, el
próximo martes, ante la Juventus, que si no ha recibido más de dos goles en
toda la Champions League y lleva más de diez horas sin conocer un gol en la
propia portería, cuesta creer que el equipo líder de la liga francesa pueda
marcar tres tantos fuera de casa ante lo que es prácticamente un muro
defensivo.
La Juventus sorprendió en Mónaco por su aplomo y porque
en vez de salir a resistir el ataque local, con dos jugadores tan veloces como
Mbappe y Falcao, el equipo italiano prefirió apostar por tener el balón tocando
el 62 por ciento de posesión, algo poco habitual en los conjuntos de este país,
que suelen apostar al contragolpe para marcar mayores diferencias en condición
de local.
Los dos goles de la Juventus, marcados por su
goleador Gonzalo Higuaín, llegaron de la misma manera: desde el origen por
parte de Paulo Dybala, luego pasando por el lateral Daniel Alves (el mejor
jugador del partido, lejos de aquellos últimos tiempos dubitativos en el
Barcelona), y terminando por el delantero argentino.
Luego, ya con la ventaja, la Juventus tiene un
particular oficio para manejar los tiempos de los partidos, con sus volantes
moviéndose con soltura y fallando muy pocos pases y con su defensa cerrada y
siempre bien plantada y detrás, por si fuera poco, un tremendo portero de 39
años y más de veinte temporadas al más alto nivel como Gianluiggi Buffon.
Con tanta superioridad del Real Madrid sobre el
Atlético Madrid, sumado al condicionante psicológico que hay entre estos dos
equipos en la historia y especialmente en las últimas Champions, y con la misma
situación entre la Juventus y el Mónaco, sin dudas que los dos mejores equipos
de Europa de esta temporada se acercan a la mejor final posible, con dos
estilos absolutamente distintos.
Tanto el Mónaco como el Atlético Madrid han hecho
enormes inversiones en jugadores en estas últimas temporadas pero los
resultados de la ida de semifinales de Champions demuestran que no se trata
sólo de fichar sino de una política de acercamiento a la mayor calidad y si hay
algo que caracteriza a la Juventus y al Real Madrid es que en los banquillos
hay jugadores del mismo nivel que los que están en el campo y que un cambio no
les hace resentir la estructura.
En cambio, no sucede lo mismo con el Mónaco y mucho
menos con el Atlético, como se ejemplificó en esta columna. Bastó que un
lateral no pudiera estar y que el entrenador se volcara más hacia un delantero
que otro para la titularidad, al fin y al cabo, un pequeño detalle, para que ya
el equipo no fuera el mismo.
Será difícil, entonces, que Real Madrid y Juventus,
no se vean las caras el 3 de junio en la final de Cardiff. Y si no lo afirmamos
aún es porque el fútbol es tan maravilloso que siempre deja una pequeña ventana
abierta para alguna sorpresa. Sólo por eso.
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