Mañana se anunciará oficialmente algo que ya se sabe
desde hace mucho tiempo: que Jorge Sampaoli se convertirá en el nuevo director
técnico de la selección argentina. El tercero en esta fase clasificatoria
sudamericana en dos años, tras Gerardo Martino y Edgardo Bauza.
Todo el circo que rodeó a su contratación, a partir
de las primero de bajo perfil, luego ya levantando polvareda, con una cláusula
de rescisión incluída para arrancárselo al Sevilla, vino contaminando su llegada
al país, más allá de que apenas poner los pies en Ezeiza inmediatamente se
dirigió a observar tres partidos del fútbol argentino, lo que corresponde a su
trabajo.
Notamos que a Sampaoli lo rodean demasiados
elementos extrafutbolísticos con los que debe tener mucho cuidado para no caer
en una trampa, la de que se hable cada vez menos de fútbol y más de sus
tatuajes, su sentido del humor, la grieta entre sus admiradores y sus
detractores, sus gustos políticos, su militancia en tiempos juveniles.
Lo que ocurre con Sampaoli nos lleva como referencia
a la construcción de personajes como César Luis Menotti, afecto a hablar de
Goyeneche, Piazzola o Mercedes Sosa, o de trazar una línea para colocarse del
lado del progresismo con lo cual se deja a otros fuera del mismo por no
simpatizar con algunos de sus movimientos, y como Marcelo Bielsa, muy propenso
(más allá de sus innegables conocimientos) a complicar los discursos hasta
cientifizarlos a un nivel cuyo entendimiento queda para pocos como si el fútbol
no fuera el fenómeno popular por excelencia.
Cuando Bielsa, a quien Sampaoli admira, sostiene que
el nuevo director técnico argentino “es mejor que yo” por ser más dúctil, no
hace otra cosa que seguir su entronización, que es lo que menos necesita un DT
que no tiene un pasado que haga de paraguas ante el gran público local, que
espera básicamenrte resultados pero respaldados por un juego sólido y para eso
se necesitan primero ideas claras.
Y a esto queremos llegar. Sin ser Gardel, ni cerca
de ello, Sampaoli sí ha dado algunas muestras interesantes de conocimiento
táctico, como pudo observarse en la Copa Sudamericana ganada por la Universidad
de Chile, o por la Copa América ganada por Chile en 2015, o también, con un
estilo bastante distinto, en el Sevilla que acabó cuarto la temporada de la
Liga Española, detrás de los tres grandes.
Aún así, se ha endiosado una muy buena campaña del
Sevilla, que venía de ganar copas europeas y que fue eliminado por el Leicester
(que no el Manchester United, Manchester City o el Arsenal o el Chelsea) en los
octavos de final de la Champions, es decir, tampoco fue que hizo la temporada
de la vida de los de Nervión.
Sí, en cambio, Sampaoli ha hecho una convocatoria
audaz, por ser la primera, con varios jugadores sin pasado en la selección, a
otros los quiere reconviertir (Mascherano, Di María), otros estarán en estudio
(Romero) y luego vendrá el esquema que utilizará en los partidos importantes
(léase el crucial de Montevideo ante Uruguay por la clasificación mundialista).
Por todo esto, resulta menester que Sampaolin deje
de lado inmediatamente todo debate sobre si es bielsista, menottista,
progresista o ricotero, para que se dedique de lleno y sin tanta parla a su
tarea específica, porque hay mucho en juego y no hay mucho margen para estas
cosas, más cercanas a tiempos en los que la selección argentina tenía otras
preocupaciones, más elevadas.
De nada sirve que algunos salgan en defensa de
Sampaoli sólo porque los que siempre estuvieron del otro lado, llegaron a decir
que hasta se iban del país si asumía (aunque creemos que siguen viviendo en la
Argentina, hasta donde sabemos), porque allí comienza a construirse una de esas
tantas burbujas que en todo orden social no distinguen en matices y convierten
a todos en “buenos” (o sea, los que están de nuestro lado) y “malos” (los que
están del otro y no se llevan bien con nosotros, o no nos caen simpáticos).
Para eso, es necesario Sampaoli. Y no para ver qué
tatuaje usa. Que se dedique de lleno a su trabajo para que lo juzguemos pura y
exclusivamente por eso.
Luego vendrán los tiempos de las evaluaciones. Ahora,
dejemos que haga su trabajo sin contaminaciones,.
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